¿Sientes angustia? Mata a tus padres

February 12, 2012

*Dado que los temas del post de hoy son de alto impacto, utilizaré el mismo aviso que ponen en las montañas rusas: El siguiente post no es apto para mujeres embarazadas, personas con problemas del corazón, o menores de edad.

Este artículo es largo. Tiene partes pesadas y difíciles de leer. Pero la persona que empieza a leer este post es diferente a la que lo termina.

LA ANGUSTIA

Un cosquilleo me sube por la nuca y por la cara. Lo siento hasta en la lengua. Mi vista se nubla. Los sonidos se apagan. Sé que me voy a morir. Con el corazón a mil y la respiración también es difícil pensar, hablar, y hasta moverme. Me siento en el suelo porque sé que si me desmayo es mejor no estar de pie.

Eso fue un ataque de pánico. Estaba en medio de un centro comercial, y nunca supe qué fue lo que lo desató, pero sé que había mucha gente a mi alrededor. Mi ansiedad estaba fuera de control. El ataque de pánico es un ejemplo extremo de lo que pasa cuando tu angustia se apodera de ti. Hace años que no tengo uno, pero la ansiedad siempre ha estado allí de una forma más vaga. Digamos que es una constante.

Quizás tú también hayas sentido ansiedad alguna vez: es una sensación que ocupa la garganta, el pecho y la boca del estómago. Se parece al miedo y también a los nervios. Es posible que lo hayas sentido antes de presentar un examen, o de una entrevista de trabajo. En ese caso la angustia es normal porque corresponde a una situación puntual. El problema es cuando sientes ansiedad en tu día a día, pero no corresponde con nada. No es una situación especial lo que la produce, simplemente está allí.

EL INSTINTO DE HUIDA O LUCHA

No puedo recordar la primera vez que sentí ansiedad, así que creo que la he sentido siempre. Como mi madre es psicóloga y tiene una biblioteca de psicología decente, pude leer varias cosas al respecto. Lo que no encontré allí lo investigué con especialistas (Google). Lamento no poder ofreceros material para profundizar en varias de las cosas que voy a comentar. Lo que ocurre es que he olvidado de dónde saqué la información. Está flotando en mi cabeza pero no recuerdo cómo llegó allí. Así que voy a contar lo que sé y ya.

En alguna parte leí que la ansiedad es un vestigio que nos quedó del hombre primitivo. Al igual que los animales, nosotros venimos equipados con un instinto natural de supervivencia. Estamos preparados para reaccionar frente a una amenaza sin tener que tomar una decisión lógica. El nombre del mecanismo es “instinto de huida o lucha”. Cuando algo pone en peligro la vida del hombre primitivo, su instinto de huída o lucha se enciende como si fuera una bombilla, y lo obliga a actuar: a luchar, o si la amenaza es demasiado grande, huir. Una vez que huye o lucha, la bombilla se apaga y su cuerpo vuelve a la normalidad. Ese instinto es lo que nos permitió llegar hasta aquí. Sin él, frente a un tigre el hombre se hubiera quedado paralizado de terror.

El hombre ya no se enfrenta a ninguna bestia, ni siquiera se enfrenta a otros hombres más fuertes que él en su día a día. Pero el mecanismo de huida o lucha sigue ahí. Se activa cada vez que nos sentimos amenazados. El problema es cuando la amenaza es abstracta. Cuando es solamente una percepción. Como no tienes de qué huir ni contra qué luchar, el instinto de huída o lucha, la bombilla, se mantiene encendida indefinidamente. Eso es lo que conocemos como ansiedad. Por eso a la gente ansiosa le desagrada la incertidumbre. La ansiedad nace del instinto de supervivencia. No hace falta que la amenaza sea real, basta con que la percibamos como tal para que nuestro instinto de supervivencia se active.

LA SUPERVIVENCIA DEL NIÑO

Todos somos supervivientes. Para poder estar aquí hemos tenido que sortear muchas amenazas (de las reales). Los peligros comienzan con la fecundación. Entre la primera y la segunda semana después de que un óvulo es fecundado se tiene que adherir a las paredes de la matriz. Este proceso se llama “implantación” y no es tan simple como suena. Para poder hacerlo, el blastocito tiene que formar una capa de células a su alrededor. La función de esa capa es adherirse a los vasos sanguíneos de las paredes del útero. Pero a veces el útero lo rechaza. De alguna manera, el blastocito sabe que si no logra implantarse va a morir. Será descartado junto al endometrio con la regla. Así que la primera batalla de supervivencia se libra dentro del útero a los 10 días de vida. Si el blastocito quiere vivir, debe luchar.

