La psicología de la traición

September 24, 2015

Si te pido que hagas un esfuerzo e intentes recordar alguna instancia en la que has sido traicionado, seguramente se te ocurrirá al menos una. Casi todos hemos pasado por eso alguna vez. La reacción ante una traición es siempre parecida: empieza con una sensación de sorpresa seguida de una profunda indignación, la sensación de que has sufrido una violación, de que te han usado. Es una sensación parecida a lo que sentiríamos si nos hubieran robado algo.

Los efectos de la traición no son solamente prácticos. Cuando alguien te traiciona no solamente pierdes la confianza en él, pierdes, en cierta medida, la confianza hacia ti mismo y tu capacidad de juzgar el carácter de los demás, porque confiaste en el traidor y no supiste darte cuenta de que lo era. También pierdes la confianza en el mundo que te rodea, como consecuencia de la traición te vuelves más escéptico, eres menos propenso a depositar tu confianza en otra persona, quienquiera que sea. Es decir, la traición es un asalto a la integridad de la persona que es traicionada.

El episodio no concluye hasta que no encuentras una forma de restablecer el orden, de cerrar el capítulo, de sentir que has recuperado tu lugar. Para hacerlo tienes que vengarte o perdonar al traidor. La mayoría de la gente te va a recomendar hacer lo segundo. Yo no. Pero de eso hablaremos más tarde.

Como todos hemos sido traicionados alguna vez, conocemos bien el sentimiento que produce una traición, y también somos capaces de señalar cuando estamos en presencia de un acto de traición sin mucho problema. Somos capaces de entender por qué Dante reservó el noveno círculo del infierno para los traidores. Pero si te pregunto “¿qué es la traición?”, si te pido que me des una definición corta y simple de lo que significa esa palabra, no será un ejercicio tan fácil de ejecutar.

No te culpo. Es muy difícil encontrar tratados acerca de lo que es la traición, o la infidelidad, en la filosofía o en la ética. Ni siquiera Aristóteles se detuvo en el tema de la traición. Si intentas buscar material al respecto, por ejemplo, en el Stanford Dictionary of Philosophy, o si encuentras alguno de los breves tratados sobre el tema que se han publicado recientemente, la forma en la que definen la traición es como una violación de la confianza.

Esa idea es instintiva, porque cuando pensamos en la traición, solemos hacerlo desde nuestra subjetividad: pensamos en aquellas instancias en las que hemos sido traicionados. Cuando nos sentimos traicionados por otra persona generalmente es porque nuestra confianza ha sido defraudada. Así que identificamos el acto de traicionar con esa sensación que nos produce. Pero, aunque esta definición explica muy bien lo que siente quien es traicionado, no es suficiente para explicar lo que la traición es.

Se puede traicionar una causa, se puede traicionar un ideal, se puede traicionar un país, y se puede traicionar la voluntad de una persona que ha muerto. Ninguno comprende la confianza. Ni una persona muerta, ni un ideal es capaz de confiar en ti. ¿Cómo puedes entonces traicionarlos? Tiene que ser que la traición no es el acto de violar la confianza, que eso es simplemente el resultado.

Otra manera de ver la traición es como la ruptura de un compromiso. De acuerdo con esta visión, se puede hablar de traición cuando existe un pacto escrito, verbal, o tácito entre personas. Cuando una de ellas rompe el pacto, se puede hablar de traición. Esto elimina el problema del ejemplo anterior. Esta idea es concreta. Describe la acción que toma el traidor, y no los sentimientos del que es traicionado. Es una mejor descripción. Pero tampoco es suficiente para explicar el fenómeno.

Si bien podríamos decir que muchas veces cuando alguien traiciona a otro está rompiendo un pacto, y también podemos decir que cuando se rompe un pacto se está traicionando, esta definición tampoco es suficiente. Podemos traicionar a un amigo sin tener un pacto con él, por ejemplo, si hablamos mal de él a sus espaldas, estamos traicionándolo, y no rompimos pacto alguno. También es posible romper un pacto sin traicionar a alguien. Si tienes un contrato de alquiler, por ejemplo, y decides irte antes de que termine el contrato estás rompiendo un pacto, pero difícilmente el dueño del apartamento se sentirá traicionado. Posiblemente te toque pagar una compensación y ya. Cuando un marido engaña a su mujer, la razón por la que ella se siente traicionada no es que el marido está violando el contrato matrimonial. Es una forma mecánica de verlo.

