Se puede volver

January 2, 2024

Quizás no debería volver, pero me apetece escribir. No quiero que este post se tome como una promesa porque no sé si voy a quedarme, no tengo un mapa, ni siquiera un destino en mente, simplemente me apetece, es una sensación. Prefiero que se tome como eso, como lluvia que cae o una flor que brota en una acera. Un evento fortuito sin mucho significado y que lo mismo se repite mañana, o no.

El caso es que el silencio se me está empezando a hacer un poco pesado. Tengo ganas de escribir, o sea, siento el deseo de hacerlo. En realidad si me sincero con vosotros tengo que admitir que en el fondo el deseo ha estado allí siempre porque la escritura “es lo mío”, aunque quiera contenerlo se me desborda sin querer, y con un lápiz o sin él en mi mente estoy siempre escribiendo. Si no había vuelto era por la que se lía cada vez que lo hago, es un riesgo.

De manera que le he estado dando vueltas a la idea de volver. Si merece o no la pena. El concepto de volver en sí mismo, lo que significa.

Volver puede verse como dar marcha atrás, querer vivir de nuevo una experiencia que ha pasado, que ha concluido y que quizás no sea inteligente repetir. Como quien movido por la nostalgia decide volver con un novio con el que terminó años atrás pretendiendo encontrar algo diferente a aquello que dejó y termina cayendo en cuenta de que sigue siendo el mismo error que fue en su día. Redescubrir lo acertada que pudo ser una decisión del pasado en el presente tiene su valor, claro, pero cuál, ¿cuál es el coste? Hay formas más dignas que el bastonazo.

Para volverse hay que dar una vuelta sobre sí mismo, es un giro también interior. La persona que regresa lo hace porque hay algo en su vida que le falta o que le sobra y se pregunta por las causas de su malestar. A veces lo hace porque recuerda la última vez que las cosas “estaban bien”, entiende cuál fue el punto de inflexión, el punto específico en el tiempo en el que todo empezó a torcerse, y cree que regresando de manera física será capaz de recomponer lo que está roto. Esto casi nunca funciona, suele ser un error.

Así que volver, si es que se hace, hay que hacerlo bien. Desde la reflexión. Hay que evitar confundirse en el origen del movimiento, y para eso lo ideal es hacerlo cuando prácticamente no te hace falta. Sobre todo hay que tener la fortaleza de aceptar el error propio porque si estás regresando es para rectificar. Es porque conoces tus carencias, te has ubicado en un mapa, aceptas que te has equivocado, y tienes la voluntad de resarcirte mediante la acción. Es decir, es un ejercicio moral.

Ahora sé pasado el tiempo que volver puede ser, según el caso, un error, pero esa búsqueda de la que hablo arriba no lo es. La búsqueda es ese acto reflexivo que te descubre tus carencias y que conecta la voluntad con el mundo exterior. La búsqueda es la construcción del puente entre la Consciencia y el espacio, que no es otra cosa que el hijo de ambos: la acción consciente. En el camino se observa, se evalúa, se miden las proporciones, se mezclan elementos, es una alquimia en la que se quiere encontrar la fórmula, la transmutación de lo ordinario en algo trascendente o como mínimo verdadero.

En la creación del calendario el mes de Enero se consagró al dios romano Ianus, un dios de dos caras, una que mira hacia adelante y otra hacia atrás:

 

En ocasiones se le representaba como la dualidad, sin más, con dos caras idénticas como en la imagen de la izquierda y en otras se hacía uso del contraste y se le representaba con caras diferentes. Casi siempre tenía la cara de un joven mirando hacia su diestra y de un viejo mirando hacia la siniestra.

El caso es que a Ianus normalmente se le describe como “el dios de las puertas”, si lo buscas en la wikipedia probablemente eso es lo que vas a encontrar, pero en realidad Ianus rige algo más sutil, es el dios del Umbral. El dios de aquello que se ubica entre dos cosas definidas, del espacio que existe entre ellas, es decir, el dios de la frontera y de las transformaciones.

La frontera tiene una cualidad divina porque es lo que separa pero también une las cosas. Es infinita porque el espacio tiene la cualidad de que siempre puede seguir subdividiéndose en secciones más pequeñas así que expresar el punto exacto en el que existe una frontera es tan difícil como describir el infinito, de ahí la divinidad. Al ser infinito está preñado de posibilidades, y el riesgo que corre quien atraviesa un umbral es el de caer en la frontera y quedarse allí, indeterminado frente a la puerta.

