La historia de Cabeza de Condón

December 12th, 2017

Empezaré diciendo lo siguiente:

TODOS CONOCEMOS A UN CABEZA DE CONDÓN. Puede ser que el tuyo sea más cercano a ti de lo que crees, puede que tengas un Cabeza de Condón en tu propio entorno familiar o en tu círculo de amistades, de manera que, aunque esta historia trate sobre algo muy puntual, a saber: el destino de los 55 millones de dólares que presuntamente un político sindicalista le robó a un grupo de mineros en México hace unos años, en realidad es una historia universal como la Guerra y la Paz o El Corazón de las Tinieblas del que todos podemos extraer algo.

Alguno podría preguntarme en este punto, ¿qué te lleva a dejar constancia de este episodio casi 3 años después de que ocurriera? ¿Por qué no lo dejaste por escrito en el momento? ¿Por qué hablar de esto ahora y no después? Y tendría que responderle que es por un mero capricho del destino. Da la casualidad de que hoy justamente andando con alguien por las calles de Madrid me encontré con el siguiente escaparate/cartel perteneciente a un negocio a pie de calle:

“CEREAL HUNTERS” ponía en el escaparate y no pude evitar mirar hacia adentro del local a ver si lograba ver algo que me indicara de qué iba el asunto, si era realmente un restaurante dedicado a servirle a los clientes cereales o si sencillamente era un nombre desafortunado. Lo que vi fue una barra como de un bar y detrás una estantería con muchas de cajas de cereales. No lo pude ver tan claramente como en estas fotos que me proporcionó Google…

Bien, el restaurante era, en efecto, un restaurante dedicado exclusivamente a vender cereales con leche a sus clientes adultos. Puedes elegir el tipo de leche y la variedad de los cereales, te lo ponen en un bol. Se lo señalé a la persona con la que estaba y no tuve que señalar nada más porque conoce La Historia de Cabeza de Condón y sabía perfectamente qué era lo que estaba pensando. Que la idea de poner un restaurante de cereales sólo podría ocurrírsele a un Cabeza de Condón. Todo esto ocurrió en un paso de peatones con el semáforo en rojo. La tienda estaba en la otra acera, y detrás nuestro iba una pareja de turistas americanos que entre risas se preguntaban:

Mujer: “Is that a cereal restaurant?”
Hombre: “It looks like it!”
Mujer: “Can you make any money selling cereal like that?”
Hombre: “It seems like you can…?”

Los americanos que iban detrás se hacían las mismas preguntas que se haría cualquier persona normal: ¿cómo ganas dinero vendiendo bols de cereales en un restaurante?, ¿cómo pagas el alquiler de un restaurante a pie de calle vendiendo bols de cereales? Pero por mucho que tu sentido común te diga a gritos: “¡ES IMPOSIBLE! ¡UN RESTAURANTE DE CEREALES ES UNA PÉSIMA IDEA! ¡JAMÁS FUNCIONARÍA!” Ahí, en la acera de en frente, está la viva prueba de que sí es posible. Hay un restaurante que vende cereales, está abierto, tú no tienes un restaurante, así que tienes que terminar por aceptar que quizás no tienes olfato para los negocios o que un triunfador verdadero no tiene miedo de arriesgarse y tú sí y ese es todo tu problema.

Pero el problema no lo tienes tú. El problema es que no tienes todos los datos en la mano y con toda probabilidad el restaurante de cereales pertenece a un Cabeza de Condón. La diferencia entre tú y yo es que yo sé lo que es un Cabeza de Condón porque me he visto rodeada de Cabezas de Condón toda mi vida y tú no los conoces todavía, o al menos no has llegado a atar los cabos aún, por eso he tenido a bien escribir esto hoy y no ayer, y echaros a todos una mano a la hora de interpretar esos casos extraños, esos errores en la matriz que veis a vuestro alrededor y que no sabéis cómo explicar.

¿Qué es un Cabeza de Condón?

Para explicar lo que es un Cabeza de Condón tenemos que remontarnos a Enero de 2014. Fue el año en el que decidí irme de vacaciones a Canadá, puntualmente a Vancouver, a un loft que encontré a través de AirBnB. Era un lugar excepcional: era un loft verdadero, el edificio en el que estaba había sido construido en 1800 como almacén de una fábrica y había sido reconvertido en un edificio de apartamentos hace unos años respetando los espacios y la construcción original. Estaba ubicado en Gastown que según lo que había leído en internet era el barrio con más restaurantes y cafés de la ciudad, y el loft como tal era un ático de 200 metros con vistas a toda la ciudad de Vancouver y a Whistler (la montaña).

Aquí podéis ver un breve vídeo del loft que subió una inmobiliaria que lo vendía a Youtube:

Llegué a Vancouver en pleno invierno, sin ropa adecuada para tanto frío porque me habían dicho que Vancouver era una ciudad dentro de todo cálida para los estándares de Canadá, que en cuestiones de temperatura era parecida a Madrid (mentira) y con intenciones de quedarme solamente un mes.

No sé si conocéis cómo funciona AirBnB pero a veces la página tiene unas salidas perroflautiles, quieren que intimes con los dueños de los pisos, que no solo te hospedes sino que CREES AMIGOS allí a donde vas. A mí lo de crear amigos no me interesa, pero tuve suerte porque el dueño estaba de viaje y me dejó las llaves con otra persona que se limitó a explicarme para qué servía cada una.

