Hijos de la tele

January 8, 2012

La única vez que he querido salirme de un cine en la mitad de una película fue cuando tenía 10 años. Mi madre, que había pasado de odiar a amar a Jim Carrey de la noche a la mañana nos había arrastrado a toda la familia. La sensación que tuve durante la película fue de furia. Estaba furiosa. No sabía muy bien por qué, pero me pareció que la película era de mal gusto. La verdad es que “The Cable Guy” no fue una buena película, pero tampoco era tan mala como para producir ese rechazo. A menos, claro, de que tú al igual que yo y que Jim Carrey hayas sido criado más por la tele que por tus padres. Entonces la sensación al ver esta escena está muy bien justificada:

Esta es la escena en la que usan la niñez de Jim Carrey para revelar algo sobre el personaje: era un adulto perturbado porque fue hijo de la tele. Desde ese punto de vista, “The Cable Guy” es una doble traición, una puñalada por la espalda. Es una situación absurda en la que la tele que te crió, reniega de ti y te considera un desadaptado social. Encontrarte con algo así en una película puede ser desconcertante. Pero en realidad, que te críe la tele no está mal. La tele es un buen sustituto de los padres, te juzga menos que ellos y si no te gusta lo que dicen siempre puedes cambiar el canal.

Si creciste en los 90, todo lo que te estoy diciendo te sonará familiar, independientemente de que hayas visto o no “The Cable Guy”. Para los de mi generación la vida familiar estaba monopolizada por la tele. Pero no en un mal sentido. Siempre consideré que la tele estaba junto a mí y a mi hermana. No me refiero a una proximidad en el espacio físico sino en una dimensión temporal. Al hecho de que la tele no es un ente sólido y estático como la tostadora, sino más bien un organismo vivo que crecía igual que el perro, igual que yo. Este hecho es muy importante y no todo el mundo lo entiende. La generación anterior (nuestros padres) consideran que la tele es un electrodoméstico y la generación que viene después de nosotros, los niños que ahora tienen 10 años, seguramente piensan en la tele como en el antepasado arcaico de internet. Nosotros, sin embargo, vimos a la tele crecer a medida que crecía la oferta de canales.

Cada generación tiene sus propios artefactos. Después de mi bisabuelo nadie se volvió a sentir a gusto con un periódico en formato sábana sobre la mesa, la suya fue la Edad del Papel. La generación de mis abuelos tiene La Radio, no la escuchan en el coche como lo haría uno, no, esta gente enciende la radio y se sienta a escucharla. Mi generación tenía la Tele por Cable que es una criatura tan diferente de la Tele Normal de mis padres que se podría decir que son dos Edades distintas. Es muy fácil reconocer a alguien de la generación del Cable, sólo hace falta verlo manejar un mando a distancia. Si tiene una estrategia de zapping, sabes que es de los tuyos. La gente que no tuvo cable se frustra con el mando: pasan los canales demasiado lento o demasiado rápido, o se quedan haciendo zapping cuando ya van por el canal 60 donde sólo están canales como RAI y Telemundo. No saben combinar la guía con el zapping ni se han memorizado los canales. Es como si alguien me diese a mí una radio manual, de las que tienen perillas y que hay que “sintonizar”, creo que me pondría a llorar.

Es fácil pedirle a alguien que valore algo que desconoce, lo que es difícil es tomar su opinión en serio. Excepto cuando se trata de temas polémicos como la televisión, y entonces todo el mundo parece querer unirse al baile de la negación. La opinión de los viejos es que la tele es mala. No es una opinión descriptiva sino un juicio de valor. A la tele se le desconoce y se le teme y por lo tanto es MALA. Ver la tele desde muy cerca te deja ciego, ver la tele por las tardes te convierte en un ser menos sociable, los programas infantiles son violentos, el contenido cultural es superficial y algunos programas pueden hasta volverte tonto. Se critica a los padres que permiten que sus hijos vean la tele más de un par de horas al día. En cambio se les recomienda apuntarlos a kárate, a lecciones de piano y ponerlos a jugar a mikado para “estimular su creatividad”. No me malinterpretéis, me parece fantástico el piano, si es lo que le gusta al niño, pero dudo que un niño de diez años se levante una mañana con unas ganas intensas de practicar solfeo. Lo que sí me parece descorazonador es ver a gente de mi edad poner en twitter que ellos no ven la tele, que ellos leen libros. Como si eso fuera motivo de orgullo en sí mismo. Vete tú a ver qué clase de libros leen.