La Gran Estafa
April 5, 2024Decir que te gusta que te estafen supongo que no es la norma, pero tengo que decir que una vez me estafaron y considero que el valor que he podido extraer de esa experiencia supera con creces el que le hubiese extraído si, en lugar de estafarme, hubiese obtenido aquello por lo que pagué.
Me explico: la vida es ordinaria, rutinaria, aburrida. Una estafa es un juego con un ganador y un perdedor, en el cual alguien te seduce y extrae algo de ti que en principio no querías darle. Si una vez hecha esa transacción tú has conseguido obtener del otro lo que creías que te daría, entonces no hablamos de una estafa sino de un intercambio. No hay desequilibrio ni tensión y por lo tanto todo queda saldado, en reposo. Cada cual se va a su casa satisfecho.
¿Qué ocurre cuando te estafan? Que se da la primera parte del juego y después, cuando te toca recibir lo que habías acordado, por un proceso de prestidigitación a todas luces mágico, terminas de manos vacías y solo en un callejón. Te han arrancado algo y no has recibido lo que esperabas a cambio. El otro se va a su casa riéndose por el camino y en ti la tensión no se disipa. Lo que te queda es una especie de rencor, de vacío o de vergüenza por haber sido estafado. No se parece en nada al reposo.
Con el tiempo esa sensación puede ser el principio de un proceso de transformación personal en el que, para saldar las cuentas del diferencial entre lo imbécil que fuiste y lo listo que te gustaría ser, te propones entender cómo fue que te estafaron para que no te vuelva a ocurrir.
De estas transformaciones surgen las mejores historias, así que una vez transcurrido el episodio y concluido el proceso transformativo los sentimientos de rencor, tristeza o rabia receden y son sustituidos por sentimientos de otra naturaleza al reflexionar sobre lo que pasó, son sensaciones de disfrute, de diversión curiosa y encanto por lo vivido. Ser víctima de una estafa puede ser, por qué no, un camino mágico.
De niña me gustaban muchísimo las películas de Disney, no solamente la experiencia de verlas, su argumento, sus personajes, como a cualquier niño, sino que a mí además la animación 2D me parecía algo mágico de lo que quería formar parte. Quería entender cómo se hacían estas películas para poder hacerlas yo también. Me obsesionaba el hecho de poder imaginar algo en tu cabeza y después realizarlo sobre un papel y encima que adquiriése movimiento, expresiones, como las personas. Materializar algo de la nada.
En un viaje a Orlando visité los estudios de animación de Disney con mis padres y vi de cerca todo el proceso de animación, y a partir de ese momento cuando pensaba en mi futuro me entraba una risa rara al imaginarme como parte del equipo de animación que dibujaba esas películas. Tengo talento para el dibujo, dibujaba muy bien y además quería aprender el arte de la animación 2D. Internet estaba naciendo y me apunté a una página web de galerías de fantasía y ciencia ficción llamada Elfwood, una especie de proto-deviantart de los inicios de internet, una web muy rudimentaria pero divertida, esta de aquí abajo:
Te creabas un usuario en esa web y te daban una “galería” a la que podías subir imágenes de tus dibujos. Como el hosting era caro en 2002 había un límite de imágenes, tenías que hacer una selección de tus mejores dibujos y debajo de cada imagen había una sección de comentarios. Los dibujos tenían que ser por fuerza de fantasía o ciencia ficción que era la temática de la página o te los borraban. Mis dibujos no tenían mucho que ver con esos temas así que tuve que modificar mi estilo para poder subirlos a esta página web, y lo que hacía era pintarle alas o halos, o algo, a los dibujos que normalmente hacía como excusa para que no me los quitaran de la página. La gente te dejaba comentarios, algunos simplemente alabándote, pero muchos otros eran críticos, que eran los que más me gustaba recibir ya que me permitían refinar lo que hacía.