La primera noche en Vancouver fue un poco rara, fui al supermercado más cercano que estaba lleno de yonquis (pero eso es un tema para otro post) y cuando regresé al loft me puse a revisarlo todo y encontré algunos libros que los dueños del piso habían dejado en las mesitas de noche… entre los títulos había varios libros comunistas incluyendo una especie de versión infantil ilustrada de El Capital de Marx (no es broma) y una tira de cómics de la lucha palestina.

Cuando faltaba una semana para que se terminaran mis vacaciones se me ocurrió que quizás podía quedarme en Vancouver un año más. Las razones:

1) La comunidad asiática en Vancouver y sus grandes restaurantes de ramen y sushi

2) La ciudad en sí es muy bonita si omites el East Side y su problema de yonquis chutándose en las esquinas.

3) Es mucho más sencillo que vivir en otras partes del mundo gracias a ciertas leyes que no viene a cuento discutir en este post.

En un principio busqué un piso en otra área de Vancouver porque Gastown resultó ser el área más hipster de todas, llena de restaurantes de cereales, de matrimonios homosexuales, yonquis chutándose y Cabezas de Condón. Pero nada de lo que vi me gustó más que el loft, así que contacté con el dueño para proponerle un trato, para hacer un contrato de alquiler mes a mes por un año. El dueño dijo que sí y se personó en el loft con una botella de vino de regalo para mí. La verdad es que fue un bonito gesto por su parte, en contraste con los malos tratos a los que me iba a someter después, pero eso es harina de otro costal. Le abrí la puerta a Ernesto Gomez Casso a las 9 PM:

Era un hombre en sus 30 vestido con un fular, un gorro de lana, y lo que parecía ser una chaqueta de terciopelo, que me contó que había estudiado para ser chef y por eso le había puesto una cocina gourmet al loft. Me contó que solía vivir con su mujer en el loft, pero después de divorciarse se había mudado a una casa en Kitsilano y que tenía otra en Yaletown. Que trabajaba diseñando menús (“¿se puede vivir de eso?” se preguntaría la pareja de americanos “pues parece que sí y muy bien” respondería el hombre) que administraba un restaurante libanés llamado Nuba cerca del loft, que además era DJ de música tropical. Firmamos el contrato y me dejó porque tenía prisa, se iba de viaje a no sé qué cabaña en no sé qué paraje y me dejó el contacto de Claudia, su ex-mujer, con quién tendría que hablar para lo que necesitara. Dejo por aquí alguna foto más que encontré por internet de su restaurante libanés:

A Claudia la conocí un tiempo después, me llamó porque quería llevarse unas cosas del loft. Era una chica simpática con un marcadísimo acento mexicano a la que todo “le daba pena”. Claudia llevaba unos leggins con calaveras, una camiseta negra y botas, el pelo rubio platino y tenía las uñas pintadas de varios colores distintos. Hablaba y fumaba sin parar. Me habló sobre su separación de Ernesto, que ahora vivía en otro loft muy cerca, que Ernesto la obligaba a llevar todos los temas del loft a través de AirBnB y que estaba muy contenta de poder alquilármelo por un año porque así podría irse de Vancouver a Europa, creo que era a Frankfurt, a hacer no sé qué curso de audio.

Fue ella la que me contó que estudió bellas artes en Vancouver para poder tener una visa de estudiante y permanecer de manera legal en el país y que Ernesto hizo lo mismo con sus cursos de chef. Cuando le pregunté a qué se dedicaba me contó que era representante de bandas de música independiente de la escena local (“¿se puede ganar dinero con eso?” “parece que sí”) También me habló largo y tendido del hotel quebrado que Ernesto y ella habían alquilado durante una temporada para hacer fiestas culturales temáticas y que al final tuvieron que abandonar porque no les funcionó.

Pues bien, tenía frente a mí a dos personas de 30 años que habían logrado hacerse con un loft de un millón de dólares, una casa en Kitsilano, una cadena de restaurantes libaneses, mientras trabajaban él diseñando menús y como DJ y ella representando bandas independientes de la escena local. Esta pareja, pensé en el momento, seguramente había heredado un patrimonio de sus respectivas familias, o les tocó la lotería, porque mi lógica me indicaba que una pareja no se puede comprar un apartamento de un millón de dólares diseñando menús.

Meses después a raiz de ciertas desaveniencias que quizás relataré más adelante, me dio por buscarlos en Google y lo que encontré fue muy interesante. Ni les había tocado la lotería ni eran herederos de un gran patrimonio familiar. Ernesto Gomez Casso es uno de los hijos de un político sindicalista mexicano llamado Napoleón Gómez Urrutia que tuvo que huir de México a Canadá como prófugo de la justicia porque lo acusaron de robarle 55 millones de euros de un fideicomiso a los mineros a los que se suponía que representaba. La Interpol llegó a involucrarse en algún punto de la historia.

El tema fue el siguiente… los mineros conformaron una empresa llamada Minera México. La empresa junto con el sindicato de mineros presidido por Napoleón Gómez Urrutia abrieron una cuenta en ScotiaBank con un fideicomiso correspondiente al 5% de las acciones de la empresa que era 55 millones de dólares y que en teoría se iba a dividir entre los miles de mineros que formaban parte de la empresa. El dinero, de la noche a la mañana desapareció y Minera México dijo que Napoleón Gómez Urrutia había liquidado la cuenta y se lo había llevado. Minera México demandó a Napoleón Gómez Urrutia y a ScotiaBank por dejarle retirar unos fondos que en teoría no podía retirar. Por su parte Napoleón Gómez Urrutia se declaraba inocente de todo cargo y decía que era una estrategia política en su contra, que había tenido que huir de México porque era un perseguido político de Vicente Fox.