El feto está a merced del útero. Él sabe que su vida depende de la aceptación de su madre. Si es rechazado por ella, será aniquilado. El feto está unido a su madre de una forma muy estrecha. Lo que la madre siente respecto a su bebé y su embarazo, será lo que formará su autoimagen. Pero a pesar de que en nuestra cultura nos enseñan que la mujer que es madre es plena, lo más común es que una mujer embarazada sienta ambivalencia con respecto a su futuro hijo. Ella no querrá admitirlo, le parecerá que su miedo y su rechazo son algo anormal. Pero es lo más común.

Las amenazas no terminan con el parto. La supervivencia en la niñez es difícil. De todo el reino animal, el hombre es el que se desarrolla más lento. Un niño humano tarda alrededor de 3 años en aprender a caminar. Un potro tarda 5 horas. Un niño no es verdaderamente autosuficiente hasta la adolescencia, y hasta entonces depende de sus padres para sobrevivir. Es incapaz de alimentarse y de defenderse por su cuenta. Para un niño perder el amor de sus padres equivale a la muerte. Creer que sus padres no están en capacidad de cuidar de él también equivale a la muerte. La única forma en la que el niño está tranquilo es si se convence de que el amor de sus padres es incondicional y de que ellos lo cuidarán pase lo que pase. De otro modo la angustia sería insoportable.

Conozco mucha gente que comenta que le encantaría “regresar a su infancia”. Que la niñez es la época más feliz de la vida porque los niños no tienen responsabilidades. La única razón que encuentro para que esta gente diga ese tipo de cosas es que no recuerdan su propia infancia. La infancia es horrible. La vida de un niño, su día a día, está lleno de imagenes aterradoras. El niño vive entre la confusión, la ignorancia y la frustración. No entiende su cuerpo, sabe que hay cosas oscuras que le ocultan, el mundo que le rodea es hostil y sabe que no puede defenderse. Creemos que el niño piensa igual que un adulto, y sus derrotas nos parecen tiernas. Pero cuando soñamos que se nos caen los dientes nos despertamos con taquicardia y lo consideramos una pesadilla. Al niño se le caen dientes durante gran parte de su vida.

EL CULTO A LA MADRE

La madre occidental sólo puede ser la madre heroica. La madre serena que cuida de sus hijos con una sonrisa y no espera nada a cambio. Basta con leer las tarjetas del día de la madre para notar lo extremos que son los mensajes. La sociedad occidental niega a la mala madre con vehemencia. Confesar que no quieres a tu madre, o que tu madre fue mala contigo es un crimen. La idea de la buena madre es intocable.

En los cuentos folclóricos, los mitos y las leyendas, muchas veces encontramos padres crueles, pero jamás una mala madre. Pero no por negarlas dejan de existir, ni nos hacen menos daño. En vez de afrontar el rechazo hacia la mala madre, como cultura creamos a la madrastra y a la suegra, dos malas madres que sin embargo, no son NUESTRAS madres. Desplazamos el sentimiento de desagrado hacia la maternidad ajena.

EL ERROR DE FREUD

Me gusta mucho el psicoanálisis, pero nunca me terminó de convencer la teoría del complejo de Edipo. De alguna manera no podía identificarlo dentro de mí. Nunca le he comentado esto a la gente porque sé que suena soberbio contradecir a alguien como Freud, en especial si no has estudiado la cosa a profundidad. Pero yo no creo en las autoridades intelectuales sólo porque lo son. Quiero decir que para mí lo importante es la verdad, y lo que se alinea con ella.

