Estar en medio

March 11, 2012

Sé que dicen que hay dos temas que uno nunca debe tocar en público: religión y política. Pero como este blog es mío, hoy voy a tocar la política.

Mis opiniones en estos temas suelen ser impopulares así que no os culpo si después de leer lo que tengo que decir os enfadáis conmigo. Lo que quiero que quede claro antes de comenzar es que respeto todos los puntos de vista en temas como política, y aunque a veces hable en un tono tajante, no creo que tener la verdad absoluta, ni siquiera una verdad parcial. Creo que en temas como este todos tenemos un poco de razón, y es bueno escuchar todos los puntos de vista. Si estás en desacuerdo conmigo me encantaría que expusieras tu opinión en los comentarios, eso sí, con un tono de respeto y buen rollo.

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LAS CONVERSACIONES PING PONG

Nunca he sido fan de las conversaciones ping-pong:

– Hola, ¿cómo estás?
– Bien, ¿y tú?
– Bien, ¿cómo está tu familia?
– Bien, ¿y la tuya?
– Bien, ¿y qué más?
– Nada, todo igual, ¿y tú?
– Lo mismo de siempre

Una conversación ping-pong no trata sobre nada en concreto, se puede prolongar indefinidamente, y la identidad de los interlocutores no es un factor importante, quiero decir que se puede sustituir a cualquiera de los dos por otra persona al azar, y la conversación sería la misma.

Todas las conversaciones ping-pong me hacen sentir incómoda. No les encuentro sentido. En el mejor de los casos me siento como si estuviera leyendo mis líneas en un teleprompter. Las peores son las que me interrumpen en medio de una actividad importante. Estoy leyendo, o escribiendo, o tengo un hilo de pensamiento interesante, y entonces tengo la mala suerte de cruzarme con alguien conocido. Tengo poca paciencia para esos intercambios y retomar lo que estaba haciendo después de una interrupción es difícil.

Pero las conversaciones ping-pong son un requisito si quieres ser una persona sociable. Imagino que eso explica mi carácter reclusivo. Aunque no hay intercambio de información, la conversación ping-pong es algo más que una simple cortesía. Cuando te rehusas a participar en ella, el otro se ofende. Digamos que la ganancia de una conversación ping-pong es indirecta: más que una conversación real, es un reconocimiento del otro. No saber reconocer al otro puede tener consecuencias negativas.

Hice mis prácticas de la universidad en la HBO. Después de 6 meses me contrataron como copy-writer. Pero para aprobar la práctica mi jefa tenía que rellenar un informe evaluando mi desempeño. Me dijo que no había dejado una buena impresión. Eso me sorprendió. Le pregunté por qué. Ella me dijo que no tenían ninguna queja de mi trabajo como tal, que de hecho, era la persona más eficiente del equipo. Su problema conmigo era que no me integré con los demás. Que no bajaba a tomar cervezas con ellos, ni me quedaba a conversar en el pasillo. Así es como la conversación ping-pong (o su falta) te mete en problemas.

LAS CARICIAS SOCIALES

Durante el primer año de vida un bebé necesita del contacto constante con su madre. Si un bebé es aislado de todo contacto físico se deprime tanto que enferma y puede morir (1). Lo que le produce la depresión es la carencia afectiva y la falta de estímulos. El hambre de afecto es tan importante como el hambre de la comida, ambos son necesarios para poder sobrevivir.

Las carencias afectivas también afectan a los adultos. Los prisioneros que han sido sometidos al aislamiento se comportan como los bebés, caen en depresiones, y pueden enfermar y morir. La gente que ha perdido la capacidad de usar sus sentidos (por vejez o por accidentes) puede volverse psicótica. El apetito por el afecto y los estímulos es algo que llevamos con nosotros durante toda la vida.

De todos los tipos de estímulo el mejor es el físico. Una caricia es más efectiva que cualquier palabra. El contacto físico es tan importante que cuando una persona está sola mucho tiempo o se siente aislada, el contacto con un animal puede reemplazar el de una persona. En Japón, por ejemplo, existen los “Neko Café”, son cafés en los que hay muchos gatos, y la gente va para jugar con ellos.

