Malabarismo mental

August 24, 2012

MALABARISMO MENTAL

La habitación está totalmente oscura pero nuestros ojos se van ajustando gradualmente a la oscuridad. Algunas figuras aparecen contra el fondo negro en una escala de grises. Primero distinguimos, cerca de la puerta, una figura grande y rectangular, una mesa. Sobre ella algunos libros. A la izquierda hay otro mueble un poco más bajo con un televisor, y más allá está la cama. Hay una mujer acostada en la cama intentado dormir. Soy yo.

Sé que este ejercicio de salirme del cuerpo para hacer un recorrido de la escena con vosotros es poco ortodoxo, pero al ser un recuerdo, es una liencia poética que puedo permitirme. En realidad la persona que está en la cama puede ser cualquiera. Podrías ser tú, o él, o ella, el pronombre da igual porque es una situación en la que todos hemos estado sin excepción.

La persona que está en la cama, es decir tú, está tapada hasta las orejas con la cobija, y entre el aire acondicionado (al máximo) y la oscuridad (total) cualquiera pensaría que es una situación más que ideal para quedarse dormido. Pero no te duermes. Estás despierto. Cada cierto tiempo te das la vuelta, estiras la sábana, o arreglas la almohada, y sigues con el ejercicio de conciliar el sueño.

Si la escena fuése un cómic y tu personaje tuviese un bocadillo, de esos con forma de nube, dentro veríamos todo tipo de cosas. Algo sobre un examen oral que tienes al día siguiente en la mañana. También una frase o dos que alguien te dijo en la oficina. El email que una amiga te envió echándote algo en cara. O la respuesta perfecta para un comentario que te hizo la profesora de francés en frente de todo el mundo y que se te vino a ocurrir ahora, diez horas tarde. De vez en cuando una frase de alarma cruza la nube: “¡Tienes que dormirte! ¡Sólo te quedan tres horas!”

En resumen: hace poco descubrí que no padezco de insomnio. Mi aflicción es más general y menos misteriosa, es algo a lo que me gusta llamar “malabarismo mental”. Es un problema de desorden de pensamientos que va más allá del sueño, y que más bien inunda casi cualquier actividad. Consiste en algo tan simple que creo que a nadie se le ocurriría diagnosticarlo. El malabarismo mental consiste en que los pensamientos y las acciones no coinciden.

A ver si se entiende: estoy haciendo una cosa mientras pienso en otra. Es decir, que mientras haces algo que requiere de tu atención, estás en realidad pensando en una cantidad de problemas y escenarios que no tienen nada que ver con lo que estás haciendo en el momento.

Parte del problema es que las acciones que uno realiza en el presente son limitadas (en un segundo particular sólo puedo hacer una cosa), pero el espacio mental que puedes dedicarle a la basura es ilimitado, como un juke-box de la miseria en rotación contínua. Es imposible disfrutar del momento cuando tienes los 40 grandes éxitos dando vueltas en tu cabeza, pero además, cuando divides tu atención entre 4 cosas diferentes no haces nada bien.

Si estás pensando en un examen mientras tratas de dormir, lo más probable es que no hagas bien ninguna de las dos. No puedes resolver el examen a las 2 am desde tu cama, pero sí puedes quedarte dormido mañana durante el examen.

LÍNEAS DEL TIEMPO

No entiendo de pintura ni de fotografía. No es que no me gusten, es que no las entiendo. A diferencia de la música, del cine, o de la literatura, no sé cuánto tiempo se supone que tengo que estar ahí mirando. Quiero decir, que la pintura y la fotografía no se experimentan a través del tiempo, y eso hace que me cueste entender cómo disfrutarlas.

No es algo tan raro. Todos tenemos problemas con la experiencia del tiempo. A nuestra conciencia no le resulta fácil manejarlo. Muchas de las actividades que hacemos tienen como objetivo darle forma o estructura al tiempo. De otro modo no sabemos qué hacer.

Por eso la conciencia tiene un inventario de problemas reservado en el juke-box para esos momentos. Saca alguno cuando siente esa necesidad de estructurar el tiempo. Nosotros creemos que los problemas que nos arroja el juke-box nos interesan, caemos en la trampa de la conciencia, y pasamos un buen rato analizando pros y contras, escenarios alternativos, etc sin darnos cuenta de que todo es una estrategia para mantenernos ocupados.

En realidad operamos en dos líneas del tiempo diferentes. la primera línea del tiempo es la de la acción. En esa línea del tiempo están las acciones que hacemos en el momento en el que las hacemos. Tú por ejemplo, estás leyendo esto. Yo estoy escribiéndolo, aunque para el momento en el que tú lo leas ya no estaré escribiéndolo sino que estaré haciendo otra cosa. La línea del tiempo de la acción es un eterno presente, no tiene pasado ni tiene futuro.

Después está la línea del tiempo de la mente que se superpone a la de la acción. Es sólo en esa línea del tiempo en la que existe el pasado, el futuro, y los presentes alternativos. En ella se guardan los recuerdos, y se generan las fantasías. En ella se acumulan culpas, frustraciones, y también alegrías y orgullo.

