Eres la excepción a la regla

May 27, 2012

Soy judía, mujer, y a pesar de ser española tengo acento venezolano. Me han metido y sacado de todo tipo de sacos. He sido acusada, excusada, y juzgada, dependiendo de la parte de mí a la que se refieren. Me han considerado “una excepción”. Me han considerado “la regla”. Me han considerado “especial”. Todo sin que yo haya tenido que mover un dedo. Con lo que sé un par de cosas sobre las etiquetas. Voy a comenzar relatando un incidente que ocurrió hace unos años.

Estoy en una feria de trastos usados. Hay algunas curiosidades, pero en su mayoría son cosas viejas y no antiguas. Cómics repetidos, camisetas desteñidas de bandas populares como Pink Floyd, ¿sabes? esas camisetas que todo el mundo ya tiene y que por lo tanto no interesan. Estoy aburrida y a punto de irme, cuando de pronto, entre una caseta y otra, me topo de frente con un grupo de viejos amigos.

Pasó tanto tiempo desde la última vez que los había visto, que el grupo había cambiado. Cuando pasa algo así uno se queda perplejo. En la memoria nada se mueve, todo permanece como la última vez. Tu tío que murió joven, tendrá 35 años para siempre. Tus amigos de la universidad a los que no volviste a ver tendrán 20 años hasta que los encuentres por Facebook y en una sola tarde envejecerán de golpe los otros 20 cuando los etiqueten en una foto con mujer, hijos, y entradas.

Me pasa eso con ese grupo. Me descubro perpleja al descubrir la ausencia de algunas personas a las que consideraba “fijas”, pregunto por ellos y me responden algo vago: “oh, sí, se fue a vivir a Londres” o “ahora toca bajo en una banda de ruido”. La experiencia se repite al encontrarme con algunas caras nuevas, gente desconocida que llegó después de mí al grupo y que por lo tanto en mi memoria no existían.

Entre la gente nueva que me presentan hay dos mujeres, una rubia pecosa muy delgada, lleva jeans y gafas de pasta, y me resulta agradable a la vista. Su hermana es un poco gorda, lleva una camiseta de una banda de metal épico, y va de la mano con su novio, un chico con un bigote raro. Si yo fuese una buena persona me guardaría los nombres, pero no lo soy. La primera se llama Gabriela. A su hermana la llaman “Tumy”.

Gabriela y “Tumy” no son violentas ni agresivas, pero hay algo en el tono de su voz, en la forma condescendiente en la que sonríen mientras yo hablo que hace que me sienta a la defensiva. No es algo abierto ni directo, es más bien algo sutil. Como suelo dudar de mis propios sentimientos, no le doy importancia y voy con ellos a tomar algo.

Cogemos una mesa en la que alguien dejó un periódico del día. Revisamos la cartelera por curiosidad, y discutimos la posibilidad de ir al cine. Alguien sugiere ir a ver “El Pianista” esa peli con Adrien Brody sobre un pianista judío que sobrevivió al holocausto. Yo no digo nada porque esas películas me deprimen, no me gustan los dramas de guerra, o de catástrofes.

El novio de “Tumy”, el del bigote raro, se gira hacia mí, sonríe y dice: “Hollywood está controlado por judíos. Estas películas de judíos que se hacen las víctimas se las pueden meter por el culo.” Yo, que tengo 18 años y todavía no he aprendido el arte de lidiar con gente de mierda, le pregunto qué quiere decir con eso. Él responde: “Probablemente no debería decir esto en público, pero si Hitler hubiese tenido éxito, nos hubiese hecho un favor a todos. Obviamente no estoy a favor de Hitler, pero si los judíos desaparecieran sería mejor” Cojo la cerveza que me estoy bebiendo, se la vacío en la cabeza. Se la vacío completa y observo la reacción de sus amigos. Después de hacer esto sonrío, y me voy. Con este tipo de gente la sutilidad es contraproducente.

Lo que no supe hasta meses después es que Gabriela y “Tumy” se hacían llamar “las hermanas germanas” porque eran de familia alemana. Su abuelo fue nazi, formó parte de la Gestapo, y ellas se sentían tope orgullosas de su árbol genealógico, y de su pureza genética. De ahí la hostilidad hacia mí. El novio del bigote raro sólo estaba haciéndoles la pelota.

Este es un caso extremo, el más extremo con el que me he encontrado. Lo que me afectó no fue la opinión de las “hermanas germanas” o del tío del bigote raro. Lo que me hizo sentir mal fue ver que todo el grupo, gente a la que yo consideraba “viejos amigos” no hicieron nada. Se quedaron ahí, riéndose de la situación.

El odio ciego no duele porque es eso, ciego. Lo que molesta son las actitudes intermedias. Gente que repite la opinión de otros sin saber mucho del tema, o que habla de las etiquetas sin tomar en cuenta la realidad. La gente reacciona de muchas formas diferentes cuando digo que soy judía. Muchos creen que los judíos son esos hombres raros de sombrero y rizos que vieron un día en la tele. Otros creen que son magnates mafiosos que controlan el dinero. La mayoría piensa que nos hacemos las víctimas para despertar simpatía con algún propósito turbio.

Ser judío no tiene mucho que ver con esas cosas. Es algo que sólo puede entender alguien que ha conocido a los judíos. Algunos judíos religiosos, los ortodoxos, llevan sombrero y rizos, pero son un porcentaje mínimo. Hay magnates mafiosos que son judíos, pero no son mafiosos por ser judíos, son mafiosos porque son mafiosos, lo de judíos es sólo un accidente. La realidad es que la mayoría de los judíos son gente laica como yo. Gente que sin ser religiosa, siente un lazo cultural con el judaísmo, un lazo de procedencia, como puede sentirlo un español con España.

