Por qué no publiqué con Planeta
January 1, 1970Hay 3 tipos de autores: los que escriben por amor al lenguaje, los que escriben por amor a la vida, y los que escriben por amor a los libros.
Yo siempre he sido del último tipo. Desde que aprendí a leer mi pasión han sido los libros. Mis regalos de cumpleaños y de Hannukah eran siempre libros. Uno de los regalos que recuerdo con más cariño fue la colección Planeta de Julio Verne que me regaló mi padre cuando tenía ocho años. Los leí todos y desde entonces no he dejado de leer.
Así que cuando la editora de no-ficción de la Editorial Planeta me contactó para publicar mi libro, me hizo mucha ilusión.
* El email es de Mayo. Ella se refería a La Vida Simple, un libro que estaba escribiendo y que había comenzado a vender en preventa a mis lectores en Marzo. Para el momento en el que recibí este email había vendido más de 9 mil copias.
Nos reunimos en Madrid y quiero contaros la historia porque además de ser divertida, es un perfecto ejemplo de por qué el mundo de hoy es incompatible con el mundo antiguo al que pertenecen las editoriales y donde (para bien o para mal) van a quedarse.
Nos reunimos en el Café del Espejo, Paseo de Recoletos. El local estaba vacío así que cogí la mesa junto al cristal que da a la calle. Lo único que sabía era que querían publicar mi libro, y poco más, así que estaba llena de expectativas. Pedí un agua con gas mientras esperaba a la editora. Después de un rato llegó, se sentó, se presentó y me dijo: Bueno, cuéntame.
Bueno, cuéntame es una manera rara de comenzar una reunión que tú has concertado. Quiero decir, que si la editora me contactó a mí y me pidió que me reuniera con ella lo lógico era que la que me propusiera algo fuese ella a mí, no yo a ella. Me quedé desconcertada. No sé cuántas vueltas me dio, porque cuando salí de la reunión tenía la cabeza como un bombo y no recordaba ni de qué habíamos hablado. No tenía una idea clara de lo que Planeta quería, pero en la hora que duró la reunión y sin saber cómo, me había comprometido a enviarle a la editora todo lo que me pidió:
a) Estadísticas de las visitas de mi blog.
b) Unos párrafos detallando el tema del libro.
c) Un capítulo del libro.
d) Tabla de contenidos del libro.
e) Las preguntas y los comentarios que me habían estado haciendo los lectores de la preventa por email.
De vuelta en el hotel, le comenté a Isra lo que había pasado. Me dijo: Si alguien quiere hacer un negocio contigo no te marea. Si le da vueltas al asunto sin llegar a nada en concreto te está mareando, al final no vas a sacar nada en claro, y te va a hacer perder tu tiempo. Lo llamé pesimista.
Le escribí a la editora para enviarle algunas de las cosas que me pidió y le dije que mi idea de trabajar con Planeta era cederles los derechos sobre la versión impresa del libro, pero conservar los derechos sobre el ebook para mí.
Mi idea era que los dos nos podíamos beneficiar con un acuerdo como ese: Planeta sacaría ganancias de lo que se vendiera en las librerías y cautivaría nuevo público que de otra manera no hubiese llegado a conocer mi blog, a cambio yo seguiría promocionando el libro a través de internet que es lo que sé hacer bien y muchos de mis lectores comprarían la versión impresa del libro a Planeta. Ese hubiese sido un plan simbiótico en el que los dos nos beneficiaríamos mutuamente haciendo lo que cada uno sabe hacer. Win-win.
Había razones por las que no era sensato ceder a Planeta los derechos del ebook. En primer lugar, porque tenía en marcha un proyecto en el que habían apostado más de 9 mil personas para ese momento, una comunidad de lectores que querían tener una relación conmigo y con lo que escribo, no una relación con Planeta.
En segundo lugar, porque, como le dije a la editora, en dos meses, y sin publicar el libro ya estaba viviendo de la escritura trabajando directamente con mis lectores, sin utilizar ninguna editorial como intermediario. Había tardado casi tres años en conseguirlo ¿Por qué iba a cambiar lo que tenía por un trato con una editorial?
