Lo que está detrás de las “carmenadas” de Manuela Carmena

December 29, 2015

La psicología de la traición

September 24, 2015

Si te pido que hagas un esfuerzo e intentes recordar alguna instancia en la que has sido traicionado, seguramente se te ocurrirá al menos una. Casi todos hemos pasado por eso alguna vez. La reacción ante una traición es siempre parecida: empieza con una sensación de sorpresa seguida de una profunda indignación, la sensación de que has sufrido una violación, de que te han usado. Es una sensación parecida a lo que sentiríamos si nos hubieran robado algo.

Los efectos de la traición no son solamente prácticos. Cuando alguien te traiciona no solamente pierdes la confianza en él, pierdes, en cierta medida, la confianza hacia ti mismo y tu capacidad de juzgar el carácter de los demás, porque confiaste en el traidor y no supiste darte cuenta de que lo era. También pierdes la confianza en el mundo que te rodea, como consecuencia de la traición te vuelves más escéptico, eres menos propenso a depositar tu confianza en otra persona, quienquiera que sea. Es decir, la traición es un asalto a la integridad de la persona que es traicionada.

El episodio no concluye hasta que no encuentras una forma de restablecer el orden, de cerrar el capítulo, de sentir que has recuperado tu lugar. Para hacerlo tienes que vengarte o perdonar al traidor. La mayoría de la gente te va a recomendar hacer lo segundo. Yo no. Pero de eso hablaremos más tarde.

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El verdadero origen del adulterio.

August 30, 2015

Hace un par de días alguien logró hacerse con la base de datos de todos los usuarios de la web de aventuras extramaritales “Ashley Madison” y la publicó en internet. De la base de datos sacaron del armario a cientos de adúlteros: famosos, políticos, pequeñas celebridades de Youtube. Todo el mundo tenía algo que decir al respecto. Muchos se rieron de los adúlteros por haber sido pillados con las manos en la masa. Otros los criticaron duramente por haber engañado a sus parejas. Hubo incluso quienes escribieron artículos para defender su derecho a la privacidad. Los adúlteros también hicieron de todo: ignoraron el tema, pidieron perdón, sacaron a sus mujeres a defenderlos, y otros argumentaron que su nombre aparecía en la lista porque “un pirata informático” lo puso allí.

El hecho es que, sin darnos mucha cuenta, el hackeo a Ashley Madison nos ha hecho hablar acerca del matrimonio, de la familia, y de lo que significa el adulterio. Para mí todo esto es positivo, porque el matrimonio en nuestra generación es un tema que se toca poco, y cuando lo tocamos lo hacemos con pinzas. Para nosotros el matrimonio es una reliquia, es como una olla de presión: alguien te la regaló cuando te mudaste, pero la metiste en un armario porque no sabes ni para qué sirve ni qué se cocina con eso. No la tiras a la basura porque quizás algún día prepares alguna receta que requiera de una olla de presión y no está de más tenerla, por si acaso. Eso es el matrimonio.

Pero a pesar de que el matrimonio nos resulta un concepto un poco obsoleto, a todos nos parece mal el adulterio. Posiblemente porque aunque no te hayas casado, seguramente has tenido un novio alguna vez y no te gustaría que tu novio te engañara. En ese sentido cualquiera se puede identificar con las víctimas del engaño. Hay consenso: ser adúltero está mal. Es tan unánime esta idea que quizás escribir un artículo sobre esto es innecesario. ¿Para qué? Decir que el adulterio está mal está a la par de decir que el cielo es azul, que el agua fluye hacia abajo, o que mil euros son mejores que diez: una verdad evidente. Decir que el adulterio está mal no requiere de valentía. No es un litmus test. Nadie te va a dar una medalla por decirlo.

Los mejores artículos, los más populares, o quizás los que más me gustan a mí, son precisamente aquellos que intentan derrumbar una verdad que parece inamovible, pero que en realidad no lo es. Como estrategia sería más astuto por mi parte tratar de argumentar que la infidelidad no está del todo mal. Que bajo cierto punto de vista, el adulterio es lo normal. Decir que hay que ponerse en el lugar de los adúlteros. Eso generaría toneladas de clicks, odio y amor a partes iguales, y posiblemente pondría el cociente de viralidad de la portada de mi blog a tope. Pero sería deshonesto.

Si no tomo la ruta anterior no es por falta de talento. Por alguna razón D*os me ha bendecido con la capacidad de poder argumentar cualquier cosa que quiera sin límite alguno y salirme con la mía, incluso cosas que a simple vista no tienen ni pies ni cabeza, y cuando tenía veinte años me divertía llevándole la contraria a la gente sólo por diversión. Pero llega un punto en la vida de cualquiera, por más talento que tenga, en el que desea hacer lo correcto. Decir cosas que son mentira, distorsionar la realidad, sólo para anotarme unos puntos no es kosher.

Entonces, ¿por qué escribir este artículo? ¿Qué valor puede tener hablar sobre lo malo que es ser infiel si todos estamos de acuerdo en que está mal? ¿Es agua bajo el puente? Quizás. Pero si en lugar de hablar de lo bueno y de lo malo, hablásemos de lo natural y de lo artificial, posiblemente el veredicto no sería unánime. Son muchos los que, a pesar de considerar que el adulterio está mal, lo encuentran natural. El argumento es este: en los humanos la monogamia prolongada es artificial, es algo aprendido. Por lo tanto un matrimonio honesto es un oxímoron. Cualquier persona que acepta casarse está sometiéndose a la infelicidad. Si el matrimonio es honesto vivirá una vida llena de insatisfacciones: tendrá que suprimir sus impulsos, ir en contra de su propia naturaleza. La otra posibilidad es que su matrimonio termine en un divorcio, o en la infidelidad de uno o de ambos.

Es importante explicar la diferencia entre infidelidad y adulterio. Ambos son en esencia lo mismo, pero el primer término se usa para noviazgos y el segundo se usa exclusivamente para matrimonios. Puedes ser infiel a tu novia, pero no puedes cometer un adulterio si no estás casado. En ese sentido, para la mayoría la infidelidad está mal porque es un engaño. El problema principal no está en estar con terceros, sino en ocultarlo. Si en lugar de hacerlo a escondidas el infiel confesara a su pareja su deseo, entonces podrían llegar a un acuerdo. Terminar o negociar. To sue or to settle. Por otra parte el adulterio como tal está mal porque además de ser un engaño, se le añade el agravante de que es la violación de un contrato. Este argumento considera que el matrimonio es una transacción como podría ser ir al banco: lo que el adúltero hace está mal en primer lugar porque está violando un contrato, no porque estar con varios esté en sí mal.

NO TE CASES

Hay un grupo que cree haber encontrado solución al problema del adulterio: no casarse. Si no te casas jamás serás un adúltero. Fácil. La solución a la infidelidad es un poco más complicada, pero pasa por un camino parecido: ten solamente relaciones abiertas. Si tú y tu pareja llegan al acuerdo de tener sexo con otros (y otras) entonces jamás lo engañarás. No sólo eso, además las relaciones poli ¡Son súper divertidas! Al menos eso declara la mitad de las revistas “femeninas”. Ningún entusiasta del poliamor admitirá jamás que si estás con todos no estás con nadie. Da igual si tienes una división jerárquica y organizada de los “niveles” en los que ubicas a tus diferentes parejas, una relación abierta implica necesariamente la disolución de la pareja.