Estaba terminando el instituto y mi madre me llevó a varios especialistas para hacerme estudios de “orientación vocacional” una idea que a mí me parecía contradictoria y por lo tanto me generaba cierto rechazo porque le daba demasiado valor a las palabras y consideraba que si algo era tu vocación es porque sentías un llamado a participar de aquello. Si sientes un llamado luego no necesitas que te orienten. No tenía sentido ¿No? Claro. Pero es que en psicología pocas cosas tienen sentido. Estaba haciendo estos ejercicios exploratorios de la mano de especialistas que me trataban como si tuviese algún tipo de retraso, o al menos así me sentía, y al mismo tiempo me llevó mi madre a psicoterapia porque se me dan fatal las transiciones y estaba atravesando una especie de depresión ansiosa por terminar el instituto.
La psicoterapia me la hacía una psicóloga muy buena llamada Ana a quien recuerdo con muchísimo cariño y que un buen día llegó a la consulta con una sonrisa de oreja a oreja, un fajo de folios impresos con alguna información que quería compartir conmigo, y la sensación que me dio es la misma que sentía cuando leía las novelas de Miss Marple de Agatha Christie, una señora mayor que resolvía asesinatos en pueblos perdidos con la satisfacción mundana y pueril de quien descubre dónde están sus gafas. “Tengo grandes noticias para ti, Yael” me dijo. Me enseñó los folios y me explicó que era el contenido de un programa de animación 3D que se iba a impartir en Caracas, que le habían mandado la información en un email en cadena y que aquello era la solución a todos mis problemas.
Vale que no podía hacer lo que quería que era irme a Ringling College o a Calarts a estudiar animación porque costaba algo así como 50 mil dólares al año y mi abuelo no pensaba financiármelo. Tampoco había conseguido que me regalasen una tablet Wacom Intuos II con la que poder dibujar en el ordenador que me parecía una petición más razonable pero que costaba 2000 dólares, y lo que me dieron en su lugar fue un libro. Nada de eso importaba porque había llegado algo inesperado a la Venezuela recóndita… había llegado ALVARO PLANCHART.
Álvaro Planchart llegó pisando fuerte declarándose ganador del Oscar a technical achievement por su trabajo en Alias/Wavefront para el software de animación 3D Maya. Le hicieron entrevistas en todos los periódicos a los que llevó una estatuilla del Oscar y para demostrar su privilegiada posición dentro de la jerarquía de Hollywood, proporcionó fotos en una alfombra roja con Tom Hanks. De todo esto queda poco en internet porque pasó en 2003 de ahí la calidad de las fotos que os puedo poner aquí, que es lo único que queda, ya que en su día estaban casi todas impresas en periódicos de papel y tinta.
Álvaro Planchart aseguró que después de triunfar por todo lo alto lo dejó todo atrás, en Miami, para volverse a su Caracas natal a fundar un estudio de animación y sobre todo una escuela en la cual formar el talento del futuro. Que de esa escuela elegiría a los mejores, por sus méritos, para realizar el PRIMER FILM DE ANIMACIÓN 3D DE SUDAMÉRICA.
A mí toda esta cuestión no me parecía muy legítima, pero sobre todo no tenía mucho que ver con mi sueño de irme a estudiar animación en Ringling o Calart o cualquier otro college con un programa de animación de primera línea y sobre todo lejos de Venezuela. Esto era como una especie de triste premio de consolación. Sin embargo Ana contactó con mi madre para darle el programa de estudio, y mi madre muy deseosa de verme recuperar el interés por la vida me apuntó de sorpresa, de regalo vamos.