DEJA A LA PUTA EN LA ORILLA DEL RÍO

Un monje y su pupilo peregrinaban por una montaña. En la orilla de un río se encontraron con una puta que les pidió ayuda para cruzar al otro lado. El maestro cargó a la puta en su espalda y cruzó con ella el río, la dejó en la otra orilla. La puta se despidió y reanudó su marcha, los monjes también la suya.

Horas después el pupilo le preguntó a su maestro: “¿por qué cargaste con la puta a través del río? ¿Te olvidaste de que no podemos tocar mujeres, mucho menos mujeres como esa?”

El maestro le respondió: “yo dejé a la puta en la orilla del río, pero tú sigues cargándola”.

Hay problemas que se arrastran en el tiempo. Que independientemente de la solución práctica del problema, hay un aspecto interno de ese problema que está desligado de lo práctico y al que nos aferramos. Es un apego a las situaciones que nos hace cargar con ellas mucho tiempo.

Conozco a una mujer que llegó a un cargo muy alto en un banco y la despidieron. Al poco tiempo encontró otro trabajo y no le va mal. De eso hace 20 años, pero ella sigue hablando de su problema hasta el día de hoy.

También sé de un hombre al que su mujer lo engañó con otro hace seis años. El hombre quiso seguir con ella, y aunque aceptó sus disculpas, nunca la perdonó en su interior. Hasta el día de hoy la culpa por su infelicidad.

Estos problemas tienen que ver con anclarse en el pasado. Cuando la mente está en el pasado arrastramos problemas, cargamos con la puta, comparamos nuestra realidad con un pasado mejor, o nos lamentamos de ofensas que debieron quedar atrás.

También podemos anclarnos en el futuro cuando generamos expectativas fantasiosas que no se cumplen. En realidad los problemas que se arrastran en el tiempo tienen dos orígenes:

1) Expectativas: tenemos una idea clara de lo que va a pasar. O de lo que queremos que ocurra. Construimos una fantasía y pretendemos imponérsela a la realidad. Cuando la realidad nos señala que estamos en un error, que lo nuestro es una fantasía, nos frustramos.

Ocurre con los planes a futuro, pero también ocurre con ideas que damos por sentado. La ejecutiva del banco creía que bastaba con trabajar bien para tener su puesto toda la vida. Tanto creyó en su fantasía que construyó su identidad alrededor de su trabajo, su vida giraba en torno a él. Cuando la despidieron no lo supo manejar. Encontró otro trabajo (resolvió el problema en lo práctico) pero no se liberó del problema en su interior y sigue arrastrándolo hasta hoy.

Lo mismo con el matrimonio y la infidelidad, o con las expectativas de vida. La gente que cree que va a estar en algún punto en algún momento, creen que basta con proyectarse para alcanzar una meta. Padres que creen que a los hijos hay que “impulsarlos” como si fuesen proyectiles.

Trazarse expectativas tiene que ver con escribir un guión para la vida, cuando la vida no se ajusta a nuestro guión nos angustiamos. Es la idea de que no tenemos control sobre lo que ocurre lo que genera esa angustia.

2) Incertidumbre: el segundo problema es de incertidumbre. Cuando no tenemos la certeza de saber cuál será el desenlace de una situación, no tenemos ni idea de lo que va a ocurrir.

Este es otro problema que nos mantiene despiertos por la noche. No sabes qué preguntas te harán mañana en el examen, no sabes cómo vas a responder, no sabes qué nota vas a sacar, no sabes qué carrera vas a estudiar, en qué universidad, no sabes si te darán un trabajo o no, no sabes qué quieres hacer con tu vida, o dónde se supone que deberías estar.

Al final ambos orígenes son el mismo: miedo a vivir sin seguridades, no poder anticiparse a lo que va a ocurrir. El único antídoto para esa angustia es aprender a hacer que las dos líneas del tiempo coincidan. Que la mente aprenda a vivir en el presente y a coincidir con el mundo de las acciones. Suena fácil pero requiere de disciplina y serenidad.

LO QUE ANOTAS EN EL CUADERNO

Odio la palabra “favor”. Es una palabra hipócrita. La gente que hace favores cree que los hace por bondad, cree que es desinteresado. En el fondo pocos son capaces de hacer favores sin esperar una recompensa.

Algunos hacen favores esperando a cambio un trato favorable. Otros los hacen para volverse indispensables. Hay quien hace favores para controlar al otro. Hay quien acepta de frente que si te hace un favor espera cobrártelo después, como Vito Corleone, pero a ese tipo de tratos los llamamos mafia.

Nietzsche decía que uno no debe aceptar favores porque quien los hace sólo quiere ahorcarte con la soga de tu agradecimiento.

Baudrillard decía que la única manera de pagar un favor es con venganza.

Yo creo que si es difícil mantener la mente de una sola persona, de uno mismo, limpia y en orden, es una tarea casi titánica mantener la de varias personas a la vez, y que además estén en sincronía.

Por eso es tan difícil encontrar un amigo de verdad, y si lo tienes cuéntalo entre tus bendiciones.

Cuando se mezclan las expectativas de uno con las expectativas de los demás, es una buena receta para el desorden.

Tengo una amiga que anota en su cuaderno todo lo que hace por los demás. Lo que te regaló en tu cumpleaños hace 3 años. La vez que te prestó una cartera porque combinaba con tu vestido. Cuando te llevó en su coche hasta la estación del metro.