Hay quien dice que el problema de la traición es que es un engaño. Que cualquiera que te engaña te está traicionando. Pero aunque la traición y el engaño se dan en simultáneo con frecuencia, es posible traicionar sin engañar. Cuando un militar se une al bando contrario, da igual si lo hace de frente o por detrás. Será considerado un traidor de las dos maneras.

La traición, por lo tanto, no es fácil de definir. Pareciera ser una especie de nube, en la que flotan muchas ideas que se relacionan entre sí, pero que no tienen un centro, ni un tronco común. La traición es muchas veces la violación de la confianza, pero también puede ser la ruptura de un pacto, se da en conjunto con el engaño, y suele perjudicar al otro.

Quizás lo mejor que podemos hacer para estudiar la traición es hacerlo a través de la literatura y de la historia, es un tema común en ambas. Lo bueno de estudiarlo a través de ejemplos es que tanto la literatura como la historia tienen la ventaja de que somos capaces de ver cualquier acción oculta del traidor mientras ocurre.

La traición en la literatura y en la historia

El caso de Judas y Cristo es el más famoso. Judas, el apóstol, traiciona a Cristo vendiéndolo a cambio de 30 monedas de oro. Le señala a los romanos quién es dándole un beso en la mejilla. Dalila traiciona a Sansón a cambio de mil cien monedas de plata. Vende el secreto de su fuerza a los filisteos y los deja entrar para que le corten el pelo mientras él dormía. En ambos casos la motivación es práctica: se traiciona al líder en el caso de Judas, y al amado en el caso de Dalila, a cambio de dinero. Esta quizás sea la forma más cruda de traición: la traición oportunista.

Philippe Pétain tuvo una motivación distinta. Fue un héroe francés de la Primera Guerra Mundial. Debía su reputación a la victoria que obtuvo en el campo de batalla de Verdún. En el período entre las dos guerras consiguió el grado de Mariscal de Francia. Era respetado por todos y admirado como un gran estratega militar. De manera que en 1940, cuando Francia se enfrentaba a la Alemania Nazi, fue elegido como Jefe de Estado con la esperanza de que pudiera vencer a los nazis. Semanas después de ser elegido, Pétain entregó parte de Francia a los nazis, retiró la capital a Vichy, y mantuvo una política de colaboracionismo con el Tercer Reich hasta que terminó la guerra.

Pétain intentó difundir un culto a la personalidad de sí mismo como líder. Su foto figuraba en los escaparates de todas las tiendas, en las paredes de la ciudad, en las oficinas públicas, en las escuelas. Suspendió las libertades, los partidos políticos, y pretendió realizar una Revolución Nacional que incluía campos de formación de las juventudes francesas. Cuando la guerra terminó, fue juzgado como traidor, pero su sentencia de muerte fue conmutada por cadena perpetua debido a su avanzada edad. Pétain traicionó a su pueblo a cambio de poder.

Mi ejemplo favorito de traición es el de Fredo Corleone, de la trilogía de El Padrino. Me gusta porque siento que engloba en un sólo personaje, todas los motivos por los que un traidor traiciona. Fredo es soberbio, cobarde, y estúpido. Las tres características típicas del traidor.

Fredo traicionó a su familia tres veces. La primera vez ocurre en la primera película. Fredo Corleone está con su padre cuando los asesinos de Sollozo le disparan en la calle. Fredo no consigue sacar su pistola a tiempo, y después no se molesta en perseguir a los asesinos. Ni siquiera va a buscar ayuda. No, en lugar de hacer eso se queda sollozando junto al padre malherido en la acera. Posiblemente por cobardía y estupidez.

