Hola, de nuevo

August 18, 2015

Es una especie muy particular de indecisión. Se siente como un temblor en la boca del estómago que sube hasta la garganta. Algunas veces es emocionante y me empuja a pulsar el gatillo. En otras ocasiones me echa para atrás.

Esa sensación me invade con especial frecuencia en mi relación con las demás personas, sobre todo cuando tengo que relacionarme con gente a la que no conozco, cuando tengo que llamar al banco, por ejemplo, o con gente que me importa mucho. Pero sobre todo me pasa con mi blog, con A70. Si me sigues desde hace tiempo conocerás la historia, si no da igual porque te la voy a contar.

Empecé a escribir aquí en un momento de mi vida en el que no tenía dirección: no sabía qué hacer ni a dónde ir. Tenía 24 años, me acababa de graduar de la universidad, no tenía trabajo, me había ido de casa de mis padres a un país extraño con 900 dólares en el bolsillo y sin un plan. Estaba perdida.

Este blog se convirtió en la única constante en mi vida. No importaba lo que estuviera haciendo, siempre podía escribir aquí. Daba igual la ciudad en la que estuviera, lo que estuviera pasando en mi vida, si tenía o no tenía un trabajo, o una idea de lo que quería hacer. El blog vivía en internet y podía escribir en él desde cualquier parte y en cualquier situación.

Escribí mucho, escribí cada día. Sobre cosas que me parecían interesantes, sobre cosas que me llamaban la atención, y también sobre mis deseos, sobre mis miedos, sobre las cosas que me hacían reir, y las que me hacían llorar. Cada vez que descubría algo sobre mí misma, o sobre las cosas que me rodeaban, lo compartía en A70 con total sinceridad. Y como estaba justamente pasando por un momento importante en mi vida, el momento en el que defines la persona que vas a ser, la mayoría de mis textos eran íntimos, me hacían vulnerable.

Al cabo de un año más o menos mi blog desató un fenómeno que no me esperaba y que me tomó por sorpresa: de la noche a la mañana mi blog se hizo tan popular que recibía cientos de miles de visitas cada semana, la gente comentaba en todos mis artículos, escribían sobre mí en sus blogs, hablaban sobre mí entre ellos en twitter, me pedían entrevistas por email, me invitaban a programas de radio, me ofrecían columnas en las revistas. No me lo esperaba y fue abrumador.

Recibí cientos de muestras de amistad. Gente que admiraba lo que hacía. Me contaban que mis artículos les gustaban, que encontraron alguno de ellos interesante, y de vez en cuando alguien decía que lo había inspirado a hacer cosas que de otra manera no hubieran hecho. Eso me hacía sentir bien.

Pero no todo el mundo me escribía por mis artículos. Muchos me escribían por mí como persona: para hablarme de mi aspecto físico, de mi vida personal, para juzgar mi carácter. Algunos me idolatraban, otros me odiaban. Ambos me hacían sentir fatal.

La gente que me odiaba escribía cientos de mensajes negativos cada día, sobre todo en Twitter, hablaban sobre mí en los peores términos y me mencionaban en sus discusiones de manera que me despertaba y tenía que leer toda la bilis de internet dirigida hacia mi persona con el desayuno.

Mi blog estaba en el pináculo de su popularidad y lo que sentía era mucha rabia. Porque cuando la gente me mencionaba en twitter para insultarme me sentía mal, pero cuando me mencionaban para aplaudirme a título personal también me sentía horrible. Me sentía como una impostora y cada vez que sonaba la alerta de twitter me daba ansiedad.

También me afectó ver cómo la popularidad de mi blog transformó mi relación con la gente que consideraba importante en mi vida: mis amigos, mi familia. Antes de que mi blog se hiciera popular, me sentía cómoda con ellos, las interacciones eran las mismas que había tenido siempre. Pero con el “boom” de mi blog la gente que me rodeaba no supo cómo tratarme. En lugar de continuar tratándome como siempre, las cosas cambiaron.

Muchos se alejaron de mí. Empezaron a tratarme como si no me conocieran. Otros se sentían incómodos con el hecho de que hablaba de cosas personales en el blog y sentía que podía hablar de ellos en cualquier momento. Me enteré por terceros que hubo algunos que dijeron que hacía mi blog por narcisismo, por notoriedad. Una persona cercana me preguntó si me creía Lady Gaga porque me hacía fotos para el blog. Da risa el comentario, pero en el momento me dolió que me lo dijera.

