Madrid

July 31, 2016

Hasta al desertar es mejor estar de este lado de la acera. La libertad en el exilio no viene a costa de hacerse fotos de agradecimiento con las cabezas del Partido, fingir que se está muy bien en la Madre Rusia a 20 bajo cero comiendo patatas con patatas y sopa de guisantes. No viene a costa de servir de trofeo.

Incluso en el tema de asilarnos lo hacemos mejor que los comunistas, no hay duda alguna de ello. Desertamos a Nueva York, Miami, o a Los Ángeles, se hace el exilio en Asia, se va uno a Tokio o a Hong Kong. Puedes elegir casi cualquier país civilizado sin el inconveniente de tener que posar para la foto de nadie.

Pero siempre es bueno regresar a casa, y ahora que Podemos tiró la toalla definitivamente y renunció a su Revolución puedo dar por concluido mi exilio político en Miami Beach. Fue un buen exilio, no puedo quejarme. Fui mucho a la playa, en Miami hay sol todo el año. Tiendas, mujeres guapas patinando en bikini por Ocean Drive. La comida regular, pero el sushi no está mal y uno se adapta.

En Madrid llevo diez días y no camino, estoy flotando en una nube. No es por melancolía, por aquello de que en la lejanía los defectos se olvidan y todo se recuerda con mejor luz. Eso pasa, claro que sí, pero no es eso. Es por el gran contraste que hay entre la realidad de Madrid y lo que uno llega a creerse cuando sólo tienes contacto con España a través de internet.

Empiezas a creer, por ejemplo, que Twitter es un reflejo fiel de lo que España es en realidad y crees que lo que escribe la gente en twitter es lo que piensa la gente de la calle. Te imaginas que todo Madrid es así, que por la Gran Vía solo caminan estudiantes de la Complutense, quinceañeras feministas, niños hambrientos, y desempleados. Que estamos al borde de la Revolución y en breve tendremos colas para comprar el pan.

La alegría que te entra cuando llegas a Madrid es producto en parte del contraste. El centro de Madrid está limpio y en sus calles camina gente limpia. Gente decente. Gente con un oficio conocido, que se peina antes de salir de su casa, que se viste bien. Gente que trabaja o que estudia carreras de verdad como medicina o ingeniería. Familias que pasean con sus hijos por la tarde, gente que quiere vivir en paz.

Vi muchas banderas de España colgando de los balcones en el centro de Madrid y ni una sola alusión a Podemos. La conclusión es que no debo pisar Twitter nunca más, ni para escribir ni para leer lo que ponen otros. Twitter es una realidad virtual, una especie de “skin” comunista que se le aplica a España y de repente empiezas a verlo todo en tonos de rojo, te asustas. Pero es solamente Twitter. Basta con irte de allí.

Las razones por las que me encuentro tan a gusto aquí seguramente tendrán que ver también con motivos superficiales. La comida, por ejemplo. La comida está buenísima. Me he hartado de gambas, arroz, churros, de bocadillos de jamón y horchata. Es posible que exista algún lugar en el mundo en el que se coma mejor que en Madrid pero yo no lo conozco. El hotel es también una maravilla, te atienden con una increíble atención al detalle, recuerdan tus gustos y tus manías, y al tercer día ya no tienes ni que pedirles nada, se adelantan a tus deseos, te lo traen por su propio pie. Como quise entrar por la puerta grande reservé la habitación más cara del hotel. El día que me vaya pondré fotos del lugar para evitar el riesgo de que se me presente algún pesado en la puerta queriendo conocerme, hacerme fotos, pedirme un autógrafo, o algún confundido queriendo sentarse a tomar un café conmigo.