GNOSIS II

March 7, 2024

Yael Farache

Este artículo es parte de una serie que lleva por nombre GNOSIS y en la que hago una exploración sobre una parte del interior de cada persona que hace de nexo entre lo humano y lo Divino y que al activarla brinda acceso al Conocimiento Universal, a la Creatividad inspirada, a la proyección astral, los sueños lúcidos, recuerdos vívidos y otras facultades especiales. Si quieres leer la primera parte lo puedes hacer por aquí: GNOSIS: Parte I

 

SÉ TÚ MISMO

Te lo ponen en una tarjeta de cumpleaños o te lo dan como consejo, pero aquello de “sé tú mismo” no es un tip sino una mentira blanca. Nadie que te diga esto te conoce, quiere realmente que seas tú mismo, o entiende siquiera lo que la frase significa. Lo que te están queriendo decir es justamente lo contrario a lo que se expresa. Quieren que te atrevas a ser, en todos los contextos, la parte condicionada que ya conocen de ti, la que les gusta.

No se atreverían a decírtelo si entendiesen qué es lo que te están pidiendo. Entenderían que la invitación es a que hagas el ejercicio más radical que puede hacerse. Que si siguieses su consejo la relación que tienen contigo se consumiría o estallaría por los aires, posiblemente no quedaría nada que salvaguardar porque lo que tienes que hacer para “ser tú mismo” es justamente desmantelar todas las partes condicionadas de ti incluyendo aquella a la que están acostumbrados, que les gusta y les hace sentir cómodos. Te están pidiendo que te salgas del rebaño y te vayas a vivir como muy cerca al margen, pero posiblemente que te vayas a pastar lo más lejos posible donde no hay otras ovejas ni pastores, a merced de lobos y bestias de todo tipo.

Supongamos que les tomas la palabra. Vas a hacer el ejercicio y te lo vas a tomar en serio. Vas a ser tú mismo. ¿Por dónde empiezas? Está claro que la frase “sé tú mismo” implica una acción, moverse de un punto A a un punto B. Lo que quiere decir que, lo que sea que estás siendo ahora mismo no es “tú mismo” sino otra cosa. Presupone que es posible ser algo distinto a lo que se es y segundo, que ser lo que se es requiere de algún tipo de esfuerzo. De lo contrario no sería un consejo, lo que escribirían en las tarjetas sería: “Eres tú mismo” que no tiene el mismo tono optimista de superación personal; y de hecho al sugerir que el objeto de la frase, es decir “tú mismo” está completo, lo que queda incompleto es la frase en sí… “¿para qué me estás diciendo esto?”

Vale, nos están diciendo que no somos nosotros mismos, al menos no del todo. Entonces ¿qué estamos siendo? No está indicado. Aquí hay dos posibilidades. O bien no se está siendo uno mismo porque faltan partes, se es una versión incompleta de uno mismo –en este caso faltarían partes que por poco favorecedoras, por romper con lo establecido, escondemos de la mirada de los demás– o bien no se está siendo uno mismo en virtud de lo añadido, que ocurre cuando para suplir esas partes que están escondidas se le suman retazos falsos a lo que se es, como parches, pedazos que no pertenecen pero que se incorporan para tapar los agujeros de aquellas partes que faltan, para hacer de interfaz entre lo que se es y lo que se tiene que ser si se quiere pertenecer al grupo. En resumen, se estarían añadiendo al “yo mismo” cosas artificiales y ajenas. Un simulacro de uno mismo. Podemos intuir, por el contexto, por el zeitgeist, que posiblemente a lo que se refieren es a ambas cosas. Que no se está siendo lo que se es por exceso y por defecto.

De manera que para poder tomártelo en serio y llegar a ser tú mismo lo primero que tendrías que hacer es conocerte. Separar lo propio de lo ajeno. Descubrir las partes ocultas, sacarlas a la superficie e integrarlas para que la luz sea destilada, lo artificial depurado, la oscuridad disipada. Es evidente que eso a lo que llamamos “identidad”, que vendría a ser la parte medible, la que se proyecta hacia afuera, es justamente el objeto de esta crítica. Así que las partes que faltan por fuerza pertenecen a una capa más interna, y por ende más oscura, por no estar expuesta. Es la parte que juega al escondite con la parte consciente, que le esconde lo inconveniente, lo caótico y lo extraño, lo que no pertenece al mundo de la razón, y que permanece la mayor parte del tiempo encerrada en algún lugar del interior.