El complejo de Edipo es largo y difícil de explicar, pero intentaré resumirlo en dos líneas. Freud dice que entre los 3 y los 6 años de edad el niño pasa por una serie de conflictos que son los que forman su identidad sexual y su superego. El conflicto es que el niño siente deseos de eliminar a su padre y de poseer sexualmente a su madre. Le puso el nombre de Complejo de Edipo por la tragedia griega Edipo Rey de Sófocles. Jung desarrolló después el Complejo de Electra a partir de la teoría de Freud para describir el proceso en la niña, y la mayoría de la gente acepta que lo que ocurre es que el niño desea eliminar al padre de su mismo sexo y poseer sexualmente al padre del sexo opuesto. Puedes leer más sobre este tema en Tótem y Tabú de Freud

Sin embargo, para mí el error de Freud es que planteó el Complejo de Edipo al revés. No es el niño quien atraviesa el Complejo de Edipo, son los padres.

Digo esto por varias razones. La primera razón es que Freud corta la tragedia de Edipo. Omite toda la primera parte que es lo que pone en movimiento la acción. Edipo no decide matar a su padre y casarse con su madre por impulso. Edipo estaba reaccionando sin saberlo a una acción anterior de su padre que él no recuerda.

Edipo era el hijo del Rey Layo y su mujer Yocasta. Un oráculo predijo que Layo sería asesinado por uno de sus hijos que ocuparía su lugar. Para evitar el destino Layo le ordena a un campesino matar a su hijo. El campesino se apiada del niño y en vez de matarlo lo ata y lo abandona en el campo. Una pareja lo encuentra, Pólibo y Mérope, lo adoptan y lo crían. Edipo crece pensando que sus padres son Pólibo y Mérope. Asesina a su verdadero padre (Layo) y se casa con su verdadera madre (Yocasta) por accidente. Pero, ¿dónde está Layo en la teoría de Freud?, los padres no aparecen por ninguna parte.

Me cuesta reconocer los sentimientos de odio y de amor sexual hacia mis padres en mi infancia, y no es por pudor. Me cuesta pensar que un niño, que depende de sus padres totalmente, pueda tener el deseo de eliminar a su padre. Los niños entre los 3 y los 6 años sufren mucho cuando sus padres se divorcian. Suplantar al padre del mismo sexo no parece ser la voluntad del hijo. Pero sí es el miedo del padre.

No lo digo a la ligera. Edipo es un personaje puntual, pero Layo es universal. No conozco otro mito en el que el héroe mate a su padre y se case con su madre. Pero sí conozco el mito del padre que decide matar a su hijo por miedo a ser suplantantado. Se repite una y otra vez en diferentes culturas y a lo largo de la historia. Es más, la cultura occidental se apoya sobre este mito y hasta el día de hoy seguimos sacrificando al hijo en nuestras historias.

Abraham sacrifica a Isaac en el monte de Moria. Dios le pide que lo sacrifique para demostrar su lealtad y Abraham ejecuta su voluntad. Engaña a Sara y se lleva a Isaac con la excusa de que van a ir a hacer un sacrificio animal. Abraham hace que Isaac cargue la leña que usará para quemarlo después del sacrificio. En el camino Isaac le pregunta a su padre: “Veo que llevas un puñal, cuerdas, y leña. ¿Pero dónde está el cabrito que vamos a sacrificar?” y Abraham le responde: “No te preocupes que Dios proveerá”. En la biblia un ángel detiene su mano en el último minuto. Pero después de esa escena, cuando Abraham regresa, no se vuelve a mencionar a Isaac.

Guillermo Tell dispara una flecha a la cabeza de su hijo para salvarse de una condena. Guillermo Tell era el mejor arquero con la ballesta. Gessler, el alcalde de la zona, mandó a colocar su sombrero en un poste en la plaza central para que todos los hombres se inclinaran ante él al pasar. Guillermo Tell iba con su hijo y se negó públicamente a hacerlo. Fue arrestado. Gessler que se sentía intrigado por el talento de Guillermo Tell y ofendido al mismo tiempo, decide ponerle el siguiente castigo: Tell y su hijo serán condenados a muerte a menos de que Tell ponga una manzana sobre la cabeza de su hijo y le dispare a distancia. Tell accede.

Basilio el Rey de Polonia en “La vida es sueño” encierra a su hijo en una torre. Un oráculo predice que Segismundo, su hijo, traerá la desgracia al reino, así que Basilio decide encerrarlo en una torre para siempre.