Una relación romántica, al igual que un país, lo es en virtud de sus fronteras. Mientras más permeables son sus fronteras, menos sólida es. Digamos que la apertura y la cercanía son inversamente proporcionales: mientras más aumentas el grado de una, más disminuye la otra. Mientras más abierta es una pareja, menos “pareja” es. Y viceversa. Así que la solución del poliamor es una versión light del “no te cases”. Es: “ten un novio, sí, pero a medias”.

Para mí estas soluciones son siempre una chapuza. Es como cuando un autor novato está escribiendo una novela y no sabe cómo terminarla, así que decide matar al protagonista: se suicida, lo mata un desconocido, o un amigo, da igual. Sin personaje no hay historia. Punto y fin. Digo que este tipo de soluciones son una chapuza o una novatada porque lo son. Es la solución menos elegante a un problema complejo. No estás respondiendo la pregunta, estás negándote a responder. No estás resolviendo el problema, estás renunciando a él. Hay una diferencia.

Si el puente que une dos partes de una misma ciudad se cae, la solución es construir uno nuevo. Quizás repararlo, si queda algo que se pueda rescatar del puente original. Declarar que cruzar el río ya no es posible, que cada ciudadano tendrá que quedarse por fuerza de su lado de la ciudad y no volver a cruzar al otro porque no hay forma, o ir aún más allá y ofrecer como alternativa que cada parte de la ciudad se independice y forme su propia entidad separada no es una solución. Es una renuncia.

LA TRANSFORMACIÓN DEL MATRIMONIO

Desmontar las no-soluciones al problema es fácil. Lo interesante es entender por qué algunos consideran que estas dos alternativas: lo de las relaciones abiertas y lo de no casarse, son válidas. Para llegar a esa conclusión, primero hay que convencerse de que el puente se ha caído, y de que es imposible volverlo a construir. Es decir, hay que estar convencido de que es imposible ser fiel a una pareja. ¿Qué es lo que motiva esta creencia?

Para muchos será un tema de experiencia personal: quizás han sido engañados por una pareja en el pasado, o han engañado ellos, o lo han visto ocurrir a su alrededor. Esa es una razón de peso para creer que cualquier experiencia que tengan en el futuro se parecerá a lo que ya conocen. Pero en muchos casos no se trata de una conclusión personal, sino de una idea teórica que han aprendido. La idea de que lo natural en el hombre no es la monogamia.

He leído libros, artículos, y ensayos, usualmente escritos por profesores de “ciencias sociales”: antropólogos, sociólogos, psicólogos etc, que argumentan que lo natural en el ser humano no es la fidelidad sexual, que lo natural es la promiscuidad. Las conclusiones sobre “la verdadera naturaleza del hombre” las suelen sacar estudiando tribus primitivas, para ello se trasladan al África, a Asia, o a Sudamérica. Porque para el progresismo académico la naturaleza del hombre sólo se encuentra en estado puro en el barbarismo. La naturaleza humana, al parecer, no aflora en la civilización, es necesario un taparrabos para invocarla.

Es evidente que el hombre Occidental es, y ha sido desde hace siglos un ser monógamo. La monogamia es una parte fundamental de la sociedad organizada como la conocemos, lo que sirve de base a nuestra Civilización. La monogamia puede ser una opción poco popular si tomamos en cuenta todas las culturas de la historia de la humanidad, pero es que la civilización tampoco es común. La poligamia puede ser natural en las tribus del África, pero la monogamia es igual de natural en cualquier ciudad de Europa.

Históricamente el matrimonio monógamo, que era la base de la sociedad occidental, no era producto del amor romántico. Eso es nuevo. El significado del matrimonio ha cambiado en los últimos dos siglos, y guarda poca relación con lo que el matrimonio había sido tradicionalmente. Me di cuenta viendo una de mis películas favoritas: “El violinista sobre el tejado”. En la película, Tevye, que es un hombre pobre y padre de cuatro hijas, consigue comprometer a su hija mayor con el carnicero, que era el hombre más rico del pueblo. Su hija le dice que no puede casarse con él porque el sastre y ella están enamorados. Además le pide que la deje casarse con el sastre. Tevye sabía que su mujer no aceptaría la unión porque el sastre era pobre y el carnicero rico.

Así que Tevye regresa a su casa con el cometido de explicarle a su mujer, Golde, lo que ha ocurrido, sabiendo que ella no va a aprobarlo. La escena se desarrolla así:

TEVYE
Golde, he decidido darle permiso a Perchik, el sastre, para comprometerse con nuestra hija Hodel

GOLDE
¿Cómo? ¡Es pobre! ¡No tiene nada!, ¡absolutamente nada!

TEVYE
Es un buen hombre, Golde. Me cae bien. Y lo más importante es que a Hodel le gusta. Hodel lo quiere. ¿Qué podemos hacer? Es un mundo nuevo, un mundo nuevo. El amor, Golde… ¿tú me quieres?

GOLDE
¿Que si qué?

TEVYE
Que si me quieres

GOLDE
¿Que si te quiero? Nuestras hijas se están casando, hay problemas en el pueblo, estás enfadado, estás cansado, ¡ve a acostarte! Quizás tienes una indigestión.

TEVYE
Golde, te estoy haciendo una pregunta… ¿me quieres?

GOLDE
Eres tonto

TEVYE
Lo sé… pero, ¿me quieres?

GOLDE
¿Que si te quiero? Durante veinticinco años lavé tu ropa, cociné tu comida, te di hijos, ordeñé las vacas, y después de veinticinco años ¿me vas a hablar de amor?

TEVYE
Golde, la primera vez que te vi fue el día de nuestra boda, tenía miedo

GOLDE
Yo era tímida

TEVYE
Estaba nervioso

GOLDE
Yo también

TEVYE
Pero mi padre y mi madre me dijeron que aprenderíamos a querernos y por eso te pregunto, Golde, ¿tú me quieres?

GOLDE
Soy tu mujer

TEVYE
Ya lo sé, pero ¿me quieres?

GOLDE
¿Si lo quiero? Durante veinticinco años he vivido con él, peleado con él, pasé hambre con él. Durante veinticinco años mi cama fue la suya, si eso no es amor, ¿qué es?

Esa escena me enseñó que la idea del matrimonio ha cambiado drásticamente en los últimos dos siglos. Cuando vemos películas de época la idea del matrimonio era similar a la que tenían Golde y Tevye. Los matrimonios eran arreglados, eran asuntos familiares. No se trataba de amor romántico. Era un arreglo para perpetuar la familia y mejorar su condición. La mejor elección para una mujer era un hombre fuerte, con los medios para mantenerla de la mejor forma posible. La mejor elección para un hombre era una mujer joven y guapa (fértil) que pudiera darle varios hijos.

