El pobre humilde

April 9, 2012

yael farache, yae, acapulco70, yael
* Esta soy yo con mi pin del sindicato de la langosta, y el del partido HULA.

RITUALES DE INICIACIÓN

Cualquiera puede buscar moda en las revistas de moda, e historia en un museo de historia. Yo busco moda en los aeropuertos e historia en las tiendas de electrodomésticos. Esa es la diferencia entre buscar y explorar. El que busca arriesga poco y aunque muchas veces encuentra respuestas a sus preguntas, lo que encuentra raras veces lo sorprende. Buscar tiene un final cerrado, explorar tiene un final abierto.

El que explora se adentra en territorios desconocidos, no lleva mapas porque los mapas no han sido dibujados aún. El que explora no busca respuestas, busca significados. No siempre los encuentra, pero aún así se arriesga.

Al igual que con las revistas de moda y los museos de historia, si vas a la universidad buscando aprender cálculo, literatura, estadística, y redacción, es probable que salgas con respuestas a tus preguntas. Algunas veces esas respuestas serán satisfactorias, otras veces serán insuficientes, la mayoría de las veces serán olvidadas.

No recomiendo a nadie ir a la universidad porque no conduce a ningún lugar. Emplear esos 5 años en ver la tele es más productivo y te confunde menos. Quizás la universidad tenga alguna ventaja sobre caer en un estado de coma, pero yo no la conozco.

Quizás hemos estado buscando la recompensa de la universidad en el lugar incorrecto. El verdadero valor de la universidad no es racional. Tengo la corazonada de que la universidad es la institución que suplantó uno de los rituales de iniciación de la antigüedad.

Los rituales de iniciación van más allá de una ceremonia. Son travesías espirituales en las que hay pruebas de valor. La tribu piensa que exponerse al peligro prepara al joven para la adultez. Al final de la travesía suele haber una ceremonia en la que se le otorga al iniciado un nuevo nombre que implica que se ha transformado y es un adulto.

Pienso que el valor de la universidad es ese. Es una travesía de 5 años en la que se supone que el joven se prepara para su vida adulta. Al final de la travesía hay una ceremonia donde le cambian el nombre (ahora es “licenciado”, o “doctor”, “periodista”, o “médico”) y hasta lo condecoran simbólicamente con una medalla.

Luchar contra un oso no prepara a un joven Sioux para su vida adulta de la misma manera que la universidad no prepara a nadie para nada. Pero la importancia de la universidad no es esa, es marcar espiritualmente el paso de una etapa a la siguiente. La religión no ha muerto, se ha disfrazado de instituciones.

Si vas a la universidad y entiendes su carácter ritual, todo bien. Pero si crees que la universidad va a hacer algo por ti en el mundo concreto vas a salir de allí decepcionado. Hasta ahora lo único que rescato de la universidad es que es un buen laboratorio de ética. Durante 5 años tienes la oportunidad de observar a los humanos interactuar en diferentes contextos. Es un ambiente ideal para aprender sobre las dinámicas sociales.

Lo mejor es observar las motivaciones de la gente. Los trabajos en equipo son el mejor lugar para empezar porque te enseñan la falacia de la responsabilidad compartida. El trabajo en equipo es uno de los peores mecanismos sociales porque compartir la responsabilidad entre varias personas no tiene resultados favorables. Siempre está el que quiere decidirlo todo, el que no trabaja y se recuesta sobre los demás, el que se queja sin ofrecer soluciones, y el que termina agobiado haciendo el trabajo de doce personas.

DESCAMACIÓN

El trabajo en equipo es solamente una manifestación a escala de la forma en la que compartimos la responsabilidad en la sociedad. Tanto en uno como en otro se repiten los mismos roles. Es difícil compartir las responsabilidades cuando no tienes claro a quién pertenece cada una.

Los roles de la responsabilidad los aprendemos en la infancia. El niño aprende a delegar en sus padres (el otro) la responsabilidad de conseguir su sustento, y a cambio comparte lo que tiene con sus hermanos. El niño aprende que él no dispone de los medios para subsistir, y que el otro es el único que puede proporcionarle seguridad. El problema es que muchas veces crecemos, pero no nos desprendemos de esos antiguos mecanismos. Los arrastramos hacia la adultez.

Cuando una culebra crece, tiene que mudar la piel. El proceso se llama descamación. Para el ser humano crecer implica descamarse de las estructuras mentales inútiles. Las estructuras mentales pueden quedarte pequeñas. Para poder crecer tenemos que deshacernos de las que nos estorban para poder incorporar nuevas.