Mi otra amiga se ríe. Dice “yo jamás podría tener un cuaderno así, hay que tener paciencia” y tiene razón, pero ella tiene un cuaderno peor en su mente en el que anota lo que los demás hacen por ella. Ella sabe con lujo de detalles quién la felicitó por su cumpleaños en facebook (y quién no). Sabe quiénes la apoyaron cuando se murió su perro (y quienes no). Sabe cuántas llamadas le has devuelto, si le respondiste o no el email la semana pasada, y si olvidaste traerle un recuerdo de Cancún.

Llevar cuentas como estas es un atentado contra ti mismo. Cada cosa que anotas en el cuaderno te roba tu paz mental. Cada página es un disco del juke-box, y regresará a atormentarte cuando estés dando vueltas en la cama intentando dormir. Cuando anotas lo que haces por los demás, tus regalos se transforman en favores. Cuando anotas lo que el otro te debe la deuda la pagas tú.

Mantener el equilibrio con las amistades requiere de una gran capacidad de orden. Saber poner cada cosa en su lugar. La mayoría de las amistades fracasan por las mismas razones: expectativas e incertidumbre. Así que aprender a manejarlas no sólo calmará tu mente, sino que además mejorará tu relación con los demás.

PASA LA PÁGINA

Llevo algún tiempo luchando contra estas dos sensaciones, y creo que he descubierto algunas ideas que son útiles para aprender a dejar los problemas atrás. Para sincronizar ambas líneas del tiempo. Como siempre os digo, no es una receta universal, y tampoco es un plan perfecto. No prometo ningún resultado, pero probarlo no cuesta nada, y quizás te funcionen.

1) No te ofendas. Ni con la realidad, ni con tus amigos. Si te despidieron de un trabajo, si no te contrataron aunque te fue bien en la entrevista, si alguien va o no va al funeral de tu abuelo, si se olvidaron del aniversario, no te ofendas. Si algo te ofende es porque tenías una expectativa que no se cumplió. El error es tuyo y no de la realidad o de tu amigo. Aprende de la realidad y ajústate a ella, no pretendas que la realidad se ajuste a ti.

2) Busca la acción en sí misma. Actuar es un privilegio y los frutos de tu acción no te pertenecen. No uses los frutos como motivo para actuar. Eso sólo te llevará a frustrarte.

3) No lleves la cuenta. De nada. Es anclarse en el pasado.

4) Resuelve los problemas en tu interior. No cargues con la puta. Cuando resuelvas algo en el mundo práctico, tómate un tiempo para resolver el problema en tu interior y asegúrate de que no se va a convertir en uno de 40 grandes éxitos de tu juke-box.

5) No fantasees sobre tu futuro. No tienes el control sobre lo que va a pasar. No te pongas en una posición en la que es imposible sentirte feliz con lo que tienes. Si pasas la mitad de tu vida fantaseando con que te darán el Nóbel, lo más probable es que te lleves una gran desilusión.

6) No te sacrifiques por los demás. Sé honesto contigo mismo y con los demás. Si no haces nada que no quieras hacer no estarás esperando nada de nadie y tampoco participarás de los juegos de los demás.

Este verano estoy escribiendo muchísimo, porque me estoy dedicando de lleno a escribir mi libro. Se llama “La Vida Simple” y ha vendido más de 30 mil copias. Si quieres saber mejor de qué va, pulsa aquí. Si lo quieres comprar a través de Paypal cuesta 15€ y lo puedes hacer aquí: http://pul.ly/b/50040

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Mi blog no tiene comentarios pero si tienes algo que decir puedes hacerlo en el grupo de Facebook.

Deja a la puta en la orilla del río

August 24, 2012

MALABARISMO MENTAL

La habitación está totalmente oscura pero nuestros ojos se van ajustando gradualmente a la oscuridad. Algunas figuras van apareciendo recortadas contra el fondo negro en una escala de grises. Primero distinguimos, cerca de la puerta, una figura grande y rectangular, una mesa. Sobre ella algunos libros. A la izquierda hay otro mueble un poco más bajo con un televisor, y más allá está la cama. Hay una mujer acostada en la cama intentado dormir. Soy yo.

Sé que este ejercicio de salirme del cuerpo para hacer un recorrido de la escena con vosotros es poco ortodoxo, pero al ser un recuerdo, es una licencia poética que puedo permitirme. En realidad la persona que está en la cama puede ser cualquiera. Podrías ser tú, o él, o ella, el pronombre da igual porque es una situación en la que hemos estado todos sin excepción.

La persona que está en la cama, es decir tú, está tapada hasta las orejas con la manta, y entre el aire acondicionado (al máximo) y la oscuridad (total) cualquiera pensaría que es una situación más que ideal para quedarse dormido. Pero no te duermes. Estás despierto. Cada cierto tiempo te das la vuelta, estiras la sábana, o arreglas la almohada, y sigues con el ejercicio de conciliar el sueño.

Si la escena fuese un cómic y tu personaje tuviese un bocadillo, dentro veríamos todo tipo de cosas. Algo sobre un examen oral que tienes al día siguiente por la mañana. También una frase que alguien te dijo en la oficina. El email que una amiga te envió echándote algo en cara. O la respuesta perfecta a un comentario que te hizo la profesora de francés en frente de todo el mundo y que se te ha venido a ocurrir ahora, diez horas tarde. De vez en cuando una alarma cruza la nube: “¡Tienes que dormirte! ¡Sólo te quedan tres horas!”