Más adelante Fredo vuelve a traicionar a la familia, cuando en una disputa entre Michael Corleone y Moe Greene, Fredo se pone de parte de Greene y en contra de la familia. Michael le dice que nunca vuelva a ponerse de parte de otros. Pero la peor traición de Fredo, la más radical, y la que le cuesta la vida, fue venderle información acerca de su hermano a Heyman Roth, que utiliza esa información para atentar en contra de la vida de Michael y de su mujer.

Cuando Michael lo confronta, Fredo le explica la razón de su traición. Él era el segundo hermano. Cuando Sonny murió, la tradición decía que le tocaría a Fredo asumir su lugar como líder de la familia. En lugar de ofrecerle el puesto a él, su padre eligió a Michael, el hermano menor. Para Fredo eso era un deshonor. Traicionó a Michael por esa razón.

Las razones de Fredo ilustran de la forma más precisa las razones por las que una persona traiciona. En primer lugar la traición es el resultado de la soberbia. El que traiciona cree que es más listo, o más capaz que la persona a la que está traicionando. Por esa razón muchas veces se hace en conjunto con el engaño. El traidor pretende mantener los privilegios que le reporta una alianza sin tener que dar su fidelidad a cambio. La forma de resolverlo es por medio del engaño: oculta al otro sus verdaderas intenciones para poder seguir disfrutando de los beneficios de la alianza. Al mismo tiempo el traidor cree que, de ser descubierto, la otra parte sí se apegará a la alianza y su traición no tendrá mayores consecuencias.

Otra razón por la que muchos traidores, como Fredo, engañan, es por cobardía. Fredo estaba entre dos familias: la suya y la de Hayman Roth (a través de Moe Greene). Posiblemente pensó que negarle la información a Hayman Roth tendría consecuencias peores de las que tendría de ser descubierto por su hermano. Creía que su hermano, por el vínculo familiar, estaría menos inclinado a matarlo, y que ganarse el desprecio de Roth podría tener consecuencias peores.

Finalmente, la estupidez, es un gran componente en la psique del traidor. Suele traicionar el que tiene poca capacidad de pensar a largo plazo. Porque aún si careces de todo sentido de la virtud y del honor, aún si tu capacidad moral no te alcanza para pensar en estas cosas y sólo te mueves por transacciones prácticas, para cualquiera es evidente que una buena alianza es mucho más provechosa que 30 monedas de oro porque puede durar toda una vida. Pertenecer a una familia como la de los Corleone es mucho más importante que ganar el favor de un desconocido como Roth.

Aún así, hay casos más ambiguos. Hay casos en los que la motivación detrás de la traición es positiva. Un ejemplo es el de Marco Junio Bruto y Julio César. Antes del surgimiento del Imperio Romano, Roma era una República y sus principios son los que formaron la base de todas las repúblicas que vinieron después. Estaba conformada por un Senado, contemplaba la separación de poderes, el equilibrio entre distintas fuerzas, y el gobierno era descentralizado. Hacia el final de la República, Bruto se alineó con el Senado en contra del Primer Triunvirato conformado por Craso, Pompeyo y César, porque Pompeyo había matado a su padre.

Cuando estalló la guerra civil en Roma entre Pompeyo y César, Bruto se alineó con su antiguo enemigo: Pompeyo, en contra de César. Después de la batalla de Farsalia, Bruto pidió clemencia y César lo perdonó de inmediato, lo acogió entre sus amigos más cercanos, y en los años siguientes le hizo gobernador de la Galia y lo nominó al cargo de Pretor.

En los años siguientes Julio César buscó centralizar el gobierno sobre sí mismo y consiguió que lo proclamaran dictador perpetuo. Bruto, que siempre había sido un republicano de convicción, sintió que a César sólo le faltaba una corona para igualar a cualquier Rey y no quería regresar a un sistema Monárquico. En lugar de acudir a su amigo y comentarle sus frustraciones, decidió conspirar en su contra dentro del Senado para asesinarlo.

Liderado por Bruto, un grupo de senadores asesinó a César en la Curia Pompeya acuchillándolo veintitrés veces. En teoría lo hicieron para proteger a la República. A pesar de que César y Bruto eran grandes amigos, de que César le perdonó la vida y le dio una importante posición dentro del panorama político romano, al final Bruto lideró su asesinato. Nunca sabremos cuáles fueron las últimas palabras de César, pero Shakespeare puso en su boca las siguientes últimas palabras “et tu, Brute?” que significa “¿Tú también, Bruto?”. Después del asesinato la República se hundió en una serie de guerras civiles que terminaron por precipitar la formación del Imperio Romano, paradójicamente.