Crecer es un proceso que se hace desde la voluntad. Si no te implicas en tu propio crecimiento, lo único que crece es tu cuerpo.

EL CICLO DE VIDA DE LAS IDEAS

Al igual que las personas las ideas tienen un ciclo de vida. Nacen, crecen, se reproducen, y mueren. Una idea nace para dar solución a un problema propio de un contexto. Lo que ocurre es que se generan dos líneas del tiempo separadas: la línea de tiempo de la idea, y la línea de tiempo de su contexto.

A veces una idea tarda mucho tiempo en “crecer”. Para convertirse en una ley aceptada por todos pueden pasar varias generaciones, y cuando lo logra muchas veces el contexto para el que fue creada ha dejado de existir.

Muchas de las ideas que se propagan socialmente nacen de estructuras sociales que ya no existen.  Algunos padres, por ejemplo, refuerzan en su hijo la sensación de impotencia. Para muchos padres el objetivo de sus hijos debe ser “conseguir un trabajo seguro”. Lo que quieren decirle al hijo con esas palabras es que se busque un empleo con un cheque a final de mes, beneficios, y una futura jubilación. Eso es para algunos padres la idea de “seguridad”.

No dudo de que mucha gente puede vivir bien bajo ese modelo, pero un empleo no es un trabajo seguro.

LA CASILLA #1

Cuando tu cuerpo crece y tu mente no, eres capaz de proporcionarte tu propio sustento, pero sigues creyendo que no. Así que en lugar de defenderte por ti mismo, buscas un empleo. Sustituyes a tu padre por el jefe y a tu madre por el estado.

Crees que estás compartiendo las responsabilidades, al igual que el niño, porque estás repitiendo un patrón que conoces muy bien: delegar la responsabilidad del sustento a otro. Bajo ese esquema esperas que ocurra en el trabajo lo que ocurría en tu familia: contar con el sustento sin importar las circunstancias. Cuando el padre designado decide despedirte, o recortar tus horas, o bajarte el sueldo, te enfadas con él como te enfadarías con un padre si no te da la paga del sábado.

Conseguir un empleo es uno de los trabajos menos seguros que hay porque estás poniendo en manos de otra persona la responsabilidad de tu bienestar. Si al dueño de la empresa le va mal mañana y cierra, tu regresas a la casilla #1 (repartir CVs). Si no está contento con tu trabajo y te despide, regresas a la casilla #1. Si decides irte porque quieres explorar otra ciudad, regresas a la casilla #1. Si las leyes cambian y recortan el pago a los jubilados, el trabajo de toda tu vida se va al traste, y ni siquiera tienes una casilla #1 a la que regresar.

El trabajo en un empleo no es acumulativo. Cada mañana el empleado se levanta para repetir el trabajo de ayer. Sólo cobra las horas que está presente en la oficina. Por más que trabaje el empleado no consigue un aumento en la retribución, no está construyendo nada propio. Trabajar en un empleo es un trabajo arduo. No avanzas en el tablero, te quedas fijo en la misma casilla, tirando los dados y cruzando los dedos, esperando que a tu superior lo despidan para ocupar su puesto. La promesa del ascenso es el rayo de esperanza que te mantiene atado a esa forma de vida.

EL VALOR DE LA RESPONSABILIDAD

Cada vez que hablo de valores sé que estoy agitando un saco de prejuicios. Hablar de los valores no está de moda. Nadie quiere sentir que lo asocian con la iglesia, o con la religión, o con la moral. Es más actual sentir desdén hacia estos temas. Ser cínico e indiferente, declarar que no te mueves en esos ámbitos.

No los culpo, las palabras que usamos para designar todas estas cosas están manoseadas por la gente incorrecta. Han sido distorsionadas y repetidas de forma que es imposible para alguien inteligente identificarse con ellas. Su significado se ha vaciado con el tiempo, y en cambio se ha cargado semánticamente de una energía negativa.

Lo que es más, cada vez que alguien intenta hablar de cómo vivir bien se le tilda de auto-ayuda, aún cuando cómo vivir bien ha sido la preocupación más inmediata del hombre desde el principio de los tiempos. Si buscar respuesta a la interrogante de cómo vivir bien es auto-ayuda entonces todas las religiones, los sistemas éticos, y filosóficos son auto-ayuda.