En resumen: hace poco descubrí que no padezco de insomnio. Mi aflicción es más general y menos misteriosa, es algo a lo que me gusta llamar “malabarismo mental”. Es un problema de desorden de pensamientos que va más allá del sueño, y que más bien inunda casi cualquier actividad. Consiste en algo tan simple que creo que a nadie se le ocurriría diagnosticarlo. El malabarismo mental consiste en que los pensamientos y las acciones no coinciden.

A ver si se entiende: estoy haciendo una cosa mientras pienso en otra. Es decir, que mientras haces algo que requiere de tu atención, estás en realidad pensando en una cantidad de problemas y escenarios que no tienen nada que ver con lo que estás haciendo en el momento.

Parte del problema es que las acciones que uno realiza en el presente son limitadas (en un segundo particular sólo puedo hacer una cosa), pero el espacio mental que puedes dedicarle a la basura es ilimitado, como un juke-box de la miseria en rotación contínua. Es imposible disfrutar del momento cuando tienes los 40 grandes éxitos dando vueltas en tu cabeza, pero además, cuando divides tu atención entre 4 cosas diferentes no haces nada bien.

Si estás pensando en un examen mientras tratas de dormir, lo más probable es que no hagas bien ninguna de las dos. No puedes resolver el examen a las 2 am desde tu cama, pero sí puedes quedarte dormido mañana durante el examen.

LÍNEAS DEL TIEMPO

No entiendo de pintura ni de fotografía. No es que no me gusten, es que no las entiendo. A diferencia de la música, del cine, o de la literatura, no sé cuánto tiempo se supone que tengo que estar ahí mirando. Quiero decir, que la pintura y la fotografía no se experimentan a través del tiempo, y eso hace que me cueste entender cómo disfrutarlas.

No es algo tan raro. Todos tenemos problemas con la experiencia del tiempo. A nuestra conciencia no le resulta fácil manejarlo. Muchas de las actividades que hacemos tienen como objetivo darle forma o estructura al tiempo. De otro modo no sabemos qué hacer.

Por eso la conciencia tiene un inventario de problemas reservado en el juke-box para esos momentos. Saca alguno cuando siente esa necesidad de estructurar el tiempo. Nosotros creemos que los problemas que nos arroja el juke-box nos interesan, caemos en la trampa de la conciencia, y pasamos un buen rato analizando pros y contras, escenarios alternativos, etc sin darnos cuenta de que todo es una estrategia para mantenernos ocupados.

En realidad operamos en dos líneas del tiempo diferentes. la primera línea del tiempo es la de la acción. En esa línea del tiempo están las acciones que hacemos en el momento en el que las hacemos. Tú por ejemplo, estás leyendo esto. Yo estoy escribiéndolo, aunque para el momento en el que tú lo leas ya no estaré escribiéndolo sino que estaré haciendo otra cosa. La línea del tiempo de la acción es un eterno presente, no tiene pasado ni tiene futuro.

Después está la línea del tiempo de la mente que se superpone a la de la acción. Es sólo en esa línea del tiempo en la que existe el pasado, el futuro, y los presentes alternativos. En ella se guardan los recuerdos, y se generan las fantasías. En ella se acumulan culpas, frustraciones, y también alegrías y orgullo.

DEJA A LA PUTA EN LA ORILLA DEL RÍO

Un monje y su pupilo peregrinaban por una montaña. En la orilla de un río se encontraron con una puta que les pidió ayuda para cruzar al otro lado. El maestro cargó a la puta en su espalda y cruzó con ella el río, la dejó en la otra orilla. La puta se despidió y reanudó su marcha, los monjes también la suya.

Horas después el pupilo le preguntó a su maestro: “¿por qué cargaste con la puta a través del río? ¿Te olvidaste de que no podemos tocar mujeres, mucho menos mujeres como esa?”

El maestro le respondió: “yo dejé a la puta en la orilla del río, pero tú sigues cargándola”.

Hay problemas que se arrastran en el tiempo. Que independientemente de la solución práctica del problema, hay un aspecto interno de ese problema que está desligado de lo práctico y al que nos aferramos. Es un apego a las situaciones que nos hace cargar con ellas mucho tiempo.

Conozco a una mujer que llegó a un cargo muy alto en un banco y la despidieron. Al poco tiempo encontró otro trabajo y no le va mal. De eso hace 20 años, pero ella sigue hablando de su problema hasta el día de hoy.

También sé de un hombre al que su mujer lo engañó con otro hace seis años. El hombre quiso seguir con ella, y aunque aceptó sus disculpas, nunca la perdonó en su interior. Hasta el día de hoy la culpa por su infelicidad.

Estos problemas tienen que ver con anclarse en el pasado. Cuando la mente está en el pasado arrastramos problemas, cargamos con la puta, comparamos nuestra realidad con un pasado mejor, o nos lamentamos de ofensas que debieron quedar atrás.