 

EL DAIMÓN

A esta parte oculta de quienes somos se le conoce por muchos nombres: Daimón, Ketu, Qareen, Lwa, Ángel Guardián, Dmuta, Doppelganger, Sombra, o incluso podemos llamarla Kundalini. Es la parte protectora del interior que impulsa a la transformación, que dota al alma de creatividad y de facultades psíquicas y la asiste en este tipo de proyectos. Es el opuesto, el espejo, de la identidad manifiesta y se personifica con Forma del sexo opuesto al de quien la “porta”. El contacto con el Daimón amplía y profundiza la capacidad perceptiva abriendo la mente a un mundo nuevo de nexos y de significados que la razón y los cinco sentidos sin el Daimón no perciben. A través de esa nueva percepción se pueden vislumbrar nuevas verdades, nuevas luces que anteriormente parecían nebulosas o directamente oscuras. Es por esto que al Daimón también se le conoce como la Musa.

Los Antiguos la conocían como Daimón. Dios daba a cada persona un Daimón que habitaba en la cúspide del cuerpo y que elevaba aquello que es celestial en el interior hacia el Cielo, lejos de la tierra. Lo daimónico era aquello que interpreta y traslada hasta los Dioses las cosas de los Hombres y traía cosas a los hombres de los dioses. Una especie de mensajero, pero no solo era el mensajero sino también era el espacio liminal que separaba ambos mundos, lo que ataba el Todo a sí mismo.

Así vemos que el Daimón, las partes ocultas, oscuras del interior, tienen un contacto especial con el mundo de lo Divino del que parece carecer la parte que está expuesta a la luz, la parte más racional. Es el nexo que hay entre los mundos superiores y el nuestro, que no solamente es algo externo sino que es parte del alma misma. Su función es conectarse con los planos superiores, traer de la oscuridad indiferenciada las formas mentales en un paso previo al de la razón, y como la razón no interviene este proceso es previo al lenguaje. El Daimón tiene un rol metafísico dentro de la estructura del Todo, es un espacio, pero tiene otro rol más íntimo y personal dentro de cada persona como una porción de su alma. Es ambas cosas.

El Daimón es una voz interior de origen divino, un tipo profundo de “intuición” que está conectado a una Inteligencia Trascendente Universal y que susurra mensajes que se perciben como inspirados o canalizados porque tienen su origen fuera de la mente individual. El Daimón te mantiene sobre el camino que el alma trazó para sí misma antes de encarnar en el cuerpo. Así lo describió Platón en el Timaios. El alma olvida su propósito vital, pero el Daimón no olvida y es su función la de vigilar que el proceso se de de acuerdo con lo previamente pactado. Es él quien da empujoncitos sobre el camino para mantener el alma transitando hacia su destino a través de intuiciones, de presagios, de símbolos, de apetitos. Lo que Jung denominaba “Sincronicidades”

En la antigua religión Egipcia también se conocía al Daimón y se describía sus atributos relacionándolo con la Estrella Helíaca Ascendente, es decir, la estrella que nacía en el horizonte junto con el Sol en el momento del nacimiento de una persona. En esta religión las estrellas simbolizaban espíritus, y aquellas que se ponían eran semidioses que pasaban la mitad del tiempo en el mundo de los humanos y la otra en el Inframundo, cuando se ponían hasta que volvían a surgir en el Horizonte nocturno. Por eso en el nacimiento de una persona, esta estrella simbolizaba aquello que venía de haber sorteado el Inframundo y traía consigo los aprendizajes ocultos, los mensajes secretos de los antepasados fallecidos. Encerraba el misterio del propósito divino de la vida que nacía.

El Daimón es también Ketu, la mitad de la serpiente que no tiene cabeza de la astrología védica que es el “astro” responsable por las facultades “psíquicas”: la intuición, los trances, la separación del cuerpo, el Moksha (la Trascendencia), la creatividad y la inspiración. Como Ketu no tiene cabeza no se deja confundir por los sentidos, ni por la razón, ni por el intelecto, ni por el ego. Cuando Ketu actúa lo hace desde la intuición y desde el instinto, una forma de conducirse más salvaje y verdadera porque ni Maya ni sus ilusiones  tienen acceso a Ketu.

El Daimón tiene una personificación física dentro de la psique y otra que se encuentra en el mundo real, encarnada en una persona, usualmente del sexo opuesto pero no necesariamente, que comparte los atributos del Daimón en el mundo externo. Como es adentro, es afuera. Se suele expresar en los momentos en los que hay más energía sexual contenida, por ejemplo en la pubertad. En esa etapa las personas creativas suelen producir un gran volumen de “obras” y en ellas muchas veces se vislumbra el arquetipo al que pertenece su Daimón cuando escriben sobre un personaje con el que tienen particular obsesión, o lo dibujan, lo que están dibujando o más bien canalizando, es la personificación de su Daimón, el espejo de su propia alma.

Es a esto a lo que Jung denomina “La Sombra” y Freud el “Subconsciente” que no es otra cosa que la figura gemelar reflejada en un espejo de la parte Solar y consciente de la persona que lo porta, es su Daimón. Esta Sombra es el intermediario activo entre la polaridad masculina y la femenina de la psique, o como se le conoce de forma más material: entre el hemisferio derecho y el izquierdo. Pero que sabemos, si leímos la primera parte de esta serie sobre la GNOSIS que se trata a grandes rasgos de dos Reinos en el interior: el reino oscuro del inconsciente, que vive “de noche” a través de los sueños, de lo onírico, lo opaco, lo simbólico, lo holístico, los nexos… y el reino luminoso de la vigilia, la moral, la razón. El segundo conducido por el Ego… el primero por el Daimón.