Cristo es el mejor ejemplo de todos. Cristo es el hijo de Dios, y sin embargo Dios exige su sacrificio. Al igual que Isaac, Cristo lleva la cruz de madera a cuestas. En este caso nadie salva a Cristo. Su sacrificio se ejecuta y su sangre se usa para expiar los pecados del resto de la humanidad. Como no es suficiente, Cristo además debe aceptar su destino con resignación.

Las mujeres no se salvan. La madrastra de Blancanieves (su mala madre) la manda a matar con un leñador porque el espejo le dice que es más guapa que ella. Le pide al leñador que le traiga su hígado y sus pulmones como prueba de que la ha matado. El leñador se apiada e ella y la deja escapar, y le lleva a la reina los órganos de un jabalí. La reina manda al cocinero a preprar los órganos y se los come. Mientras tanto Blancanieves vive con los enanitos a salvo. Pero cuando la madrastra descubre que no ha muerto, la busca tres veces en la cabaña de los enanitos para matarla. El último intento es con una manzana envenenada.

La bruja (mala madre) de Rapunzel la encierra en una torre cuando cumple 12 años porque se ha convertido en la niña más hermosa del reino. Le prohibe salir de la torre y cuando el príncipe se enamora de ella, la bruja le corta el pelo y la exilia en el bosque. Después tira al príncipe por la ventana de la torre que cae sobre unas espinas y queda ciego.

Pero no solamente ocurre en los mitos. En las religiones del pasado los sacrificios de niños eran algo cotidiano. Durante el festival de la primavera, por ejemplo, se solía quemar a los hijos primogénitos junto con la primera cosecha. Se hacía para atraer la lluvia y la abundancia a la familia. El mecanismo que se usaba para los sacrificios es algo sacado de una pesadilla. Se ponía al niño dentro de una vaca de cobre y se encendía fuego por debajo. Como este hay muchos ejemplos de padres que sacrifican a sus hijos para su propio beneficio. Los palestinos envían a sus hijos a explotarse con bombas en un autobús. Así que aunque la religión no sea la excusa, el sacrificio del hijo es algo que vive en nuestro instinto.
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Para mí está claro que el drama de la infancia no es llevado a cabo por el hijo, sino por sus padres. En vez de llamarlo el Complejo de Edipo se debería llamar el Complejo de Layo. **

EL CONFLICTO GENERACIONAL

Quizás la historia que para mí refleja mejor lo que se mueve detrás del Complejo de Layo es El retrato de Dorian Grey. Dorian Grey es un hombre tan bello que inspira a un pintor para hacerle un retrato. Dorian Grey se convence de que lo único que importa es la belleza y busca vender su alma para no envejecer jamás. El trato es que en vez de envejecer él, es la imagen del retrato la que sufre el paso del tiempo, y también los pecados de su alma. El retrato envejece y se afea con cada pecado que comete Dorian Grey. Como no soporta mirar el cuadro, lo cubre con una tela. Al final la fealdad del cuadro lo desespera tanto que decide destruirlo clavándole un puñal.

Para mí el retrato de Dorian Grey es un símbolo del hijo. Un padre busca en el hijo una manera de trascenderse. De escapar del tiempo. De sobrevivir y dejar un legado, alguien que recuerde su nombre. La paradoja es que una vez que el padre tiene a su hijo, en vez de sentir alivio, siente angustia. El hijo hace al padre inmortal, pero al mismo tiempo, en la cara del hijo el padre contempla su propia muerte. La cara del hijo representa el paso del tiempo. En los defectos de su hijo contempla los propios. El padre sabe que cuando muera es su hijo quien ocupará su lugar, así que aceptar al hijo equivale a aceptar la muerte.

El hijo es para el padre un símbolo de su propia muerte, y como todo símbolo es confuso, el padre piensa que venciendo al hijo, vencerá a la muerte. El sacrificio del hijo es lo único que le asegura al padre la vida eterna. No es el hijo quien desea matar a su padre, es el padre quien desea matar a su hijo. Y no es casual que en todos los mitos del sacrificio del hijo, el padre reciba el oráculo de que el hijo lo matará y ocupará su lugar muy cerca de su nacimiento. Estoy convencida de que el mecanismo inconsciente que une la figura del hijo a la figura de la muerte se activa desde muy temprano, y cuanto más vanidoso es el padre, tanto más odiará a su hijo.