Mientras todo esto se desenvolvía Napoleón Gómez Urrutia se mudó con su familia a Vancouver, escribió un libro contando su verdad, le compró al hijo un loft, una casa y una cadena de restaurantes libaneses, y publicó estas fotos en Facebook:

Años después de alguna forma que no entiendo muy bien, los abogados de este hombre consiguieron que tanto la compañía de los mineros como el Estado Mexicano retiraran todos los cargos en su contra. No llegaron a ir a un juicio, simplemente retiraron todos los cargos.

Los 55 millones de dólares nunca aparecieron y no se conoce el responsable de esa desaparición. Los mineros siguen enfadados y los mexicanos son expertos en lo que viene siendo el resentimiento y la venganza así que durante años acosaron a Ernesto Gomez Casso en internet hasta el punto de que tuvo que cerrar sus cuentas y ponerse otro nombre para evadirse de los trolls pero antes de que eso pasara un usuario de Twitter se creó una cuenta únicamente para cagarse en él y en su padre. Uno de los tweets en los que lo mencionaba tenía una foto de Ernesto con un gorro de lana y llevaba de título “CABEZA DE CONDÓN”. El tweet ha desaparecido, imagino que lo denunciaron cuando Twitter implementó lo del bullying, pero el gorro que Ernesto llevaba en esa foto era como este:

Al parecer es común en México llamar “Cabeza de Condón” al que usa este tipo de gorros de lana. Ernesto los usaba mucho y me dio tanta risa el insulto que pasé a llamarlo así en la intimidad.

No sé si su padre robó o no los 55 millones de dólares de los mineros, pero me parece un poco raro que una persona consiga tener tantas propiedades y empresas en otro país con un sueldo de sindicalista. Independientemente del origen del dinero de Cabeza de Condón, el punto de la historia no es ese, es que no le debe su riqueza o sus triunfos al trabajo sino que lo que tiene lo ha heredado y eso le ha dado la libertad de dedicarse a hacer lo que le place en todo momento porque no ha tenido que preocuparse por el dinero en toda su vida. Puede ser un artista, un DJ, un diseñador de menús. Puede darse el lujo de emprender y arriesgarse con ideas absurdas que no lo van a llevar a ninguna parte como alquilar el sótano de un hotel arruinado para hacer fiestas culturales, o abrir un restaurante de cereales. No tiene sentido común ni lo necesita, y posiblemente nunca te enteres de cuál es el verdadero objetivo detrás de la empresa que ha montado, bien pudiera ser conseguir una residencia a través de la inversión privada, como es el caso de Napoleón Gomez Urrutia que a día de hoy es ciudadano de Canadá gracias a sus inversiones en el país.

Ernesto no es el único Cabeza de Condón. Por alguna razón ese gorro de lana estaba muy de moda en Vancouver y puntualmente en Gastown entre los artistas jóvenes que no daban un palo al agua. Salías a la calle y te cruzabas con 5 o 6 de estos jóvenes artistas con gorros similares. Gastown también era el epicentro de los Cabezas de Condón empresarios, estaba lleno de restaurantes de cereales. Había una supuesta fábrica de pan en la esquina de en frente del loft, me entusiasmé cuando la vi pero solamente fabricaban un tipo de pan que además estaba asqueroso (se llama Sourdough y es un pan ácido). En la fábrica tenían 4 mesas y servían el pan ese con aguacate como si el aguacate fuese mantequilla. Los dueños del restaurante que además eran los que horneaban el pan llevaban gorros de Cabeza de Condón.

En la esquina siguiente había un bar que parecía soviético o más bien parecía el decorado de una película de Wes Anderson ambientada en la posguerra, en el que había unas fiambreras vacías y lo único que servían era sopas. Duró un mes. En frente de ese restaurante abrieron una carnicería en la que también había unas 50 máquinas de pinball antiguas para que jugaras una partida mientras te cortaban la carne y tampoco duró mucho.

Había una tienda exclusivamente de sombreros y otra llamada Litchfield en la que un mariquita con un corte de pelo nazi vendía toda clase de cachivaches de lujo: cuadernos de papel de arroz, tés caros, un kit para afeitarse como lo hacía tu abuelo, etc. El mariquita de Litchfield me enseñó un anillo de oro que llevaba en el meñique y me contó que era una reliquia, un anillo con el escudo de su familia. Semanas después caminando por otra calle de Gastown terminé frente a una joyería independiente en la que te fabricaban cualquier pieza de oro que quisieras si le llevabas el diseño y en el escaparate tenían la misma “reliquia familiar” que Litchfield llevaba en el meñique.

El edificio del loft también estaba lleno de Cabezas de Condón, en uno de los lofts de abajo vivía Tobías, un hombre de unos 30 años que de la mitad para abajo de la cabeza estaba rapado y se podía leer un tatuaje en su cuero cabelludo que ponía “FMILIA” de la mitad para arriba tenía el pelo largo y pintado de color negro cogido con un moño en la coronilla. Tenía un piercing de un diamante sobre el labio y túneles en las orejas. Era un inglés de profesión DJ y me contó que se enamoró de Vancouver y su madre le regaló el loft.

