Camgirl

June 18, 2013

Este era un tío que aparecía en mi universidad y se sentaba en mi mesa sudando y tartamudeando como si hubiese llegado corriendo desde su casa. No era un acosador peligroso. Era más bien el acosador amigable, una especie de Casper del acoso, el tipo de persona que no tiene malas intenciones, sólo le cuesta entender las distancias, no sabe cuándo rendirse, ni lo que es y no es apropiado en público.

Como es natural no sólo estaba obsesionado conmigo. El acoso es una forma de ser así que muchas cosas le obsesionaban de la misma forma, como las estrategias de ligue que ponía en práctica conmigo con torpeza y de las que eventualmente me hizo partícipe enviándome a por email una copia de “The Game” de Neil Strauss en pdf. Este es un libro, una especie de manual de seducción, que explica al lector con todo lujo de detalles cómo follar con una chica el mismo día en que la conoces. Son cosas prácticas y detalladas, nada vago como “sé un caballero” o “dile cosas bonitas”, sino más bien un puñado de tácticas precisas con un orden, una estrategia de ligue diseñada para que funcione con todas y cada una de las mujeres. Era genial. No podía parar de leerlo porque sabía que cada cosa que el libro decía funcionaría conmigo y con todas las mujeres que conozco.

Me dediqué entonces a tratar de entender no solo ese tema sino también el contexto, es decir, el mundo de quienes se dedican a practicar lo que ponen los libros, me metí en blogs y foros sobre ligue y descubrí la verdadera personalidad de un hombre, esa que raras veces saca a relucir cuando hay una mujer delante. Entendí la forma en la que piensan y sus objetivos. Que los hombres pueden ser muy racionales, calculadores y fríos a la hora de seducir a una mujer, y esa fue la demostración perfecta de esa diferencia entre los sexos que intuitivamente percibía.

Seducir a una mujer es difícil. Si fuese sencillo cualquiera lo haría. Se imprimen toneladas de páginas, y se gastan litros de tinta en descifrar lo que desea una mujer. En contraposición, “seducir” a un hombre es muy sencillo, basta con pedirlo. Así que no es verdaderamente seducción, es decir, una mujer no podría, en principio, seducir a un hombre. Primero porque no lo necesita, y segundo porque la seducción implica obtener alguna cuota de poder sobre otra persona y persuadirla para que haga algo que en principio no quiere hacer. Si el que seduce lo sabe hacer bien, consigue despertar en el seducido un entusiasmo cómplice y transgresor.

Si seducir a un hombre no consiste en convencerle para follar, ¿qué sería el equivalente? Durante un tiempo pensé que si existiese un libro de seducción para las tías, el enfoque tendría que ser cómo lograr que aquel al que desean se enamore de ellas. Cómo mantener su interés por un tiempo prolongado. Cómo conseguir que se implique y sienta el deseo de entregarse no físicamente sino espiritualmente a una mujer.

La respuesta a esta pregunta la encontré hace un mes en internet, en una página de webcams a la que me apunté como modelo. Mi interés era simplemente investigativo la primera vez que encendí la webcam, pero no fue la investigación lo que me hizo regresar al día siguiente.

La mayoría de la gente cree que quitarse la ropa es cosa fea. Creen que desnudarse delante de otros por dinero va de miseria y desesperación, de salidas rápidas, de indocumentadas, trata de blancas y callejones sucios. De tías que necesitan pagar su universidad. Jóvenes que huyeron de sus casas. Nada de eso se puede ignorar, porque imagino que forma parte del mismo mundo, pero lo que jamás mencionan es que en realidad es un juego. Es un juego entre dos partes que compiten y dos posibles resultados que se excluyen mutuamente y que son ganar o perder. Es como el ajedrez, como la vida misma. Puede ser muy lucrativo también, claro, si sabes cómo ganar el juego. No somos tontas, o al menos no tan tontas.

Si sabes ganar el juego, es el mejor trabajo que puedas conseguir en toda tu vida. Coge el trabajo que tienes ahora e imagina lo siguiente: divide el esfuerzo entre tres. Agrégale al sueldo un cero y multiplica el resultado por cinco. Quítale al jefe. Añade la posibilidad de trabajar cuando quieras, cuanto quieras y donde quieras; y una tropa de gente autodeclarándose tus fans y diciéndote lo bueno que estás noche y día. Ok, todavía no te acercarías ni de lejos a lo increíble que es ser una camgirl.

La única pega en todo esto, es tener que lidiar con la sociedad “exterior” repleta de gente muy simple que comenta cosas como:

“Yo jamás haría nada como eso, ¿te imaginas? ¿fotos mías desnuda por ahí? Ni de coña”

“Lo que has hecho te va a marcar para toda la vida, internet no olvida”

“Cualquier oportunidad que hubieses podido tener te la has cargado con esto”

“Está muy manchada, no se le puede tomar en serio” <– este último un comentario real dejado por alguien sobre mí en un foro.

