Locas del coño

April 10, 2016

Yael Farache

Estaba leyendo este estudio que señala que las religiones monoteístas comparten las mismas actitudes hacia la sexualidad porque son sistemas de garantía de la paternidad. Las religiones son la solución cultural a un problema biológico, al hecho de que solo la mujer tiene la seguridad de que el hijo que tiene es suyo. Resolverlo es importante porque de eso depende que un padre se involucre en la crianza de su hijo.

Un padre que está seguro de que su hijo es suyo, se involucra en su crianza. Un padre que no está seguro si el hijo de su mujer es suyo o no, difícilmente destinará recursos, esfuerzo y tiempo en protegerlos. A corto plazo la consecuencia directa de esa incertidumbre es la creación o la ausencia de la estructura familiar. A largo plazo de eso depende la civilización en su conjunto.

El estudio prueba que las diferentes religiones monoteístas funcionan como funcionaría hoy un test de ADN solo que a priori. El estudio es muy interesante pero no me voy a extender porque aunque me gusta hacer rabiar a los ateos, no es de esto que va el post de hoy. Si quieres leer el estudio puedes hacerlo en este enlace.

El hecho es que me topé con este párrafo mientras lo leía:

“Los Dogon no utilizan métodos anticonceptivos y el 83% de sus mujeres son muy fértiles (entre 7 y 13 bebés vivos). La duración mediana de la amenorrea es de 20 meses y la menstruación es un raro evento seguido rápidamente de otro embarazo.”

Hasta ahora no lo sabía, pero durante la lactancia las mujeres no ovulan, ni menstrúan si dan pecho ininterrumpidamente. Si una mujer queda embarazada son 9 meses sin regla, seguidos de 20 meses más de amenorrea, es decir, casi dos años y medio sin ciclo menstrual. Hay que admirar la belleza del cuerpo humano que es capaz de darle a la madre un respiro y que evita que el bebé tenga que competir con otro por los mismos recursos.

Ahora imagina por un momento que vives en una dimensión paralela, un mundo alternativo en el que el feminismo nunca existió, nadie ha escuchado hablar de la liberación femenina, de las mujeres independientes, ni de la empoderación. No existen los métodos anticonceptivos, nadie tiene sexo fuera del matrimonio y la gente mantiene aún la estructura social que tuvo la civilización durante los últimos 2 mil años.

En este mundo alternativo la tecnología es la misma que tenemos hoy, las ciudades son exactamente iguales, tenemos teles y iPads, tenemos internet y viajamos en avión. La única diferencia es que las mujeres no trabajan, no tienen carreras ni van a la universidad. La educación femenina se enfoca en el placer, en los sentidos, y se aprende en círculos ínter-generacionales de mujeres que enseñan a las más jóvenes todo lo que necesitan saber para triunfar en ese mundo: cómo llevar un hogar, cómo cuidar de los hijos, cómo complacer a su marido, cómo ser guapas.

Las mujeres se casan muy jóvenes, a partir de los 15 o 16 años y como no existen métodos anticonceptivos quedan embarazadas de inmediato. Una vez embarazadas no vuelven a tener la regla durante dos años y medio. Pasado el tiempo de lactancia vuelven a quedar embarazadas rápidamente. El ciclo menstrual no es realmente un ciclo, ni es importante, porque ocurre poco.

Una mujer de ese universo paralelo, a la edad de 30 años posiblemente tendría alrededor de cinco hijos, un matrimonio estable, y la regla sería una anécdota, algo que le ocurrió una vez, no lo recuerda muy bien. En nuestra cultura, sin embargo, una mujer de esta generación con 30 años ha tenido la regla unas 196 veces, no tiene hijo alguno ni marido conocido, toma un cóctel de pastillas anticonceptivas y antidepresivos, y aunque tiene muchos títulos universitarios porque pertenece a la generación más preparada, se acaba de enterar que durante la lactancia no viene la regla. Como profesional le va bien, tiene un trabajo de oficina que se ganó después de pasar media década de becaria y en el que le pagan 600 euros. Pero es una mujer empoderada, independiente, y realizada.

La tragedia moderna concluye cuando la mujer independiente alcanza la edad de 45 años, sin hijos y sin marido, su belleza se marchita y con ella se le termina su carousel de eat-pray-love. Se termina también la atención de los hombres, la ristra de beneficios propios de su sexo, su mejor arma para negociar, y lo único que le espera es una larga vida en soledad. Más le vale que su carrera haya merecido la pena, que su jefe se jubile a tiempo para que pueda ascender, y que su trabajo la satisfaga, porque será su único consuelo.