Pero es imposible vivir en un estado de constante contacto físico como el que tienen los bebés con sus madres. Tenemos otras necesidades biológicas que satisfacer, y también tenemos reglas sociales. Al final todos llegamos a un compromiso. Abandonamos la idea del contacto físico constante, y nos conformamos con caricias más sutiles, y hasta simbólicas: nos basta con tener el reconocimiento del otro. Intercambiamos el apetito del afecto por el apetito de reconocimiento.(2)

La conversación ping-pong es solamente un tipo de caricia social. Es la forma en la que dos personas se reconocen entre sí y se rascan mutuamente la espalda.

Existen muchas formas de acariciarse además de la conversación ping-pong. Los “buenos modales” no son más que caricias. Son rituales que tienen un guión conocido por todos, y que aún así ejecutamos sabiendo de antemano qué es lo que va a hacer el otro. Desde pequeños nos enseñan los rituales de los buenos modales: cómo saludar, cómo conversar con tacto, cómo despedirse, cómo comportarse en la mesa, etcétera. Los modales son caricias reglamentadas.

(1) El primer año de vida del niño de René Spitz

(2) Games people play de Eric Berne

LOS GRANFALLOONS

En 4to año del instituto me cambiaron de salón. Aterricé en uno en el que no conocía a nadie. La mayor parte de las mujeres estaba en la sección de humanidades, pero como en aquella época yo pensaba estudiar biología, me quedé en ciencias con todos los hombres. El tema usual de conversación en el salón era fútbol, puntualmente la Champions League. Me sentía aislada, así que diseñé un plan para poder integrarme un poco a la dinámica del salón: aprendería un poco de fútbol y vería los partidos.

Pero nadie en mi casa veía fútbol. No tenía ni idea de cómo se supone que una persona elige un equipo. Quiero decir, que si vives en Europa es fácil porque escoges el equipo de tu ciudad, ¿no?, pero si no tienes nada que ver con aquello… ¿En qué te basas para elegir un equipo? La cosa me resultaba bastante absurda, pero como quería participar elegí el Milan porque los colores de su uniforme iban mejor con mi complexión.

Después de un par de semanas podía conversar sobre fútbol básico y me integré rápido. Aprendí los nombres de los jugadores de cada equipo, pero los partidos me aburrían. Me quedaba dormida antes de que terminara el primer tiempo. Mi primera gran decepción fueron los fichajes. Pensaba que los equipos eran como las bandas de música. Que el Milan era el Milan porque en él jugaban Maldini y Schevchenko (o como sea) y el resto de los jugadores. Eso es lo que lo hacía el Milan. Pero, para mi sorpresa, los jugadores podían ser fichados por otro equipo. Y así al año siguiente la mitad de los jugadores eran nuevos, los viejos estaban en otros equipos, y yo estaba súper confundida. Nunca logré entender qué es lo que hace que un equipo sea ese equipo y no otro, apartando las camisetas.

Eso es justamente un granfalloon(1): una agrupación de gente sin un significado real. Vínculos vacíos. Todos los “equipos” son granfalloons: los hinchas del Barcelona, el partido comunista, el Opus Dei, la asociación de vecinos, los andaluces, las bloggers de moda, las feministas, las damas que luchan contra el cáncer de mama, los sindicatos, la nobleza, y cualquier nación.

No importa qué tan noble sea la causa que une a un grupo de gente, cuando usan el grupo para autodefinirse, son granfalloons. Cuando entras en este tipo de grupos sientes la presión de adoptar sus tradiciones, sus símbolos, y sus creencias. A cambio recibes dos cosas: una nueva forma de ordenar el mundo (nosotros y ellos), y una fuente de orgullo (yo pertenenzco). El grupo es un espacio para las caricias.

Un grupo es más que la suma de sus partes. La conducta de las personas individuales no determina el comportamiento del grupo, más bien es al revés, el grupo determina el comportamiento individual porque es una entidad en sí misma. La identidad del grupo le ofrece al individuo una forma fácil de definirse.

(1) Granfalloon es un término que acuñó Kurt Vonnegut en Cat’s Cradle.