La de en frente tenía un loft tan grande como el que yo había alquilado pero decorado enteramente de blanco, se llamaba Jacqueline y tenía unos 50 años. No había dado un palo al agua en su vida pero según internet era una “consultora de moda”. Buscando en internet he dado con un anuncio de su loft que publicó en Craigslist:

Esta es la dueña:

Que podría parecer que se trata de una chica de 20 años algo alocada que se ríe en Facebook de que los vecinos hayan tenido que enviarle a la policía del ruido que hizo con su fiesta, pero no, la señora tiene por lo menos 50 años, es la del flequillo:

El otro ático le pertenecía a un fotógrafo que mandó a traer unas jardineras de aluminio especiales para montar huertos urbanos en el tejado donde pensaba sembrar todo tipo de hierbas aromáticas para su consumo personal.

Un Cabeza de Condón es difícil de identificar si lo ves por la calle porque no suelen llevar ropa de marca, al revés, suelen vestir con ropa barata en parte porque les gusta sentirse auténticos artistas, en parte porque no saben cuidar de sí mismos, y en parte porque sus padres posiblemente no les dan tanto dinero como para gastárselo en ropa cara. Sin embargo, aunque visten con ropa normal viven en apartamentos de 2 millones de euros que están a su nombre, tienen ocupaciones ridículas como profesor de yoga o diseñador de menús y cuando montan una empresa suelen terminar con restaurantes de cereales. La gente normal los ve y puede llegar a creer que se puede vivir muy bien del yoga o que montar una fábrica de panes que solo fabrica un tipo raro de pan es una ideaza de un millón de dólares.

Los Cabeza de Condón suelen vivir agobiados por sentimientos de culpa y angustias de todo tipo porque la relación con sus padres suele ser disfuncional. Los padres de estos especímenes por lo general también heredaron el dinero, no han dado un palo al agua y han dedicado su vida a administrarlo para que les dure, de manera que consideran que cualquier gasto de sus hijos es una carga para el patrimonio que podría llevarlos a tener que trabajar algún día. Por lo tanto la vida de artista de sus hijos les decepciona y les dan pocas libertades con el dinero a menos de que se trate de un inmueble. Por eso se suele dar el caso del Cabeza de Condón que tiene un loft de 800 mil euros a su nombre amueblado con muebles de Ikea y tiene que estar dándole al padre explicaciones por email de lo que está haciendo con el piso si no está viviendo en él, de ahí que lo alquile por AirBnB y ponga a la ex de encargada.

Cada vez que veas un negocio que no tiene ni pies ni cabeza y en el que ninguna persona en su sano juicio invertiría su dinero estás viendo un negocio de un Cabeza de Condón que posiblemente fracasará en menos de un año o se mantendrá abierto pero en números rojos porque cumple con una función que nada tiene que ver con lo que pone el escaparate.

Las estrellas son irrelevantes

August 12th, 2016

Si el tamaño importa o no eso ya depende del gusto de cada uno, y aunque no hablo por todos, mi opinión es siempre mejor y más importante que la de cualquiera de tus amigos. Así que hazme caso en esto: el tamaño importa, e importa mucho. Porque siendo igual todo lo demás, no es lo mismo ser un huésped entre 1000 que uno entre 10. Las posibilidades de que te vayas contento de un hotel son inversamente proporcionales al número de habitaciones de dicho hotel. Hay una diferencia de estilo entre un hotel pequeño y uno grande que va más allá de las grandes comodidades.

A mí el tamaño y disposición de las salas de conferencia me da igual, y también me dan igual los parques infantiles, si el hotel tiene 3 restaurantes y 2 piscinas o no. Entiendo que para alguien que viaja una sola vez al año las expectativas que tiene es que el hotel lo entretenga. Pero ese no es mi caso. Como viajo con frecuencia mi primera prioridad no es usar el hotel de parque de atracciones, sino “vivir” cómodamente en la ciudad a la que llego por el tiempo en el que esté allí. Para mí es mucho más importante el servicio y la atención del equipo del hotel que el número de restaurantes. Prefiero que un hotel tenga un buen servicio de lavandería y de tintorería a que tenga cócteles en la piscina.

Por esa razón, porque tal vez mis expectativas son diferentes a las de la mayoría de la gente, me cuesta encontrar un hotel con el que quede satisfecha si lo único que uso para guiarme son las reseñas que encuentro por internet. He aprendido que es más efectivo guiarme por el número de habitaciones y la ubicación del hotel que por las opiniones de la gente o las estrellas que tenga. Concretamente el tema de las estrellas puede llegar a confundirte porque las estrellas son una serie de categorías arbitrarias basadas en unos parámetros que raras veces se corresponden con lo que necesito y al que he aprendido a ignorar por completo.

Por esa razón he decidido explicaros un poco cómo elijo en qué hoteles quedarme y también hablaros un poco del hotel en el que me quedé en Madrid durante dos semanas porque fue estupendo y creo fielmente en el “ojo por ojo” o en el “hoy por ti y mañana por mí” que se traduce en que si tú me tratas bien hoy, mañana yo hablo de ti en A70 para que las multitudes te conozcan y posiblemente decidan quedarse en tu hotel cuando viajen a Madrid.

Prosigamos, la primera cuestión que hay que mirar cuando uno va a elegir un hotel es su ubicación. Es un criterio útil porque te permite, de un plumazo, descartar 9 de cada 10 hoteles de la ciudad a la que vas a ir. El área hay que elegirla con cuidado. Como nunca aprendí a conducir y los taxis no me gustan el radio de mi búsqueda se reduce al territorio que puedo cubrir cómodamente caminando. Me gusta estar en el centro. A veces puedo irme unas calles más allá, a un área más tranquila y verde, si estoy muy cansada y pretendo salir poco del hotel.