También podemos anclarnos en el futuro cuando generamos expectativas fantasiosas que no se cumplen. En realidad los problemas que se arrastran en el tiempo tienen dos orígenes:

1) Expectativas: tenemos una idea clara de lo que va a pasar. O de lo que queremos que ocurra. Construimos una fantasía y pretendemos imponérsela a la realidad. Cuando la realidad nos señala que estamos en un error, que lo nuestro es una fantasía, nos frustramos.

Ocurre con los planes a futuro, pero también ocurre con ideas que damos por sentado. La ejecutiva del banco creía que bastaba con trabajar bien para tener su puesto toda la vida. Tanto creyó en su fantasía que construyó su identidad alrededor de su trabajo, su vida giraba en torno a él. Cuando la despidieron no lo supo manejar. Encontró otro trabajo (resolvió el problema en lo práctico) pero no se liberó del problema en su interior y sigue arrastrándolo hasta hoy.

Lo mismo con el matrimonio y la infidelidad, o con las expectativas de vida. La gente que cree que va a estar en algún punto en algún momento, creen que basta con proyectarse para alcanzar una meta. Padres que creen que a los hijos hay que “impulsarlos” como si fuesen proyectiles.

Trazarse expectativas tiene que ver con escribir un guión para la vida, cuando la vida no se ajusta a nuestro guión nos angustiamos. Es la idea de que no tenemos control sobre lo que ocurre lo que genera esa angustia.

2) Incertidumbre: el segundo problema es de incertidumbre. Cuando no tenemos la certeza de saber cuál será el desenlace de una situación, no tenemos ni idea de lo que va a ocurrir.

Este es otro problema que nos mantiene despiertos por la noche. No sabes qué preguntas te harán mañana en el examen, no sabes cómo vas a responder, no sabes qué nota vas a sacar, no sabes qué carrera vas a estudiar, en qué universidad, no sabes si te darán un trabajo o no, no sabes qué quieres hacer con tu vida, o dónde se supone que deberías estar.

Al final ambos orígenes son el mismo: miedo a vivir sin seguridades, no poder anticiparse a lo que va a ocurrir. El único antídoto para esa angustia es aprender a hacer que las dos líneas del tiempo coincidan. Que la mente aprenda a vivir en el presente y a coincidir con el mundo de las acciones. Suena fácil pero requiere de disciplina y serenidad.

LO QUE ANOTAS EN EL CUADERNO

Odio la palabra “favor”. Es una palabra hipócrita. La gente que hace favores cree que los hace por bondad, cree que es desinteresado. En el fondo pocos son capaces de hacer favores sin esperar una recompensa.

Algunos hacen favores esperando a cambio un trato favorable. Otros los hacen para volverse indispensables. Hay quien hace favores para controlar al otro. Hay quien acepta de frente que si te hace un favor espera cobrártelo después, como Vito Corleone, pero a ese tipo de tratos los llamamos mafia.

Nietzsche decía que uno no debe aceptar favores porque quien los hace sólo quiere ahorcarte con la soga de tu agradecimiento.

Baudrillard decía que la única manera de pagar un favor es con venganza.

Yo creo que si es difícil mantener la mente de una sola persona, de uno mismo, limpia y en orden, es una tarea casi titánica mantener la de varias personas a la vez, y que además estén en sincronía.

Por eso es tan difícil encontrar un amigo de verdad, y si lo tienes cuéntalo entre tus bendiciones.

Cuando se mezclan las expectativas de uno con las expectativas de los demás, es una buena receta para el desorden.

Tengo una amiga que anota en su cuaderno todo lo que hace por los demás. Lo que te regaló en tu cumpleaños hace 3 años. La vez que te prestó una cartera porque combinaba con tu vestido. Cuando te llevó en su coche hasta la estación del metro.

Mi otra amiga se ríe. Dice “yo jamás podría tener un cuaderno así, hay que tener paciencia” y tiene razón, pero ella tiene un cuaderno peor en su mente en el que anota lo que los demás hacen por ella. Ella sabe con lujo de detalles quién la felicitó por su cumpleaños en facebook (y quién no). Sabe quiénes la apoyaron cuando se murió su perro (y quienes no). Sabe cuántas llamadas le has devuelto, si le respondiste o no el email la semana pasada, y si olvidaste traerle un recuerdo de Cancún.

Llevar cuentas como estas es un atentado contra ti mismo. Cada cosa que anotas en el cuaderno te roba tu paz mental. Cada página es un disco del juke-box, y regresará a atormentarte cuando estés dando vueltas en la cama intentando dormir. Cuando anotas lo que haces por los demás, tus regalos se transforman en favores. Cuando anotas lo que el otro te debe la deuda la pagas tú.

Mantener el equilibrio con las amistades requiere de una gran capacidad de orden. Saber poner cada cosa en su lugar. La mayoría de las amistades fracasan por las mismas razones: expectativas e incertidumbre. Así que aprender a manejarlas no sólo calmará tu mente, sino que además mejorará tu relación con los demás.

PASA LA PÁGINA

Llevo algún tiempo luchando contra estas dos sensaciones, y creo que he descubierto algunas ideas que son útiles para aprender a dejar los problemas atrás. Para sincronizar ambas líneas del tiempo. Como siempre os digo, no es una receta universal, y tampoco es un plan perfecto. No prometo ningún resultado, pero probarlo no cuesta nada, y quizás te funcionen.

