El juicio ajeno

July 9, 2014

Hace poco conversaba con una amiga acerca del valor del juicio ajeno. Es un tema que me ocupa con frecuencia desde que tengo el blog porque cuanta más gente te “conoce” más ojos hay sobre ti, y en consecuencia, más juicios. Pero, a menos de que vivas en una aldea en medio de la nada en dónde no existe un “otro” que te pueda juzgar (para bien o para mal), este es un problema con el que te enfrentas de vez en cuando, tú y toda persona que viva con otros.

La crítica es una ecuación que tiene dos partes: el que critica y el que es criticado. Es fácil estar de un lado y difícil estar del otro. Quizás porque criticar trae dividendos mientras que ser criticado sólo trae pérdidas. Piensa en todo lo que gana alguien que está juzgando a otra persona: si se hace en privado es una forma de demostrar superioridad sobre el otro, si se hace en público hay un guiño a un tercero, una complicidad. Al ser criticado lo único que obtienes es la sensación de vergüenza. La proverbial bolsa en la cabeza.

Si tuviéramos que señalar cuál de los dos lados está cometiendo una falta moral, para mí es evidente que el fallo está del lado que critica. El mayor problema lo tiene el que somete a otra persona al escrutinio y cree que puede ser su juez. El otro simplemente recibe de forma pasiva un juicio que no ha solicitado. 

Algunos rabinos dicen que la lengua es tan poderosa que ha de mantenerse oculta tras las paredes protectoras de los dientes y de los labios. En el judaísmo pocas cosas tienen el poder que tiene la palabra. Después de todo D•os creó el Universo por medio de palabras. Hay una historia jasídica que ilustra el problema de criticar a los demás en público: 

Un hombre esparció un rumor acerca del rabino en su pueblo. Al tiempo se arrepintió de lo que había hecho y sintiendo un gran remordimiento fue a pedir perdón al rabino. El rabino le dio un vaso de agua y le dijo que lo derramara en el suelo. Una vez que el hombre lo hizo el rabino le dijo: ahora recoge el agua y vuelve a ponerla dentro del vaso.

Es fácil hablar mal de otra persona, pero el daño no puede ser reparado. A la crítica al otro se le conoce en el judaísmo como “Lashón Ha-Rá” que significa “La Mala Lengua”. Se reconocen muchos tipos de Mala Lengua. La calumnia es uno de los peores porque implica contar una mentira acerca de otro que además lo deja mal parado. Pero no es la única falta. El juicio que se hace de algo cierto también es Lashón Ha-Rá. El “traer y llevar” cuentos sobre otros, como un mercader de habladurías, es Lashón Ha-Rá. Revelar un secreto de otra persona. Todas son Lashón Ha-Rá. En el judaísmo esto es algo tan serio, que se considera una falta decir cualquier cosa acerca de otra persona, aunque sea cierto, aunque no sea nada negativo, aunque no sea un secreto, aunque no dañe a nadie, e incluso si la misma persona dijera lo mismo si se lo preguntan a él. El concepto del Lashón Ha-Rá no es algo exclusivo del judaísmo, lo comparte (en mayor o menor medida) con muchas de las religiones importantes.

En nuestras sociedades seculares pocos creen en la religión o en sus principios. Son considerados sistemas obsoletos. No tanto por el mero hecho de creer en ellas o no, después de todo es posible no creer en D•os y aún así aceptar la moral religiosa como algo válido. El encontrar a las religiones anticuadas tiene más que ver con el carácter universal de las religiones y el hecho de que eso no combina bien con los principios de nuestra sociedad contemporánea en la que las cosas, en especial las que se consideran subjetivas, son relativas y dependen del contexto. Decir que hablar mal del otro está categóricamente mal sin importar el contexto ni la situación es algo normal dentro de la religión pero está considerado una transgresión dentro de nuestra sociedad políticamente correcta.

A la moral religiosa la ha sustituido la ética secular que es relativista y según la cuál lo bueno y lo malo no son cosas universales sino que dependen del contexto: A lo mejor hablar mal de otro no está del todo mal, a lo mejor se lo merece. A lo mejor la víctima no es quien recibe el juicio, sino quién lo imparte. Es imposible determinarlo. No se sabe. A lo mejor en La India las cosas son diferentes. ¿Has mirado a ver qué tiene que decir la gente seria al respecto? Creo que hay un video de Zizek sobre eso. Es esta la ética de la Teoría Crítica, del post-estructuralismo, una ética que han heredado las disciplinas liberales como la sociología y la psicología, y que por tanto son la vara con la que medimos las acciones de nuestro entorno.

