Las reglas arbitrarias

December 15, 2011

A España se llega con expectativas. Las hay de muchas clases. Las expectativas prácticas: en ningún lugar se come mejor que en España. Las culturales: Barcelona es cosmopolita. Las mágicas: la vida en España es mejor. Las románticas: la mujer española. Las ingenuas: la Costa del Sol. Pero cuando vas a España por más de dos semanas y has vivido en otros países, las diferencias reales, las del día a día, son las que más sorprenden.

Vivir en España y acostumbrarte a ello es una tarea difícil si no naciste allí. Hay reglas sociales para todo y la gente está pendiente de que las cumplas. Pero es complicado no romper las reglas cuando no las sabes de antemano. Si quieres comprobar lo arbitrario que es, basta con que hagas un experimento muy simple: pide fresas en el mercado en el mes de agosto. Bastaría con que el frutero te explicara que en agosto no hay cosecha de fresas en España, pero cuando haces la pregunta en su cabeza ocurre una especie de cortocircuito: ¿Fresas? ¡¿En Agosto?! se voltea y mira a las demás clientas y todos se ríen de ti con condescendencia. Sal a la calle con botas después de abril y cuenta cuántas mujeres te miran raro. Ten cuidado de lo que pides en las mercerías, si quieres terciopelo no se te ocurra pedirlo antes de octubre.

Los restaurantes son su propia galaxia. Mejor no esperes ir a comer entre las 3 y las 8 de la noche porque aunque el lugar esté abierto, la cocina está cerrada. Si te apetece comer caracoles, no te equivoques: los caracoles sólo los puedes pedir en los meses sin R (mayo, junio, julio y agosto). Nadie te va a servir un pan tostado después de las 11 de la mañana. No importa de cuánto dinero dispongas, gastártelo es complicado porque las tiendas son entusiastas entregadas a las reglas arbitrarias: abren solamente de 10 a 1, y de 5 a 8. Todo está cerrado los sábados por la tarde los domingos y los días festivos así que si te quedas sin tampones un domingo no hay quien te saque del apuro.

El español está orgulloso de sus reglas. Está convencido de que sus reglas locales son realidades universales. Tiene un apego ciego a sus doctrinas que no he visto yo en ninguna otra parte. Se puede debatir si ese rasgo los ayuda a preservar su cultura o si es lo que los mantiene en el atraso. Lo que es definitivo es que el español no le da la bienvenida a lo nuevo, ni a lo diferente, el status quo es el estado ideal. Contradecir a un español en sus reglas, o sugerir que en otras partes del planeta se hace de manera diferente le produce una irritación que les cuesta mucho ocultar. La irritación no viene de que le has señalado una forma alternativa de hacer las cosas, sino de la vergüenza que le da afrontar la noción de que hay lugares fuera de España a los que no tiene acceso. Quizás le han mentido toda su vida, ¿puede ser que en España NO se viva mejor? Su vergüenza nace del pudor provinciano de admitir que es la Tierra la que gira alrededor del Sol y no al revés.