El matrimonio, por lo tanto, no dependía del amor romántico sino de la conveniencia. La idea del matrimonio era crear un equipo, el mejor equipo posible para tener hijos, criarlos, y vivir juntos toda la vida. Como el amor romántico no era un factor a tomar en cuenta en la elección y según la cultura el divorcio era muy difícil o imposible, los matrimonios no se disolvían: se mantenían juntos en las buenas y en las malas, hasta el final. Pero además, los matrimonios tenían todos los hijos que podían tener. Mientras más hijos tenían, era mejor. Los hijos formaban parte de la riqueza de una familia porque, además de perpetuar el nombre y hacer algo de provecho, al casarse crearían nuevas alianzas.

Eso tenía aspectos negativos, claro, cuando unían por fuerza a dos personas que no eran compatibles, por ejemplo, el resultado no era el mejor. Si una pareja tenía desacuerdos graves, o el marido golpeaba a la mujer, no siempre era posible separarse. Pero estas cosas también ocurren hoy. ¿Cuántas parejas se casan por amor romántico y al cabo de un par de años descubren que no son compatibles? ¿Cuántas parejas hay que se pelean y no pueden separarse por cuestiones económicas?

El matrimonio como concepto se ha transformado. La elección, que solía ser un tema familiar, se convirtió en algo individual. Cada uno de nosotros elige con quién casarse, a la familia solo se le informa. El criterio de elección pasó de ser la conveniencia, a ser el amor romántico. Este tipo de amor pasó a ser el único criterio a la hora de elegir una pareja, desplazó los criterios prácticos que habían sido la causa del matrimonio desde su origen. Por último, el objeto del matrimonio dejó de ser la procreación, el tener hijos, y pasó a ser la compañía. Las parejas, si tienen hijos, los planifican. Mientras menos, mejor, porque al hijo se le ve como una carga.

En realidad el cambio ha sido social. Nuestra cultura solía ver al individuo como parte de una familia, que tenía un patrimonio común. La unidad social más pequeña no era, como hoy, el individuo, sino la familia. Cuando una persona se casaba, realmente se estaba casando la familia. La fortuna de su pareja pasaba a ser la fortuna de todos: en nombre, en suerte, en bienes. Ahora el individuo y su familia tienen poca relación más allá de un a especie de amistad. Los hijos no se entienden como parte del patrimonio familiar, como un eslabón en la cadena, ni se entiende que tanto hijos como padres tienen una responsabilidad para con su familia. El cambio en nuestra percepción del matrimonio se ajusta a nuestro nuevo orden social que es individual.

¿Qué tiene esto que ver con el adulterio? Si bien el matrimonio ha cambiado, el adulterio es el mismo. Mientras exista la humanidad existirá el adulterio porque la gente toma y seguirá tomando decisiones estúpidas independientemente de sus circunstancias. Pero pensando en el tema de Ashley Madison me di cuenta de que el cambio en la idea de matrimonio posiblemente haya contribuido a crear una cultura en la que el adulterio puede entenderse como algo natural.

EL AMOR ROMÁNTICO

Si una persona tiene la capacidad de elegir a su pareja de manera individual, sin que le pese la opinión de terceros, usualmente elegirá la opción que más le guste a él. La conveniencia importa poco cuando estás enamorado. Por eso en parte, en el pasado los padres elegían por los hijos con la ayuda de casamenteras: porque era una decisión tan importante que no debía ser tomada a la ligera o bajo la embriaguez del romance. Era tan importante elegir bien, que no podían delegar esa decisión al hijo. Hoy, al retirar a la familia de la ecuación, y cualquier criterio de conveniencia, la elección se trata simplemente de gustos.

Lo que más contribuye a la cultura del adulterio es la obsesión infantil con el amor romántico. Esa cosa babosa, fugaz, que carece de valor y jamás perdura en el tiempo. Si una buena persona se convence de que la esencia del matrimonio es el amor romántico, de que esa es la base sobre la que fundarlo, al cabo del primer año, cuando se le pase el enamoramiento, concluirá que su matrimonio está en problemas, que ya no quiere a su pareja, buscará ayuda con especialistas, leerá libros sobre cómo reavivar “la chispa” en el dormitorio, y después de pasar por una larga agonía, quizás concluya que ese matrimonio no tiene salvación. Si no se atreve a engañar a su mujer, optará por un divorcio, de lo contrario se apuntará a Ashley Madison.

En vista de que el amor romántico es siempre pasajero, cualquier persona inteligente criada en el error del matrimonio por amor concluirá que todo matrimonio que perdura lo hace a costa de la felicidad de sus miembros. Si esa es la razón principal para elegir una pareja, entonces todo matrimonio está condenado irremediablemente al fracaso. Los matrimonios deberían durar lo que dura el enamoramiento. ¿Cómo privar al individuo de su derecho a sentirse enamorado?

La reverencia hacia el amor romántico raya en el fanatismo. Cualquier pareja que elijas, sea quién sea, es celebrada si la eliges por amor. Pero si alguien se atreve a usar un criterio distinto del amor romántico a la hora de elegir una pareja se convierte en objeto de reprobación. Cuando el criterio de una mujer al buscar pareja es la estabilidad financiera se le acusa de caza-fortunas, y si un hombre mayor usa como único criterio la fertilidad también se le juzga por ello. Vienen a ser una especie de apóstatas.

Las monarquías en general traicionan (o traicionaban) el concepto del amor romántico. Era lo que quedaba del matrimonio tradicional porque después de todo es uno de los pocos espacios en los que la familia y el patrimonio siguen siendo tan importantes como lo eran hace doscientos años. Entonces el Rey Felipe VI de Borbón eligió a Leticia y la mitad del país aplaudió porque fue por amor. En Inglaterra el Príncipe William se casó con una plebeya por la misma razón. Un grupo numeroso de personas defiende su elección porque al parecer ante todo el Rey Felipe no es Rey sino Felipe.

EL VERDADERO REMEDIO AL ADULTERIO

El carácter temporal de nuestro concepto del matrimonio tampoco ayuda. Es más fácil divorciarse que casarse. Creo que he llegado a ver anuncios de divorcios express, te disuelven tu matrimonio en dos horas. Después puedes volver a casarte, y repetir este procedimiento tantas veces como quieras. Cuanto más común es divorciarse y volverse a casar, menos valor tiene el matrimonio como institución. Pocos se lo toman en serio. Los hombres por lo general quieren variedad, pero muchos y en especial las mujeres engañan como quién va de shopping: están buscando el próximo antes de deshacerse del primero.

También afecta el objetivo del matrimonio. Si deja de ser una institución para perpetuar la familia y la propiedad; y se convierte en una palabra elegante para referirse al compañero de piso de turno, es mucho más fácil engañarlo. No es un contrato que uno se tome en serio. Si no hay hijos de por medio o los hijos se consideran una experiencia de vida, ¿qué más da engañarlos?