NOSOTROS Y ELLOS

Los grupos de personas se unen entre sí para formar una identidad común. Lo hacen separándose del resto. Una persona siente que es parte de un grupo porque no es parte de otros. En todo grupo hay una idea clara de lo que significa “nosotros” y “ellos”. “Nosotros” somos los que pertenecemos a este grupo, sus miembros. Nos unen ciertas ideas, ideales y símbolos. “Ellos” son el “otro”. El desconocido, el que no se ha suscrito.

Diferentes grupos tienen una forma diferente de lidiar con el “otro”. Los deportes usan la burla, algunas religiones el proselitismo, los cultos el rechazo, los grupos políticos usan todas. Pero en realidad, el grupo también se define en aquello que no es. El “otro” es para el grupo una forma más de auto-definirse, una forma de mantener al grupo unido. Los miembros siempre verán su equipo como superior, exagerarán sus virtudes, minimizarán las diferencias entre los miembros, y exagerarán también los defectos de los otros.

Una misma persona puede pertenecer a varios grupos a la vez siempre y cuando no se solapen. Puede haber un católico que además sea fan del Madrid, y miembro del PP, por ejemplo. Lo que no existe es un católico que sea al mismo tiempo hindú y musulmán. Pero, ¿qué sucede con la persona que no se identifica totalmente con ninguno de los grupos? ¿Qué ocurre cuando esa persona se identifica solamente con una parte de ellos? Cuando una persona coge solamente ciertas partes de la cultura de un grupo, y ciertas partes de otro, cuando está en medio entre varios grupos, todos los grupos lo consideran una amenaza. La persona que está en medio borra las líneas entre el nosotros y el ellos; y en ese sentido borra la identidad grupal. La persona independiente violenta la fantasía de los grupos porque desequilibra la narrativa.

VOLUNTAD Y AUTODETERMINACIÓN

Cuando vivía en Venezuela los de oposición me consideraban chavista, y los chavistas me consideraban “escuálida”. No tuve que hacer mucho para ganarme el repudio de todos. Lo que ocurrió fue que el CNE, que es la institución que se encarga de organizar las votaciones, está dirigida por chavistas y manipulaban las elecciones. Yo dije en público que no pensaba ir a votar en unas elecciones así porque era como ir a jugar un partido cuando el árbitro es un miembro del otro equipo. Que votar en unas elecciones así era legitimizar el proceso. Eso fue suficiente para que me consideraran chavista en la universidad. No soy chavista, ni de la oposición, ambos me desagradan por igual.

A día de hoy me sigue pasando. La gente de derecha me considera socialista, y los de izquierda me consideran facha. Los vegetarianos me consideran insensible, y los omnívoros me consideran vegetariana. Los conservadores me consideran puta, las feministas me consideran retrógrada. Estar en medio es exponerse a ser el blanco perfecto para que todos proyecten en ti su “otro”, pero además te odian un poco más porque a diferencia de su enemigo designado, tú sí estás de acuerdo en algunas de sus cosas. Consideran que les estás robando.

Cuando te abstienes de participar en grupos eres agredido por todos y defendido por ninguno. Te acusan de todo tipo de cosas, y en el fondo lo que buscan es hacerte abdicar. Que cedas a alguno tu voluntad personal. Para mí no hay nada más peligroso.

No creo en la moral. Esto es algo que he comentado antes. No creo en la bondad, ni en la maldad, ni en las virtudes como valores en sí mismos. Para mí el único valor que existe es la voluntad. Cederla es la mayor de las pérdidas.

La voluntad es el único valor que puede tener una persona porque de la voluntad emana todo lo demás. La libertad, por ejemplo, no puede existir sin que exista primero la voluntad. La gente suele pensar que la libertad es tener muchas opciones para elegir, pero si estás parado frente a muchas opciones, no eres libre, estás indeterminado. La libertad sólo existe en el momento de la elección y a través del compromiso. La libertad sólo se vive ejerciéndola, y para ejercerla necesitas voluntad.

Pero la voluntad no implica únicamente movimiento. La voluntad implica un movimiento con una dirección. La voluntad ordena y ejecuta, es lo que le da sentido a las acciones. De la voluntad parte la honestidad, que es expresar el orden elegido por ti en todo lo que haces. Vivir desde la voluntad y a través de la honestidad, es vivir una vida coherente.