Estas opiniones son como toda opinión que pueda provenir de la marabunta. Parten de un total desconocimiento, desconocimiento del tema pero también del mundo. Parten de la pereza intelectual. De una falta de curiosidad que sólo se encuentra en gente dormida, sonámbulos. Es una aflicción difícil de corregir porque estas personas ni siquiera saben que son de esta manera, viven en una cárcel mental cuyos barrotes no pueden ver.

No los culpo del todo por dos razones: la gente opina por opinar sobre cualquier cosa. No existe una experiencia humana lo suficientemente íntima como para que la gente no quiera discutirla en público, especialmente si forma parte de la vida de alguien más, alguien que no es ellos. Piénsalo: partos. Funerales. Quimioterapia. Sexo. Nada se salva. La segunda es porque para el fisgón ocasional de porno las webcams se pueden resumir en el pop-up que encuentran cuando cierran un pornotube, y aunque en esos pop-ups te prometen strippers californianas, cuando haces clic sólo encuentras:

1) La rumana en un estudio con la mirada perdida.

2) La puta retirada que fuma capris y llama a la gente “honey”

3) La dominatrix amateur que es madre, usa botas de cuero, y tiene imanes en la nevera.

Es deprimente, pero no todas las páginas son así. Existen un par de páginas en Estados Unidos que son distintas. En la mayoría de las páginas de webcams los usuarios no ven nada hasta que compran un ticket de tiempo, por ejemplo, 50 minutos. En esos 50 minutos pueden ver a la modelo y chatear con ella, y hacer cosas, que generalmente implican desnudez y masturbación, pero que también pueden incluir otras cosas como fetiches, BDSM o roleplay. La “modelo” se dedica a esperar en su silla a que llegue alguien a comprar un ticket, mientras tanto mira al techo.

Las páginas de las que yo hablo son diferentes porque no funcionan de la misma manera. Los usuarios compran “tokens” que pueden gastar como quieran. Pueden comprar tiempo privado con una modelo, pero también pueden darles propinas, y muchas de las modelos venden cosas a cambio de tokens. En esas páginas las modelos tienen la cámara encendida todo el tiempo y hacen shows en público para todo el mundo a cambio de propinas. Entiéndeme, una propina en Europa son las monedas que te sobran después de pagar el café. En las webcams una propina puede ser cualquier cosa desde un dólar hasta mil o más. Piensa que para muchos usuarios es una forma de demostrar estatus. Tanto para impresionar a la modelo como para impresionar al resto de los tíos que la están viendo. Nunca en mi vida había visto dinero moverse a una velocidad tan rápida.

Por la manera en la que la página funciona, más que ser una página de webcams por tiempo, son una especie de red social. Se parecen a un casino online. Son lugares en el que la gente se conoce porque vuelven cada día a ver a la misma modelo y se hacen amigos, no sólo van para hablar con las modelos, sino para hablar entre ellos. Gastan su dinero en propinas más que en privados, como quien lo gasta en un casino, o en ir a ver un partido de fútbol. Van a divertirse, a entretenerse. Y las modelos, las hay de todo tipo.

Hay modelos que son strippers. Tienen cuerpo de stripper, actitud de stripper, y hacen cosas de stripper en la webcam, imagino que solían ser strippers hasta que descubrieron que se gana muchísimo más con las webcams y sin riesgo alguno. Otras hacen sorteos de todo tipo de cosas compras tickets del sorteo con tokens, desde fotos suyas en pelotas hasta X-box o botellas whiskey, su habitación es una especie de teletienda sexy. Hay tías que sólo hacen topless y poco más. Las hay que jamás se desnudan y sólo conversan con los tíos o bailan para ellos. Yo he visto pagar privados de 80 tokens el minuto (4 dólares) para que la modelo encienda la tele de su casa y vea con él un capítulo de Game of Thrones.

Algunas son amateurs, tienen un trabajo “normal” por el día y ponen la webcam unas horas antes de irse a dormir para ganar un poco de dinero extra o porque les pone. Hay muchas que son jóvenes, de 20 o 21, que van a la universidad y podrían ser perfectamente tu vecina o la tía guapa de tu clase de cálculo. Las más divertidas a mi parecer son las alt-babes, tatuadas, con pelos rosa o verde, a cambio de tokens te agregan al Steam o te dan su gamertag de la Xbox. Una de ellas juega a Magic todos los jueves y hay otra que tiene un hamster llamado Sarah Palin.