Me pasa también con el tema de ser mujer. A veces cuando escucho hablar a la gente, o veo cierto tipo de anuncios siento que soy una especie de extraterrestre, que las cosas que se supone que tienen que gustarme no me gustan. A veces he llegado a sentirme mal por eso, porque la gente espera de mí algo que no puedo dar. Se supone que las mujeres somos suaves. Débiles. Frágiles. Se supone que somos superficiales. Que nos gusta hablar. Que nos gusta la familia. Que somos gregarias. Que podemos hacer 10 cosas al mismo tiempo. Pero ¿qué pasa si se es mujer y no se cumple con ninguno de estos criterios? ¿Qué pasa si soy una mujer fuerte, si no soporto la conversación fácil? ¿Si mi concentración es más afilada que un cuchillo pero sólo puedo enfocarme en una cosa a la vez? Una vez intenté freir un huevo y hablar por teléfono. Cuando colgué el plátano me di cuenta de que había freído el móvil. No creo que soy la única con este tipo de problemas.

Lo del acento sudamericano es lo peor. Aquí en España la gente habla de Sudamérica como si fuese un cubo de mierda. Uno podría pensar que gente como Boris Izaguirre e Ivonne Reyes han hecho un buen trabajo enseñando a los españoles cómo son los venezolanos, pero la realidad es que Chavez puede más que todos juntos. Cuando alguien escucha mi acento sin conocerme encuentra en mí a una venezolana, a una persona de segunda categoría que tiene por presidente a un payaso que canta rancheras en los discursos y habla de sus intestinos por televisión. Da igual si soy española, si soy una persona culta, si mi padre es español, que lo es, si mi madre es de Austria, que lo es, o si caí en Venezuela por un accidente de la naturaleza. Basta con que abra la boca para caer en ese saco sin pasar por la casilla de salida ni cobrar 200.

Si formas parte de una minoría, así sea de una minoría auto-impuesta, sueles estar expuesto a estas cosas. Nos pasa a todos en mayor o menor medida. Cuando eso pasa seguramente te sientes mal. Es normal sentirse mal porque cuando perteneces a un grupo sientes que lo que dicen sobre tu grupo es algo que dicen sobre ti. Cuando alguien cuestiona la identidad de tu grupo cuestiona también tu identidad individual. Todos nos hemos sentido así alguna vez.

Por eso cuando me decían estas cosas yo solía responder con contundencia. Solía tratar de explicarle a la persona dónde estaba su error. También he visto cómo otros frente al mismo tipo de situaciones actúan con la misma contundencia, pero no saben qué argumentos dar. Quiero decir, que algunas personas se sienten mal, pero no siempre saben qué es lo que les produce ese sentimiento, si lo que dice el otro es real o no, ni como rebatirlo. Entonces suelen usar el argumento de “no generalices” del que hablo en el vídeo. Es una forma de decir: “puede que pienses que algunos miembros de mi grupo son así, pero eso no significa que YO soy así”.

La verdad es que casi todos estos esfuerzos son en vano. La mayoría de la gente tiene ideas formadas acerca de las minorías, las conozcan o no, y esas ideas han sido reforzadas por la cultura en la que viven. Es imposible rebatir las ideas generales porque no es posible comprobarlas. ¿Son los judíos avaros? No lo sé. Puede que muchos lo sean, otros no lo serán, pero no sé si la avaricia es un rasgo que los define. Lo único que puedo decir es que yo no me considero avara, pero ¿quién sí se considera así?

La única forma de dejar de sentirse mal cuando uno se enfrenta a gente que te mete en un saco, y te pone una etiqueta es recordar que el grupo al que perteneces no te define. Eso es algo que tú eliges. Soy judía, me siento judía, pero sé que existe una diferencia entre el judaísmo y yo. Si alguien dice algo sobre el judaísmo no necesariamente está atacandome a mí en mi identidad individual. Lo mismo con el lugar de origen, el acento, los rasgos físicos, o el sexo.

También ayuda pensar que el problema real no está en las ideas preconcebidas que existen sobre una cultura, o sobre una minoría. Esas ideas son formas de construir nuestro mapa mental, son generalizaciones necesarias, aún si son generalizaciones de tipo negativo. El problema sólo se hace real cuando a partir de una generalización te juzgan a ti como individuo sin darte la oportunidad de demostrar cómo eres más allá de la etiqueta. Si alguien dice que los judíos son avaros, no tengo por qué ofenderme, soy capaz de excluirme de esa categoría, pero si alguien me dice que yo en lo personal soy avara PORQUE soy judía, ahí ya tenemos un problema.

Hay que aprender a desprenderse un poco del grupo al que uno cree que pertenece. Es la única manera de llegar a conocerse. Cuando adquieres distancia ciertas cosas se dibujan con más precisión. Desde una nueva perspectiva, entiendes que la mayoría de las mujeres sí son suaves, sí son femeninas, y sí quieren tener una familia, con lo que entiendo que nos pongan esas etiquetas. Yo soy una excepción.

Lo mismo ocurre con Sudamérica. Me duela o no, la realidad es que Venezuela actualmente sí es un cubo de mierda, que el 80% de la gente vive en favelas, que el 50% sí voto por el payaso que canta rancheras, y que es esa la mayoría, los Boris Izaguirres somos la excepción.

Los judíos sí suelen tener más dinero y un mayor grado de instrucción que el ciudadano promedio en el país en el que vive, que la cara más distintiva y reconocible es la de los hombres raros de sombrero y rulitos, y a partir de ahí es fácil sacar la conclusión de que somos gente rara. En este caso yo formo parte de la mayoría, pero en el caso de los judíos la mayoría es invisible.

Digo todas estas cosas porque esta semana estuve en Madrid. Pasé varios días allí porque me llamaron de una editorial importante con la idea de publicar mi libro de La Vida Simple en papel. Fui a reunirme con ellos, pero decidí quedarme más tiempo porque me encantó la ciudad. Durante mi estadía fue la final de la Copa del Rey en la que los hinchas del Athletic de Bilbao y los del Barça decidieron unirse para pitar el himno nacional.

La verdad es que yo no he vivido en España y por lo tanto desconozco los roces regionales, las pugnas entre autonomías, y la intención de los separatistas. De estas cosas sólo puedo hablar como una espectadora, una extranjera que ve todo esto sin entender mucho. Aún así sentí que la relación entre los diferentes pueblos que conforman España es a veces tensa. La gente está sensible en cuanto a su región, porque hay categorías, etiquetas, y sacos para todos. En España de tu acento dependen muchas cosas. Ser canario, andaluz, gallego, vasco, o catalán tiene connotaciones muy diferentes, y la gente parece juzgarse entre sí.