El hotel que elegí en Madrid fue The Principal Madrid. Lo elegí en principio porque está en la Gran Vía y aunque no es la zona en la que viviría, sí es una zona conveniente cuando voy de viaje por pocos días porque está cerca de todos los lugares a los que voy cuando me quedo en Madrid:

También ayudó el hecho de que me gustaron las fotos de las habitaciones que hicieron algunos turistas que se quedaron en The Principal Madrid y que encontré por internet. La suite tenía un área de “comedor” algo que valoro mucho porque significa que tiene una mesa grande y sillas cómodas donde puedo quedarme a “hacer clicks”. Como me trataron muy bien por teléfono cuando llamé a hacer la reserva no busqué más y allí me quedé

Lo que no esperaba al llegar a The Principal Madrid, después de 15 horas entre aviones y aeropuertos, es que la habitación iba a ser tan grande, tan cómoda, y con cuatro balcones con vista a la Gran Vía:

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Otra cosa que me pareció muy conveniente es que la cama de la suite está en otra habitación que sirve como dormitorio y donde también está el baño. El dormitorio está separado del salón por una puerta, y eso significa que cuando vienen a limpiar la habitación puedes quedarte adentro sin sentirte raro. Mientras limpian el área del salón te mudas a la habitación y cuando terminan con el salón regresas a la mesa y les dejas arreglar el dormitorio. La habitación tiene dos puertas de entrada independientes, una en el salón y otra en el dormitorio.

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A mí lo que más me gustó de The Principal Madrid fue la vista desde las 4 ventanas que daban a la terraza. El edificio Metrópolis tiene que ser uno de los edificios más fotogénicos de la Gran Vía, por cierto. La cúpula y las las intrincadas figuras de aves fénix y mujeres en los balcones son impresionantes.

Desde el dormitorio:
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Desde el salón:
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Lamentablemente en la terraza no se puede estar en verano porque el calor es mortal, así que sólo sirve para pasearse por allí y hacerse fotos para instagram (si es que tienes instagram, yo no tengo).

El equipo del hotel fue en su mayoría encantandor conmigo. Encontraban nuevas maneras de sorprenderme cada día, dejándome cosas en la habitación que había pedido días anteriores sin necesidad de tener que llamar al servicio de habitaciones. Si como yo eres de los que pide comida a la habitación con frecuencia, la carta 24 horas está bastante bien.

Quizás la única pega que le veo a The Principal Madrid es que a pesar de estar dos semanas y haberme quedado en la habitación más grande del hotel nunca pude cenar en el restaurante. Los desayunos estaban bastante bien y también me gustaron los postres que probé en el café del hotel:

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Lo de arriba era una versión “deconstruida” de la crema catalana, a mí por lo general la comida “de diseño” me echa para atrás porque me parece una cosa pomposa de hipster de Vancouver, pero tengo que admitir que esta crema catalana estaba buenísima. Por eso me apeteció cenar en el hotel, pero nunca pude hacerlo.

La primera vez que subí a “Ático” (así se llama el restaurante de The Principal Madrid) no pensé que iba a ser tan complicado. Me dijeron que sólo podría comer allí si reservaba sitio con antelación. Nunca antes me había pasado algo así en un hotel en el que me estuviera quedando. No tenía mucho sentido para mí que los propios huéspedes del hotel no pudieran cenar en el restaurante. Pero pensé que a lo mejor eso significaba que el restaurante era muy bueno. Así que intenté hacer una reserva para cenar allí alguna de las noches que me quedaban en el hotel, pero no hubo manera. Ni siquiera apuntándome en la lista de espera.

El último día me di cuenta de que el chef de Ático es Ramón Freixa y que el restaurante tiene dos estrellas Michelin. A mí las estrellas, como he dicho ya, me dan igual, para mí lo único que las estrellas Michelin significan es que no voy a poder comer en el restaurante del hotel en el que me estoy quedando. Una pena porque hubiese podido añadir más información a este post. Así que si alguna vez te quedas en The Principal Madrid ten en cuenta que es una tarea casi imposible cenar en el hotel y no tengo mucha idea de si merece la pena o no el trabajo de conseguir sitio para cenar allí.

Nota: el hotel The Principal Madrid no me pagó para que escribiese esta reseña. Digo esto para que nadie me envíe un email proponiéndome que participe en un evento, ofreciéndome una estancia gratis en su hotel o pidiéndome que haga una reseña sobre algún producto. No estoy en contra de que la gente haga eso, pero a mí no me gusta hacerlo.

Me cansé de la política

August 7th, 2016

Hace dos jueves tenía que hacer la compra en el supermercado y como iba distraída, llegué a la casa solamente con la mitad de las cosas que había puesto en la lista y con siete cosas más que no hacía falta comprar pero que me apeteció coger en el momento. El resultado fue que no pude cocinar lo que quería cocinar y tuvimos que pedir que nos trajeran comida a la casa. No es un drama, lo sé, pero este tipo de descuidos a veces tienen consecuencias menos agradables.