Bruto, al igual que Fredo, fue traidor en más de una ocasión. No sólo traicionó a César, antes ya había traicionado la memoria de su padre al aliarse con Pompeyo, su asesino. El hecho es que a pesar de que el la motivación de Bruto, de preservar la República, quizás sea más noble que la de Fredo Corleone, o los casos de traición de la Biblia, no por eso es menos traidor. Bruto se alió al Senado romano para asesinar a su gran amigo y protector, por medio del engaño. No se puede ser más traidor que eso.

Si todos son traidores independientemente de su motivación o de la forma que adoptó su traición, ¿qué es lo que los une? Tiene que existir una esencia que defina lo que significa esta palabra. Tenemos que definirla y entenderla, no como una nube de términos que guardan cierta relación, sino como algo definido.

Lo que comparten todos estos ejemplos no es la violación de la confianza, ni la ruptura de un pacto. No es el engaño, ni la naturaleza de la compensación. No es la motivación que llevó al traidor a actuar, ni el sentimiento que ocasionó en el traicionado. Lo que comparten estos ejemplos es que en todos los casos lo que se viola es una frontera. La frontera que separa el “nosotros” del “ellos”.

Judas era un apóstol (nosotros) su grupo de pertenencia era el de los seguidores de Jesús. Cuando Judas decide vender la identidad de Jesús a los romanos (ellos) está violando esa frontera, se está poniendo de parte del otro.

Dalila viola la frontera que existe entre la pareja y el resto del mundo. Como lo viola cualquier persona que es infiel a su pareja. Cuando una persona se apunta, digamos, a Ashley Madison, está cometiendo una traición al introducir a un extraño (ellos) en la relación de pareja (nosotros).

Lo mismo ocurre con Pétain. Al entregar parte de Francia a los nazis se puso de parte del Tercer Reich (ellos) violando, literalmente, la frontera francesa, y traicionando a su pueblo (nosotros).

Fredo Corleone viola la frontera de su familia cuando elige no perseguir a los enemigos de su padre, cuando se pone de parte de Moe Greene (ellos) en una disputa con su familia (nosotros), y finalmente cuando vende la vida de su hermano a Heyman Roth.

Marco Junio Bruto también es un traidor que violó la frontera que existía en su amistad con su gran amigo y protector (nosotros), para ganar tracción dentro de un grupo menos cercano como era el Senado (ellos). Vendió la vida de su gran amigo a otros.

La esencia de la traición

El ser humano tiene una naturaleza dual. Es como si fuese una radio con dos frecuencias diferentes. En una es un individuo: busca su propio beneficio, como lo haría un lobo. En la otra frecuencia el ser humano es un ser social, que es capaz de unir su voluntad con la de otros para hacer cosas que no podría hacer por sí mismo, como lo harían las abejas. Digo que tenemos ambas naturalezas porque un lobo, aunque quisiera, es incapaz de unirse a otros y funcionar como un sólo organismo, no tiene la capacidad de entender la intención de otro lobo. La abeja, por su parte, puede actuar dentro de su colectivo, pero nunca podrá actuar en solitario. No es capaz de elegir su bienestar por encima del de la colmena. Los humanos podemos hacer ambas cosas. Somos seres duales.

La capacidad de unirnos en grupos y funcionar como una sola cosa, es la que ha hecho que el hombre pudiera sobrevivir y avanzar. Un hombre en solitario es un ser débil. Para poder sobrevivir tuvo que aliarse a otros hombres, formar clanes y tribus, que más adelante se convertirían en pueblos, ciudades, e imperios. Los proyectos más importantes de la historia de la humanidad son producto de la voluntad colectiva. Jamás podrían realizarse en solitario.