Yo no conocía esta sensibilidad, pero puedo entenderla porque yo también formo parte de varias minorías, y he estado en la posición en la que sientes que tienes que defender al grupo al que perteneces. Pero quería decir que el mecanismo por el que se imponen estas ideas es bastante simple. Los grupos de personas tienden a considerarse, como grupo, mejores de lo que realmente son, tienden a minimizar las diferencias entre sus miembros, a buscar un “otro” para definirse por la diferencia, y a pensar que ese otro es peor que ellos. Esto es lo que permite la cohesión social. Lo expliqué con más detenimiento en mi artículo sobre estar en medio que puedes leer aquí. Cuando usas a un grupo para definirte como individuo, eres más susceptible a ser herido por las etiquetas. También sueles responder con más contundencia cuando sientes que alguien ha traicionado el orden que tú consideras verdadero.

La realidad es que todos, como individuos, somos mucho más complejos que el grupo al que pertenecemos. Tenemos matices que el grupo jamás va a abarcar. Cada persona es un cúmulo de excepciones a reglas y etiquetas que la sociedad le impone. Las etiquetas nunca son perfectas, porque no pueden serlo.

En el vídeo sobre generalizar que puse arriba di un ejemplo de esto. Existe una herramienta para estudiar la personalidad de acuerdo con la teoría de Jung. Se llama el Myers-Briggs. En ese test la personalidad depende de 4 variables: introversión/extroversión, intuición/sensación, pensamiento/sentimiento, y percepción/juicio. De la combinación entre esas variables surgen 16 tipos de personalidad. Cada persona tiene un tipo de personalidad entre esos 16 que es el que mejor la define. Si quieres hacer el test pulsa aquí. Yo soy INTP.

El caso es que algunos, al terminar el test y leer las características del tipo de personalidad que obtuvieron se sienten “defraudados”. Muchos consideran que solamente una parte de la descripción se ajusta a ellos, que el resto no. Otros se enfadan. Dicen que es imposible meter a toda la humanidad dentro de 16 tipos de personalidad. Que la gente es demasiado diferente entre sí, que las personas son únicas, y que es imposible describirlas con este test.

La realidad es que el test de Myers-Briggs, al igual que cualquier categoría son formas de resumir la realidad. Usamos estas herramientas porque la realidad es demasiado compleja para entenderla en su totalidad. El test de Myers-Briggs, es útil justamente porque tiene 16 tipos de personalidad que si bien no describen a la perfección a cada persona, sus categorías son lo suficientemente amplias como para comprender a un gran número de personas, y lo suficientemente específicas como para decir algo valioso acerca de cada tipo. Para que el Myers-Briggs describiera a cada persona a la perfección, tendría que tener 6 billones de tipos de personalidad, uno para cada persona que toma el test, y entonces como herramienta no tendría sentido.

Lo que quiero decir con esto, es que cuando formas parte de un grupo estás aceptando entrar en una categoría voluntariamente. Nunca serás totalmente definido por el grupo, ni por las etiquetas que otros le asignan. Tu individualidad es mucho más compleja de lo que el grupo admite. Por eso cuando alguien diga algo sobre un grupo al que perteneces, si lo que dicen no te describe, no asumas que el que está equivocado es el que crea la etiqueta. Pregúntate si eres tú una excepción a la regla.

Comunismo: tribu urbana

April 27, 2012

Hoy salió un post en Greenshines de esos que marcan internet por unos días. Se llama Los Comunistas: la tribu urbana y aquí te pongo un fragmento: “Los comunistas”, la tribu urbana, son al comunismo lo que los Góticos, la tribu urbana, a Vlad El Empalador.”

La carrera de la novedad

April 24, 2012

Es fácil dejarse llevar.

Aparecen cosas nuevas cada día. Todo se está peleando por tu atención. Hay nuevos sabores de patatas fritas, nuevas canciones, nuevos zapatos, nuevas celebridades, nuevos vídeos en youtube, hay nuevos links, nuevas teorías, nuevos programas en la televisión. Está también el blog del día, la noticia del mes, el tema del que todos hablan hoy. Hoy y no mañana, porque el tema de la conversación cambia, pero la carrera se mantiene igual. ¿Leíste lo de Cambodia? ¿Sí?, ¿no? Da igual, mañana nadie lo recordará.

En la carrera de la novedad todos participamos. Algunos corren, otros ven. Para ganar el único requisito es ser el primero. Si lo consigues te llevas el premio. En un mundo de coolhunters y tastemakers, de followers, likes, y retweets, internet premia el impulso con popularidad.

Pensar requiere de una sola condición: detenerse. Hay millones de razones para permanecer en la carrera y muy pocas para renunciar. Es difícil detenerse en un mundo que premia al impulso. Mientras tú te lo piensas, otro lo compartió en Facebook y se llevó tus likes.

En el año de 1605 para publicar un libro necesitabas de una licencia real. Felipe El Piadoso otorgó 6 licencias reales ese año para publicar 6 libros en total, el Quijote fue uno de ellos. Es natural que todo el mundo lo conociera. Para estar “en todo” en 1605 sólo tenías que leer 6 libros. La oferta se amplió con el tiempo hasta que llegó internet. Pasamos de buscar información en bibliotecas, a tenerlo todo a mano. Gracias al buscador ya no necesitas ni leer.

Ante internet reaccionamos como si viniésemos del desierto, de una sequía prolongada, y en cierta forma es así. Lo queremos todo, lo queremos ahora, somos insaciables. Queremos lo que nunca hemos visto, lo que ha estado prohibido, lo que no tiene el vecino. Queremos ver a rusos lanzarse de edificios y la pasarela de un diseñador cuyas prendas jamás veremos en la vida real.