Las primeras clases, al haber estafado a cientos de familias de clase media con sueños de grandeza para que pagasen el coste de inscripción y tres mensualidades de golpe, fueron en la sala de conferencias del hotel Tamanaco, un hotel lujoso de Caracas, y apareció con una chupa de cuero marrón de aspecto carísimo, gafas de sol y un bluetooth pegado a la oreja, de estos que se usaban en esa época para hablar por el móvil. Nos estuvo mareando un mes con clases de guión de cine en ese hotel. Después empezaron las clases de animación como tal, para las cuales alquiló un cybercafé que de día abría sus puertas para que los jóvenes jugasen a Counter Strike después del colegio y por las noches a las 8 pm se transformaba en la sede de AP ANIMATION STUDIOS. El nivel de cutrez no podéis ni empezar a sospecharlo.
Como quizás lo intuyáis, el Oscar era falso, este señor no había puesto un pie en Alias/Wavefront, la foto con Tom Hanks era un burdo trabajo de photoshop y de animación 3D no sabía ni la primera letra. Tenía “chuletas” que miraba disimuladamente para explicarnos cómo modelar UNA TAZA DE CAFÉ. Vamos, el ganador del Oscar. Estuvimos tres meses modelando UNA MANO. Un acompleta y absoluta estafa. Yo pertenecía al módulo ETA. Había dividido a los incautos en grupos de 40 personas que era el número de ordenadores que tenía el cybercafé, y yo pertenecía al quinto grupo lo que quiere decir que antes de mí ya había estafado a otras 200 personas con el programa de animación 3D.
Entonces salió el reportaje que explicaba que lo de Alvaro Planchart era todo una burda y simple ESTAFA. Alguien se había percatado de que el Oscar era de hojalata y la foto de Tom Hanks tenía algo raro en el brazo y llamaron a las oficinas del software Maya en EEUU para preguntar si este señor había sido empleado alguna vez de su compañía a lo cual respondieron con una negativa y para qué vamos a alargarlo mucho más, se lió.
Me vi de repente con los pies en la realidad. Había estado dedicando un montón de horas de mi tiempo a las enseñanzas de un estafador, un curso en el que ni había aprendido nada ni lo aprendería. Con alguien que aseguraba que si me esforzaba lo suficiente me cogería de talento para participar en una película animada real que nunca se iba a producir, pero sobre todo me trajo a la realidad de mi triste vida en un país tercermundista en el que todos los sueños van a morir. En el que da igual el talento que tengas o el empeño que le pongas no vas a llegar a ninguna parte y lo único que podrás conseguir como tengas sueños y no seas unn Cabeza de Condón es ser carne de cultos raros, presa de estafadores varios.
A mi madre no le dije nada al principio por simple vergüenza de que se hubiese dejado una pasta por mí en ese curso y hubiese salido mal. Así que en lugar de dejar de ir al curso tuve que seguir yendo, seguir viéndole la cara al estafador y seguir intentando modelar una mano en un ordenador de cybercafé que a duras penas podía correr Maya 3D. Así que toda mi frustración e impotencia me la llevé a un foro de cine de aquella época llamado Panfletonegro a un hilo sobre Álvaro Planchart que encontré buscando su nombre en Google y en él plasmé mi opinión como integrante del módulo ETA de su infame estudio de animación, hice mi reseña de forma respetuosa pero sin cortarme bajo el seudónimo de “Estela”.
La siguiente clase nos recibió con cara de pocos amigos. Álvaro Planchart había leído mi reseña en dicho foro y no le había hecho mucha gracia. Como había dicho que era integrante del módulo ETA sabía que era una de las 40 personas que estaban en la sala y como éramos un total de 3 mujeres, era fácil descubrir quién había sido el autor de los comentarios. Así que después de darnos un discurso iracundo en el que dijo que la persona que había escrito aquello debía ponerse de pie para no perjudicar a los demás. En el que aseguró que si nadie se atribuía la autoría de ese comentario difamatorio tendría que descartar al módulo ETA en su conjunto del programa de animación de la supuesta película y cuando nadie me delató siguió usando todos los métodos de psicoterror de los que dispone un estafador de esta calaña para medir las reacciones y las expresiones faciales de los que allí estábamos.