Una vez leí que es común que los padres sientan deseos sexuales inconscientes hacia sus hijos a partir de la pubertad. Que cuando la hija o el hijo se desarrolla, si vive en la misma casa del padre del sexo opuesto, se agudizan los conflictos. El padre busca negar la atracción que siente creando situaciones de tensión, peleándose con la hija (o hijo), y como respuesta el hijo se va a su cuarto y da un portazo. El portazo sirve como un recordatorio de que existe un límite que el padre no puede cruzar. De la misma forma ocurre durante la pubertad que el padre del mismo sexo empieza a competir con su hijo. La madre ve en su hija guapa una competencia, una amenaza. Lo mismo ocurre con el padre y el hijo varón. Hay tantas emociones revueltas que la casa se convierte en un caos. Curiosamente los padres dicen que el hijo está pasando por “esa etapa difícil, es que es adolescente”. Pero el que está pasando por una etapa difícil es el padre. El hijo sólo responde a él.Así que no es el hijo el que desea sexualmente a la madre. Es la madre la que desea sexualmente a su hijo.

Con estas dos ideas se termina de pintar el cuadro del verdadero Complejo de Edipo. El padre del mismo sexo desea eliminar a su hijo, y el del sexo opuesto siente deseos sexuales hacia él.

SER PADRE ES UNA VOCACIÓN

Con esto no quiero decir que todo padre es un mal padre. Lo que sí quiero decir es que la mayoría de la gente que tiene hijos lo hace por razones equivocadas. No están preparados para las responsabilidades que tienen que asumir. Hace tiempo decidí que yo no quiero tener hijos, es una decisión personal, pero lo más curioso es lo que ocurre cuando lo digo en público. Cada vez que digo que no quiero hijos ocurre un cortocircuito en la cabeza de la gente. Por lo general se ríen y me responden con condescendencia. Me dicen cosas como: “ya te veré en unos años cuando se te active el instinto materno” otras me dicen: “yo decía lo mismo que tú, y un día de la nada sentí un deseo imperioso de tener hijos, y es la experiencia más bonita que he tenido en toda mi vida”, también está el que me reprocha: “¿cómo puedes decir eso?”. Parece como si la decisión de tener un hijo no te pertenece. Como si rechazar la idea es una ofensa social.

A veces he hablado con personas que intentan convencerme de que sí quiero tener hijos, pero no lo sé aún. Tratan de explicarme por qué debo tenerlo, por qué es lo lógico, o lo más conveniente. Una amiga me decía: “míralo como una inversión, si no tienes un hijo, ¿quién te va a cuidar cuando estés vieja?”, otros: “criar un hijo es lo más noble que puedes hacer en tu vida. Tener un hijo, formarlo, decidir los valores que quieres que tenga, es una experiencia única”. El problema es que es justamente esas ideas las que me producen rechazo.

Algunos padres no tienen hijos, tienen proyectos. Leí una entrevista a Liv Tyler en la edición de este mes de Marie Claire UK. En ella comenta: “siempre estoy pensando en qué será lo mejor para mi hijo Milo como persona. Siempre pienso en el tipo de persona que quiero que él sea. Los valores que quiero que tenga” Estos padres creen que sus hijos son una masa amorfa que ellos deben PRESIONAR contra un molde determinado para obtener el hijo deseado. Creen que tienen que presionar a su hijo para que se convierta en alguien de provecho. No tienen hijos, los diseñan.

Después está el padre que sustituye el muñeco con el hijo. La madre que ve a la hija como una pequeña versión de sí misma, como a la muñeca de su infancia. La viste, la peina, la educa de acuerdo a un plan previamente trazado con todo detalle. El padre ve al hijo como su pequeño hombrecito y lo educa para que forme parte del negocio familiar. Esas familias en las que todos son médicos o abogados, cada hijo es un clon más perfecto del padre. Le niegan a sus hijos tener su propia identidad. Los obligan a ser un espejo. Cualquier diferencia con el modelo original es rechazada. Los hijos de estos padres sólo se sienten reales en presencia de un otro, alguien del otro lado del espejo que se refleje en ellos y le de sentido a sus vidas.