En la era de internet el valor de lo que nos gusta no reside en el objeto, sino en su novedad. Es como con las matemáticas, un 4 es un 4, da igual si son manzanas, burros, o dentistas. La novedad de los objetos te transforma. Es mágica, conocerla antes que nadie hace de ti un intelectual. Gracias a la novedad, quienes observan la carrera te dan una ovación. La novedad desplaza el valor de un objeto de su esencia a su entorno.

Un ejemplo que se me ocurre del baño dorado de la novedad es el de los blogs de coolhunting. Son expertos detectores de la paja entre la paja, del tema nuevo de hoy por la mañana que no llegará tibio a la cena. Es difícil diferenciar a un blog de estos de otro, puedes intercambiarles el nombre y el contenido se mantiene igual. Los que escriben en estas webs se pelean por ser el primero en colgar la noticia, es lo único que garantiza los likes.

Pero ten cuidado en esta carrera. Hay quienes dedican su vida a la novedad. No seas tú uno de ellos. Si tu valor reside en que eres lo más nuevo, siempre vendrá uno más nuevo que tú y te desplazará. Es cuestión de tiempo, y en internet no hay pausa. Ser el mejor tampoco es una opción sensata. Antes de internet ser el mejor era vencer al de al lado, ofrecer un mejor precio, o una mejor calidad, o un mejor producto que el de en frente. Pero en internet no compites contra tu vecino, compites contra todo el planeta.

La única forma de ganar la carrera de la novedad es renunciando a ella. Es dejar de buscar el valor de las cosas en su entorno. Da igual cuántas personas han leído un libro, y también da igual quiénes son. Si el libro es bueno lo será siempre, independientemente de que sea nuevo o viejo, de que lo lea la gente correcta, o una amiga de tu madre.

La única forma de ganar esta carrera es siendo fiel a ti mismo, tu valor es tu voz. En internet no hacen falta más cosas nuevas, hacen falta voces. Un buen blog no trata acerca de la novedad, tiene una persona detrás que habla y que piensa, y que sabe detenerse. No tengas miedo de tocar temas antiguos, de hablar de cosas que no están de moda, de pasar del tema de hoy. Habla de lo que te gusta, y de por qué te gusta, la gente no reconocerá en ti la novedad, pero verán tu valor. Otros serán los primeros, pero a ti te recordarán.

Si te gusta lo que escribo puedes recibir mis artículos en tu email. Suscríbete aquí.

Franquicia Castro

April 18, 2012

Actualización: ayer Evo Morales expropió la filial de Red Eléctrica de España en Bolivia. Como dije, el caso de la Kirchner no era un caso aislado y tampoco era fortuito, era parte de una estrategia regional.

Europa juzga a Sudamérica con los valores de Europa. Por eso no me sorprende ver como los debates se quedan en la superficie. Todos hablan de lo que ocurre en Argentina, pero nadie en la televisión ni en los periódicos parece entender lo que se está manejando por detrás de la nacionalización de la YPF (REPSOL) y de los comentarios de Cristina Fernadez de Kirchner contra el Rey.

Es imposible entender la actitud de un presidente latinoamericano si nunca has vivido allí. Nada de lo que ocurre en Argentina tiene sentido si lo miras desde el punto de vista de lo que es y no es aceptable sobre el terreno de juego de la política europea porque las leyes que aplican en Europa no son las mismas que aplican en Latinoamérica.

Por eso me gustaría comentar rápidamente un par de cosas que nadie ha dicho, y que merece la pena comentar.

En primer lugar, Latinoamérica es una zona en reclamación. El continente entero se ha quedado anclado en la década de los 50, especialmente en el plano político. Mientras que en Europa cada país tiene una identidad cultural propia, y es capaz de entender dónde está el límite entre sus acciones y las del de al lado, en Latinoamérica nada de eso está claro. El continente sigue inmerso en la Guerra Fría, se lo están disputando de forma descarada entre los jugadores de dos bandos opuestos, y de lo único que depende que un país caiga de un lado o del otro de la disputa es de la voluntad de su presidente.

Por un lado el argumento de la izquierda es que Estados Unidos es un país imperialista que ha dominado políticamente a la región desde hace décadas y que lo ha logrado usando la ideología y otras veces la fuerza. Eso es verdad, pero es solamente una verdad parcial, la parte que la izquierda no revela es que Fidel ha estado haciendo lo mismo desde hace casi 50 años.

Durante la década de los 60, el régimen cubano formó a cientos de jóvenes latinoamericanos para formar guerrillas en sus países. Los ataques se teledirigían desde Cuba. Desde entonces y hasta ahora, Fidel Castro ha regado con mucho cuidado sus semillas. En silencio y con paciencia ha dedicado recursos, tiempo, y esfuerzo a extender su influencia en toda la región, y el resultado de su trabajo lo está cosechando ahora. Hoy en día varios de sus ex-guerrilleros (como Dilma Rousseff) ocupan puestos claves dentro de los gobiernos de la mayoría de los países de Latinoamérica.

Chavez fue el mayor golpe de suerte de Fidel. Gracias al dinero de Venezuela Fidel ha podido comprar el poder que le faltaba. Chavez es en parte responsable de que ganara Evo Morales en Bolivia, Ollanta Humala en Perú, me parece probable que a través de Chavez Fidel haya orquestado el cambio de bando de Manuel Zelaya en Honduras, y fue Chavez también quien financió la campaña electoral de Cristina Fernández de Kirchner en el famoso Escándalo de la Valija de Antonini Wilson.

No creas que los que se montan en el vagón de la izquierda en Latinoamérica creen realmente en la ideología de Fidel. Si en Europa el español tiene un sentimiento de pertenencia a su tierra y a su pueblo, en Latinoamérica la identidad cultural es pobre. Si en Europa el presidente de un país entiende las reglas del juego político, entiende su función, y su objetivo; el interés del político en Latinoamérica es llegar al poder porque el político sabe que si lo logra puede embolsarse el dinero y jugar a Monopoly con los bienes del país indefinidamente.

Así que cuando un político se apunta al bando de Fidel, no se está apuntando al socialismo, su interés no es con el pueblo, en realidad se está apuntando a un plan de vida personal. El Dictator’s Way™ es una franquicia. En el plan viene todo incluído: un método para hacerte con el poder, las herramientas para perpetuarte en él, y soporte técnico por teléfono las 24 horas. Fidel te regala el kit a cambio de dinero y sumisión.