La editora me dijo que sin cederle los derechos del ebook no podíamos llegar a un acuerdo así que lo dejamos así.
A veces pasan estas cosas, a veces hay algo que a uno le hace ilusión pero para poder hacerlo tienes que ceder algo que es más valioso que lo que te están ofreciendo y decides que es mejor no hacer nada. Es una lástima, pero así funcionan los intercambios.
Fueron pasando los meses y más gente fue comprando el libro. En Noviembre ya eran 30 mil los que lo habían comprado en preventa. El libro había generado el suficiente dinero como para mantenerme durante un año y dedicarme a escribir sin tener que preocuparme por nada más. Así que una tarde cuando estaba corrigiendo y editando el libro, pensé en la ilusión que me hacía tener un libro impreso con mi nombre en la portada y el sello de Planeta. Me imaginé poniéndolo en el estante de mi biblioteca junto a los libros de Julio Verne, y le volví a escribir.
Le dije que si todavía estaban interesados estaba dispuesta a cederles el derecho de los ebooks. Pensé que era una buena idea porque ya había vendido muchas copias por mi cuenta, las suficientes como para poder trabajar tranquila en otros proyectos. Pensé: I *can* have the cake and eat it too.
Así que volvimos a negociar y esta vez logré que me hicieran una propuesta clara. Esta fue la oferta final de Planeta después de meses de negociar:
Entiendo que las editoriales ofrezcan poco a los autores por editar sus libros en papel, después de todo la editorial es la que asume el riesgo: tiene que hacer gastos de materiales, impresión, publicidad, distribución, sin contar lo que tiene que pagarle a su plantilla, total, que el autor deja el riesgo de la empresa en manos de Planeta y a cambio recibe un pequeño porcentaje de las ganancias, vale. Lo absurdo es que hagan lo mismo con la versión digital. ¿Cuál es el riesgo que una editorial asume con la versión digital de un libro? No hay gastos de materiales, ni de impresión, ni de distribución, ni de marketing así que si el libro no se vende, la editorial no pierde nada y si logra venderlo son puras ganancias.
Uno podría pensar que para un autor que no conoce internet y que no tiene un blog, vender los derechos del ebook a Planeta a cambio de 25% es sensato. Después de todo sería Planeta la encargada de hacerle promoción. El problema es que con el sistema que Planeta usa para vender sus libros dudo que estén a la altura de la competencia, que si alguien cae en la página en la que venden sus ebooks (planetadelibros.com) es porque se equivoca. Si un autor no vende por su propio pie en internet, no va a vender con el respaldo de Planeta.
Para un autor desconocido en internet es más inteligente poner a vender su ebook a través de Amazon y explicaré por qué. En primer lugar Amazon te da el 70% de las ganancias. Sí, EL SETENTA POR CIENTO. Eso es casi 3 veces lo que te da Planeta. Pero además Amazon es un supermercado, la gente entra para llevarse algo y muchas veces se lleva otras cosas, tienes más posibilidades de vender por rebote en Amazon que en cualquier otro lugar, es difícil comparar las ventajas que tiene vender a través de Amazon con las que tiene vender con Planeta porque no están en ligas diferentes, están en universos diferentes. Nadie que tiene la posibilidad de vender por Amazon debería plantearse si quiera la idea de vender a través de Planeta.
Eso si eres un desconocido, si eres famoso fuera de internet también te conviene vender a través de Amazon. Piensa como lo hace el usuario medio de internet: si quiero comprar un libro de Boris Izaguirre tengo dos opciones: o busco su nombre y apellido en Google, o lo busco en Amazon. Lo que no voy a hacer es pensar ¿En qué editorial salió el libro de Boris? Ah, Editorial Planeta bajo el sello equis. Voy a ir a la página planetadelibros.com a comprarlo Planeta está llevado por editores que, al igual que la que me contactó a mí, ni siquiera tienen un smartphone y en lugar de asesorarse con gente que entiende de internet y beneficiarse de lo que saben hacer lo que buscan es asfixiar a la gallina de los huevos de oro.