Así es como llegó a la conclusión de que Estela era yo, cosa que en el momento no me dijo y lo único que yo tenía era la incertidumbre de si sospechaba o no de mí. Tres clases más tarde se despidió de mí como “hasta la semana que viene, Estela” y ya supe que sabía perfectamente la identidad de la persona que dejó aquella reseña, que la tensión en el ambiente era palpable y continuar en el curso se convirtió en una especie de tortura psicológica.
Pasados los primeros tres meses conseguí convencer a mi madre de no seguir pagando la matrícula del curso a pesar de que sabía que me acusaría de desinterés y pereza, pero conseguí apartarme. Álvaro Planchart continuó estafando gente durante años, inventándose eventos multitudinarios de animación 3D para los cuales cobraba entradas carísimas y a los que invitaba a gente que sí había trabajado en Maya para que la gente creyese que estaba conectado. Lo que hacía era ir a convenciones de Siggraph, conectar con gente que había formado parte del equipo de desarrollo de Maya y pagarles para que fueran a Caracas a dar charlas y a fingir que conocían a Álvaro de algo.
Yo, dejé de dibujar y de plantearme películas raras y me metí a la universidad a hacer una carrera normal. Álvaro Planchart siguió en su gremio, el del engaño, a día de hoy tiene una empresa que vende gafas de sol chinas en Miami, casualmente un mecanismo que he leído que usan algunos intermediarios en EEUU como fachada para lavar dinero del chavismo de dólares preferenciales o directamente de la droga, y sorprendentemente no ha abandonado su imagen de triunfador de la vida, su ropa cara y actitud de estafador.
Si hubiese aprendido a hacer muñequitos en 3D eso seguramente no me hubiese catapultado a trabajar en los estudios de Pixar ni me hubiese servido para absolutamente nada más que para darme palmaditas a mí misma en la espalda. Sin embargo, este episodio a pesar de haberme hecho sentir mal me hizo una mejor persona. Al igual que con los comentarios de Elfwood que prefería recibir las críticas a los comentarios más amables porque las críticas me permitían mejorar, haber sido estafada por este personaje me hizo darme cuenta de lo sencillo que es caer en un engaño sobre todo cuando tienes una fantasía en la cabeza y pocas posibilidades de llevarla a fruición. Me enseñó también el nivel de desvergüenza que puede alcanzar un ser humano en búsqueda de dinero y fama. El valor del primero lo pagó mi madre por adelantado, el del segundo es incalculable.
Los estafadores operan siempre de la misma manera. Te hacen creer que son seres especiales, con un don o unos talentos, o una trayectoria que no tienen. Te embelesan con sus palabras, con discursos elocuentes, te dicen exactamente lo que saben que quieres escuchar para que pases por alto las inconsistencias y los defectos. Si te dejas llevar por el estafador es porque inconscientemente eliges ignorar lo malo porque hay una parte de ti que prefiere creerse la fábula que te están contando. Es esa parte de ti, la que no te acepta, la que no SE acepta a sí misma ni al lugar que ocupa, la que se resiste a verse con claridad y que por lo tanto prefiere evadirse. El estafador solamente le da lo que está buscando para hacerlo.
Lo que esa parte de ti sufre es de una doble maldición: el anhelo y el miedo que conducen a la fantasía. Los estafadores saben detectar ambos, y se presentan a sí mismos a sus proyectos como la pieza que falta en el puzzle. Por eso dejarse estafar y dejarse seducir son tan parecidos: te sientes atraído como hacia un imán por algo que promete completarte y por eso ese proceso es capaz de sacarte de la rutina y de la pasividad cotidiana porque al hacerlo atrae las peores partes de ti a la superficie, te obliga a lidiar con ellas. Si lo haces con los ojos abiertos al final NO es una estafa, no lo es porque es así como llegas a atender los espacios vacíos que hay en tu interior y a llenarlos, no con las promesas de terceros sino con el trabajo interno que de otra manera nunca hubieses llegado a emprender.