Así como el Ego conduce el carro durante el día, cuando estamos en estado de vigilia y atentos a lo que ocurre afuera, y para ello utiliza el intelecto, la razón, la elección moral libre, la secuencialidad y la temporalidad como contexto que dan sentido a su experiencia, de la misma manera es el Daimón quien conduce el carro por la noche cuando dormimos, cuando nos dejamos llevar por lo que ocurre en el interior sin prestar atención al mundo externo, cuando canalizamos esa voz interior. Para ello el Daimón utiliza el deseo, el símbolo, las sensaciones físicas de bienestar o malestar, la atracción magnética sin razón aparente, los presagios, corazonadas, sensaciones intuitivas como la de déja vú, con esas herramientas intenta comunicarse sorteando al Ego y al intelecto.

Jung explica el mismo concepto del que habla Platón en el Timaios/Metafísica, la naturaleza doble del Daimón que es al mismo tiempo una porción del alma que Dios le otorga a cada persona y un espacio liminal que forma la brecha entre el Hombre y lo Divino. Jung identifica el Daimón personal como la Sombra, y al espacio liminal lo llama Inconsciente Colectivo. Así vemos que Jung identifica este concepto y lo postula para que se entienda bajo nuestro paradigma moderno. Según su teoría es únicamente a través de la Sombra que se obtiene acceso al Inconsciente. La parte de la Sombra que anima, que llena de energía al cuerpo, el kundalini individual que participa de la energía de Shakti, lo identifica como el Ánima para el hombre o el Ánimus para la mujer. Gracias a Jung tenemos un modelo secuencial, muy del hemisferio izquierdo del alma humana:

Jung explica la Sombra como el espejo en negativo de la parte visible, del Ego o de la Identidad. Es una especie de bolsillo que guarda dentro de sí las pasiones: lo que se ubica en contra de las expectativas del entorno e incluso de los planes que inocentemente has trazado desde el intelecto para tu vida. En la Sombra residen los deseos más profundos, pero también los miedos porque es el lugar del que brotan aquellas cosas de ti que incomodan, que no gustan a los demás, que están prohibidas de manera arbitraria por el entorno y que para adaptarte al pacto social decidiste esconder no solo del otro sino también de ti mismo. La Sombra es la llave a la puerta del Inconsciente, la única manera de entrar en contacto con la polaridad femenina de la psique es a través de esta. El único ojo que mira hacia adentro es el de la Sombra.

Así el Ego en su parte más externa es una interfaz social y al igual que el Daimón está regido por Ketu, el Ego lo rige Rahu que es el maestro de las Ilusiones, es un experto en la manipulación de las imágenes, de las proyecciones. El Ego está conformado por aquello que se elige porque es lo más inteligente, lo más adecuado, lo más práctico, lo que casa mejor con lo que se espera de ti, lo que te hace quedar bien. En este territorio pasamos la mayor parte de la vida porque es la parte ordenada que es capaz de tomar en cuenta el contexto y amoldarse a él. El negocio de todas las instituciones sociales es el de alimentar y comunicarse con esa parte de ti por lo tanto es la que más se fortalece.

La Sombra, en cambio, es el dominio del instinto, aquello que se elige porque se desea y porque se necesita, es la energía de Shakti en estado puro lo que conduce el Daimón, es decir, la energía creativa de la Vida misma y por lo tanto es caótica, desproporcionada, ciega al contexto, no impone condiciones y exige liberarse de todas las que se tengan. Jung la llama “Sombra” no porque sea “mala”, “oscura” o “siniestra” sino porque se esconde, no llega a expresarse, no llega a ver la luz. Entre esas dos polaridades del intelecto y el instinto es el espacio en el que nace la Consciencia Individual y su expresión que es la Intuición, y para poder usarla hay que tener acceso a ambas cosas, al intelecto, pero también al instinto.

Esta es la Gnosis, es la llave que abre la puerta al interior y a través del interior al espacio que existe entre lo humano y lo Divino, que todos compartimos. Lo que Jung denomina “integrar la Sombra” es el Matrimonio Alquímico de toda la vida, que se da cuando se consigue invitar al Daimón a conducir el carro en estados de vigilia, y al Ego a subirse al carro durante el sueño. Cuando los dos hemisferios del cerebro se sincronizan y son capaces de comunicarse entre sí. Es un proceso alquímico porque se pasa el contenido de una copa a la otra y viceversa hasta que ambas copas contienen exactamente el mismo líquido.

En la próxima parte desarrollaré cómo empezar a hacer este proceso de forma práctica.