Como consecuencia, hemos desarrollado una dimensión moral para reglamentar la pertenencia a estos grupos diferentes. En el pasado si una persona dejaba una tribu y se unía a otra, esa acción podía crear un desequilibrio de poder, y podía significar la diferencia entre la supervivencia de la tribu y su muerte. Por eso repudiamos a los traidores, es una sensación instintiva y visceral, que difícilmente puede ser explicada por medio de la razón: evolucionamos para repudiarlos.

Hay una teoría de la moral que me gusta mucho, pero desconozco cuál es su nombre en español. En inglés se llama Moral Foundations Theory. Esta teoría fue formulada para explicar por qué la moralidad varía tanto entre culturas, y sin embargo hay tantos temas que se repiten. De acuerdo con esta teoría la moral tiene una base innata y universal. A partir de esa base cada cultura construye su universo de virtudes, narrativas, e instituciones.

Según la teoría de Moral Foundations, la lealtad y la traición es una de las dimensiones innatas de la moral, que es universal y compartida por casi todas las culturas. Hay otras cinco dimensiones innatas además de la de la traición. No todo el mundo las experimenta todas en igual medida.

Si la moralidad fuese tu lengua existirían cuatro sabores básicos: sulce, salado, ácido, amargo, pero no todos seríamos capaces de percibirlos todos. Algunos tendrían más receptores para el dulce que para lo salado, habría gente incapaz de sentir el sabor amargo, y así sucesivamente. Esas diferencias explican en gran medida nuestras diferencias morales y nuestras disposiciones políticas.

Las seis dimensiones innatas de la moral son:

Cuidar / dañar: si alguna vez te has sentido muy mal al ver como alguien golpea a un animal o hace daño a un niño pequeño, es porque has experimentado esta dimensión moral. Es probable que la hayas sentido porque es la más universal de todas. La compartimos incluso con los animales. La mayoría de los mamíferos la siente. Tiene que ver con nuestra capacidad para sentir las emociones de los demás, particularmente las de dolor. Nos disgusta ver a otros sufrir. Cuando alguien viola esta dimensión y le hace daño a otros, lo rechazamos. De ella emanan los valores de gentileza, misericordia, piedad, y preocupación por el otro.

Justicia / engaño: Un grupo capaz de tener estas conductas de altruismo recíproco tenía una ventaja evolutiva sobre los grupos que no cooperaban. Pero para que exista la cooperación es necesaria la confianza entre los miembros del grupo. Cuando alguien viola la confianza de otro, el grupo entero se resiente, porque la capacidad de hacer esos intercambios disminuye. Esta dimensión es la sensación de rechazo que sentimos cuando una persona se aprovecha de otra. La sensación de bienestar que sentimos cuando dos partes llegan a un acuerdo y cada uno cumple su parte. Está relacionado con los valores de justicia, honestidad, generosidad.

Lealtad / traición: esta dimensión la desarrollamos a lo largo de nuestra historia como comunidades tribales en las que distintos grupos se veían en la necesidad de competir entre sí para poder sobrevivir. La pertenencia a un grupo implicaba necesariamente la renuncia a los demás. La protección del propio grupo era de vital importancia. En ese sentido colaborar con la competencia ponía en riesgo la supervivencia del grupo propio. Es el rechazo que sentimos hacia el traidor: el que favorece a un desconocido por encima de sus allegados. Desemboca en valores como los de la fidelidad, el compromiso, la identificación grupal, el rechazo al diferente.

Autoridad / subversión: esta dimensión es el resultado de las estructuras tribales jerárquicas. Es lo que permite que exista el liderazgo y la organización para alcanzar una meta. Incluye el respeto a la autoridad, a las tradiciones, y el repudio hacia todo aquello que atente contra el orden establecido. Si te enfada cuando alguien viola las leyes o irrespeta a una figura de autoridad, es porque eres capaz de sentir esta dimensión moral.