También hay padres que invierten en sus hijos como si fueran acciones de la bolsa. Los padres de Arantxa Sánchez Vicario, por ejemplo. Los padres de Macaulay Culkin. La madre de Britney Spears. No solamente ocurre con los niños famosos, ocurre en familias normales también. Estos padres que tienen hijos-promesa. Que ven en sus hijos la esperanza para su vejez. Cada mensaje es sobre el éxito o sobre el dinero. Le ponen el peso del mundo en la espalda a su hijo, e invierten el orden natural de las cosas. En vez de asumir la responsabilidad por el bienestar de sus hijos, esperan que sus hijos asuman el suyo.

Otros tienen hijos porque siguen el guión de la vida. Hay que estudiar una carrera, trabajar, casarse, ir de luna de miel, tener hijos, criarlos, retirarse, morir. No se les ocurre que se puede hacer de otra manera.

El problema de todos estos padres es que no aceptan a sus hijos por quienes son. No entienden que el hijo es su propia persona desde el momento en que nace. Que su individualidad debe ser celebrada. Es imposible cambiar la personalidad de tu hijo, pero es posible cambiar lo que tu hijo siente con respecto a sí mismo. Imponerle tus valores, tus ideales, tu diseño, no hará nada de él que no sea ya. Lo único que consigue es hacerlo desear ser una persona diferente. No aceptar a tus hijos, aún de adultos por quienes son, con sus diferencias, sus decisiones y sus elecciones de vida, es la carga más cruel que les puedes imponer.

EL CICLO DE ANGUSTIA

La madre defrauda a su hijo muchas veces a lo largo de su vida. Basta con que el hijo la necesite y ella no esté disponible para él. Pero el niño no puede soportar la idea de que la persona encargada de cuidarlo no quiere (o puede) hacerlo. Esa idea equivale a la muerte. El niño reprime su angustia y transforma la situación en su cabeza. Para él es preferible pensar que su madre le falla porque él es un niño malo, y no porque ella es una mala madre. Así que frente a cualquier problema con sus padres, el niño se siente culpable.

Muchos niños sienten culpa por la infelicidad de sus padres, por sus problemas de pareja, por un divorcio, o por cualquier otra situación que no está directamente relacionada con él. Tan necesario es este mecanismo de defensa, que es muy común ver a adultos que aún arrastran desde su infancia la negación. Esas mujeres que dicen que su madre es su mejor amiga. Los hombres que dicen que su padre es un gran hombre. Más que convencernos a nosotros de que esa es la realidad, parecen querer convencerse a sí mismos.

Estas cosas no terminan con la infancia. Los mecanismos de defensa infantiles se quedan allí, cristalizados en la personalidad. Sigues creyendo que tus padres son perfectos y que tú eres el problema. Crees que si los salvas de sus propias vidas, entonces ellos finalmente te aceptarán. Asumes las responsabilidades de su bienestar. Y mientras buscas satisfacerlos descuidas el tuyo. Es como el hijo que pasa la vida preocupado porque no puede comprarle una casa a su madre.

La persona ansiosa siente dentro de sí un vacío. Busca en toda relación una respuesta. Cualquier persona puede ocupar la figura de la madre, y buscará en ella la aceptación que le faltó en la niñez. Cree que la persona adecuada podrá llenarlo. Deposita en su pareja la responsabilidad de su bienestar. Pero por más buena que sea la relación, nunca le satisface. El ansioso se siente insatisfecho y busca errores en el otro para justificar su sensación. Si no encuentra los errores los inventa. No estará satisfecho en ninguna relación de la misma manera en la que sus padres nunca están satisfechos con él.

Esa búsqueda de amor incondicional se prolonga a lo largo de la vida, hasta que la persona ansiosa tiene un hijo. La única persona que ofrece amor incondicional es un hijo. El hijo pequeño no juzga ni rechaza. La madre ansiosa busca en su hijo el amor maternal que no tuvo en su infancia. ** El hijo está siempre allí para su madre. No puede hacer otra cosa. Es incapaz de vivir por su cuenta, no puede alimentarse, ni defenderse, está a su merced. Sin embargo, pronto descubre la madre que su hijo tampoco satisface el vacío que hay en ella. Cree que el error es de su hijo. Que el hijo le está fallando, que no es lo suficientemente bueno, inteligente o abnegado. Pero en realidad por más perfecto que sea el niño, es imposible que llene su vacío, porque ninguna persona puede satisfacer a otra. **Cada persona es la única responsable de su propio bienestar.