Ianus es el dios de todo aquello que está en proceso de transformación, de convertirse en otra cosa, de salir de un estado para entrar en otro, porque al final las fronteras las hay físicas y espirituales. Cuando se entra en un estado necesariamente se sale del otro y por lo tanto conlleva implícita la dualidad del nacimiento y de la muerte, del saludo y la despedida: una de sus caras es joven y mira hacia adelante, hacia el porvenir, y la otra, la cara del viejo mira hacia atrás, observa aquello de lo que se tiene que despedir para poder avanzar. La despedida es una pérdida de la que muchas veces no somos conscientes en el frenesí de la apertura hacia lo nuevo y solo lo descubrimos en retrospectiva.

Por eso es que Ianus rige las puertas que no son solo objetos sino símbolos de ese proceso alquímico y también rige el mes de enero que da la bienvenida a un año nuevo.

Inciso: acabo de mirar el reloj y son las 11:11 am, muy buen guiño, muy apropiado.

Sigo: las expresiones de la psique humana se ven reflejadas en los movimientos de los astros sobre la bóveda celeste. Enero no fue elegido al azar como momento de inicio del calendario, ni Ianus como el regente de dicho mes. Es en el mes de enero que empieza una nueva historia para el Sol que ha cerrado su último capítulo durante el Solsticio de Invierno alrededor del 21 de Diciembre.

Hasta ese momento el Sol estaba de retirada, cada día la noche se extendía un poquito más y ganaba terreno sobre el día, haciéndose las noches más largas, los días más cortos, y las temperaturas más frías. Pero en el Solsticio el Sol se detiene y le toca cambiar de dirección, le toca darse la vuelta y REGRESAR por donde vino. Junto con él regresan también en sucesión los días largos, la tibieza, el manto vegetal, los animales que hibernan.

Esa vuelta del Sol se da en tres movimientos: primero viene el Solsticio que es el extremo, el día más corto de todo el año, luego viene un período de 3 días en los cuales el Sol pareciera detenerse y no avanzar ni retroceder, y finalmente al cabo de esos tres días el cambio de dirección ha sido completado y el Sol abre la puerta de un nuevo ciclo, comienza a ganar terreno y a volver sobre sus pasos.

En el relato del calendario entonces Navidad sería la puerta que se cierra. San Nicolás representa la cara de viejo que mira el año que ha pasado, que evalúa aquello que se ha ganado y lo que se ha perdido, y en consecuencia tenemos a San Nicolás si se ha actuado bien o a Krampus. Se obtiene de los Reyes Magos regalos o carbón.

Ianus tiene dos caras y ambas están de perfil pero quizás sería incluso más acertado representarle con una cara mirando hacia adelante y la otra hacia atrás. La cara posterior de Ianus miraría hacia atrás aunque el cuerpo se moviese hacia adelante y por lo tanto su mirada no controla ni las manos ni los pies porque cuando recordamos lo que ha concluido no tenemos la capacidad de cambiarlo, se ha cristalizado, y que queda es la mirada reflexiva en la distancia del tiempo y la alegría de haber actuado bien o el peso de las malas decisiones.

Los tres días después del Solsticio en los que el Sol se detiene en el cielo tienen su eco en ese movimiento de reflexión y de búsqueda interior que se da entre los capítulos, cuando pasado el tiempo hay algo que echamos en falta, o algo que nos sobra, y nace en nosotros la idea de un camino que nos lleve de regreso para resarcirnos, para reparar lo que se ha estropeado, para descargar el peso de la energía sobrante o recargarnos con la que nos falta. Pero no podemos regresar así que la conclusión es que los errores hay que repararlos hacia adelante, hacia el futuro, en la progenie.

Y Enero entonces es la apertura de la nueva puerta, la acción que la cruza, es la entrada en el territorio desconocido que yace más allá de la frontera del año que hemos dejado atrás y que se abre ante nosotros lleno de posibilidades. Por eso ponemos coronas de navidad en las puertas y hacemos listas de resoluciones de año nuevo.

En el judaísmo hay otra tradición con los umbrales, la de las mezuzot. Son unas cajas alargadas que se pegan en los marcos de las puertas y que contienen un pergamino pequeñito con un rezo, el más importante de todos que dice que Dios es nuestro y es UNO y que se pone en las puertas para proteger el recinto pero también a quien pasa a través del portal. Abajo podéis ver una foto.

Las mezuzot no son simbología muerta, cosa que quizás sea un poco difícil de entender para una persona que no tiene contacto con esta religión, quiero decir que no se trata simplemente de una cosa ornamental ni de cosas que se ponen en las sinagogas, en lugares dedicados a la práctica religiosa. No. Es una tradición que vive en las puertas de todas las casas, las familias judías las ponen en todos los umbrales, las tocan cada día.