Al lado de Amazon la editorial Planeta lo tiene muy difícil, lo que pueden hacer para intentar vender más es usar caras conocidas para atraer gente a su tienda online. La editorial busca bloggers, gente que ya tiene un nombre en internet y una base de lectores. imagina que hay un blogger popular, vamos a llamarlo Andrés que ha logrado tener un grupo consistente de seguidores. Lo que Planeta quiere hacer es coger lo que Andrés escribe, vendérselo a los lectores de Andrés, usando el blog de Andrés como medio publicitario y darle a Andres 25% de las ganancias. No hay que ser muy listo para darse cuenta de que aquí hay algo que no funciona cuando la editorial no pone nada, ni siquiera absorbe el riesgo y le deja al que pone todo un 25% nada más. Si la editorial no estuvo ahí para trabajar contigo y no te ayudó a formar tu audiencia ¿Por qué vas a repartirte con ellos el fruto de tu esfuerzo? En especial cuando lo único que tienes que hacer es venderlo en tu página y quedarte con el 100% de las ganancias.
Si no existiese internet no tendrías más remedio que ponerte en manos de Planeta o de cualquier otra editorial porque ellos serían los que tendrían los clientes y porque si no existieran los ebooks no podrías producir el libro tú sólo. Pero hoy en día con internet no tiene sentido venderle tu trabajo a un intermediario que te va a dar una mínima fracción de las ganancias si puedes venderlo por tu cuenta y quedarte con todo el producto de tu trabajo. Si la editorial no edita el libro, no trae clientes porque los traes tú, no publicita porque eso lo hace tu blog (y eso es tan así que si tu blog no tiene tráfico no se hubieran interesado por ti, por eso te piden las estadísticas del blog), ni distribuye porque no es un libro físico y no hay nada que distribuir, ¿qué es lo que hace? Lo que venden las editoriales a los autores hoy en día es un carnet de escritor. Es el sello que va en la portada. Es la sensación de ser un escritor reconocido por una editorial.
Planeta tiene todo el derecho de proceder como les de la gana, después de todo son una empresa y no una ONG, así que pueden comprar manuscritos, o ebooks al precio que quieran si la gente se los vende. Lo que hay que preguntarse es si uno está dispuesto a ser ese autor. A ser el autor que vende su trabajo de años a cambio de migajas, si uno quiere ser el autor que recibe órdenes de una editorial que te quiere hacer pasar por el aro veinte veces para darte una propuesta firme, si uno quiere darle tres cuartas partes del producto de tu esfuerzo a otro a cambio de nada (literalmente).
Yo fui ese autor. Acepté las condiciones de la editorial porque por un momento dejé a un lado mi sentido común. Me traicioné haciéndome creer que como mi interés con Planeta no era ganar dinero, entonces era un proyecto noble. Lo que quería en el fondo era la satisfacción infantil de ver La Vida Simple en las librerías y quería hacerlo aunque eso me costara los derechos del ebook. Era por ego, por no lograr desprenderme del todo de los símbolos de éxito con los que crecí.
Cuando dije que sí la editora me habló de firmar el contrato, de enviármelo por correo, y agregó un par de frases que me hicieron entender que ella asumió que como yo le estaba diciendo que sí a su propuesta eso significaba algo más, algo que ella no puso entre las cláusulas que me envió y que por lo tanto yo no había aceptado. Ella puso en el correo entre líneas que Planeta podría enviarle el libro por email a la gente que ya lo había comprado en preventa a través de mi blog y lo dijo de tal manera que parecía algo natural. Es decir, la editora me escribió entrelíneas que Planeta quería editar el libro en PDF, y enviárselo a las 30 mil personas que me lo habían comprado a mí a través de mi blog como si eso fuese el siguiente paso lógico para poder firmar el contrato.
Yo no tengo agente literario porque como dije antes no creo en los intermediarios, pero sí tengo una brújula ética y lo que Planeta insinuaba no me parecía correcto.