Como siempre, no voy a diagnosticar la dolencia sin recetar también la medicina. Si uno quiere mantenerse al margen de todo lo opaco, de las transacciones de callejón, de páginas web feas y situaciones bochornosas como puede ser que te pillen con las manos en la masa apuntándote a una página diseñada para engañar a tu señora, conviene entender el enamoramiento como lo que es: una forma de entretenimiento. Como jugar a la play, o hacer yoga, como ver una serie en la televisión, o leer un buen libro. Si llegas a casarte con alguien y te planteas en algún momento engañarlo, piensa si tu matrimonio vale más o menos, que un juego de la play. El enamoramiento no es algo a tomarse en serio. Definitivamente no es un criterio para elegir una pareja, especialmente si el objetivo es casarte con ella.

A los Reaccionarios nos gustaría echar el tiempo atrás y regresar a una época diferente en la que las estructuras sociales estaban mejor definidas. Pero eso es imposible. El matrimonio tradicional no creo que regrese y si lo hiciera no estoy segura de que me gustaría tener que dejar en manos de terceros las decisiones que definen mi vida. Pero eso no significa que tengamos que utilizar necesariamente el criterio del amor romántico para tomar decisiones de este tipo.

Si el enamoramiento florece entre tú y tu pareja: aquella que has elegido porque es la mejor persona para ti, la que más te conviene, porque es tu igual en todo, porque te complementa en tus carencias, porque tiene los medios y la disposición óptima, porque comparte tus afinidades y está dispuesto como tú a comprometerse, entonces será solamente un plus. Pero la elección debe hacerse primero. Si te enamoras primero y eliges después, corres el riesgo de sobre-estimar lo que tienes en frente.

El amor verdadero existe y no es algo que te ocurre. Es una elección. Es algo que cultivas. El amor verdadero es mucho más profundo que el enamoramiento, nace, como dijo Golde, de la convivencia con otra persona durante años. De fundir ambos destinos. De contárselo todo, de compartir las bendiciones y los problemas. Es un compromiso profundo contigo mismo y con tu pareja. Es saber que sois compañeros de vida, que estáis en el mismo bote, que es para siempre.

Es mentira, Estados Unidos no es un país de Inmigrantes

August 16, 2015

Lo primero que hace un socialista en una discusión es sacar del bolsillo de atrás del pantalón la libretita en la que ha apuntado lo que tiene que decir: datos absurdos y estudios poco serios como prueba de que el socialismo es lo mejor para todos los pueblos. Como la fuente de las cifras no está a la mano y ponerse a investigar a fondo lo que está diciendo para refutarlo no da tiempo en esa discusión, esta posiblemente sea la estrategia más útil para tener la última palabra.

Pero cuando eso no funciona, los socialistas hacen un esfuerzo e intentan ofrecer argumentos. El argumento en el caso de la inmigración es uno solo y siempre el mismo: Los países más prósperos del mundo son países de inmigrantes como EEUU. Si se les presiona pueden combinar el primer argumento con el segundo: todos en EEUU son inmigrantes, excepto los indígenas”.

Suena muy bien, sí, pero Estados Unidos no es un país de inmigrantes. Estados Unidos ha recibido millones de inmigrantes de otros países eso sí es cierto, en especial a partir de 1965 después de que se adoptara el “Immigration and Nationality Act” de Ted Kennedy, pero eso no significa que es un país de inmigrantes o que le deba su prosperidad a ellos.

EEUU fue creado, fundado, y poblado por británicos protestantes que eran en una gran mayoría ingleses aunque hubo también colonos escoceses e irlandeses. A excepción de un importante grupo de alemanes, los colonos hablaban en el mismo idioma, eran de la etnia inglesa, y tenían una cultura homogénea.

Los firmantes de la Declaración de Independencia eran también descendientes de británicos y por eso conocían bien a Locke y la filosofía de la Ilustración inglesa que fue el fundamento de las ideas de la Revolución Americana. No sólo fue inspirada en lo filosófico: el sistema de derecho que implantaron en América fue también británico: que el “common law”, distinto al derecho romano de las colonias españolas y portuguesas.

El país que fundaron los colonos americanos, por lo tanto, es una rama de la civilización británica. Por eso se parece a todos los países del Commonwealth. Las instituciones americanas son herederas de las británicas, su sistema de derecho es británico, sus tradiciones son británicas, EEUU tiene una esencia étnica y cultural definida, que no es diversa ni fue construida “por inmigrantes”.

Conviene aclarar dos puntos: el primero es que un inmigrante y un colono no son lo mismo. Un inmigrante es una persona que llega a un sistema que existe antes que él llegara. El inmigrante llega a un país que ya existe y se acomoda a él (o no). Un colono no es eso. El colono llega a un territorio en el que no hay un sistema, y lo construye. De manera que los colonos americanos en nada se parecen a los inmigrantes italianos que llegaron en los 70, por dar un ejemplo. El puritano inglés que fundó la colonia de Nueva Inglaterra en lo que previamente era un descampado se parece poco a Jesús, que llegó anteayer de Chiapas y se metió a jornalero.

También hay que aclarar la diferencia entre un territorio y un país. Los colonos británicos no fueron “inmigrantes” que llegaron a América a desplazar (o “masacrar” ya depende de la intensidad del socialista) a los indígenas. Los colonos llegaron a un territorio en el que lo único que había era tipis indios, y fueron ellos quienes fundaron lo que hoy conocemos como EEUU. Si no fuera por la colonización británica, en EEUU se seguiría viviendo en tipis, el sistema seguiría siendo tribal, los intercambios seguirían siendo por medio del trueque y el mayor avance tecnológico sería el cultivo rudimentario del maiz. Un inmigrante es una persona que llega a un país que ya está constituido. Los colonos no son inmigrantes.

Los colonos americanos llegaron a un territorio que solía ser de los indígenas y construyeron en él algo radicalmente nuevo y propio: un país. Construyeron en él una sociedad próspera con instituciones sólidas, valores protestantes, con un Estado de derecho, una moneda, y continuaron desarrollando su sistema hasta hoy. Un sistema que les pertenece, que nació de sus costumbres, de sus creencias y de su modo de vida, un sistema en esencia británico, protestante, blanco.

En resumen: EEUU no es un país de inmigrantes. Es un país que hasta 1965 era prácticamente homogéneo y constituido principalmente por europeos blancos y protestantes del norte de Europa occidental. A partir de 1965 ha recibido una inmigración masiva, olas de inmigrantes de todo tipo, sin discriminar, que están poniendo en riesgo el sistema. Si la inmigración continúa dentro de poco EEUU dejará de ser un país blanco/protestante/inglés y se convertirá verdaderamente en un país de inmigrantes. Cuando eso ocurra primero cambiarán los valores, después cambiará el idioma, y finalmente la cultura. El sistema se vendrá abajo cuando su esqueleto, que es la cultura que lo produjo, desaparezca.