1) No te ofendas. Ni con la realidad, ni con tus amigos. Si te despidieron de un trabajo, si no te contrataron aunque te fue bien en la entrevista, si alguien va o no va al funeral de tu abuelo, si se olvidaron del aniversario, no te ofendas. Si algo te ofende es porque tenías una expectativa que no se cumplió. El error es tuyo y no de la realidad o de tu amigo. Aprende de la realidad y ajústate a ella, no pretendas que la realidad se ajuste a ti.

2) Busca la acción en sí misma. Actuar es un privilegio y los frutos de tu acción no te pertenecen. No uses los frutos como motivo para actuar. Eso sólo te llevará a frustrarte.

3) No lleves la cuenta. De nada. Es anclarse en el pasado.

4) Resuelve los problemas en tu interior. No cargues con la puta. Cuando resuelvas algo en el mundo práctico, tómate un tiempo para resolver el problema en tu interior y asegúrate de que no se va a convertir en uno de 40 grandes éxitos de tu juke-box.

5) No fantasees sobre tu futuro. No tienes el control sobre lo que va a pasar. No te pongas en una posición en la que es imposible sentirte feliz con lo que tienes. Si pasas la mitad de tu vida fantaseando con que te darán el Nóbel, lo más probable es que te lleves una gran desilusión.

6) No te sacrifiques por los demás. Sé honesto contigo mismo y con los demás. Si no haces nada que no quieras hacer no estarás esperando nada de nadie y tampoco participarás de los juegos de los demás.

La importancia de desconectar

August 5, 2012

Desde el balcón del apartamento en el que estoy el mundo es simple. A varios pisos de altura las personas dejan de ser universos, sus historias desaparecen, no hay puntos de giro, ni sueños, no hay miedos, ni siquiera deseos. Desde aquí son sólo figuritas. Las hileras de sombrillas en la playa me recuerdan a la placa base de un ordenador con sus circuitos diminutos y sus soldaduras de estaño. El mar también cambia con la distancia. Es algo tan tranquilo como la superficie de un vaso de agua. Nadie imaginaría lo que ocurre bajo su superficie. Tuve que venir de emergencia a Miami casi un mes antes de lo previsto porque mi abuelo está enfermo.

Mi padre había llegado antes que yo, y pasamos varios días juntos. Soy una persona sensible así que reencontrarme con la familia después de mucho tiempo me revuelve los recuerdos. Cuando se trata de mi padre son siempre los mismos. Yo tengo unos 8 o 10 años y él nos lleva a mi hermana y a mí a patinar al parque, o al planetario, nos lleva a comer pizza, a jugar racquetball, a conciertos de música académica, a las librerías. En algunos recuerdos me está enseñando a montar mi primer ordenador, paso por paso, con mucha paciencia. O se sienta conmigo a ver los capítulos de su colección de la serie Cosmos de Carl Sagan, que había grabado en casettes de Betamax.

Pero por alguna razón todos esos recuerdos se detienen abruptamente en algún punto de 1995. Tenía 10 años, estaba en 5to grado de la escuela básica, y por alguna razón que nunca supe, todo eso se detuvo. No más parque, ni pizzas, ni playa, ni racquet. Todo se acabó de golpe. Mi padre empezó a pasar más tiempo en su estudio y menos tiempo con nosotras. En el momento no me di cuenta. Imagino que cuando uno está metido dentro de la situación no te planteas lo que ocurre, o más bien que es con la sumatoria de las acciones puntuales a lo largo del tiempo que descubres el patrón. Pero ahora, con la distancia, veo una línea muy clara.

Desde que descubrí eso, ese antes y ese después de 1995, me comí mucho la cabeza pensando en qué fue lo que pasó. Imaginé peleas dramáticas a puerta cerrada, peleas en plan soap opera en la que se toman decisiones pero no se le dice nada a los niños por su propio bien. Imaginé historias de triangulos amorosos, o amenazas de divorcio. Pensé que a lo mejor a mi padre le fue muy mal en algún negocio y no nos dijo nada, algún tema así, un detonante puntual y trágico que cambio las rutinas de mi casa.

Pero después de años de preguntármelo, ayer descubrí cuál fue el detonante. Para mi sorpresa no fue nada dramático. No fue una pelea, no fue un mal negocio, ni un desequilibrio psicológico. Desde cualquier punto de vista lo que voy a decir parecería una tontería, y nadie le atribuiría el peso que realmente tiene. Lo que ocurrió en el año de 1995 fue que llegó CompuServe. Cada noche a partir de entonces en mi casa sonaba la canción del dial-up, esa melodía de tonos de teléfono, y mi padre se conectaba a internet. No volvió a salir de su estudio.

Es probable que tú también identifiques un cambio en tu vida, un antes y un después de la llegada de internet, si haces memoria. Da igual si ocurrió en los 90, o hace unos meses, el caso es que es probable que tu vida sea diferente a causa de internet. Y no me refiero a cambios prácticos del tipo “me he ahorrado cantidad de viajes a la biblioteca” sino a cambios que van más allá de lo utilitario. En mi caso el cambio no ha sido únicamente en la relación con la gente que quiero, sino también conmigo misma.