Con la responsabilidad pasa algo curioso. Es uno de los pocos valores que uno puede invocar sin ser mal visto. Quizás es porque la responsabilidad es un valor conveniente para el que quiere quejarse de que su situación está mal. Pero una vez más, el significado de responsabilidad no es ese. La gente cree que ser responsable es hacer lo correcto: el hombre responsable es el que cuida de sus hijos. La persona responsable es puntual, la mujer responsable no aborta porque se cuida.

Pero la responsabilidad no se trata de eso. Esa es la responsabilidad de acuerdo con la moral. Existe una responsabilidad de acuerdo a la ética y es la que tiene sentido:

La responsabilidad es entender que cada acción tiene una consecuencia. Ser responsable es resolver los nudos que hay en tu vida. Es pactar con la realidad, negociar con ella. Así, una mujer responsable puede decidir abortar. Ella puede tener sexo sabiendo que si queda embarazada abortar es una opción, y que si aborta eso puede tener un impacto negativo sobre sí misma, y sobre una vida que se está formando. Puede que no estés de acuerdo con su decisión de abortar, pero fue una decisión responsable.

Si no te gustan las cortinas que tienes en tu casa tienes sólo dos cursos de acción responsables: o pactas con la realidad, asumes que las cortinas son feas, y las aceptas; o compras otras y las cambias. Pero quejarte de las cortinas porque no son como te gustaría que fueran es irresponsable. En especial si te quejas de que otra persona no ha hecho lo posible por cambiarlas.

HUELGAS, MANIFESTACIONES, Y BOICOTS

En estos días me llegó un email en cadena sobre un boicot a la compañía de electricidad:

No me sorprende que un email como este exista. Cuando no hay dinero, hay recortes, o los precios suben, la persona infantilizada cree que la culpa es de papá (del jefe, de los ricos, del gobierno). No se plantea ni por un instante que quizás el problema no es sólo de papá y de mamá, que el problema es de todos. Creen que la forma de conseguir solventar la situación es hacer un boicot, o una huelga, o manifestarse, de la misma manera en la que el niño pequeño da una pataleta.


* Este hombre de treinta años con su camiseta de la Liga de la Justicia cree que el Estado tiene que resolver sus problemas. El estado lo saca de sus fantasías a la fuerza.

Pero la verdadera solución a problemas como estos no es dejar de consumir electricidad 20 minutos al día para “darle una lección” a la empresa. Si no te gusta el precio de la electricidad tienes sólo dos opciones responsables: o buscas una alternativa para resolver tu nudo (instalas paneles solares, te mudas de ciudad, cambias tu horno eléctrico por uno de gas, buscas más dinero para seguir manteniendo el ritmo de consumo con los nuevos precios), o sencillamente pactas con la realidad y aceptas que aunque las cortinas no te gusten es lo que hay. Quejarse no resuelve el problema.

MOVISTAR CONTIGO SIEMPRE

Cuando contratas una línea de teléfono estás contratando un servicio. La idea es que tú pagas una cierta cantidad de dinero al mes, y a cambio ellos te proporcionan un servicio. Bien. ¿Qué pasa si estás descontento con el servicio?, ¿si tienes que recortar gastos porque no llegas a final de mes?, ¿qué pasa si llega una compañía de teléfono que te ofrece un mejor servicio por el mismo precio o quizás el mismo servicio pero más barato? Tú te das de baja, ¿no? No piensas: “pobrecita la persona que maneja esta empresa que se va a quedar sin una parte del dinero que ingresaba cada mes”. Piensas en lo que necesitas tú y tu bolsillo y ya.

Lo mismo ocurre con las empresas. Cuando el dueño de una empresa contrata a alguien no lo está contratando en calidad de persona. Está contratando un servicio. Él te paga una cantidad de dinero al mes para que tú le ofrezcas a cambio un servicio determinado. Si tu servicio es deficiente, si el que te contrata no está contento con tu trabajo, si no tiene dinero y tiene que hacer recortes de personal, o si llega otra persona que hace lo mismo que tú mejor y más barato, el dueño de la empresa responde igual a como tú responderías. No se plantea “pobrecita la persona que va a dejar de cobrar este mes un cheque”. Se plantea qué es lo más inteligente que puede hacer con su tiempo y su dinero.

Es absurdo entonces pretender que el dueño de una compañía cargue con un empleado inútil de por vida, como si fuera un hijo suyo. Los empleados no son hijos de la empresa. El dueño no tiene por qué cargar con la responsabilidad de darle su sustento. El dueño y el empleado tienen una relación comercial, como la tendrías tú con Movistar, o como la tengo yo con la gente que me lleva el servidor.