Una sociedad no es un cúmulo de personas. Poner a un grupo de personas dentro de un territorio no los transforma en una sociedad. Poner un puñado de culturas dentro de un mismo espacio no produce un país. Una sociedad está conformada por personas, pero esas tienen lazos entre sí, cooperan, porque tienen un origen compartido y una idea destino común. Eso sí es una sociedad, y por eso las sociedades prósperas en todo el mundo suelen ser sociedades étnicas en las que todos los miembros se sienten como parte de una misma cosa. Mientras más inmigrantes hay, mientras más grupos de interés diferentes se mezclan en una misma sociedad, más débil es.

Los 4 tipos de inmigrante

August 13, 2015

La primera vez que mi madre me dejó acompañarla a una reunión de vecinos me sentí orgullosa porque esas reuniones “no eran para niños”. Tenía doce años y sentí que había sido invitada a formar parte de un club muy serio. Pero además sentí una gran envidia porque hasta entonces no sabía que las señoras del edificio preparaban galletas y tartas para presumir en la reunión, y que podía beber todo el refresco que quisiera.

El edificio era pequeño, no tenía más de 10 apartamentos, así que todos los vecinos nos conocíamos bien. Las relaciones eran estrechas porque muchos se conocían desde hacía más de diez años. A pesar de que había uno que otro desacuerdo (las hijas del señor García se apuntaron a clases de claqué, practicaban toda la noche, y no dejaban dormir a la señora Matos) el tono era de respeto porque era una comunidad de semejantes: el nivel de educación era parecido, teníamos todos expectativas similares, y había una sensación de destino compartido, de que estábamos todos en el mismo barco. Si al edificio le iba mal, a todos nos iba mal.

Pero entonces mi vecino, el que vivía justo en frente de mi casa, tuvo que vender su apartamento, y aceptó la oferta de un hombre que venía de una favela pero que había ganado mucho dinero de golpe porque había empezado a trabajar para el gobierno: tenía un sueldo cien veces por encima del que tenía cualquier persona normal por tener un puesto en un Ministerio. (Voy a usar el término “favela” que es brasilero, para que te hagas una imagen visual del lugar del que este hombre venía. El término en Venezuela es “barrio”, que por razones obvias es confuso para un español. De todas formas, a lo que me refiero es esto. De allí venía el nuevo vecino)

Si eres español te puede parecer extraño que una persona que antes vivía en una chabola llegue al gobierno y por esa razón gane mucho dinero de la noche a la mañana, pero algo me dice que no falta mucho para que se entienda este fenómeno en España. El hecho es que el hombre de la favela se trajo a toda su familia incluyendo a sus hermanas y a los hijos de sus hermanas, a vivir al edificio en un apartamento de tres habitaciones.

De inmediato nos dimos cuenta de que este hombre no era como nosotros. Como venían de una favela, sus costumbres y valores no coincidían con los nuestros. Su familia, gracias a su nuevo trabajo, tenía 4 coches SUV nuevos y como el apartamento tenía solamente dos plazas de parking, aparcaban sus SUV en cualquier sitio, ocupando las plazas de los demás.

Pero además tenían costumbres muy extrañas y hacían cosas que nos afectaban a nosotros directamente porque vivíamos justo en frente. Por ejemplo, cada vez que abrían la puerta del apartamento se podía ver hacia adentro, al salón de su casa, y allí, en medio del salón, tenían dos colchones en el suelo donde siempre había alguien diferente durmiendo. También tenían un parco dominio del idioma (no porque fuesen extranjeros, sino porque no sabían hablar), no saludaban a los otros vecinos y trataban de malas maneras a los demás por cualquier motivo. Las reuniones de vecinos terminaban a gritos.

Mis vecinos chavistas se apropiaron del pasillo: la puerta de su apartamento estaba perpetuamente abierta, se sentaban a beber cervezas en frente del ascensor y dejaban las botellas y las latas tiradas en el suelo. Además le dieron copias de las llaves del edificio a todos sus amigos de la favela, que entraban y salían a placer del edificio, a todas horas.

Fue entonces cuando empezaron a pasar otras cosas más graves: una mañana un vecino se iba a montar en su coche para ir al trabajo y descubrió que su coche no estaba: se lo habían robado. Dos personas que no vivían en el edificio estaban siempre en el parking, hablando con otras personas a través de la reja, y lanzándose paquetes. Algunos vecinos comentaban en secreto que los amigos del nuevo vecino estaban usando el parking del edificio como punto para vender droga.

Era evidente que mi vecino chavista y su familia no era gente como nosotros. No tenían la misma educación, ni los mismos valores, ni venían del mismo lugar. No consideraban el edificio como un barco en el que íbamos todos juntos, ni nos consideraban a nosotros como semejantes, como parte de una misma tripulación. Nuestros vecinos chavistas eran más bien como piratas, gente que vino a utilizar el edificio para un fin ruin, sin importar las consecuencias que tuviera para los demás.

Desde su punto de vista, lo que estaban haciendo era normal. Es lo que estaban acostumbrados a hacer en la favela de la que venían. Seguramente en su chabola ponían los colchones en el “salón”, bebían alcohol en la puerta con sus amigos, lo dejaban todo tirado por el suelo, y vendían droga por la puerta de atrás. Posiblemente todos sus amigos vivían de la misma manera, en su cultura eso era lo normal.

Esto que cuento pasó en Venezuela a todo nivel. Gracias al chavismo, la clase media que estaba constituida en su mayoría por médicos, arquitectos, ingenieros, gente con una profesión conocida, con valores, con capacidad moral; fue sustituida por una nueva clase social chavista. Los “boliburgueses” (así es como los llamaban) son gente que está acostumbrada a vivir del crimen. Continúan viviendo del crimen a través del gobierno criminal del que forman parte. Tradicionalmente habían estado relegados a vivir en favelas, pero gracias al chavismo se convirtieron en el pilar de la sociedad venezolana. La clase moral pasó a la periferia.

El éxodo masivo comenzó cuando la clase criminal inundó la ciudad y el fenómeno que ocurrió en mi edificio se extendió a todos los rincones del país. El crimen fue tan pronunciado que la vida se hizo imposible para todo el que no fuese un criminal. Los venezolanos jóvenes que tenían posibilidades de irse porque tenían dinero ahorrado en dólares y un pasaporte de otro país, lo hacían: se iban a cualquier sitio, huyendo. Los más afortunados se fueron a EEUU. Muchos se fueron a Europa: a España, a Italia, a UK. Los menos afortunados, los que no tenían doble nacionalidad, o no tenían suficiente dinero, se tuvieron que conformar con huir a Argentina, a Colombia, a México, es decir, se conformaron con darle una patada hacia adelante al problema, que al final tendrán que volver a atender tarde o temprano considerando que toda Sudamérica está bajo la influencia del chavismo.

Estos jóvenes exiliados, en su gran mayoría son gente normal, gente como tú. No se irían a otro país de manera ilegal porque no son personas que estén acostumbradas a romper las leyes. Son personas que cumplen la ley, que se asimilan de buena gana a la cultura del país al que llegan, aprenden su idioma y sus costumbres, y lo único que desean es una vida al margen del crimen y de la debacle social de la que huyeron porque, al igual que sus padres, son médicos, arquitectos, diseñadores, o ingenieros, porque en definitiva, tienen una profesión conocida y quieren vivir entre semejantes.