Santidad / degradación: En el pasado éramos mucho más susceptibles a las enfermedades y por eso desarrollamos la capacidad intuitiva de rechazar aquello que las produce. Cuando hacia un concepto abstracto sientes la misma sensación de rechazo que sentirías hacia algo sucio, estás en presencia de esta dimensión moral. La forma más clara en la que puedes saber si eres capaz de sentir esta dimensión moral es preguntarte qué sientes si ves a alguien usar una bandera de tu país para limpiar el suelo. La mayoría de la gente siente rechazo por esa imagen, o le da igual. Dependiendo del grupo en el que te ubiques sabes si eres capaz de sentir esta dimensión o no. Otro ejemplo es, lo que sientes frente a una foto de un cubo lleno de gusanos vivos. Si te da asco, si no. Desembocó en valores como el ascetismo, la castidad, la limpieza, la idea de que el cuerpo es un templo que puede ser profanado. Las leyes alimentarias.

Libertad / opresión: es la sensación de resentimiento hacia aquellos que te dominan o que restringen tu libertad, o la libertad de otros. El odio al opresor hace que muchas personas se unan para destruir a quién perciben que los está oprimiendo. Muchas veces está en conflicto con la dimensión de autoridad y subversión.

La dimensión moral de la traición y la lealtad no la comparte todo el mundo. Hay gente que no siente repulsión por el traidor en sí mismo. Sin embargo, sí es capaz de sentirlo cuando el traidor ha violado un contrato porque eso pertenece a otra de las dimensiones que es más popular, la del engaño y la justicia. Por eso describen al traidor como alguien que ha violado un pacto, o como alguien que engaña.

Los conservadores experimentamos todas las dimensiones morales. Las seis. Somos capaces de sentirlas todas y por lo general buscamos vivir en ambientes que fomenten el respeto a todas las dimensiones morales. Los libertarios por lo general sienten las dimensiones morales con una intensidad mucho menor que el resto de las personas, y la única con la que se identifican de lleno es la dimensión de la opresión y la libertad identificando al Estado como el ente opresor.

La gente de izquierdas, por lo general, sólo es capaz de percibir dos dimensiones: cuidar/dañar, libertad/opresión; en algunos casos sienten levemente el eje de justicia/engaño. Sienten sus dos ejes y medio con una intensidad muy superior a la que siente un conservador. Por lo tanto alguien de izquierda es mucho más melodramático e intenso cuando cree que alguien ha violado su eje de libertad/opresión de lo que siente un conservador cuando alguien viola alguno de sus ejes. Basan todas sus políticas en estas dos dimensiones y repudian a todo aquel que siente las otras tres. Sufren de una especie de atrofia moral.

La traición como valor de la izquierda

Es innegable que los conservadores y los revolucionarios tenemos morales distintas. Tenemos 3 ejes de diferencia, pero en unos diferimos más que en otros. Si bien es cierto que la izquierda jamás comprenderá las reglas religiosas de alimentación, o el desagrado que nos produce la desecración de una tumba o de un símbolo como lo es la bandera nacional, ellos tienen sus propias reglas morales que podrían ser catalogadas como parte de ese eje.

Cuando los progresistas hablan de comida orgánica, de reciclaje, del calentamiento global, cuando rechazan la idea de comer carne, o se plantean si es moralmente aceptable comer huevos de gallinas que no son libres, están de alguna manera practicando el eje de santidad y degradación, solo que de una manera radicalmente distinta a la nuestra. Bañan su moralidad de un halo de razón, intentan darle apariencia científica a sus reglas morales, pero no es más que una pátina. No es la ciencia lo que los empuja a comportarse de esa manera, porque ninguno de los estudios sobre el cambio climático es concluyente.

Con respecto al eje de la autoridad y la subversión, la izquierda quiere subvertir el orden, no cabe duda de eso, y tampoco son muy amigos de las jerarquías dentro de sus movimientos. Al final siempre terminan por organizarse de manera vertical, es casi imposible no hacerlo, pero moralmente lo repudian. Dentro de la izquierda los únicos que aceptan este eje son los que se declaran abiertamente comunistas. Aceptan la idea del único partido, del Gran Líder, y de la autoridad, siempre y cuando sea el orden que ellos quieren. Digamos que el eje de la autoridad es el que divide a los comunistas de los progresistas.