No es sorprendente que en psicología, por ejemplo, el hecho de criticar a otros no figura dentro de los criterios de diagnóstico de ninguno de los trastornos importantes. Así que puedes criticar a los demás todo lo que quieras, sin problema. Lo que sí figura de forma prominente es la manera en la que una persona responde a las críticas. Si alguien te ha criticado no sé si es recomendable que se lo cuentes a tu psicólogo porque puede concluir que estás enfermo. Si echas un vistazo al DSM-5 verás que este punto es el criterio de diagnóstico de múltiples trastornos. En algunos es la hipersensibilidad a la crítica. En otros casos es la indiferencia. ¿Eres indiferente a la crítica? Podrías ser un narcisista. ¿Te afecta demasiado la crítica? Puede ser que sufras de personalidad evitativa. ¿Cómo se mide esto? No lo sé. Imagino que será mediante el juicio del psicólogo hacia el testimonio de su paciente.

Gracias a la psicología no sólo se critica al otro y a sus acciones. Ahora tenemos una disciplina que nos permite criticar también la respuesta de esa persona ante la misma crítica que le hemos hecho. ¿Respondes bien a la crítica? ¿te has enfadado de manera proporcional, en su justa medida? ¿No? ¿Será que has respondido demasiado? ¿Respondes muy poco quizás? ¿Puede ser que seas indiferente? ¿Tienes un problema? A lo mejor necesitas ayuda.

Muchos han desarrollado una especie de mecanismo de defensa, se defienden a priori de cualquiera que pueda pensar que no responden bien a las críticas. Que no piensen que tengo un problema. De ahí salen una gran cantidad de frases pre-hechas acerca de la crítica como aquella de “la crítica constructiva”. La crítica es algo valioso, sí, siempre y cuando sea una crítica constructiva. Es decir: Vale, critícame, pero critícame bonito porfa.

Algunos, los que se han tomado a pecho aquello de la crítica constructiva, procuran escuchar atentamente todas y cada una de las críticas que los demás hacen de ellos, para entonces corregir el curso. Piensan que si alguien los critica es porque han hecho algo malo y que si lo corrigen la crítica desaparecerá. Viven a merced de quienes los critican y muchas veces se sienten defraudados cuando, después de adaptarse a mil y un capricho ajeno, se dan cuenta de que al escuchar a sus críticos en lugar de apaciguarlos, los han potenciado: se quejan más y de peor manera.

Está también el grupo que ha hecho del evitar la crítica ajena su profesión. Todavía recuerdo lo que me contaba una amiga acerca de su experiencia con un asesor de imagen que le dio una lista interminable de acciones a las que tenía que habituarse si quería agradar a los demás. Cosas como “siempre sonríe”, “nunca hables de temas profundos” y “no hagas chistes inteligentes que no todo el mundo entienda”. El asesor cogió su identidad y le devolvió una versión más superficial, fabricó una versión light de mi amiga, una versión sosa ante la que nadie pudiera sentirse ofendido, a la que nadie pudiera envidiar.

Es imposible hacer feliz a todo el mundo es la respuesta de otros que se han visto sometidos a tanta crítica constructiva que ya se han cansado un poco. Y está la versión de quienes están francamente hartos ya: Es imposible hacer feliz a todo el mundo… así que haz lo que te de la gana. Puede ser una solución al problema. Al menos esta frase pone en su sitio al que está descontento contigo y pretende regalarte sus críticas constructivas.

Es verdad que es difícil complacer a otra persona. Y, si quieres complacer a varias el proyecto es imposible; basta con que dos de ellos tengan opiniones contradictorias para que fracases. Para complacer a uno hay que decepcionar al otro.