Hasta ahora siempre he defendido la tecnología. No podría ser de otra manera porque internet no es un pasatiempo para mí, sino que es mi modo de vida. Gracias a internet he ganado cosas maravillosas. He logrado dedicarme a lo que me gusta, hacerlo como me gusta, sin intermediarios y sin concesiones, y además tengo la gran suerte de poder vivir de ello. Gracias a internet tengo una comunidad rica de lectores que me apoyan en lo que hago.

Pero al mismo tiempo también veo la parte negativa de usar internet. Toda herramienta poderosa tiene cosas buenas y cosas malas, internet no es la excepción. A veces, al igual que mi padre, puedo pasar más de veinte horas al día pegada a una pantalla. Una parte importante de ese tiempo lo dedico a trabajar, y aunque me gusta engañarme a mi misma diciéndome que es TODO el tiempo, en realidad pierdo una gran cantidad de horas a la semana haciendo nada en internet hasta el punto de que dejo de hacer cosas que me gustan por estar aquí.

Se podría decir que internet es una adicción, sólo que puede ser difícil identificarla porque para muchos de nosotros internet es también nuestro trabajo.

SISTEMAS DE RECOMPENSAS

Hay áreas del cerebro que se encargan de tareas muy específicas. Por ejemplo, con la vista, hay un área del cerebro que se encarga de identificar objetos estáticos, y otra que se encarga de identificar objetos que están en movimiento. Hay un área para identificar el color, y otra para integrar la visión de ambos ojos. Lo mismo ocurre con el lenguaje, con las habilidades motoras, y también con la memoria.

En el caso de la memoria, hay un área que se encarga de la memoria a largo plazo, y otra de la memoria inmediata. Pero cuando se trata de los hábitos hay un área específica del cerebro ligada a la memoria que se encarga de recordarlos. Pueden ser secuencias altamente complejas, desde cómo preparar una limonada hasta cómo desmontar el motor de un coche. Los hábitos se fijan en la misma área del cerebro que se encarga de recordar cómo montar bicicleta. Así que si repites algo muchas veces la conexión se fortalece y se fija dentro de ese área del cerebro.

Quizás hayas escuchado alguna vez que es difícil olvidar lo que uno aprende. Olvidar cómo conducir, cómo leer, o cómo ir en bici es muy difícil, una vez que lo aprendes es casi imposible olvidarlo, aunque pasen 40 años. Por eso en los programas de rehabilitación de 12 pasos suelen decir que un adicto es adicto para toda la vida, que aunque hayas dejado de fumar, si pruebas un cigarrillo vas a recuperar el hábito muy rápido porque nunca dejaste de ser un fumador, solo dejaste de fumar. Tu hábito, esa secuencia de pasos, sigue ahí, archivado en tu memoria, para siempre.

Pero no todos los hábitos son aprendizajes o rituales. Hay hábitos que hemos aprendido porque nos ofrecen un marco de acciones y recompensas, de gratificaciones inmediatas. A los perros, por ejemplo, se les entrena usando premios (galletas). Si quieres que el perro te de la pata, le das a cambio una de estas galletas. A la larga, una vez que el perro forma el hábito, te dará la pata aunque no le des una galleta en esa oportunidad.

Internet es parecido. Hay un sistema de gratificaciones inmediatas. Cada vez que pulsas sobre un enlace, obtienes una recompensa. La recompensa es un estímulo (una foto, un vídeo, un texto). Cada vez que dices algo en twitter, por ejemplo, las menciones que recibes, o los retweets son recompensas, y lo mismo con los likes de facebook, y hasta con los emails en tu bandeja de entrada (da igual si la recompensa es positiva o negativa, siempre que haya una respuesta del otro lado será gratificante). Mientras más inmediata es la recompensa más te engancha.

Esa es la razón por la que AUNQUE uno puede preferir hacer alguna cosa (ir a la playa, pasar tiempo con la gente que quieres, ir a una reunión) a veces te puede más la pantalla. No se trata de que prefieras estar en internet refrescando Facebook. Se trata de que es una gratificación más inmediata que cualquier otra. Es fácil obtenerla, sólo tienes que quedarte allí.

La parte más complicada es la manera en la que estos hábitos se fijan. Pasan de ser hábitos a ser rutinas. Ya se espera y se sobreentiende que estarás frente al ordenador toda la tarde, y ni te lo planteas. O puede que te lo plantees y hasta te sientas culpable por pasar tantas horas pegado a una pantalla, pero aún así no sepas cómo ponerle un freno.

La adicción a internet es simplemente uno de los efectos de un problema más grande, porque no fijamos los objetos, sino los sistemas de recompensa. Internet es solo uno más. La mayoría nos fijamos una serie de rutinas diarias que quizás empezamos a hacer por necesidad, pero que se perpetúan en el tiempo por inercia, porque no sabemos cortar con ellas, o peor aún, porque somos incapaces de identificarlas.

A esas rutinas yo las llamo “fósiles”. Son patrones antiguos, patrones muertos, que han quedado atrapados, o “preservados” si lo prefieres, en nuestra cotidianidad. Hay fósiles de estos en todo lo que hacemos. Desde la manera que tenemos de preparar una comida, hasta en nuestras relaciones con la gente cercana. Ya hablé de esto antes en un artículo sobre el maquillaje que puedes leer aquí.