El eje más importante, el que verdaderamente ilustra la diferencia que existe entre un conservador y un progre, es el eje de la traición y la lealtad. De acuerdo con el Moral Foundations Theory, la gente de izquierda carece de sensibilidad para ese eje, sencillamente no lo ven. Es como un punto ciego. Pero estoy convencida de que no les hicieron las pruebas contrarias. La persona que se denomina de izquierda sí siente ese eje, pero lo siente de manera invertida.

Un artículo publicado en The Guardian el 22 de Septiembre ilustra perfectamente las profunda diferencia moral que existe entre el progresista y el conservador. El artículo se llama “Altruismo extremo: ¿deberías cuidar de los desconocidos a expensas de tu familia?Spoiler: el artículo termina contigo arrancándote los ojos.

El artículo es una historia acerca de una hipotética mujer llamada Julia Wise (es un juego de palabras, “wise” en inglés significa “sabia”) que dona todo el dinero que gana a fundaciones para ayudar a desconocidos en continentes lejanos. Ahorra hasta el último céntimo de su sueldo para poder donarlo. Cada vez que gasta un dólar en algo que no es absolutamente necesario se siente muy mal consigo misma porque piensa que ese dólar debió ir a alguien que lo necesitara más que ella.

“Julia creía que, dado que cada persona era igual de valiosa que todas las demás, ella no debía cuidar de sí misma por encima de nadie más; que estaba obligada a emplear su vida en trabajar por el beneficio de los demás.” Así explica el artículo la extraña convicción moral de Julia, y la describe como una “do-gooder”, una persona que hace el bien, de forma desinteresada.

Más adelante el autor explica que lo que hace a Julia ser una verdadero agente del bien es su convicción de que hay que ayudar de manera indiscriminada, sin darle prioridad a quienes están cerca, sin darle prioridad ni siquiera a su familia:

“La forma usual de hacer el bien es ayudar a quienes te rodean (…) puede ser que no conozcas personalmente a quienes estás ayudando, pero hay algo común que los une y es que son, de alguna manera ‘los suyos’. Después existe otro tipo de persona que empieza desde un punto de partida más abstracto (…) No siente que deba atender primero a quienes le rodean: no lo mueve un sentimiento de pertenencia, sino la motivación de hacer tanto bien como pueda.”

“Por ejemplo: está la familia, y están los desconocidos. El que hace el bien, tiene una familia, como todos los demás. Si no tiene hijos, tendrá padres. Pero se somete a sí mismo a compromisos morales que son tan astringentes e inflexibles que en algún punto entrarán en conflicto con el cuidado que debe darle a su propia familia. Entonces el hacedor del bien debe elegir qué hacer. Para la mayoría de la gente es obvio que le deben más a su propia familia que los desconocidos; dar los mismos cuidados que le das a tus hijos a los hijos de desconocidos es algo que suena antinatural y hasta monstruoso. Pero el hacedor del bien no cree que su familia merezca nada más que las familias de los demás. Quiere más a su familia, pero sabe que los demás quieren a sus familias tanto como él quiere a la suya. Para un hacedor del bien, cuidar de su familia es como una excusa moral, es algo que parece desinteresado, pero que en realidad es una extensión de cuidar de uno mismo”

La historia de Julia se va desarrollando y a medida que pasa el tiempo ella va donando cada vez más a las ONGs, hasta que llega el punto en el que debe plantearse si debe o no tener un hijo. Julia Wise pensaba de la siguiente forma:

“Julia siempre había querido tener hijos. Incluso en el instituto, pensaba acerca de sus futuros hijos, los juguetes que les haría, los juegos que jugarían juntos. Siempre pensó que si renunciaba a tener hijos, su vida sería triste. Cuando pensaba en un futuro en el que sus padres y los padres de su marido murieran y no hubiese una generación de reemplazo, solamente ella y su marido, viviendo juntos en un apartamento, ese futuro le parecía desolador. Pero entonces comenzó a cuestionarse esa forma de pensar. Muchos le dijeron que una vez que tuviera hijos entendería el mundo de otra manera. Era raro contemplar eso, tomar una decisión que sabía de antemano que podría cambiar su manera de pensar y alterar su convicción acerca de su obligación hacia los desconocidos.