Así que si no te gusta tu sueldo, si no te gusta tu trabajo, si no te gustan tus compañeros de trabajo, o si te acaban de despedir, sólo tienes dos cursos de acción responsables: o pactas con la realidad y aceptas tu trabajo de mierda, o buscas resolver el problema buscándote tú mismo tu sustento para no tener que depender de nadie más.

EL MITO DEL POBRE HUMILDE

La realidad es que hay gente que opta por un “trabajo seguro” porque saben que la otra opción requiere de un esfuerzo mayor. El esfuerzo que haces en una oficina es un esfuerzo ciego. No tienes que pensar, no tienes que calcular, y no tienes que arriesgarte porque tu futuro no es el que está en riesgo. Es el dueño de la empresa el que se arriesga por ti. No quiero decir que en un trabajo de oficina no tengas que pensar, sino que no tienes que pensar en tu propio futuro.

Otros optan por él para complacer a sus padres, por un sentido de obligación moral, o porque están convencidos de que es lo que “le tocó vivir”. Algunos incluso piensan que tener un puesto de trabajo en una empresa de prestigio los hace personas más distinguidas.

Estos trabajadores creen que son honestos y se escudan bajo la idea de que el dinero les disgusta. Piensa cuántas veces has escuchado decir “es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, a que un rico entre en el reino de los cielos”. Algunas veces lo disfrazan para que suene más moderno: “Los ricos son malos”. “No existe la fortuna honrada”. “Ningún rico cuenta cómo gano su primer millón”. Es reconfortante pensar de esta manera cuando no te quieres arriesgar. Si el rico es malo y tú te convences de que no quieres dinero, es fácil quedarte sentado en tu sillón.

No quiero decir que sea el caso de todos los trabajadores, si tú estás contento con tu trabajo de oficina me parece genial, siempre y cuando entiendas lo que estás poniendo en riesgo. Si entiendes que en un trabajo de oficina estás sacrificando la posibilidad de un futuro mejor, y de ser independiente a cambio de obtener la comodidad que te brinda, me parece responsable. Si tú sabes que la seguridad que ese empleo promete no es tal, es una decisión responsable. Eso sí, cuando las cosas no vayan bien y te encuentres en una situación incómoda recuerda lo que tú mismo decidiste sacrificar voluntariamente: el control de tu vida.

Lo único que necesitas para ser responsable es ser franco contigo mismo. No tienes que admitir lo que sientes frente a nadie, es un ejercicio para ti. Pregúntate qué es lo que quieres ser y en dónde quieres estar en un futuro. Pregúntate también qué cosas estás dispuesto a sacrificar, y si sientes que merece la pena. Cualquier respuesta franca es aceptable. Pero no te engañes a ti mismo desde la moral. No digas que has escogido ser un empleado porque no tienes otra opción, o porque “eres humilde”. No importa de dónde vengas, o cuales sean tus circunstancias, tienes la posibilidad de escoger.

El pobre que está descontento con su situación pero se rehusa a aceptar su responsabilidad es el pobre humilde. Se escuda detrás de la moral. Algunos pobres humildes se apuntan a partidos de izquierda porque así pueden relacionarse con otros como él, que desprecian el dinero y tienen altos ideales. Rodearse de gente así les permite perpetuarse en sus esquemas. La gente que desea salir adelante y trabajar para sí mismos son su mala conciencia. Por eso desprecian, insultan, y linchan a los que quieren destacar. Si nadie destaca todos podemos relajarnos en una cómoda mediocridad.

Pero todo esto es solo una farsa. A todos nos interesa el dinero. Absolutamente a todos. Sin el dinero es casi imposible mantenerse. El dinero es el que te da la comida, la ropa, la salud, y la seguridad. Nadie se somete a un trabajo de 8 horas en una oficina a cambio de un cheque si no le interesa el dinero.

El problema es que la persona pobre o de clase media no entiende el dinero. No sabe cómo producirlo, y piensa que es difícil de encontrar. Y como con todas las cosas, el hombre teme a lo que no conoce y por eso lo demoniza. Pero todos los temores se resuelven aprendiendo a manejar lo que no conoces. No hace falta aprender de finanzas, de cálculo, y de contabilidad. Basta con aprender ciertos principios fundamentales de cómo funciona el dinero para que todo cobre más sentido. Muchas de las ideas que la clase media tiene del dinero están equivocadas y por eso se mantienen allí.