Pero estos no son los únicos inmigrantes que hay. Existe otro tipo de inmigrante que también huye del crimen: otros criminales. Cuando la cosa se pone difícil entre criminales, un criminal huye de los otros antes de que lo maten a él porque un criminal también pueden ser víctima del crimen, y al igual que una persona normal tienden a refugiarse cuando la situación lo amerita. Muchas veces huyen a países vecinos a través de la frontera.

Mi madre, que es psicóloga, hizo trabajo social durante muchos años en una escuela pública en Caracas atendiendo a los niños de las favelas. Me contó, por ejemplo, el caso de una niña de 5 años que estaba deprimida. Tratándola mi madre descubrió que la niña era mula de droga. Su madre la utilizaba para movilizar drogas de una favela a otra. La niña vivía con su madre y con su tío. En un altercado entre dos bandas su padre mató a su tío (eran de bandas contrarias), y la banda del tío se vengó matando a su padre. Así que, sin protección de ninguna de las dos bandas, la niña tuvo que huir con su madre a otra favela. Esa era la razón de su depresión.

Si esa historia te parece terrible es porque lo es. Pero a pesar de ser terrible no es una historia excepcional. En las favelas en Caracas este caso es uno de miles parecidos, mi madre ha tratado a decenas de niños en casos similares porque la cultura de la favela es violenta. Estas situaciones son parte del día a día de la gente que vive allí. Evidentemente hay gente en las favelas que no está involucrada con el crimen, no viven de él, pero no son la mayoría.

Si esta niña hubiese vivido en una ciudad fronteriza con un país como EEUU, posiblemente en lugar de escapar de una favela a otra, hubiese cruzado la frontera hacia el país de al lado. En un país como EEUU estaría mucho más segura y a salvo de las bandas que mudándose a una favela cercana.

Puede ser que la historia de la niña mula y su madre te produzca lástima, pero cuando se trata de la seguridad nacional de un país hay que analizar el caso con ojo crítico. El hecho de cruzar una frontera no te convierte mágicamente en un miembro de otra cultura. A lo que voy es que aunque la madre y la niña cruzasen la frontera, eso no las convierte de golpe en gente moral como tú y como yo. Los inmigrantes ilegales de este tipo no adquieren un código moral de la noche a la mañana. Lo más probable es que continúen dedicándose a lo que se han dedicado siempre: al crimen.

Muchos grupos piden amnistía para los inmigrantes ilegales. Cada cierto tiempo vuelven a introducir el DREAM act en el senado americano que promete otorgar residencia permanente a todos los inmigrantes ilegales que hayan entrado a EEUU con menos de 16 años. Pareciera una bonita iniciativa, porque ¿qué culpa puede tener un niño de que sus padres lo hayan hecho cruzar la frontera de manera ilegal? ¿qué culpa tiene la niña mula de que sus padres la utilizaran para movilizar droga? ¿Está la niña mula condenada a ser una criminal sólo porque sus padres la criaron de esta manera?

Son preguntas válidas y si tienes un corazón grande puede ser que este tipo de dramas te consuman. Si te consideras una buena persona y te parece que la niña merece una vida mejor posiblemente te parezca una buena idea el DREAM act, es posible que si estuviera en tu mano, o si fueras americano, apoyarías la iniciativa de otorgar un camino para la ciudadanía a niñas como esta. Pero esa visión es sumamente corta. Es una reacción visceral a un problema delicado. Los sentimientos raras veces permiten observar los problemas con una visión a largo plazo.

Imagina por un momento lo que ocurriría con la niña mula si le otorgasen la ciudadanía. Aunque se integrara, una vez obtenida la ciudadanía podría pedir legalmente que vinieran sus familiares y extenderles la ciudadanía (en EEUU funciona así). Podría, por ejemplo, pedir a sus hermanos que siguen viviendo en la favela y pertenecen a bandas violentas. Sus hermanos entrarían a EEUU de forma legal, y con el tiempo podrían pedir a sus mujeres, a sus hijos, el ciclo se repetiría sin final.

Evidentemente no todos los inmigrantes ilegales son como la niña mula y su madre. Habrá inmigrantes ilegales que son buenas personas y sólo quieren vivir mejor. Gente que cruza la frontera y lo único que quiere es encontrar un trabajo y mantener a su familia. Sin embargo, ningún país está en la obligación de aceptar a todas las personas pobres del mundo, a toda persona que esté pasando por una situación difícil. Cada país tiene sus propios ciudadanos pobres, a los que tiene que atender, pero sobre todo tiene la responsabilidad de proteger el futuro de sus ciudadanos, pobres o ricos.

Cuando un inmigrante ilegal “que sólo quiere trabajar” entra a un país ilegalmente y encuentra un trabajo, se está sumando a una clase social inferior que no tiene derechos ni deberes para con el país que los acoge. A lo que me refiero es que las empresas que los contratan no tienen que ocuparse de pagar seguridad social ni de darles condiciones dignas de trabajo, como muchos de los defensores de la amnistía han señalado. Pero por otra parte, el inmigrante ilegal difícilmente paga impuestos, no está sometido a las limitaciones de salario que impone el gobierno, y además utiliza el sistema educativo y el sistema de salud sin costo alguno.

Muchos defensores de la amnistía en Estados Unidos responden a este argumento diciendo que los inmigrantes ilegales se encargan de hacer los trabajos que “ningún americano querría hacer”. El argumento siempre es vago y se ofrecen pocos detalles, pero pareciera que se refieren a trabajos de alto riesgo o trabajos desagradables como limpiar baños. Pareciera que los americanos son personas sensibles que prefieren pasar hambre que ensuciarse las manos.

Pero ese, desde luego, no es el motivo por el que los inmigrantes ilegales obtienen puestos de trabajo por encima de los americanos. No se trata de sus expectativas ni sus fortalezas, no es un tema de quién trabaja más duro, o qué cosas producen asco al americano medio. Lo que ocurre es que el que es un ciudadano está obligado a cumplir con leyes que el inmigrante ilegal puede saltarse.

A lo que me refiero es a lo siguiente: imagina que una empresa que fabrica tornillos quisiera expandirse y para ello necesitara contratar a 100 nuevos empleados. La empresa tiene al menos 200 candidatos americanos interesados en trabajar para ellos en esta nueva expansión. Sin embargo el presupuesto solo alcanza para pagar 4 dólares la hora a cada empleado nuevo. Muchos americanos desempleados estarían dispuestos a trabajar por ese sueldo, es preferible a estar en la calle, pero no pueden hacerlo porque están obligados a cumplir con las leyes de sueldo mínimo que es $7.25 la hora. Quizás algunos americanos estarían dispuestos a violar la ley y trabajar por menos que eso, pero ninguna empresa se arriesgaría a contratar a un ciudadano americano pagándole menos del sueldo mínimo porque nada impide que esa persona vaya a un juzgado a introducir una demanda a la empresa.