 Es cierto que es imposible hacer feliz a todos los demás, pero ¿significa eso que la única alternativa es hacer feliz a nadie?  Ese es un camino solitario, y por experiencia sé que “todos o ninguno” suele ser una falsa diatriba. Así que merece la pena plantearse esta pregunta de nuevo: ¿Es posible hacer feliz a algunos? ¿Es aconsejable hacerlo? Y si hay que complacer a algunos e ignorar a los otros, ¿cómo se hace esta elección? Hacer feliz ¿a quiénes?

La respuesta a esta pregunta en mi caso no es siempre la misma. Dependiendo del día mi respuesta cambia. Algunas veces mi respuesta es replegarme. Siento que he sido derrotada. Concluyo que no tengo ganas de compartir mis ideas, de ofrecer formas alternativas de ver las cosas, de alertar contra formas de pensar que considero peligrosas, si para hacerlo he que luchar contra una masa enardecida de gente que no tolera que otra persona tenga una opinión y la exponga, o que lo haga mejor que ellos. De gente cuya forma predilecta de pasar el rato es destruir al otro. Entonces me escondo y los complazco. Complazco a los que desean verme fracasar y cierro el blog. 

Otros días me despierto y me siento llena de ilusión, siento fe en el potencial de mi blog para cambiar las cosas, aunque sea un cambio pequeño, aunque sea ayudar a una sola persona a cambiar de parecer. En esos momentos creo que puedo vencerlos, a todos los que dicen “no se puede”, a los agentes del caos y del fracaso. Entonces vuelvo a abrir las puertas, me pongo manos a la obra, desempolvo el teclado, transcribo mis cuadernos de notas, abro las ventanas, pongo música, me entrego a lo que venga, con una gran alegría. En esos días complazco a las otras voces, a las que quieren leer lo que tengo que decir.

Pero creo que la última gran batalla se libró hace poco. Cuando encontré la respuesta a la pregunta de: Complacer ¿a quiénes?

Hablo con una amiga una vez a la semana. Por facebook. Me escribe con alguna excusa. Una foto que subí. Un libro que leyó. Siempre igual. Aunque la rutina es bastante estable no abandona la costumbre de tener siempre una razón para saludarme.

Mi amiga vive en Italia y trabaja en un hotel. Según me cuenta no es el hotel más lujoso, pero tampoco es un albergue. Es un hotel caro de 4 estrellas con un buen restaurante que suele llenarse más que el hotel.

A veces me cuenta historias de lo que ocurre en el hotel y esta en particular es relevante a la discusión:

Una familia (madre, padre, y dos niños) utilizaron un cupón para reservar la habitación más pequeña por una sola noche. Ni siquiera comieron en el restaurante. Son de los que compran la comida en supermercados y se preparan sandwiches de atún en la habitación. Ahorrando hasta los céntimos…

El caso es que a pesar de gastar menos que cualquier otro turista en el hotel, en las 20 horas que estuvieron allí molestaron al personal del hotel con toda clase de exigencias como si en lugar de ser una familia de 4 personas fueran una tropa de 36. Las exigencias eran cada vez más extravagantes y refinadas hasta el punto de que en la madrugada llamaron a la recepción para pedir que subiera alguien a echar aceite en las bisagras de la puerta del baño porque chirriaba al abrirla. A pesar de engrasar las bisagras de la habitación 101 a las 3 de la mañana, al irse del hotel la familia me dejó una mala reseña en Trip Advisor.

Hablando de este tema con mi amiga, me cuenta, a modo de curiosidad, que la gran mayoría de las reseñas negativas del hotel las dejan los malos clientes. Gente que va al hotel sin dinero para gastar, que se queda una sola noche, que no piensa regresar. Son justamente esas personas las que más duramente critican al hotel en internet.

Esa misma dinámica se repite en todas partes. La gente que suele criticar más duramente un objeto (o persona) suelen ser quienes no tienen nada que ver con la creación o la producción de ese objeto. Gente a la que la persona en cuestión le importa poco, o gente a la que a pesar de importarle la persona han invertido poco en ella. Son gente que no está involucrada.

Según mi amiga la gente que gasta mucho dinero en el hotel, suele ser la gente que mejor se comporta. Los que exigen menos y dejan mejores reseñas en internet. De la misma manera cuando una persona se involucra contigo, cuando da lo mejor de sí porque a ti te vaya bien, no suele criticarte. No sueles criticar las cosas que te gustan. Las cosas que tienen para ti un valor porque has dado algo de ti a cambio.