Mientras tanto lo de la regla como excepción o como regla puede parecer una tontería, pero es importante. Si eres mujer y sufres de ansiedad lo mejor que puedes hacer es anotar en un diario tu humor cada día. Anota antes de dormir si durante el día te sentiste calmada, ansiosa, nerviosa, preocupada, motivada, feliz, etc. Después de cinco o seis meses puedes buscar en las páginas de tu diario si existe alguna tendencia. Te adelantaré algo que no te esperas: los días de ansiedad coinciden en la mayoría de los casos con la fase lútea de tu ciclo menstrual. Los días de calma, alegría y alta motivación suelen coincidir con la fase folicular. Cada una dura 14 días más o menos.

Lo que quiere decir que las crisis de locura y cambios de ánimo no son solamente producto del “síndrome pre-menstrual” sino que es una realidad de todo el ciclo. El estrógeno que es la hormona que produces los primeros 14 días de tu ciclo y que preparan a tu cuerpo para la ovulación te hacen sentir feliz, calmada, motivada, y con energía. La progesterona que prepara tu cuerpo para la regla durante los siguientes 14 días te hace sentir deprimida, ansiosa, de mal humor, y hace que tu cerebro actúe de manera más lenta.

Creas en el diseño inteligente o en la evolución, el cuerpo de la mujer no está pensado para tener la regla una y otra vez de forma consecutiva y sin interrupción durante toda tu vida. Se supone que la regla es un evento que ocurre cada dos años entre un embarazo y otro. Este ciclo de hormonas al que nos sometemos todos los meses en nombre de la empoderación nos hace unas locas del coño. La mitad del mes las mujeres somos incapaces de tomar decisiones, de ser consecuentes, de pensar con la cabeza, de mantener la calma. Sufrimos de desórdenes alimenticios, depresiones, cuadros de ansiedad, y paranoias varias. Las feministas culpan al Patriarcado. La causa real son las hormonas.

El feminismo ha hecho creer a las mujeres occidentales que el sexo es un constructo social, que las diferencias entre los hombres y las mujeres son cosméticas. No es verdad. El sexo es una realidad biológica que afecta cada célula de nuestro cuerpo. Los roles sexuales no son producto de la cultura, sino de la biología. Si existe el Patriarcado es el resultado de nuestra biología y cambiarlo es primero imposible y segundo estúpido.

Por esa razón el feminismo no lucha en contra del machismo ni en contra del Patriarcado, la lucha real del feminismo es en contra de la feminidad, en contra de todas las diferencias que nos hacen ser mujeres y no hombres. La lucha feminista se basa en intentar hacer de la mujer un hombre y nunca seremos mejores que los hombres en la masculinidad.

La guerra del feminismo en contra de la feminidad es total. En el área sexual el feminismo busca igualar la sexualidad femenina con la masculina castrándola en el proceso. Las relaciones sexuales son solamente un detalle dentro de la rica vida sexual de la mujer. La sexualidad femenina incluye la gestación, el parto, y la lactancia. Pero las feministas reducen la sexualidad femenina a la regla y a follar que son los dos temas que las obsesionan, porque ese es el equivalente a la sexualidad masculina que se limita únicamente a follar y eyacular. La sexualidad femenina es más rica, es más compleja, y su conclusión natural es una nueva vida. Ni en ese último punto ceden las feministas y por eso defienden el aborto y los anticonceptivos.

En lo cultural la guerra es en contra de todos los valores de la feminidad que son la belleza, la juventud, el reposo, la sensualidad (una concepción del mundo basada en los sentidos a diferencia de la concepción masculina que se basa en la razón), la maternidad, y el hogar. Las feministas repudian todos los valores tradicionales de la feminidad, y se llevan por delante a los siglos de sabiduría de nuestras antepasadas en el proceso.

El feminismo, en resumen, envidia la masculinidad y por eso sacrifica la feminidad y a los hombres. Pretende eliminar la feminidad, apropiarse de la masculinidad y suplantar a los hombres. El resultado es un abandono de los roles femeninos y un enfrentamiento entre los hombres y las mujeres que es imposible de resolver porque hace que las mujeres compitan por los roles masculinos y los hombres, que son biológicamente incapaces de adoptar el rol femenino por excelencia, se sienten redundantes.

No existe ninguna otra ideología en la historia con la capacidad que tiene el feminismo de destrozar las familias y evitar que se creen familias nuevas. Con el feminismo ni siquiera es necesaria la garantía de la paternidad para mantener la estructura familiar porque se han dado a la tarea de convencer a las mujeres de que no desean tener hijos con nadie, les ha dado píldoras de hormonas que suprimen la ovulación, las ha convencido de que “el ciclo menstrual” es lo normal y el embarazo es la anomalía, y en resumen, las ha convertido en locas del coño cuya compañía es desagradable porque nadie les enseñó que ser complacientes es mejor que ser amargadas, que tener el pelo limpio es mejor que tenerlo sucio, y que tatuarse y decir palabrotas es cosa de marineros y ex-presidiarios, pero no de mujeres.