La próxima vez que veas a Cristina Fernandez de Kirchner decir alguna idiotez, cuando veas a Chávez cantando boleros en la tele, o a Evo Morales silbando en medio de un discurso, recuerda que son showmans. No los juzgues con las leyes que aplican en Europa porque no están jugando con las leyes de la política que conoces, están jugando al voto fácil. Ninguno de ellos insulta al resto de los países para ofenderlos, los insulta porque así exalta a los ciudadanos, y gana votos como ganarías tú retweets.

La izquierda funciona como una máquina en Latinoamérica. Fidel aprende de sus errores, los corrige, y replica el modelo. Nada de lo que ocurre en la política de los países de izquierda de América Latina es un accidente. Todo está orquestado desde La Habana. Por lo tanto, si Cristina habla sobre nacionalizar YPF no es un incidente aislado, y tampoco es una provocación. Cristina Fernandez de Kirchner está siguiendo un guión escrito por Fidel, y que ha sido representado ya varias veces en otros países como Venezuela con la nacionalización de PDVSA.

De la misma manera, si Cristina insulta al rey no lo está haciendo porque es una payasa. No lo está haciendo porque no se sabe comportar. La intención del gesto pasa desapercibida ante todo menos ante el orgullo, porque el destinatario de su mensaje no son los españoles ni los argentinos, Cristina insulta al Rey para el oído de Chavez. No olvidemos que fue a él al que el Rey le dijo “¿Por qué no te callas?”.

Si te gusta lo que escribo puedes recibir mis artículos por email suscribiéndote aquí.

El pobre humilde

April 9, 2012

yael farache, yae, acapulco70, yael
* Esta soy yo con mi pin del sindicato de la langosta, y el del partido HULA.

RITUALES DE INICIACIÓN

Cualquiera puede buscar moda en las revistas de moda, e historia en un museo de historia. Yo busco moda en los aeropuertos e historia en las tiendas de electrodomésticos. Esa es la diferencia entre buscar y explorar. El que busca arriesga poco y aunque muchas veces encuentra respuestas a sus preguntas, lo que encuentra raras veces lo sorprende. Buscar tiene un final cerrado, explorar tiene un final abierto.

El que explora se adentra en territorios desconocidos, no lleva mapas porque los mapas no han sido dibujados aún. El que explora no busca respuestas, busca significados. No siempre los encuentra, pero aún así se arriesga.

Al igual que con las revistas de moda y los museos de historia, si vas a la universidad buscando aprender cálculo, literatura, estadística, y redacción, es probable que salgas con respuestas a tus preguntas. Algunas veces esas respuestas serán satisfactorias, otras veces serán insuficientes, la mayoría de las veces serán olvidadas.

No recomiendo a nadie ir a la universidad porque no conduce a ningún lugar. Emplear esos 5 años en ver la tele es más productivo y te confunde menos. Quizás la universidad tenga alguna ventaja sobre caer en un estado de coma, pero yo no la conozco.

Quizás hemos estado buscando la recompensa de la universidad en el lugar incorrecto. El verdadero valor de la universidad no es racional. Tengo la corazonada de que la universidad es la institución que suplantó uno de los rituales de iniciación de la antigüedad.

Los rituales de iniciación van más allá de una ceremonia. Son travesías espirituales en las que hay pruebas de valor. La tribu piensa que exponerse al peligro prepara al joven para la adultez. Al final de la travesía suele haber una ceremonia en la que se le otorga al iniciado un nuevo nombre que implica que se ha transformado y es un adulto.

Pienso que el valor de la universidad es ese. Es una travesía de 5 años en la que se supone que el joven se prepara para su vida adulta. Al final de la travesía hay una ceremonia donde le cambian el nombre (ahora es “licenciado”, o “doctor”, “periodista”, o “médico”) y hasta lo condecoran simbólicamente con una medalla.

Luchar contra un oso no prepara a un joven Sioux para su vida adulta de la misma manera que la universidad no prepara a nadie para nada. Pero la importancia de la universidad no es esa, es marcar espiritualmente el paso de una etapa a la siguiente. La religión no ha muerto, se ha disfrazado de instituciones.

Si vas a la universidad y entiendes su carácter ritual, todo bien. Pero si crees que la universidad va a hacer algo por ti en el mundo concreto vas a salir de allí decepcionado. Hasta ahora lo único que rescato de la universidad es que es un buen laboratorio de ética. Durante 5 años tienes la oportunidad de observar a los humanos interactuar en diferentes contextos. Es un ambiente ideal para aprender sobre las dinámicas sociales.

Lo mejor es observar las motivaciones de la gente. Los trabajos en equipo son el mejor lugar para empezar porque te enseñan la falacia de la responsabilidad compartida. El trabajo en equipo es uno de los peores mecanismos sociales porque compartir la responsabilidad entre varias personas no tiene resultados favorables. Siempre está el que quiere decidirlo todo, el que no trabaja y se recuesta sobre los demás, el que se queja sin ofrecer soluciones, y el que termina agobiado haciendo el trabajo de doce personas.

DESCAMACIÓN

El trabajo en equipo es solamente una manifestación a escala de la forma en la que compartimos la responsabilidad en la sociedad. Tanto en uno como en otro se repiten los mismos roles. Es difícil compartir las responsabilidades cuando no tienes claro a quién pertenece cada una.

Los roles de la responsabilidad los aprendemos en la infancia. El niño aprende a delegar en sus padres (el otro) la responsabilidad de conseguir su sustento, y a cambio comparte lo que tiene con sus hermanos. El niño aprende que él no dispone de los medios para subsistir, y que el otro es el único que puede proporcionarle seguridad. El problema es que muchas veces crecemos, pero no nos desprendemos de esos antiguos mecanismos. Los arrastramos hacia la adultez.

Cuando una culebra crece, tiene que mudar la piel. El proceso se llama descamación. Para el ser humano crecer implica descamarse de las estructuras mentales inútiles. Las estructuras mentales pueden quedarte pequeñas. Para poder crecer tenemos que deshacernos de las que nos estorban para poder incorporar nuevas.