Pero el orden es algo interno, y por lo tanto es íntimo. La voluntad sólo es voluntad cuando es individual. La voluntad grupal sólo existe en forma de obediencia. Cuando formas parte de un grupo la única forma de ejercer tu voluntad es minimizando tus diferencias. Para encajar te tienes que sincronizar. Por eso la verdadera voluntad está peleada con la identidad grupal, y cuánto más pretende abarcar un grupo, tanto más aplasta la individualidad.

Cuando un grupo tiene un objetivo claro y puntual, es fácil ser fiel a uno mismo. Si formas parte de la asociación de vecinos, por ejemplo, puedes buscar influenciar las decisiones a tu favor, y no necesariamente vas a delegar una parte importante de tu identidad al grupo. Es más, dudo que alguien se sienta orgulloso de pertenecer a la asociación de vecinos. Pero si formas parte de un grupo más ambicioso, de una religión o un partido político, por ejemplo, entonces cedes una gran parte de tu identidad al grupo. Entregas tu voluntad individual, y a cambio obtienes un sentido de seguridad y de pertenencia. No es un intercambio favorable. Entonces, ¿por qué se une la gente a grupos de este tipo?

Vivir desde la voluntad propia puede ser liberador, pero también es un camino solitario. Vivir por cuenta propia te sitúa en una posición en la que renuncias de antemano a la aprobación externa, a las caricias sociales. Por eso es fácil dejarse llevar por un grupo, compartir la identidad con otros tiene un efecto calmante. Ceder la responsabilidad sobre la propia identidad a alguien más es muy tentador, y cuánto más abarca el grupo, tanto más tentador es dejarse llevar.

Por eso los grupos más exitosos son grupos ideológicos, que le ofrecen a sus miembros un paquete muy completo de creencias, costumbres, tradiciones, y posturas ante la vida. El miembro de un grupo de estos no tiene que plantearse nada, y tampoco tiene que arriesgarse, basta con que se adhiera a ese paquete y será aceptado. Pero esa aceptación no es universal, el “otro” lo rechazará, por eso el miembro de un grupo así tiene que auto-convencerse de que su grupo es el “correcto” y defiende a capa y espada la validez del grupo. Por eso cuando alguien le cuestiona al miembro de un grupo sus creencias reacciona con tanta pasión. Actúan como creyentes.

Para poder vivir desde la voluntad hace falta distancia. Es lo primero. Cuando te distancias de todos los grupos quedas “en el medio”. Te ocurre que tienes la capacidad de ver las cosas con desapego. Puedes opinar libremente porque no te adhieres a ningún estándar externo. Pero cuando eso ocurre comienzas a despertar pasiones negativas en los demás. Tratar con alguien como tú no venía explicado en el manual. Después de pensárselo un rato concluyen que eres parte del “otro” de todas formas.

LO QUE FUNCIONA

En Twitter comentaba que yo no soy ni de izquierda ni de derecha, que me encantaría crear un nuevo partido político que se llame: “lo que funciona” y que se trate justamente de eso: de hacer lo que funciona. Sin tanta ideología, sin tanto fanatismo, sin tanta filosofía. Lo que funciona y ya.

Para mí el gobierno debe ser como el conserje de un edificio. Debe ordenarlo todo muy bien, administrar los recursos, cuidar de las cosas, y limpiar. Si todo funciona correctamente, ¿importa la filosofía del conserje? El mejor gobierno sería un gobierno invisible. Que haga ajustes, correcciones, y que mantenga el equilibrio, y poco más.

No necesito un gobierno idealista. Me da igual la teoría, lo que importa es la práctica, que la gente viva bien y que las cosas funcionen. Todo lo demás es paja. Quizás piensas que es fácil hablar desde mi posición, que venir de una familia privilegiada me hace una hipócrita, y mira, quizás tengas razón, pero mi opinión no nace de allí, sino de haber vivido tanto en regímenes de izquierda como de derecha y no estar satisfecha con ninguno de los dos.