Dado que ningún americano puede trabajar por menos de $7.25 la hora, la empresa se ve en la necesidad de contratar a 100 trabajadores ilegales, o desechar su proyecto de expansión. Algunas empresas eligen una ruta, otras empresas la otra. Quizás si no hubiesen inmigrantes ilegales la empresa tendría que buscar una alternativa, quizás tendría que contratar solamente a 50 trabajadores americanos pagándoles $8 la hora. Cuando un inmigrante ilegal viene a EEUU “solo a trabajar” está sumándose a una casta inferior que perjudica al trabajador americano quitándole puestos de trabajo.

Si bien el inmigrante ilegal “bueno” no es violento como el “malo”, es imposible diferenciarlos. Ambos cruzan la frontera sin pasar por filtro alguno, el Estado no sabe ni siquiera que existen. Si un puñado de mexicanos cruza la frontera el día lunes, no sabrás cuántos de ellos son trabajadores y cuántos son criminales. Aceptar a un grupo implica necesariamente aceptar al otro.

Por otro lado cuando un país acepta a un inmigrante legal, esa persona ha pasado por un filtro. A esa persona, por ejemplo, se le puede haber pedido un certificado de penales, detalles acerca de su situación económica, y otros factores que ayudarán a determinar si su presencia en el país será positiva o negativa, si es “bueno” o “malo”. Sin embargo no hay que caer en el error de creer que simplemente porque alguien entró de manera legal en el país, implica que es un “buen” inmigrante. La inmigración legal es también un problema cuando el país de acogida no se toma en serio el proceso de filtrar a los candidatos y abre las puertas a cualquiera.

Dzhokhar y Tamerlan Tsarnaev (los terroristas del maratón de Boston) eran ambos inmigrantes legales que vivían de ayudas del Estado, Dzhokhar era ciudadano naturalizado. Este es sólo un ejemplo de la larga lista de destacados terroristas con pasaporte americano.

Anwar al-Awlaki, miembro de Al-Qaeda, y bebé ancla, también tenía un pasaporte americano. Murió en Afganistán durante un ataque con drones orquestado por el ejército americano. Su muerte provocó que el senador Rand Paul iniciara un filibuster de 13 horas que buscaba prohibir que el gobierno americano atacara con drones a “ciudadanos americanos desarmados”.

Nidal Malik Hasan, el shooter de Fort Hood, otro bebé ancla que era también americano, como lo era Faisal Shahzad, el terrorista del ataque a Times Square, sólo que Shahzad entró con una visa de estudiante y se naturalizó en 2009. Todos los inmigrantes somalíes que vivían en Minnesota y que votaron en bloque por Al Franken antes de viajar a Siria para unirse a ISIS también entraron de manera legal.

Ninguno de ellos contrató a un coyote para cruzar la frontera con México. Ninguno cruzó a nado el Rio Grande, ni entró por la frontera con Canadá. Todos ellos son inmigrantes legales, son bebés-ancla de madres musulmanas, o llegaron a EEUU en calidad de refugiados humanitarios, con visas de estudiante o de turista. Hay decenas de ejemplos más, pero creo que con este par es suficiente.

Para que la inmigración legal deje de ser un problema, el Estado tiene que utilizar sus filtros de la manera más dura posible. El baremo tiene que ser siempre alto. Aceptar únicamente lo mejor de las culturas semejantes. Nunca de culturas dramáticamente distintas, de países adversarios, o de religiones hostiles. No es suficiente con hacer un análisis de los antecedentes penales que pueda tener una persona porque muchos de estos criminales entran a EEUU siendo niños. La pregunta debe ser siempre: ¿de qué manera beneficiará este inmigrante a nuestro país? Si vamos a aceptar a esta persona en nuestro seno ¿qué nos ofrece él a cambio?

A lo que iba con todo esto es que es insuficiente pensar en la inmigración en términos de “inmigrantes vs ciudadanos”. O de “inmigrantes legales vs. inmigrantes ilegales” porque hay demasiadas variables y complicaciones.

Los inmigrantes legales que son personas normales tienen una afinidad, una alianza natural, con los ciudadanos de clase media que son trabajadores, como ellos. Ambos grupos comparten el interés de acabar con la inmigración ilegal porque consideran que es una fuente de criminalidad, y que les quitan los puestos de trabajo, no sin razón.

Los inmigrantes legales que son personas normales, en especial los hispanos, no quieren que EEUU se transforme en el país del que huyeron. En eso se parecen a la clase media del país de acogida, al menos a quienes tienen sentido común, y por eso no sorprende ver que ambos votarían de buena gana por alguien como Trump, precisamente porque (y no a pesar de que) propone construir un gran muro entre EEUU y México.

Por otra parte, existe otra alianza natural entre los grupos que están en el poder (de ambos lados) y la inmigración ilegal. Los progresistas tienen una cómoda alianza con los criminales, los legales y los ilegales, porque no solamente representan una actual o futura mina de votos, sino que además, cumplen una función mucho más vital: son agitadores, son turbas al servicio del poder. Los demócratas son capaces de movilizar estas turbas porque funcionan como milicias a sueldo del partido. Esa relación no es peculiar, no es algo único que no tenga antecedentes en la historia. Imagino que líderes como Farrakhan y Al Sharpton tendrían muchos temas que discutir si se encontrasen con Milo y Clodius, y se tomarían unas cervezas con los Tupamaros venezolanos.

Por su parte los conservadores que están en el poder tienen una alianza con los inmigrantes ilegales que “solo vienen a trabajar”. Hay grandes empresas que se benefician del hecho de que existe una casta inferior que está dispuesta a cobrar menos de lo que cobraría un ciudadano normal, y por quienes además, no tienen que pagar seguridad social al Estado. Los inmigrantes ilegales son una mina de oro. Si construyen un muro y los echan, muchas empresas dejarían de ser viables, y otras serían mucho menos rentables de lo que son hoy.

Esta es la razón por la cual de la inmigración no se habla en ninguna parte. Es sorprendente, pero es el único tema en el que no se escucha la opinión contraria en los medios de comunicación. Cuando se habla de otros temas polémicos como puede ser el aborto, escuchamos a los que están a favor, y también escuchamos a los que están en contra. Pasa con la seguridad social, con el asistencialismo del Estado, con los deshaucios, pasa incluso con el separatismo. Pero no con la inmigración. Cuando se trata de inmigración, lo único que escuchamos de ambos lados es alabanzas a la diversidad y a la multi-culturalidad.

Pasa en todo Occidente. No queda un sólo país en Europa que se salve de la inmigración, de la importación masiva de barbarismo. No se sabe, por ejemplo, cuántos inmigrantes ilegales hay (ni en EEUU, ni en España, ni en Europa en general). Se usa la misma cifra estimada durante décadas (12 millones en EEUU, 5 en España) que claramente está muy por debajo de los números reales. No se sabe cuántos están empleados y cuántos están en paro, cuántos han cometido delitos, y nadie se atreve a discutir el tema de la inmigración de manera seria en el escenario político.