También pasó lo opuesto: gente que no me había escrito en años reapareció y me trataban como si fuese su mejor amiga. Imagino que eso es a lo que se refieren cuando dicen que alguien “te hace la pelota”. Me parecía todo artificial y raro, como si estuviera intentando conducir un camión en Berlin con un mapa de Miami

Como no supe manejar la atención de una masa tan grande de desconocidos, y tampoco supe cómo adaptarme a mi nueva relación con mis antiguos amigos, un día decidí irme de internet. Cerré el blog, cerré la cuenta de twitter, me fui de Facebook, lo abandoné todo. No quería saber más nada de internet porque el blog que comencé con tanta alegría, que mantuve durante años con tanta disciplina, en el que compartía todo con generosidad, que en su momento fue mi constante, se había transformado para mí en una fuente de tristeza, de ansiedad, y de culpa.

Así que me fui. Durante más de un año lo único que hubo por mi parte fue silencio absoluto. Al principio estaba dolida, la sensación era como si mi blog hubiese sido mi novio y hubiese terminado conmigo. Con el tiempo me fui sintiendo mejor, se disipó la ansiedad, recuperé la confianza en mí misma, y volví a escribir, aunque solo para mí.

Cuando me recuperé por completo, había días enteros en los que no pensaba ni un momento en el blog ni en nada de lo que pasó. Con el tiempo me di cuenta de lo fácil que es olvidarse de las cosas. Era como si lo del blog jamás hubiese ocurrido. Mantenerme al margen de todo era como reescribir la historia. Me di cuenta de que fue un error haberme ido.

Mi blog había sido importante para mí. Fue la primera cosa importante que hice en mi vida que me funcionó y lo conseguí a punta de trabajo duro. Me sentía muy orgullosa de eso, de todo lo que había escrito, de las cosas que conseguí con él, de los libros que escribí, de los amigos que hice gracias al blog. De toda la gente que me seguía por mis artículos. Y un día, así como me habían dado ganas de irme, me dieron ganas de regresar.

Pero para poder hacerlo, tenía que encontrar una manera de que internet no me rompiera el corazón una segunda vez. Después de darle muchas vueltas hice un pacto conmigo misma: iba a elegir un tema impersonal, y de eso hablaría. No me haría más fotos especialmente para el blog. Proyectaría una imagen seria, no mezclaría mis intimidades en los artículos, y no escribiría cada día. Escribiría una vez cada cierto tiempo cuando tuviera algo importante que decir.

Elegir el tema era lo más complicado. Aunque siempre me ha gustado mucho leer, no quería convertir A70 en ese blog masturbatorio que intercala poemas intensos con reseñas de Infinite Jest. Hay demasiados y todos son igual de insufribles. Tampoco llevo una vida de desenfreno juvenil para hablar de “la vida nocturna”. Creo que no hay nadie en todo internet que tenga hábitos más ancianos que los míos. Mi idea de viernes-noche es pedir sushi para llevar, comérmelo viendo alguna película de Jane Austen en Netflix Instant. Soy feliz.

Me gusta mucho cocinar, pero no me gusta hablar de recetas de cocina, me da pereza hacerle fotos a la comida, y difícilmente me daría por satisfecha a menos de que inventara yo las recetas…y aint nobody got time fo dat.

Me gusta la filosofía, la ética, y la política. Tres temas que son lo más alejado posible a escribir artículos personales. Tengo posturas definidas, siempre está pasando algo nuevo así que siempre hay temas sobre los que se puede escribir, y además considero que lo mejor que puede hacer una persona en este momento es retar la corrección política diciendo lo que todo el mundo piensa y nadie dice. Así que a eso me estuve dedicando durante los últimos dos años, poniendo un artículo nuevo cada cinco meses.

No me fue mal. La gente lee lo que escribo, les interesa lo que tengo que decir. Pero me parece que ahora sí estoy preparada para retomar las cosas donde las dejé y volver a escribir con periodicidad.

En este último mes he estado escribiendo casi todos los días y me siento muy bien. Esta es la primera vez que me atrevo a escribir sobre mí misma después de dos años. No sé si lo tomaré como costumbre, o si este será el único artículo personal, lo que quería era deciros “hola” de nuevo, “aquí estoy otra vez”.