Me respondió de inmediato para cancelar todo el proyecto. Me dio una excusa ilógica para hacerlo mezclando la crisis con el hecho de que ya he vendido demasiados libros y con la idea de que ya no les parecía rentable. Lo curioso no era tanto la tónica del email, sino el hecho de que el número de libros vendidos era el mismo que los días anteriores cuando me hizo la propuesta y la crisis estaba ahí desde el 2007. Horas más tarde bajo las mismas condiciones, el mismo libro ahora no era rentable. Lo único que había cambiado entre el email anterior y ese fue mi aclaratoria de que no les iba a dejar enviar por mí los 30 mil libros que ya me habían comprado mis lectores a través de mi blog y por lo tanto esos 30 mil lectores míos no iban a pasar a ser “clientes” de Planeta.
Lo que voy a decir es sólo una impresión mía: creo que es probable que el interés de Planeta no fuese tanto publicar el libro, sino tener acceso a mis lectores. Si ellos enviaban a mis lectores el ebook por email, mis 30 mil lectores pasaban a ser automáticamente 30 mil clientes en la base de datos de la Editorial Planeta. De ahí el interés de enviar a través de Planeta los libros que yo había vendido por mi cuenta (previo relleno de formularios y registro en la página de la editorial, imagino). No me parece muy descabellado pensar que esto pudiera ser así porque dejando a un lado la ética, ellos iban a tener 30 mil clientes nuevos de un día para otro totalmente gratis. A cambio sólo tenían que publicarme un libro y darme un trocito de lo que vendieran.
El resultado es que en lugar de ser directos y hacerme una propuesta clara de entrada (fuese eso o no) me marearon durante meses, me hicieron ir a Madrid, enviarles estadísticas de mi blog, capítulos del libro, preguntas de mis lectores, mi biografía, mil requisitos absurdos, y al final no sirvió de nada, fue tiempo perdido. Planeta no ganó nada, yo no gané nada, mis lectores no ganaron nada. Todo fue una pantomima, un ejercicio fútil. Isra no fue pesimista, fue clarividente.
Suponiendo que Planeta sí tenía un interés genuino en mi libro, aún así hubiese sido una pérdida de tiempo. Las editoriales son animales enormes, piensa que son como mastodontes de dos mil kilos que tardan diez minutos en enterarse de que hay un problema y dos horas para darse la vuelta. Todo es lento, letárgico, y complicado. En el nuevo mundo, el mundo interconectado y dinámico en el que vivimos hay que ser como un guepardo: identificar las oportunidades y cazarlas lo más rápido que puedas, moverte a toda velocidad y aprovechar cada espacio que se abre ante ti. Por eso las editoriales están al borde de la quiebra y sus editores te mencionan la palabra crisis en todos sus emails: porque se mueven lento y no saben desenvolverse en este mundo en el que vivimos, siguen formando parte de un sistema paternalista y mezquino. Frente a las editoriales los autores que vivimos de internet somos bólidos, estamos hambrientos, tenemos nuestro territorio y no vamos a cedérselo a nadie.
De este simulacro he aprendido una cosa: hay que aprender es a ser fiel a tus propias convicciones y firme en lo que haces siempre. No es suficiente con ser fiel a tus convicciones a veces. No es suficiente con ser fiel a tus creencias cuando es conveniente, cuando es fácil. Hay que ser fiel a uno mismo cuando es difícil, ese es el verdadero reto. Ser más duro que un armadillo. Hay que aprender a creer en uno mismo por encima de cualquier otra cosa y a desechar los símbolos de éxito que nos meten en la cabeza desde el momento en el que nacemos. Publicar un libro con una editorial grande no te hace mejor escritor, te puede hacer un escritor más pobre, un escritor más burlado y menos digno, pero difícilmente te hará un mejor escritor. Si puedes hacer las cosas por ti mismo, no involucres nunca a terceros. Usar intermediarios no te acerca a quien eres, ni hoy ni nunca.