El problema de estos fósiles es que te impiden hacer cosas que realmente deseas. A veces es posible identificarlos y otras veces no. Para poderlos identificar hay que separarse, desconectarse por un tiempo de esas rutinas diarias para mirarnos desde una nueva perspectiva.

UN NUEVO ORDEN

Hay una regla tácita entre los escritores y es que uno nunca debe disculparse por lo que hace en su blog. Es poco serio, por ejemplo, empezar una entrada disculpándote por haberte tomado un tiempo, o por no actualizar más a menudo. Es una actitud de blogger, no de escritor, y específicamente una actitud de blogger de Livejournal.

No me malinterpretéis, se pueden ofrecer explicaciones, pero nunca en tono de disculpa, y mejor si no las das. Porque hacerlo te pone por debajo de quienes te leen. Te hace sentir que escribir es una obligación, que en lugar de trabajar en algo que te gusta, estás cumpliendo con algo que les debes. Eso mata la voluntad de cualquiera.

Así que lo que voy a deciros no es una disculpa, es un ejemplo. Entre el último artículo que escribí y este han pasado varias semanas. No sólo no escribí en el blog sino que tampoco me he metido en twitter, ni en facebook. Decidí desconectarme. Fue en parte una decisión personal, y también fue algo circunstancial. Isra tenía que ir a Singapur a arreglar unas cosas de negocios, y yo iba a ir con él, cuando ocurrió lo de mi abuelo. Yo decidí aprovechar que él iba a estar ocupado varios días para irme a Miami. Era la primera vez en 3 años que nos separábamos por tanto tiempo.

Fue un buen momento para desconectar porque tenía responsabilidades más importantes que internet. Pero no sólo me desconecté de internet, me desconecté de todo: de mi pareja, de mis rutinas, del orden cotidiano. Isra también se desconectó. Y gracias a la distancia, a esa desconexión, descubrimos dimensiones de nuestra relación que no conocíamos. Hicimos planes nuevos, y conversamos con honestidad sobre cosas que quizás no hubiésemos dicho de estar inmersos en nuestras rutinas. Gracias a la distancia tomamos decisiones que nos llenan de alegría.

No sólo se trata de desconectarse de un ser amado para descubrir el potencial de una relación, o separarse de internet porque te roba el espacio para hacer otras cosas. La idea de desconectar puede ser una bendición independientemente del objeto del que te estás desconectando. Cada quién tiene sus propios fósiles, así que es probable que tú necesites desconectarte de cosas diferentes a las mías.

Te puedes desconectar del entorno para conectar con tu interior. Desconectarte de lo mundano para sentir lo espiritual, o desconectar de lo espiritual para descubrir el cuerpo. Te puedes desconectar de la razón para suspender el descrédito, te puedes desconectar de tus certezas, o de las cosas que te producen apego. La idea de desconectarse está tan ligada a nuestra espiritualidad que en casi cualquier religión hay prácticas para eso.

Los hindúes peregrinan. Los cristianos hacen retiros. En la religión judía los sábados (shabat) son días sagrados de desconexión con lo mundano. Y más allá de las religiones, las historias que nos contamos, todo personaje importante tiene un momento de desconexión. El héroe de las mil caras, el protagonista de todos nuestros mitos inicia su aventura con una desconexión: se separa de lo que conoce hacia un mundo desconocido para crear un nuevo orden.

Cuando armamos un puzzle primero tenemos que sacar las piezas de la caja, separarlas, para tratar de unirlas en un nuevo orden con sentido. Lo mismo ocurre con la desconexión. La desconexión es una separación, es un requisito para el orden. Como somos personas dinámicas con vidas cambiantes, cada cierto tiempo tenemos que hacer ajustes a nuestro orden, y para eso es necesario desconectar.

DISTANCIA Y PERCEPCIÓN

Hay una regla que le gusta repetir a los profesores de escritura creativa, como si fuese una especie de fórmula mágica que te permitirá escribir bien. Esa regla es show, don’t tell que significa “En lugar de explicarlo enséñalo”. ¿Qué quiere decir en la práctica? que si tienes un personaje que se supone que es cómico, no digas que es cómico, haz que sea cómico en sus acciones y que el lector saque sus propias conclusiones.

El problema de show, don’t tell es que a veces puede ser un método insuficiente. Los buenos narradores no sólo enseñan, también explican. Porque a menos de que tengas una escena realmente contundente, si no explicas las cosas, el lector sólo podrá sacar conclusiones sobre un personaje con el tiempo. Sólo después de observar sus acciones una y otra vez, será capaz de identificar patrones y describir el carácter de un personaje. Así que quizás descubre que el personaje es cómico en la mitad de la novela. Es la sumatoria de detalles lo que dibuja el cuadro general.

Lo mismo ocurre con la pintura. Hay una escena en Clueless en la que Cher le dice a alguien: “ella es como un Monet, de lejos se ve muy bien, pero cuando te acercas te das cuenta de que es un desastre”. Si miras una pintura impresionista de cerca, nunca te imaginarías lo que aparece cuando te alejas. La percepción cambia con la distancia y por eso para poder identificar los patrones difíciles en la vida de uno, hace falta un ajuste de perspectiva.

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