Desde fuera puede parecer que eso es lo que me pasa, que voy distraída. Que soy incapaz de concentrarme en lo que estoy haciendo. Pero yo que vivo dentro de mí sé que no tiene que ver con eso. No sufro de falta de atención sino de todo lo contrario, nunca he conocido a una persona que tenga la misma facilidad que yo para concentrarse en una misma cosa intinterrumpidamente. Lo que me ocurre es que sufro de hiperconcentración, me concentro tanto en lo que pasa en mi cabeza que el resto del mundo queda desconectado.

Cuando me hiperconcentro soy capaz de realizar tareas sencillas en piloto automático. Me he vuelto muy eficiente en eso. Dejo el volante a cargo de esa parte del cerebro menos especializada, esa que compartimos con los reptiles y que es capaz de ejecutar las tareas más simples. Así puedo pensar en lo que quiera y seguir siendo un ser humano funcional. Todas las tareas de mantenimiento las hace el reptil. Desde caminar hasta la tienda de la esquina, hasta ducharme o lavar los platos.

El reptil es bueno en eso, en ejecutar tareas aburridas y repetitivas. Pero el reptil, como todo animal, no es demasiado listo y sobre todo le cuesta un enorme trabajo recordar lo que hizo ayer. Al reptil puede, por ejemplo, parecerle una buena idea poner las gafas de sol en el congelador momentáneamente porque tiene las manos ocupadas poniendo algo adentro y cree que las recogerá ahora mismo cuando termine. Pero en el tiempo que le lleva guardar las cosas se le olvida y allí las deja. Días después, cuando me he convencido de que perdí mis gafas por la calle, estoy llenando mi vaso con hielo, cogiéndolos con la mano, y toco el borde de algo duro, la pata de unas gafas de sol. ¿Cuándo las puse allí? No podría decirlo porque no fui yo quién las dejó allí.

Pero la hiperconcentración no es ilimitada. Cuando considero que domino un problema y que he puesto todas las piezas en su lugar el tema deja de interesarme. Me aburro. No puedo concentrarme en cosas que ya no me interesan así que las descarto. Casi siempre ocurre antes de que pueda considerarme una experta en la materia. A mi cerebro le basta con saber que entiende algo a grandes rasgos y que si quisiera podría dominarlo a la perfección. Pero no le hace falta llegar hasta allí.

Por esa razón, por la pérdida de interés, el tema de mi blog ha cambiado varias veces y ha abarcado cosas que no tienen mucha relación entre sí. Muchos de mis intereses han quedado por fuera, claro, sólo he escrito las cosas que considero que merece la pena compartir. Pero el caso es que tengo que confesaros que la política ha perdido el interés para mí y se ha convertido en una tarea algo aburrida. Sigo viendo lo que pasa con los mismos ojos, mis opiniones no han cambiado, pero llegué a la cima de la curva de aprendizaje y ya no me parece un reto. Quizás también tenga algo que ver con el hecho de que considero mi misión como cumplida ahora que Podemos renunció a su Revolución.

Me da cierta satisfacción pensar que la derrota de Podemos nació en mi blog aunque nadie tenga el coraje suficiente como para admitirlo en público. Me da orgullo el hecho de que la gente sabe que fui la primera y la más importante porque supe identificar a Podemos como comunistas desde el primer día, en Julio de 2014, cuando todavía todos los periodistas estaban obnubilados con el poder de oratoria de Pablo Iglesias y hasta la derecha les hacía la pelota. La que le dio al periodismo el ángulo desde el cual atacarlos fui yo, y hasta ayer todos los periódicos y sus periodistas no hacían otra cosa que pellizcar de aquí y de allí trozos no sólo de mi artículo de Julio de 2014 sino también de todo lo que he escrito después. No me importa que no me lo reconozcan, a mí me basta con saber que ellos lo saben, que Podemos lo sabe, que quienes me leen lo saben, y que puedo regresar a España cuando quiera sin miedo a que una debacle comunista se trague al país. Estoy segura de que si yo no hubiese escrito esos artículos, si no hubiese contado lo que conté en twitter, si no hubiese grabado esos videos y los hubiese puesto en Youtube, ningún periodista se hubiese dado a la tarea de relacionar a Pablo Iglesias con Venezuela de la manera en la que yo lo hice, ni hubiesen hecho todo lo que hicieron por quitarlos de allí. Así que esta victoria es en gran medida mía y todavía la estoy celebrando.

También me da satisfacción ver cómo desde hace dos o tres meses los periodistas que me copiaban todo lo que escribía aquí sin pudor alguno no saben qué decir. Están perdidos. Los veo apoyando a Hillary Clinton, shilling for hill, “so sad!” como diría Trump. Será divertido verlos patinar a medida que avanza la campaña y empezar a desdecirse en unos meses. Podemos apostar vosotros y yo sobre quién será el primero en apoyar a Trump públicamente y cómo lo hará mirando para otro lado, sin mencionar jamás el hecho de que meses antes lo acusó de ser un supremacista en público. Va a ser divertido verlo, pero no sé si voy a llegar a enterarme porque ya no leo sobre política, me aburre. Avisadme por email cuando el primero se desdiga.

Pero el hecho es que esa fue la razón por la que decidí tomar una pausa y volver a plantearme qué es lo que me apetece contar. La política es aburrida porque estoy aprendiendo otras cosas que absorben 90% del espacio en mi cerebro pero no son temas que interesen para mi blog. Creo que en este momento lo que más me gustaría es hablar de temas ligeros y alegres, de cosas divertidas. A veces bromeo cuando hablo de mi supuesto exilio político a Miami Beach, da risa, pero en realidad tengo que admitir que sí estaba asustada, estaba preocupada. Si Podemos hubiese ganado las elecciones no hubiese podido regresar a España nunca más. Ahora que todo eso ha pasado puedo volver a lo que me gusta que es mi tranquilidad, y mis cosas.