Se puede ganar dinero ofreciendo algo útil a los demás. Que alguien tenga dinero no significa que te lo ha robado a ti. O que quiera robártelo. El dinero no es como una tarta que si alguien se come un pedazo tú puedes quedarte sin el tuyo. Si alguien va a la playa y se broncea y tu te miras a ti mismo y estás blanco, no significa que esa persona te ha robado los rayos del sol, significa que tú no fuiste a la playa ese día y él sí.

QUIÉN SE BENEFICIA

Siempre que hay alguna estructura social absurda que prevalece en el tiempo hay que preguntarse quién es el que se está beneficiando. Por lo general el beneficiario de ciertas costumbres es el principal responsable de fomentarlas. A veces el perjudicado contribuye a fomentarlas por su ignorancia, y eso es lo que suele pasar con ciertas políticas del gobierno.

Hay mecanismos que infantilizan a la sociedad. Más allá de lo que aprendes en la universidad (no cuestiones) o de lo que aprendes de tus padres (consigue un trabajo seguro) hay muchas formas en las que se fomenta activamente la irresponsabilidad en el ciudadano. Las ayudas a gente que no las necesita es un ejemplo clave de esto.

Conozco mucha gente que solía cobrar la ayuda joven del gobierno. La ayuda joven consistía en que si tienes menos de 30 años y un trabajo estable, el gobierno te ofrecía una ayuda para que pudieras pagar tu alquiler y así independizarte de tus padres. El joven acepta una ayuda de buena gana, después de todo, ¿a quién no le gusta que le regalen dinero? y en vez de buscar la forma de defenderse por sí mismo, usa al gobierno como una muleta.

Pero pensar durante dos minutos en este tema revela la incongruencia. ¿El gobierno te da dinero para que te independices de tus padres? Con una ayuda no te estás independizando, estás pasando tu dependencia de tus padres al gobierno.

El partido político ha obrado con las mismas estrategias que un camello. El gobierno de turno no te está dando una ayuda porque cree en ti como persona. La ayuda no te la dan por moral, ética, o ideales. El gobierno de turno te está dando una ayuda porque con ella se asegura tu voto. Las ayudas transforman a los electores en clientela.

Cuando delegas tu responsabilidad a otra persona le estás dando poder. El que quiere tener poder no quiere que pienses, no quiere que seas responsable, y no quiere que seas autosuficiente. Pero un país que funciona sólo se puede construir con gente que piensa, que trabaja, y que decide con responsabilidad.

CONTAR LOS POLLOS ANTES DE QUE NAZCAN

Hay un refrán que dice que no debes contar los pollos antes de que nazcan. Es una idea bastante antigua. Significa que no debes dar nada por sentado a futuro porque aunque creas que tienes todo en la mano, a veces ocurren imprevistos. Quizás no debes contar los pollos antes de que nazcan, pero si eres tú el que lleva la cesta, entonces sí puedes contar con los huevos para la tortilla de la cena. No es mucho, pero es una pequeña certeza que basta para mantener la frente en alto.

Ahora, si la cesta te la lleva otro, mejor será que tengas un menú alternativo porque no sabes si el otro va a tropezar, si se le caerá la cesta al suelo (adiós huevos), si los tirará por pura maldad (se han visto casos) o si los perderá por el camino (después de todo no son suyos). Aunque la persona a la que le confíes tu cesta tenga la mejor intención, no sabes lo que le puede ocurrir.

Cada mañana los empleados le dan su cesta al jefe, y cuando llega la hora de la cena y los huevos están rotos se enfadan con él. Algunos van a hacer una huelga. Solicitan de su gobierno que ponga leyes más duras para una mejor distribución de los huevos. Otros pasan del gobierno y van directamente a casa del jefe para romperle los huevos por su propia mano. El problema del empleado es que ha dejado su cesta en manos de otro. Si querías huevos para la cena, sólo tenías que llevar la cesta tú.

La respuesta responsable a este dilema es fácil: hay que seguir el camino del explorador. No busques moda en revistas de moda, ni historia en museos de historia. Busca el dinero en la calle y no en el cheque a fin de mes. Si quieres respuestas llanas a tus preguntas, busca un empleo, pero no esperes que ese empleo te sorprenda gratamente. Si lo que quieres es vivir bien, tienes que empezar por cambiar tu esquema mental. Hay que aprender sobre el dinero. Hay que planificar, y hay que arriesgarse. Si queremos romper el ciclo de trabajadores descontentos tenemos que empezar por desechar las estructuras mentales que nos están dejando atrás.

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