Las políticas de inmigración masiva son una traición a la clase trabajadora, al ciudadano medio, cuyo único aliado, paradójicamente, es el inmigrante legal decente. Nadie le dice al pueblo la verdad. Nadie le dice al ciudadano que la inmigración puede cambiar totalmente una cultura. Que al aceptar millones de personas que nada tienen que ver con nosotros ponemos en peligro nuestra forma de vida y debilitamos la sociedad de la que formamos parte.

De los problemas que las políticas masivas de inmigración traen consigo todos hablan, pero nadie dice que son problemas de inmigración. La pobreza infantil por ejemplo, ese meme absurdo que le gusta invocar a Carmena y compañía, es producto de la inmigración, como lo fue también la alarmante cifra de violencia doméstica en España, cuando parecía que cada semana una mujer diferente era asesinada por su marido y se llegaba a hablar de la nacionalidad de la mujer que era la víctima, pero raras veces se mencionaba la del hombre. El terrorismo, el narcotráfico, la trata de blancas, las violaciones y la inseguridad, la destrucción de los parques, el colapso del sistema de salud, los nuevos casos de enfermedades que habían sido erradicadas, todos son problemas importados.

Todos estos problemas son, a grandes rasgos, resultado de la inmigración, pero en los medios nadie los identifica como tal. El que asesina a su mujer es siempre “un hombre”, la pobreza infantil es siempre un problema de “familias en España”, etc. Si como ciudadano te cuestionas esto o si te atreves a decir que te gustaba como solía ser España antes, o como era EEUU en el pasado, te tildan de racista.

Pero la realidad es que al importar millones de inmigrantes de culturas que nada tienen que ver con la nuestra, traemos toda una serie de problemas al país, diluímos nuestra cultura, ponemos en peligro nuestro modo de vida, la libertad y la prosperidad de nuestras sociedades, y nos estamos arriesgando a un experimento social suicida.

Para ponerlo de manera más simple: tenemos 4 tipos básicos de inmigrante: (1) el inmigrante legal que cumple con la ley, (2) el inmigrante legal que es un criminal o un terrorista, (3) el inmigrante ilegal que viene “solo a trabajar”, (4) El inmigrante ilegal que es un criminal. La solución al problema de la inmigración varía según tus alianzas:

Si eres progresista, entonces tu solución es ofrecer una vía voluntaria para la ciudadanía a los grupos (3) y (4), pero sin hacerla obligatoria. De cara al público es porque “todos somos iguales” y por lo tanto no se debe criminalizar al inmigrante ilegal, los policías no deben tener la capacidad de pedirle los papeles a alguien únicamente por su aspecto o su conducta, y no se debe poder deportar a nadie del país. Para ello es necesario establecer ciudades “santuario” en las que ni siquiera es posible deportar a inmigrantes ilegales que han cometido un crimen. Con respecto a los grupos (1) y (2) el Estado no debe poder vigilar a nadie por las buenas, ni siquiera si existe la sospecha de que algun inmigrante legal pueda cometer un acto de terrorismo. La realidad es la alianza que mencioné antes.

Si eres moderado, y aquí incluyo a la “derecha” que también suele pecar de Universalista, entonces tu solución es diferenciar al grupo (3) del (4) para poder deportar a uno y perdonar al segundo, de cara al público es un tema “de carácter”. Pero realmente es un tema de alianzas. aCon respecto a los inmigrantes legales, consideras que la diversidad es buena porque enriquece al país y se debe proteger y expandir el grupo (1). Al grupo (2) se le debe procesar como a cualquier otro ciudadano criminal.

Pero un esencialista comprende que la diversidad no es buena, que la sociedad más fuerte es la homogénea. Para el reaccionario todos los grupos (1), (2), (3), y (4) son un problema para el país de acogida porque debilitan el tejido social y diluyen la cultura original. Incluso los inmigrantes legales que cumplen con la ley son un problema para el país de acogida si su cultura y su idioma no son los mismos que los de la nación.

Imagina el caso del edificio de vecinos. Imagina que en lugar de venderle el apartamento a un chavista de la favela, mi vecino se lo hubiese vendido a un inmigrante chino que no habla español. La situación hubiese sido diferente, desde luego, no hubiésemos tenido problemas de venta de drogas en el estacionamiento ni latas de cerveza tiradas por los pasillos. Pero en las reuniones de vecinos las cosas posiblemente hubiesen sido más difíciles que antes. Llegar a un acuerdo con un chino que no habla el idioma hubiese sido todo un reto. Sus valores y sus costumbres hubiesen sido completamente diferentes a las del resto de los vecinos, y su presencia hubiese sido causa de incomodidad y fracturas en lo que solía ser un solo grupo de vecinos.

La presencia del chino hubiese sido una carga para el edificio. Si el vecino pagaba puntualmente su cuota de la comunidad y ponía de su parte a la hora de comunicarse, quizás a la larga se hubiese integrado y las reuniones serían un poco más fluidas. Pero ese trabajo de integración lleva tiempo y jamás es completo. También podría ocurrir lo contrario: que el chino se mantuviera al margen del edificio, continuara hablando en chino, avisara a sus amigos chinos de que hay otro apartamento en venta en el edificio y terminaran creando una coalición de chinos votando en bloque por propuestas que difieren de los intereses del resto de los vecinos.

Nada de esto hubiese ocurrido si mi vecino hubiese vendido su apartamento a un semejante. A un venezolano normal, o a alguien que compartiese el idioma y las costumbres como, por ejemplo, un español o un cubano decente. La presencia de un vecino cubano hubiese enriquecido las reuniones porque compartiría valores y costumbres, pero aportaría un punto de vista nuevo.

De manera que cuando se trata de inmigración la única inmigración que un país debe aceptar es la inmigración de semejantes. De gente que comparte idioma, cultura, etnia, y religión contigo. No hay problema alguno con que un italiano migre a España. A pesar de la diferencia de idiomas, son la misma cosa. Un español y un italiano se entienden porque forman parte de la misma cultura, profesan la misma religión, y tienen un sentido de destino compartido. La diversidad étnico-cultural no hace a un país fuerte, ni lo hace más interesante, ni más rico. Las minorías étnicas, raciales, religiosas, o culturales siempre desembocan en fricción social. Son como quistes en el tejido social de un país.

De la misma manera, aunque un país acepte inmigración de otro por sus semejanzas, no debe aceptar incondicionalmente a todos sus individuos por igual. Debe enfocarse en aceptar exclusivamente a los de cierta talla moral y rechazar a los criminales, a quienes no se apegan a la ley o a las buenas costumbres. Únicamente aplicando estos dos filtros se debería aceptar a un ciudadano de otro país en el tuyo.

He utilizado el ejemplo de EEUU porque considero que es un ejemplo más neutral para hablar de políticas de inmigración. Es fácil ver las cosas de manera objetiva si tú estás en España y te estoy hablando de inmigrantes mexicanos en California, que si cogiera como ejemplo a Europa y a los inmigrantes musulmanes que vienen de Turquía o a los negros que vienen de Africa a través de Marruecos. Pero en todas las naciones aplican los mismos principios.