Así que lo primero que voy a hacer es contaros algunas cosas divertidas, sobre qué es lo que estoy haciendo en Japón, sobre el hotel en el que me quedé en Madrid, cosas que veo y que me gustan o me entretienen. No solo puedo poner más fotos y es divertido, sino que además creo que ahora que sabemos que el peligro ha pasado, es un buen momento para cambiar el cassette, ser optimistas y empezar una nueva etapa con buen pie, sin el peso muerto de la política, y con ánimo de probar cosas nuevas.

Mi opinión sincera sobre Madrid

August 4th, 2016

A mí me hubiese bastado con que fuese limpia y ordenada. Era suficiente con eso, no hacía falta que además la gente fuese noble. Y si su gente era noble eso también me hubiese bastado aunque la comida no fuese espectacular. Me hubiese ido contenta. Y si sólo fuese lo buena que está la comida también hubiese sido suficiente para mí. No hacía falta que además el hotel y todos sus empleados hubiesen sido tan magnánimos conmigo.

Pero Madrid no se conforma con agradar. Todo el mundo parece querer ir más allá y por eso Madrid es una ciudad que se hace indispensable y a la que siempre quieres regresar. He estado en casi todas las grandes ciudades y en Madrid me he querido quedar a vivir.

Ya hemos hablado de esto, pero una cosa que sorprende cuando vives en Estados Unidos es ver lo que los medios españoles consideran que es “información” con respecto a las cosas que pasan allí, te sorprende lo fértil de su imaginación. Los episodios de supuesta actualidad americana que inventan y que nunca ocurrieron, las interpretaciones que hacen que son tan retorcidas que no concuerdan con la realidad, y en fin la mezcla de leyendas urbanas y malas traducciones. Son todos, ¿eh? No se salva ni uno solo, no hay un sólo periodista que diga algo verdadero o con sentido sobre Estados Unidos en España. A lo más que llega alguno es a traducir letra por letra lo que publicó ayer en el New York Times sin quitarle el sesgo de su línea editorial. Sorprende, pero lo justificas creyendo que se trata de errores. Es que no entienden el idioma, te dices a ti mismo, es que no conocen el contexto.

Crees que sobre España los periodistas españoles sí tienen que saber qué es lo que está pasando e informar con la verdad. No hay una barrera idiomática, está pasando en su “barrio”, no hay ninguna razón, ninguna excusa, para contar algo diferente de la realidad. Y cuando llegas a España después de varios meses y ves que lo que te rodea no se parece en nada a la imagen que han venido dando los periódicos españoles sobre el país te empiezas a preguntar cuál podría ser la intención de mentir de esta manera. Un simple error claramente no puede ser. Así que después de pensar largamente en esto tengo muchas cosas que deciros a los periodistas de un bando y del otro: si tuviera que juzgar por lo que escribís en vuestros periódicos no hubiese regresado a Madrid.

Hasta hace poco los de un bando no se cansaban de repetir que hay niños hambrientos en Madrid, y familias que se ven empujadas a comer de las basuras. Los otros afirman que la gestión de Manuela Carmena tiene a Madrid hecha pedazos, que la ciudad está sucia y que la basura se apila en las aceras porque no la recoge. En parte me lo creí, creí las dos versiones, y por eso la imagen que tenía de Madrid es que habían montañas de basura por las calles y familias y niños por encima alimentándose de ellas.

Estáis todos equivocados, lo que repetís es una larga retahíla de mentiras y flaco favor le hacéis a Madrid. Madrid es una gran ciudad, donde la gente vive bien. La ciudad está limpia, no hay familias buscando en los contenedores ni niños hambrientos por las calles. Todo lo contrario, las mesas de los restaurantes están llenas de familias españolas que salen a comer, y las tiendas están llenas de gente comprando. Si desde afuera lo único que se ve es lo que publicáis en la versión digital de vuestros periódicos ¿cuánta gente no habrá que como yo, creyéndose las fábulas que sin pudor alguno publicáis, decida no poner un pie en Madrid?

Si hubiese tenido la intención de invertir dinero jamás lo hubiese hecho en Madrid si hubiese tenido que juzgar la situación de la ciudad y del país entero desde afuera a partir de lo que escribís. ¿Cuántas empresas no habrá que después de leer las mentiras que publicáis haya pasado de invertir en España? ¿Cuántos se habrán llevado su dinero a otra parte? ¿Cuántos turistas habrán decidido ir a Paris o a Roma en lugar de ir a Madrid? Todo gracias a vuestra labor de desinformación. Quizás la razón, la intención de crear este mal ambiente sea el hecho de que la tragedia vende, que os genera un mayor número de clicks que después podéis enseñar a los cuatro despistados que os pagan las cuentas y a los que llamáis “inversores” para seguir justificando las pérdidas.