A la hora de escuchar las críticas es útil dividir a la gente en tres grupos:

a) Los turistasgente que está de paso. No te conocen. No saben quién eres. Hablan de ti como hablan del vecino. Muchas veces hablan sin tener la información completa, sin saber lo que dicen. Esta gente no aporta nada y como es poco lo que está en juego son los más bestias a la hora de hablar mal de otras personas. Si tuvieses un mando a distancia para la vida, a esta gente hay que darle al mute. No escuches nada de lo que dicen. Piensa en ellos como pensarías en una jauría de bestias. En el caso de mi blog los turistas son las miles de visitas que tengo cada día que no sé ni quienes son y que después dejan algo negativo sobre mí en twitter. No sólo se limita a críticas, también son expectativas ridículas. Hace poco un turista dejó un comentario en el playlist de Julio que ponía “El enlace a mp3 no funciona. Agradecería que funcionara. Gracias” Como si yo escribo para él o le debo algo. 

b) Los básicosesta es gente que ha invertido el mínimo indispensable de tiempo y energía en ti. Por ejemplo, un compañero de clases de la universidad. No están involucrados contigo, no han aportado mucho a tu vida, pero tienen algo más que perder que un turista. En el caso de mi blog esta es la gente que viene al blog y comenta en una entrada. O alguien que me compró un libro alguna vez. Si tuvieras un mando a distancia para la vida, al igual que con los turistas, has de ponerlos en mute. Lo que opina un básico da igual.

c) Los que cuentaneste es el grupo de gente que está involucrada contigo. Puede ser alguien cercano, o también una persona que disfruta lo que haces. En el caso de mi blog esta es la gente que me visita desde hace años, que compra mis libros, que comenta en mis posts, que me envía emails, gente que está ahí. Tengo varios. Los aprecio de verdad. A los que cuentan no sólo has de dejarlos hablar, sino que has de escuchar lo que tienen que decir. Jamás he recibido una crítica negativa o una expectativa absurda de alguien de los que cuenta en mis 4 años en internet, pero si me criticaran los escucharía.

Hay turistas que se comportan a la altura. Los hay con un sentido de la etiqueta impecable. También hay básicos que son simpáticos. Pero hasta que no se tomen la molestia, el esfuerzo, y la energía de invertir en ti como persona su opinión no es valiosa. Sólo la gente que está ahí para ti, que son una influencia positiva en tu vida, que hacen un esfuerzo por verte bien, han de ser tomados en cuenta.

Esto, por cierto, no sólo se limita a lo personal. Si tienes un restaurante es igual. Esa persona que pasa frente a tu puerta todos los días y jamás se ha sentado a comer importa poco. Da igual si opina que tus mesas son una mierda, que el camarero lo trató mal, que el menú es demasiado caro, o que deberías poner una oferta por San Valentin. Al que se sentó a comer lo más barato del menú el mes pasado y subió fotos a instagram tampoco has de hacerle caso. Da igual si le da 3 estrellas o 2 a tu restaurante en Yelp. Son una masa y la gran mayoría de reviews negativos vendrán de gente como esa. Sólo debes escuchar lo que tiene que decir la gente que come en tu restaurante con frecuencia, los que gastan su dinero ahí, los que conocen tu menú y les gusta lo que haces. Los demás dan igual.

Vivirás una vida más tranquila y más feliz si sigues este simple ejercicio de discriminación con la gente que te rodea. Escucha sólo a los buenos. Complácelos a ellos. Después de todo son los que se involucran contigo.

En resúmen: criticar a los demás está mal. Da igual lo que diga la psicología o la ética marxista. La intención del que critica es ganar algo a tu costa, bien sea manipulación, protagonismo o valor social; y el resultado de la crítica es siempre destructivo. No critiques a los demás por sus elecciones. En público o en privado.

Cuando te critiquen aprende a escuchar selectivamente. No tienes que aceptar o tomarte bien las críticas de la gente, así en general. Mucho menos de una persona que nada tiene que ver contigo. No aceptes que nadie te imponga expectativas absurdas. Pon a los turistas y a los básicos en mute. Escucha sólo a los que cuentan y aprende a elegirlos bien.