Lo más sorprendente de las webcams no es el tipo de mujer que lo hace, sino la cantidad de dinero que mueve ese mundo. La primera noche que encendí mi webcam gané 1200 dólares en poco menos de 3 horas. Las tías que están en el top 20 de la página a la que me apunté hacen más de 50 mil dólares al mes. Medio millón de dólares al año. Sin salir de su casa, y después de dejarle la mitad a la página por comisión. Esta es una sola de las decenas de páginas de webcams que hay. Si crees que en el mundo no hay dinero y que hay que sobrevivir con lo que hay, es porque no entiendes que el dinero migró hacia internet y específicamente hacia las páginas de webcams 24 horas después de que prohibieran los casinos online en EEUU.

Para que te hagas una idea de cómo es el tema, las mejores modelos de estas páginas ganan en 1 hora lo que tú ganas en un mes. Mientras tú has estado trabajando más de 8 horas al día durante 30 días para conseguir tu cheque, en la hora que tardaste en llegar al banco para cobrarlo, una camgirl se conectó, saludó, se bebió una lata de Coca-cola, y ganó lo mismo que tú.

El día siguiente después de poner la webcam por primera vez me invadió un sentimiento similar al que debió sentir Cristóbal Colón cuando descubrió América. La había encendido por curiosidad, por la tontería, pero descubrí algo, un territorio nuevo que no tenía idea que existía. Miraba a la gente por la calle con sus preocupaciones del día a día, sus trabajos miserables y sus cuentas por pagar y sentí que estaba en posesión de un secreto muy grande. Algo que si tan sólo ellos lo supieran (y tuvieran los huevos de hacerlo) podrían resolver muchos de sus problemas.

Hay dos caminos para la vida. Uno está lleno de tráfico, todos tocan el cláxon. Quieren llegar al mismo sitio por la misma vía y no hay espacio para todos. El día que encendí la webcam descubrí la autopista. Un camino libre en el que vas a 100kmph cuando todo el mundo está prácticamente aparcado. No tengo idea de qué planes tienen las otras camgirls con lo que ganan. Imagino que muchas lo usarán en comprarse bolsos Coach y sandalias de Net-a-porter. Las hay que viven en penthouses de 10 mil dólares al mes, lo ves por sus webcams. Algunas tendrán planes para retirarse en una casa en Cozumel. Y las más listas estarán guardando el dinero para acumular capital, ponerlo en su cuenta de Ameritrade, o invertirlo en cualquier otro proyecto que les de dinero de verdad.

Así fue como resolví el acertijo. Para ponerlo de la manera más básica posible. Si para un hombre el reto es follar con una tía sin el esfuerzo del romance, el verdadero reto de seducción de una mujer es sacarle dinero a un tío por ser guapa. La diferencia está en que los hombres lo dicen de frente, y entre las mujeres decir algo como eso es el equivalente a autodenominarse puta. Por eso ninguna tía escribe libros de seducción, y nadie te enseña cómo ser efectivamente una gold digger.

Independientemente de lo fascinante o no que te parezca el mundo de las webcams, o cualquier otra elección parecida, hay un punto del camino en el que toda persona ha de tomar una decisión. El camino se divide en dos y no hay otra salida, hay que elegir uno sólo. La autopista o el tráfico.

Por un lado puedes vivir una vida ordinaria, cómoda, correcta. Vivirás muchos años y colorearás sin salirte de las líneas. Tendrás un trabajo 9-5 (si lo consigues), una hipoteca a 40 años, tres hijos, cuentas que no sabes si podrás pagar al final del mes, y toda una serie de preocupaciones impuestas por las expectativas de alguien más. O puedes tomar el camino rápido. No saldrás ileso y no tienes ni idea de a dónde vas a ir a parar, pero pase lo que pase será una sorpresa. Tu vida será una explosión.

Yo no quiero pasar de nada. Quiero intentarlo todo, probar todo lo que me apetezca. Viajar a todas las ciudades que pueda. Tragarme el mundo. Quiero conocerlo todo, y quiero hacerlo bien. Sin remordimientos. Sin lamentaciones. Vivir a toda máquina, y sobre todo, quiero escribir sobre ello. Elegí pasar del guión y empezar por aquí.
¿Por qué? No hay un por qué. No hay una razón. ¿Quién necesita razones cuando tienes una webcam?

Mi idea es ser una camgirl durante 365 días. Llevo 72. Quiero ganar todo lo que pueda, aprender todo lo que pueda, y escribir un libro al respecto. No acerca de cómo seducir siendo mujer, o cómo conseguir que te den dinero por ser guapa, eso se aprende a través del ensayo y error. Un libro exponiendo todo lo que le pasa a una camgirl en su día a día, cómo es la experiencia, y cómo es un mundo al que la mayoría de la gente no tiene acceso.