La explicación judía del mandato de la mezuzá es que es un recordatorio de las Diez Plagas de Egipto porque después de los diez tormentos a los que Dios sometió al pueblo egipcio para liberar al pueblo judío, el último –que fue el más grave– es el de la muerte de los primogénitos, es decir, se supone que Dios envió un ángel de destrucción que pasó por las casas de los egipcios y “se cobró” la vida de los varones primogénitos de cada familia. Macabro ¿no? Bueno

Como se relata en Éxodo, los judíos creyentes no perdieron a sus hijos porque Dios les previno y les dijo que la última plaga sería terrible y para que no la sufriesen los judíos tenían que sacrificar un cordero y con su sangre pintar los umbrales de sus puertas. Creo recordar que a los judíos no les contó el plan pero su idea era decirle al ángel que ignorase las casas que tenían sangre en los portales, que “pasara por encima” de sus casas sin entrar en ellas.

Todo esto es súper macabro y traumático en su capa exotérica de programación para las masas, pero la religión judía al igual que todas tiene varias capas de entendimiento superpuestas en sus textos sagrados, las más externas para el vulgo y a las internas solamente se puede acceder con el conocimiento simbólico mediante la gnosis si se ha desarrollado tal capacidad. Es decir… la Biblia no es un solo libro, son muchos al mismo tiempo y depende del ojo con el que lo leas.

En realidad lo de las Diez Plagas lo que relata es las etapas del despertar de la Consciencia, el proceso dual de individuación y unión con el Uno. La muerte de los primogénitos no es otra cosa que un símbolo de la muerte del YO inocente y primigenio que se deja atrás cuando se accede al conocimiento de la propia naturaleza, cuando se integra la sombra. Es el Tonto del Tarot cuando atraviesa el arcano de la Muerte y deja tras de sí la inocencia infantil que le permitió encarnarse. El sacrificio del cordero y el uso de su sangre es exactamente lo mismo, es llover sobre mojado. El cordero es la inocencia manifiesta y si su muerte se produce de mano de la voluntad (como en un sacrificio) entonces su sangre es en realidad la luz que limpia de impurezas el alma para que pueda gestarse en ella algo divino.

Esto también tiene su paralelismo en la bóveda celeste. Durante los eclipses la Luna se tiñe de rojo y a esto se le conoce como “Luna de Sangre”, la luna se torna blanca como un cordero y luego roja. La Luna es el umbral de las puertas de la casa tiñéndose con la sangre del sacrificio de la inocencia.

Por si acaso quedase alguna duda podemos referirnos a la Novena plaga, la que viene antes de la Muerte de los Primogénitos que es la Oscuridad total. Todo Egipto se vio sumido en una oscuridad densa y palpable que duró tres días y que representa lo que San Juan de la Cruz describió como la Noche Oscura del Alma. Que es la oscuridad, la desolación que hay que atravesar por fuerza antes de llegar a la luz, a la Plenitud del encuentro místico. El de las plagas es un relato de Iluminación.

Entonces, después de atravesar las diez plagas y de encarar la muerte de “su primogénito” es que el corazón del Faraón se ablanda y permite que se libere al pueblo judío de su servidumbre. Aquí vemos que en realidad los judíos y el Faraón son la misma cosa. Se está hablando de un proceso que se da en la mente humana. De la transformación por la que pasa una persona que está atada a la servidumbre de su vida diaria, de sus rutinas, que es esclavo de las mismas, y que al despertar que se da al cruzar el Umbral puede verse reflejado en un espejo de dos caras, una que es plácida y que recibe la luz, que es liberada, pero hay otra que es oscura, de duelo, de pérdida de la inocencia, pérdida del lugar de pertenencia, de dolor en el alma, la cara posterior que se despide. La liberación es el resultado de este proceso que muchas veces se da a pesar de uno mismo.

Pero al final del proceso toca volver. Toca volver DESPUÉS y no antes. Los judíos se van de Egipto y no van a cualquier otro lugar, no, lo que buscan es regresar al lugar del que partieron, a la Tierra Prometida. Este, el de volver es el Tercer Acto en la Travesía del Héroe, cuando es capaz de regresar al lugar del que partió y gracias a sus experiencias puede ponerlo todo en orden.

Así que si fuese a volver, tendría que ser desde este lado, después de haber atravesado todo, con el corazón blando y con la única intención de volver a encontrarme conmigo misma a través de este espacio. Posiblemente no me lea nadie porque ya no tengo 24 años, ni esto es internet de 2010. O igual sí, igual vuelvo a despertar la misma oleada de locura, me criticarán, me alabarán… o no, pero creo que he aprendido dónde está la parte en mi interior que es más estable y a la que difícilmente se le zarandea.

Voy a ir poco a poco, cuando me apetezca y a ver qué sale.