Pero una vez que Julia se abrió a la idea de que los hijos no son una necesidad. Una vez que los movió de categoría dentro de su hoja de la moral: de imprescindibles a opcionales, se dio cuenta del enorme gasto que un hijo representaría. Tener hijos sería el un gasto enorme, el objeto más caro e innecesario que ella podría poseer, así que al tener hijos propios, ella estaría matando los hijos de los demás.”

Al final de la historia, la suegra de Julia Wise es diagnosticada con cáncer, y en lugar de darle dinero que normalmente destinaba a las ONGs para que pudiera hacerse un tratamiento, Julia se da cuenta de que eso sería egoísta, y que si salva a su suegra seguramente matará a muchas personas de villas en el África que no recibirán agua, o colchones, o comida, y por lo tanto decide no darle a la madre de su marido el dinero para el tratamiento.

En todo momento a lo largo del artículo, a Julia se le juzga como un ser moralmente superior. Sus decisiones no solamente son altruistas, sino que además son absolutamente indiscriminadas. Para un conservador esta idea, la de destinar tu sueldo a villas del África en lugar de destinarlo a tu suegra que se está muriendo de cáncer, constituye una monstruosidad, una transgresión al eje de la lealtad. Es irreconciliable con la moral conservadora. Pero el progresista no solamente es incapaz de sentir el eje de la moralidad que se corresponde con los valores de lealtad y traición, es que lo tiene invertido. Para el progresista lo correcto es actuar como actuó Julia. Si ella destina el dinero a su comunidad y la favorece por encima de la humanidad en general, está cometiendo un acto de traición a la raza humana.

Para una persona de izquierda la lealtad a un grupo determinado equivale a traicionar a la humanidad. Cualquier tipo de lealtad que puedas sentir hacia tu familia, hacia tu país, hacia tu comunidad, la estás sintiendo en detrimento del sentimiento de pertenencia a una comunidad global. Esto se utiliza

Cuando una comunidad de mujeres desea, por pudor, trazar una frontera en la playa para separarse de los hombres, como ocurre en la playa de Pedocín, la progresía las acusa de apartheid. Cuando admiras las tradiciones típicas de tu país (y no provienes del África) la progresía te acusa de nacionalista, de fascista incluso. Cuando dices que quieres hacer algo altruista para beneficiar a tu comunidad, te acusan de hipócrita: “el verdadero altruismo no es ese”. El progresista desea acabar con las fronteras que dividen los países, si comentas que es importante defenderlas, filtrar quién entra a tu país, te acusan de insensible. Quieren eliminar las diferentes religiones porque crean disputas entre diferentes pueblos. Identificarte con tu sexo, con tu etnia, o con tu religión es un crimethought. Ni siquiera respetan las fronteras del lenguaje entre una palabra y otra. Las fronteras están prohibidas.

Esta es la verdadera diferencia entre la persona de izquierda y la de derecha. El respeto y la santidad de la fronteras. Tanto de las fronteras que dividen la propiedad privada (tu casa de la calle) como las fronteras que dividen tu pueblo de los demás, tu sexo del otro, tu comunidad de la de al lado, tu país del vecino. La izquierda es un movimiento que se expande y se perpetúa por medio de la traición a los grupos de pertenencia. Que pretende que la única lealtad que tengas sea hacia la raza humana en general. Que busca disolver las estructuras sociales por medio del repudio a tu grupo, la crítica insaciable a tu civilización, la mezcla indiscriminada con otras culturas, la eliminación de cualquier rasgo que te haga diferente. El progresismo es una ideología totalizante que no admite la disidencia: todos debemos ser progresistas el 100% del tiempo.

Esto, desde luego, es un hack diseñado por el comunismo. El progresismo sirve como herramienta para desmantelar el sistema que está en pie. Una vez dinamitado todo, el comunismo puede penetrar e instaurarse. Una vez instaurado se desecha este patrón moral y se sustituye por uno en el que sí existe un orden vertical muy bien delimitado, y en el que la lealtad tampoco se le debe a los más cercanos, sino que se le debe al Partido. El progresismo no es otra cosa que un puente para llegar de donde estamos nosotros a un orden comunista.