Cuando ves más allá de las palabras descubres que por muy idealista que sea un gobierno todo se va a mantener más o menos igual. La ideología es un colchón que usan los políticos para amortiguar sus caídas. Cuando la cosa se pone difícil la gente se manifiesta pidiendo “una democracia real”, ¿cómo puedes satisfacer una petición como esa? No hay manera, y tampoco hay forma de medir que se cumpla tu promesa. Si la gente pidiera: “queremos 5 estaciones de metro nuevas en Madrid” por ejemplo, entonces el gobierno se jode y tiene que responder algo concreto.

Cuando ves más allá de las palabras descubres que no hay ningún partido que se ajuste a la vida simple. Las opciones que hay no son lo que funciona. Si pudiera crear un partido nuevo, me gustaría quedarme solamente con lo que funciona de cada uno de los partidos políticos que existen.

De la derecha me quedaría con el sistema económico. De la izquierda tomaría los derechos civiles fundamentales, la igualdad de libertades.

De la izquierda me quedaría con el respeto a los derechos civiles. El derecho al aborto, al matrimonio gay, a la igualdad de condiciones en todo para todos. Rescataría la seguridad social y la educación pública. Son cosas que no deberían negociarse, deberían ser así y ya. De la izquierda desecharía las ayudas, los impuestos desmedidos a las empresas, las protecciones económicas absurdas, las medidas populistas.

Sé que tengo que aclarar el punto de las ayudas porque es fácil malinterpretarlo. En mi opinión la mayoría de las ayudas que da un gobierno son contraproducentes. Es asumir una responsabilidad que no le corresponde. Las ayudas suelen ser medidas populistas que convierten a quien la recibe en un esclavo de ese partido político. Es responsabilidad de cada persona conseguir su sustento y aprender a mantenerse por sí misma. Nadie dice que es fácil, pero de eso se trata la vida. La falta de trabajo no es una excusa, hay muchas formas de ganarse la vida sin ser un empleado. Las ayudas suelen ser una trampa para la voluntad individual.

De la derecha me gustaría conservar la política económica, la libertad del mercado, la propiedad privada, el respeto al individuo, y la dignidad individual. La derecha trata a los ciudadanos como adultos y no como niños, y eso es más digno. Pero por otro lado no quiero tener que mezclar la religión en el gobierno, no quiero que se le enseñe religión a los niños en el colegio, y no quiero una ley civil que se base en las leyes religiosas, particularmente las católicas. Quitarle la libertad a un individuo de actuar según su propia voluntad es algo que ningún gobierno debería poder hacer.

Creo que es posible hacer una limpieza y llegar a una opción que esté en el medio. Una forma de gobierno que no sea intrusiva en ningún área. Un tipo de gobierno que se encargue de ordenar y de brindar seguridad a sus ciudadanos, y poco más. Que no regulen las libertades civiles, pero que tampoco regulen la economía. Que su primer y único objetivo sea velar porque las cosas FUNCIONEN.

ESTAR EN MEDIO

Pero estar en medio no es sólo una postura política. Es un compromiso personal con uno mismo. Estar en medio es asegurarse de que tu opinión personal es siempre genuina, aunque sea impopular. La persona que está en medio no comulga con causas ajenas sin pensárselo muy bien antes, no se inmiscuye en temas que no comprende, y no se apresura a dar una opinión. La persona que está en medio valora la distancia y la diversidad.

La persona que está en medio respeta al otro en su identidad personal, con sus diferencias. No admira ni teme al grupo. No necesita de la aprobación grupal porque la persona que está en medio se auto-acepta. Cuando le preguntas a una persona que está en medio por qué hace lo que hace, siempre tendrá una respuesta que ofrecer. Aunque esa respuesta sea: “no lo sé”. No fabrica excusas ni siente la necesidad de ser lógico todo el tiempo. La persona que está en medio es capaz de defenderse frente a la agresión ajena. No sólo se defiende, se defiende muy bien porque sabe que es el único responsable por su defensa. No hay un grupo que lo respalde.

La persona que está en medio sabe que es el único responsable de su propio bienestar y no le cede esa responsabilidad a nadie más.

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