Crecer es un proceso que se hace desde la voluntad. Si no te implicas en tu propio crecimiento, lo único que crece es tu cuerpo.

EL CICLO DE VIDA DE LAS IDEAS

Al igual que las personas las ideas tienen un ciclo de vida. Nacen, crecen, se reproducen, y mueren. Una idea nace para dar solución a un problema propio de un contexto. Lo que ocurre es que se generan dos líneas del tiempo separadas: la línea de tiempo de la idea, y la línea de tiempo de su contexto.

A veces una idea tarda mucho tiempo en “crecer”. Para convertirse en una ley aceptada por todos pueden pasar varias generaciones, y cuando lo logra muchas veces el contexto para el que fue creada ha dejado de existir.

Muchas de las ideas que se propagan socialmente nacen de estructuras sociales que ya no existen.  Algunos padres, por ejemplo, refuerzan en su hijo la sensación de impotencia. Para muchos padres el objetivo de sus hijos debe ser “conseguir un trabajo seguro”. Lo que quieren decirle al hijo con esas palabras es que se busque un empleo con un cheque a final de mes, beneficios, y una futura jubilación. Eso es para algunos padres la idea de “seguridad”.

No dudo de que mucha gente puede vivir bien bajo ese modelo, pero un empleo no es un trabajo seguro.

LA CASILLA #1

Cuando tu cuerpo crece y tu mente no, eres capaz de proporcionarte tu propio sustento, pero sigues creyendo que no. Así que en lugar de defenderte por ti mismo, buscas un empleo. Sustituyes a tu padre por el jefe y a tu madre por el estado.

Crees que estás compartiendo las responsabilidades, al igual que el niño, porque estás repitiendo un patrón que conoces muy bien: delegar la responsabilidad del sustento a otro. Bajo ese esquema esperas que ocurra en el trabajo lo que ocurría en tu familia: contar con el sustento sin importar las circunstancias. Cuando el padre designado decide despedirte, o recortar tus horas, o bajarte el sueldo, te enfadas con él como te enfadarías con un padre si no te da la paga del sábado.

Conseguir un empleo es uno de los trabajos menos seguros que hay porque estás poniendo en manos de otra persona la responsabilidad de tu bienestar. Si al dueño de la empresa le va mal mañana y cierra, tu regresas a la casilla #1 (repartir CVs). Si no está contento con tu trabajo y te despide, regresas a la casilla #1. Si decides irte porque quieres explorar otra ciudad, regresas a la casilla #1. Si las leyes cambian y recortan el pago a los jubilados, el trabajo de toda tu vida se va al traste, y ni siquiera tienes una casilla #1 a la que regresar.

El trabajo en un empleo no es acumulativo. Cada mañana el empleado se levanta para repetir el trabajo de ayer. Sólo cobra las horas que está presente en la oficina. Por más que trabaje el empleado no consigue un aumento en la retribución, no está construyendo nada propio. Trabajar en un empleo es un trabajo arduo. No avanzas en el tablero, te quedas fijo en la misma casilla, tirando los dados y cruzando los dedos, esperando que a tu superior lo despidan para ocupar su puesto. La promesa del ascenso es el rayo de esperanza que te mantiene atado a esa forma de vida.

EL VALOR DE LA RESPONSABILIDAD

Cada vez que hablo de valores sé que estoy agitando un saco de prejuicios. Hablar de los valores no está de moda. Nadie quiere sentir que lo asocian con la iglesia, o con la religión, o con la moral. Es más actual sentir desdén hacia estos temas. Ser cínico e indiferente, declarar que no te mueves en esos ámbitos.

No los culpo, las palabras que usamos para designar todas estas cosas están manoseadas por la gente incorrecta. Han sido distorsionadas y repetidas de forma que es imposible para alguien inteligente identificarse con ellas. Su significado se ha vaciado con el tiempo, y en cambio se ha cargado semánticamente de una energía negativa.

Lo que es más, cada vez que alguien intenta hablar de cómo vivir bien se le tilda de auto-ayuda, aún cuando cómo vivir bien ha sido la preocupación más inmediata del hombre desde el principio de los tiempos. Si buscar respuesta a la interrogante de cómo vivir bien es auto-ayuda entonces todas las religiones, los sistemas éticos, y filosóficos son auto-ayuda.

Con la responsabilidad pasa algo curioso. Es uno de los pocos valores que uno puede invocar sin ser mal visto. Quizás es porque la responsabilidad es un valor conveniente para el que quiere quejarse de que su situación está mal. Pero una vez más, el significado de responsabilidad no es ese. La gente cree que ser responsable es hacer lo correcto: el hombre responsable es el que cuida de sus hijos. La persona responsable es puntual, la mujer responsable no aborta porque se cuida.

Pero la responsabilidad no se trata de eso. Esa es la responsabilidad de acuerdo con la moral. Existe una responsabilidad de acuerdo a la ética y es la que tiene sentido:

La responsabilidad es entender que cada acción tiene una consecuencia. Ser responsable es resolver los nudos que hay en tu vida. Es pactar con la realidad, negociar con ella. Así, una mujer responsable puede decidir abortar. Ella puede tener sexo sabiendo que si queda embarazada abortar es una opción, y que si aborta eso puede tener un impacto negativo sobre sí misma, y sobre una vida que se está formando. Puede que no estés de acuerdo con su decisión de abortar, pero fue una decisión responsable.

Si no te gustan las cortinas que tienes en tu casa tienes sólo dos cursos de acción responsables: o pactas con la realidad, asumes que las cortinas son feas, y las aceptas; o compras otras y las cambias. Pero quejarte de las cortinas porque no son como te gustaría que fueran es irresponsable. En especial si te quejas de que otra persona no ha hecho lo posible por cambiarlas.