Pero aquí el que paga verdaderamente los excesos de este periodismo de fábula no son los inversores sino los ciudadanos españoles que tienen que tolerar que los medios pinten un retrato retorcido y fantasioso de su país, en tonos de negro y nada fiel a la realidad. Que sin saberlo están perdiendo oportunidades de todos los que creen en estas fábulas y que por ese motivo no invirtieron, no viajaron, y no pusieron un pie en Madrid. Las pérdidas existen pero son invisibles, es lo que nunca sucedió y por eso nunca sabremos a cuánto ascienden: ¿cuántos fueron los puestos de empleo que se hubiesen creado, pero que jamás se crearon?, ¿cuánto fue el dinero que los turistas se hubiesen dejado pero no se dejaron en restaurantes, tiendas y hoteles? ¿Qué precio le ponemos a la mala imagen de Madrid que fomentáis en el resto del mundo?

Los culpables sois todos por igual: periodistas, políticos, y agitadores. De un bando y del otro. Todos. Sois todos unos sinvergüenzas que hacéis de la mentira vuestro principal producto. Los periodistas por la competencia de popularidad que tenéis entre vosotros en las redacciones que ponéis España por los suelos porque ahora, al parecer, el éxito profesional se mide en portadas de una página que se llama Menéame.

Los políticos sois culpables porque usáis España como excusa para acusaros los unos a los otros de las más terribles negligencias, excesos, y olvidos; y no os importa llevarosla por delante si eso garantiza que le quitaréis un par de puntos de popularidad en las encuestas al partido enemigo. Sois como esos padres divorciados que utilizan al hijo para insultarse entre sí: “este niño es un desastre por tu culpa”.

Los agitadores que hacéis esto gratis en Twitter sois posiblemente los peores porque siendo parte del grupo de los más afectados por todo esto sois quienes validáis estas leyendas, las dais como ciertas y contribuís a hacer el bulo todavía más grande en las redes sociales. Sois el peor grupo porque ni siquiera ganáis dinero o acceso al poder con esto. Lo hacéis puramente por ego, por retweets.

Me he ido de Madrid pero volveré en un par de meses para quedarme. Sé que os debo unas cuantas fotos y también prometí que hablaría del hotel cuando me fuese. Será en el próximo post.

Madrid

July 31st, 2016

Hasta al desertar es mejor estar de este lado de la acera. La libertad en el exilio no viene a costa de hacerse fotos de agradecimiento con las cabezas del Partido, fingir que se está muy bien en la Madre Rusia a 20 bajo cero comiendo patatas con patatas y sopa de guisantes. No viene a costa de servir de trofeo.

Incluso en el tema de asilarnos lo hacemos mejor que los comunistas, no hay duda alguna de ello. Desertamos a Nueva York, Miami, o a Los Ángeles, se hace el exilio en Asia, se va uno a Tokio o a Hong Kong. Puedes elegir casi cualquier país civilizado sin el inconveniente de tener que posar para la foto de nadie.

Pero siempre es bueno regresar a casa, y ahora que Podemos tiró la toalla definitivamente y renunció a su Revolución puedo dar por concluido mi exilio político en Miami Beach. Fue un buen exilio, no puedo quejarme. Fui mucho a la playa, en Miami hay sol todo el año. Tiendas, mujeres guapas patinando en bikini por Ocean Drive. La comida regular, pero el sushi no está mal y uno se adapta.

En Madrid llevo diez días y no camino, estoy flotando en una nube. No es por melancolía, por aquello de que en la lejanía los defectos se olvidan y todo se recuerda con mejor luz. Eso pasa, claro que sí, pero no es eso. Es por el gran contraste que hay entre la realidad de Madrid y lo que uno llega a creerse cuando sólo tienes contacto con España a través de internet.

Empiezas a creer, por ejemplo, que Twitter es un reflejo fiel de lo que España es en realidad y crees que lo que escribe la gente en twitter es lo que piensa la gente de la calle. Te imaginas que todo Madrid es así, que por la Gran Vía solo caminan estudiantes de la Complutense, quinceañeras feministas, niños hambrientos, y desempleados. Que estamos al borde de la Revolución y en breve tendremos colas para comprar el pan.

La alegría que te entra cuando llegas a Madrid es producto en parte del contraste. El centro de Madrid está limpio y en sus calles camina gente limpia. Gente decente. Gente con un oficio conocido, que se peina antes de salir de su casa, que se viste bien. Gente que trabaja o que estudia carreras de verdad como medicina o ingeniería. Familias que pasean con sus hijos por la tarde, gente que quiere vivir en paz.

Vi muchas banderas de España colgando de los balcones en el centro de Madrid y ni una sola alusión a Podemos. La conclusión es que no debo pisar Twitter nunca más, ni para escribir ni para leer lo que ponen otros. Twitter es una realidad virtual, una especie de “skin” comunista que se le aplica a España y de repente empiezas a verlo todo en tonos de rojo, te asustas. Pero es solamente Twitter. Basta con irte de allí.

Las razones por las que me encuentro tan a gusto aquí seguramente tendrán que ver también con motivos superficiales. La comida, por ejemplo. La comida está buenísima. Me he hartado de gambas, arroz, churros, de bocadillos de jamón y horchata. Es posible que exista algún lugar en el mundo en el que se coma mejor que en Madrid pero yo no lo conozco. El hotel es también una maravilla, te atienden con una increíble atención al detalle, recuerdan tus gustos y tus manías, y al tercer día ya no tienes ni que pedirles nada, se adelantan a tus deseos, te lo traen por su propio pie. Como quise entrar por la puerta grande reservé la habitación más cara del hotel. El día que me vaya pondré fotos del lugar para evitar el riesgo de que se me presente algún pesado en la puerta queriendo conocerme, hacerme fotos, pedirme un autógrafo, o algún confundido queriendo sentarse a tomar un café conmigo.