Así es como el ciclo se repite. El hijo de la madre ansiosa es a su vez una persona ansiosa que no obtuvo de su madre aceptación porque la madre no estaba en capacidad de dársela. Y al igual que ella buscará llenar ese vacío con cada relación, no lo logrará, y criará hijos ansiosos que repetirán el ciclo. Cada uno se pasará la vida tratando de satisfacer al que vino antes sin conseguirlo y esperando del que viene una satisfacción que nunca llega.

El ciclo de ansiedad es un ciclo de responsabilidades desplazadas. La única manera de resolver el problema es que cada cual se ocupe de su propio bienestar, sin esperar nada de nadie. Puede ser que te llamen egoísta, pero sólo lo harán quienes quieren cargarte con una responsabilidad que no te corresponde. Sólo una persona completa puede aceptar al otro, ser un buen padre, y ser feliz. Yo realmente no he conocido a ninguna persona así, porque el ciclo de la responsabilidad desplazada viene desde muy atrás.

Sólo se me ocurren dos formas en las que una persona puede verse libre de esta carga. La primera es siendo huérfano. Y curiosamente esta idea está presente en nuestro imaginario, y por eso la mayoría de nuestros héroes son huérfanos. Harry Potter, Spiderman, Batman, Superman, Tarzán. La segunda forma de escapar a la carga es matando a tus padres. No me refiero a que saques un hacha y los mates en la vida real, me refiero a matarlos simbólicamente quitándoles el poder que tienen sobre ti. Esperar que tus padres cambien y algún día te acepten sólo perpetúa el problema. Tus padres son quienes son y no puedes cambiarlos. Pero puedes cambiar tu forma de verlos. Suplantar a tu padre en tu propia vida y convertirte en tu propio dueño. Vivir bien es una decisión que te pertenece.

SÉ TU PROPIA BUENA MADRE

No soy psicóloga ni sé si esto te va a ayudar o no. Pongo estas cosas aquí porque son técnicas que me han ayudado a mí a superar la ansiedad. No tengo la respuesta, no tengo una receta mágica que va a solucionar tus problemas, pero sí te puedo contar cómo he solucionado los míos.

El truco para romper el ciclo de la angustia es fácil de explicar, pero difícil de llevar a cabo. Son varios pasos:

Acepta tu vacío: Tienes que aceptar que el vacío que sientes nunca será llenado. Nadie puede llenarlo, ni siquiera tú mismo. Es imposible llenar en el presente un hueco que debió llenarse en tu infancia. La oportunidad pasó y eso no ocurrió. Todo intento por llenarlo sólo te traerá frustración a ti y a quienes te rodean. Tienes que rendirte ante tu vacío, aceptarlo como parte de ti.

Descubre a tus padres reales: este es quizás el reto más difícil. Para salir de tu angustia tienes que poder mirar a tu infancia y todo lo que te causó dolor. Es duro y es difícil, en especial porque ese tipo de recuerdos están enterrados en el fondo del subconciente. Es común pensar que tus padres eran maravillosos cuando eras pequeño pero últimamente han cambiado. Es útil darse cuenta de que tus padres de hoy en día son los mismos que te criaron. Los padres fantásticos que tienes en la cabeza no cambiaron. Simplemente no existieron. Es bueno hacer un luto por la infancia y los padres que no tuviste.

Acepta al niño que fuiste: recuerda cómo eras, las cosas que te gustaba hacer, las cosas que no te gustaba hacer. Recuerda también aquellas cosas que no aceptaban de ti en tu casa. Permítete a ti mismo sentir amor y compasión hacia el niño que fuiste.

Sé tu propia buena madre: aprende a cuidar de ti mismo, a quererte y a aceptarte. Protégete como protegerías a un niño pequeño. Sé responsable por tu propio bienestar. No permitas que nadie te juzgue ni te ofenda. No dejes que ninguna persona nociva se te acerque. Si te equivocas déjalo pasar. Piensa en todas las características que te hubiera gustado que tu madre o que tu padre tuvieran y úsalas contigo mismo. No esperes a tener un hijo para resolver el problema.

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