HUELGAS, MANIFESTACIONES, Y BOICOTS

En estos días me llegó un email en cadena sobre un boicot a la compañía de electricidad:

No me sorprende que un email como este exista. Cuando no hay dinero, hay recortes, o los precios suben, la persona infantilizada cree que la culpa es de papá (del jefe, de los ricos, del gobierno). No se plantea ni por un instante que quizás el problema no es sólo de papá y de mamá, que el problema es de todos. Creen que la forma de conseguir solventar la situación es hacer un boicot, o una huelga, o manifestarse, de la misma manera en la que el niño pequeño da una pataleta.


* Este hombre de treinta años con su camiseta de la Liga de la Justicia cree que el Estado tiene que resolver sus problemas. El estado lo saca de sus fantasías a la fuerza.

Pero la verdadera solución a problemas como estos no es dejar de consumir electricidad 20 minutos al día para “darle una lección” a la empresa. Si no te gusta el precio de la electricidad tienes sólo dos opciones responsables: o buscas una alternativa para resolver tu nudo (instalas paneles solares, te mudas de ciudad, cambias tu horno eléctrico por uno de gas, buscas más dinero para seguir manteniendo el ritmo de consumo con los nuevos precios), o sencillamente pactas con la realidad y aceptas que aunque las cortinas no te gusten es lo que hay. Quejarse no resuelve el problema.

MOVISTAR CONTIGO SIEMPRE

Cuando contratas una línea de teléfono estás contratando un servicio. La idea es que tú pagas una cierta cantidad de dinero al mes, y a cambio ellos te proporcionan un servicio. Bien. ¿Qué pasa si estás descontento con el servicio?, ¿si tienes que recortar gastos porque no llegas a final de mes?, ¿qué pasa si llega una compañía de teléfono que te ofrece un mejor servicio por el mismo precio o quizás el mismo servicio pero más barato? Tú te das de baja, ¿no? No piensas: “pobrecita la persona que maneja esta empresa que se va a quedar sin una parte del dinero que ingresaba cada mes”. Piensas en lo que necesitas tú y tu bolsillo y ya.

Lo mismo ocurre con las empresas. Cuando el dueño de una empresa contrata a alguien no lo está contratando en calidad de persona. Está contratando un servicio. Él te paga una cantidad de dinero al mes para que tú le ofrezcas a cambio un servicio determinado. Si tu servicio es deficiente, si el que te contrata no está contento con tu trabajo, si no tiene dinero y tiene que hacer recortes de personal, o si llega otra persona que hace lo mismo que tú mejor y más barato, el dueño de la empresa responde igual a como tú responderías. No se plantea “pobrecita la persona que va a dejar de cobrar este mes un cheque”. Se plantea qué es lo más inteligente que puede hacer con su tiempo y su dinero.

Es absurdo entonces pretender que el dueño de una compañía cargue con un empleado inútil de por vida, como si fuera un hijo suyo. Los empleados no son hijos de la empresa. El dueño no tiene por qué cargar con la responsabilidad de darle su sustento. El dueño y el empleado tienen una relación comercial, como la tendrías tú con Movistar, o como la tengo yo con la gente que me lleva el servidor.

Así que si no te gusta tu sueldo, si no te gusta tu trabajo, si no te gustan tus compañeros de trabajo, o si te acaban de despedir, sólo tienes dos cursos de acción responsables: o pactas con la realidad y aceptas tu trabajo de mierda, o buscas resolver el problema buscándote tú mismo tu sustento para no tener que depender de nadie más.

EL MITO DEL POBRE HUMILDE

La realidad es que hay gente que opta por un “trabajo seguro” porque saben que la otra opción requiere de un esfuerzo mayor. El esfuerzo que haces en una oficina es un esfuerzo ciego. No tienes que pensar, no tienes que calcular, y no tienes que arriesgarte porque tu futuro no es el que está en riesgo. Es el dueño de la empresa el que se arriesga por ti. No quiero decir que en un trabajo de oficina no tengas que pensar, sino que no tienes que pensar en tu propio futuro.

Otros optan por él para complacer a sus padres, por un sentido de obligación moral, o porque están convencidos de que es lo que “le tocó vivir”. Algunos incluso piensan que tener un puesto de trabajo en una empresa de prestigio los hace personas más distinguidas.

Estos trabajadores creen que son honestos y se escudan bajo la idea de que el dinero les disgusta. Piensa cuántas veces has escuchado decir “es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, a que un rico entre en el reino de los cielos”. Algunas veces lo disfrazan para que suene más moderno: “Los ricos son malos”. “No existe la fortuna honrada”. “Ningún rico cuenta cómo gano su primer millón”. Es reconfortante pensar de esta manera cuando no te quieres arriesgar. Si el rico es malo y tú te convences de que no quieres dinero, es fácil quedarte sentado en tu sillón.

No quiero decir que sea el caso de todos los trabajadores, si tú estás contento con tu trabajo de oficina me parece genial, siempre y cuando entiendas lo que estás poniendo en riesgo. Si entiendes que en un trabajo de oficina estás sacrificando la posibilidad de un futuro mejor, y de ser independiente a cambio de obtener la comodidad que te brinda, me parece responsable. Si tú sabes que la seguridad que ese empleo promete no es tal, es una decisión responsable. Eso sí, cuando las cosas no vayan bien y te encuentres en una situación incómoda recuerda lo que tú mismo decidiste sacrificar voluntariamente: el control de tu vida.

Lo único que necesitas para ser responsable es ser franco contigo mismo. No tienes que admitir lo que sientes frente a nadie, es un ejercicio para ti. Pregúntate qué es lo que quieres ser y en dónde quieres estar en un futuro. Pregúntate también qué cosas estás dispuesto a sacrificar, y si sientes que merece la pena. Cualquier respuesta franca es aceptable. Pero no te engañes a ti mismo desde la moral. No digas que has escogido ser un empleado porque no tienes otra opción, o porque “eres humilde”. No importa de dónde vengas, o cuales sean tus circunstancias, tienes la posibilidad de escoger.

El pobre que está descontento con su situación pero se rehusa a aceptar su responsabilidad es el pobre humilde. Se escuda detrás de la moral. Algunos pobres humildes se apuntan a partidos de izquierda porque así pueden relacionarse con otros como él, que desprecian el dinero y tienen altos ideales. Rodearse de gente así les permite perpetuarse en sus esquemas. La gente que desea salir adelante y trabajar para sí mismos son su mala conciencia. Por eso desprecian, insultan, y linchan a los que quieren destacar. Si nadie destaca todos podemos relajarnos en una cómoda mediocridad.

Pero todo esto es solo una farsa. A todos nos interesa el dinero. Absolutamente a todos. Sin el dinero es casi imposible mantenerse. El dinero es el que te da la comida, la ropa, la salud, y la seguridad. Nadie se somete a un trabajo de 8 horas en una oficina a cambio de un cheque si no le interesa el dinero.

El problema es que la persona pobre o de clase media no entiende el dinero. No sabe cómo producirlo, y piensa que es difícil de encontrar. Y como con todas las cosas, el hombre teme a lo que no conoce y por eso lo demoniza. Pero todos los temores se resuelven aprendiendo a manejar lo que no conoces. No hace falta aprender de finanzas, de cálculo, y de contabilidad. Basta con aprender ciertos principios fundamentales de cómo funciona el dinero para que todo cobre más sentido. Muchas de las ideas que la clase media tiene del dinero están equivocadas y por eso se mantienen allí.

Se puede ganar dinero ofreciendo algo útil a los demás. Que alguien tenga dinero no significa que te lo ha robado a ti. O que quiera robártelo. El dinero no es como una tarta que si alguien se come un pedazo tú puedes quedarte sin el tuyo. Si alguien va a la playa y se broncea y tu te miras a ti mismo y estás blanco, no significa que esa persona te ha robado los rayos del sol, significa que tú no fuiste a la playa ese día y él sí.

QUIÉN SE BENEFICIA

Siempre que hay alguna estructura social absurda que prevalece en el tiempo hay que preguntarse quién es el que se está beneficiando. Por lo general el beneficiario de ciertas costumbres es el principal responsable de fomentarlas. A veces el perjudicado contribuye a fomentarlas por su ignorancia, y eso es lo que suele pasar con ciertas políticas del gobierno.

Hay mecanismos que infantilizan a la sociedad. Más allá de lo que aprendes en la universidad (no cuestiones) o de lo que aprendes de tus padres (consigue un trabajo seguro) hay muchas formas en las que se fomenta activamente la irresponsabilidad en el ciudadano. Las ayudas a gente que no las necesita es un ejemplo clave de esto.

Conozco mucha gente que solía cobrar la ayuda joven del gobierno. La ayuda joven consistía en que si tienes menos de 30 años y un trabajo estable, el gobierno te ofrecía una ayuda para que pudieras pagar tu alquiler y así independizarte de tus padres. El joven acepta una ayuda de buena gana, después de todo, ¿a quién no le gusta que le regalen dinero? y en vez de buscar la forma de defenderse por sí mismo, usa al gobierno como una muleta.

Pero pensar durante dos minutos en este tema revela la incongruencia. ¿El gobierno te da dinero para que te independices de tus padres? Con una ayuda no te estás independizando, estás pasando tu dependencia de tus padres al gobierno.

El partido político ha obrado con las mismas estrategias que un camello. El gobierno de turno no te está dando una ayuda porque cree en ti como persona. La ayuda no te la dan por moral, ética, o ideales. El gobierno de turno te está dando una ayuda porque con ella se asegura tu voto. Las ayudas transforman a los electores en clientela.

Cuando delegas tu responsabilidad a otra persona le estás dando poder. El que quiere tener poder no quiere que pienses, no quiere que seas responsable, y no quiere que seas autosuficiente. Pero un país que funciona sólo se puede construir con gente que piensa, que trabaja, y que decide con responsabilidad.

CONTAR LOS POLLOS ANTES DE QUE NAZCAN

Hay un refrán que dice que no debes contar los pollos antes de que nazcan. Es una idea bastante antigua. Significa que no debes dar nada por sentado a futuro porque aunque creas que tienes todo en la mano, a veces ocurren imprevistos. Quizás no debes contar los pollos antes de que nazcan, pero si eres tú el que lleva la cesta, entonces sí puedes contar con los huevos para la tortilla de la cena. No es mucho, pero es una pequeña certeza que basta para mantener la frente en alto.

Ahora, si la cesta te la lleva otro, mejor será que tengas un menú alternativo porque no sabes si el otro va a tropezar, si se le caerá la cesta al suelo (adiós huevos), si los tirará por pura maldad (se han visto casos) o si los perderá por el camino (después de todo no son suyos). Aunque la persona a la que le confíes tu cesta tenga la mejor intención, no sabes lo que le puede ocurrir.

Cada mañana los empleados le dan su cesta al jefe, y cuando llega la hora de la cena y los huevos están rotos se enfadan con él. Algunos van a hacer una huelga. Solicitan de su gobierno que ponga leyes más duras para una mejor distribución de los huevos. Otros pasan del gobierno y van directamente a casa del jefe para romperle los huevos por su propia mano. El problema del empleado es que ha dejado su cesta en manos de otro. Si querías huevos para la cena, sólo tenías que llevar la cesta tú.

La respuesta responsable a este dilema es fácil: hay que seguir el camino del explorador. No busques moda en revistas de moda, ni historia en museos de historia. Busca el dinero en la calle y no en el cheque a fin de mes. Si quieres respuestas llanas a tus preguntas, busca un empleo, pero no esperes que ese empleo te sorprenda gratamente. Si lo que quieres es vivir bien, tienes que empezar por cambiar tu esquema mental. Hay que aprender sobre el dinero. Hay que planificar, y hay que arriesgarse. Si queremos romper el ciclo de trabajadores descontentos tenemos que empezar por desechar las estructuras mentales que nos están dejando atrás.

Estoy escribiendo un libro que trata sobre todas estas cosas. Puedes leer un poco al respecto pulsando aquí.

Si te gusta lo que escribo dos veces a la semana envío un newsletter con contenido distinto al de la web. Si te quieres suscribir pulsa aquí

Como puedes ver mi blog no tiene comentarios. Si quieres decir algo puedes hacerlo en Facebook o en Twitter.