Elevar el listón

June 26, 2014

Como he contado muchas veces, empecé sin grandes aspiraciones. Este blog era un simple blog de moda, y el único objetivo que me planteé en un principio fue escribir algo cada día. En retrospectiva suena sencillo, o al menos así me lo parece a mí, pero tal vez sea porque cualquier reto superado me resulta poca cosa cuando lo observo desde el otro lado de la meta.

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Politica 101

August 16, 2013

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Históricamente, la forma más efectiva de convertir a un socialista es echarlo de casa de sus padres, conseguirle un empleo, y hacerle pagar impuestos. Por eso los que llegan a la edad adulta siendo socialistas suelen ser en su mayoría vagabundos, desempleados, y profesores universitarios de artes liberales.

Si alguna vez caíste en alguna de sus clases o estudias una carrera como filosofía, sociología, o arte, te habrás dado cuenta de que todos tus profesores opinan lo mismo sobre los mismos temas y que la manera de aprobar las asignaturas es pensar como ellos. Si disientes y lo dices abiertamente no sólo suspenderás el curso, sino que probablemente serás objeto de burla del profesor.

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Camgirl

June 18, 2013

Este era un tío que aparecía en mi universidad y se sentaba en mi mesa sudando y tartamudeando como si hubiese llegado corriendo desde su casa. No era un acosador peligroso. Era más bien el acosador amigable, una especie de Casper del acoso, el tipo de persona que no tiene malas intenciones, sólo le cuesta entender las distancias, no sabe cuándo rendirse, ni lo que es y no es apropiado en público.

Como es natural no sólo estaba obsesionado conmigo. El acoso es una forma de ser así que muchas cosas le obsesionaban de la misma forma, como las estrategias de ligue que ponía en práctica conmigo con torpeza y de las que eventualmente me hizo partícipe enviándome a por email una copia de “The Game” de Neil Strauss en pdf. Este es un libro, una especie de manual de seducción, que explica al lector con todo lujo de detalles cómo follar con una chica el mismo día en que la conoces. Son cosas prácticas y detalladas, nada vago como “sé un caballero” o “dile cosas bonitas”, sino más bien un puñado de tácticas precisas con un orden, una estrategia de ligue diseñada para que funcione con todas y cada una de las mujeres. Era genial. No podía parar de leerlo porque sabía que cada cosa que el libro decía funcionaría conmigo y con todas las mujeres que conozco.

Me dediqué entonces a tratar de entender no solo ese tema sino también el contexto, es decir, el mundo de quienes se dedican a practicar lo que ponen los libros, me metí en blogs y foros sobre ligue y descubrí la verdadera personalidad de un hombre, esa que raras veces saca a relucir cuando hay una mujer delante. Entendí la forma en la que piensan y sus objetivos. Que los hombres pueden ser muy racionales, calculadores y fríos a la hora de seducir a una mujer, y esa fue la demostración perfecta de esa diferencia entre los sexos que intuitivamente percibía.

Seducir a una mujer es difícil. Si fuese sencillo cualquiera lo haría. Se imprimen toneladas de páginas, y se gastan litros de tinta en descifrar lo que desea una mujer. En contraposición, “seducir” a un hombre es muy sencillo, basta con pedirlo. Así que no es verdaderamente seducción, es decir, una mujer no podría, en principio, seducir a un hombre. Primero porque no lo necesita, y segundo porque la seducción implica obtener alguna cuota de poder sobre otra persona y persuadirla para que haga algo que en principio no quiere hacer. Si el que seduce lo sabe hacer bien, consigue despertar en el seducido un entusiasmo cómplice y transgresor.

Si seducir a un hombre no consiste en convencerle para follar, ¿qué sería el equivalente? Durante un tiempo pensé que si existiese un libro de seducción para las tías, el enfoque tendría que ser cómo lograr que aquel al que desean se enamore de ellas. Cómo mantener su interés por un tiempo prolongado. Cómo conseguir que se implique y sienta el deseo de entregarse no físicamente sino espiritualmente a una mujer.

La respuesta a esta pregunta la encontré hace un mes en internet, en una página de webcams a la que me apunté como modelo. Mi interés era simplemente investigativo la primera vez que encendí la webcam, pero no fue la investigación lo que me hizo regresar al día siguiente.

La mayoría de la gente cree que quitarse la ropa es cosa fea. Creen que desnudarse delante de otros por dinero va de miseria y desesperación, de salidas rápidas, de indocumentadas, trata de blancas y callejones sucios. De tías que necesitan pagar su universidad. Jóvenes que huyeron de sus casas. Nada de eso se puede ignorar, porque imagino que forma parte del mismo mundo, pero lo que jamás mencionan es que en realidad es un juego. Es un juego entre dos partes que compiten y dos posibles resultados que se excluyen mutuamente y que son ganar o perder. Es como el ajedrez, como la vida misma. Puede ser muy lucrativo también, claro, si sabes cómo ganar el juego. No somos tontas, o al menos no tan tontas.

Si sabes ganar el juego, es el mejor trabajo que puedas conseguir en toda tu vida. Coge el trabajo que tienes ahora e imagina lo siguiente: divide el esfuerzo entre tres. Agrégale al sueldo un cero y multiplica el resultado por cinco. Quítale al jefe. Añade la posibilidad de trabajar cuando quieras, cuanto quieras y donde quieras; y una tropa de gente autodeclarándose tus fans y diciéndote lo bueno que estás noche y día. Ok, todavía no te acercarías ni de lejos a lo increíble que es ser una camgirl.

La única pega en todo esto, es tener que lidiar con la sociedad “exterior” repleta de gente muy simple que comenta cosas como:

“Yo jamás haría nada como eso, ¿te imaginas? ¿fotos mías desnuda por ahí? Ni de coña”

“Lo que has hecho te va a marcar para toda la vida, internet no olvida”

“Cualquier oportunidad que hubieses podido tener te la has cargado con esto”

“Está muy manchada, no se le puede tomar en serio” <– este último un comentario real dejado por alguien sobre mí en un foro.

Estas opiniones son como toda opinión que pueda provenir de la marabunta. Parten de un total desconocimiento, desconocimiento del tema pero también del mundo. Parten de la pereza intelectual. De una falta de curiosidad que sólo se encuentra en gente dormida, sonámbulos. Es una aflicción difícil de corregir porque estas personas ni siquiera saben que son de esta manera, viven en una cárcel mental cuyos barrotes no pueden ver.

No los culpo del todo por dos razones: la gente opina por opinar sobre cualquier cosa. No existe una experiencia humana lo suficientemente íntima como para que la gente no quiera discutirla en público, especialmente si forma parte de la vida de alguien más, alguien que no es ellos. Piénsalo: partos. Funerales. Quimioterapia. Sexo. Nada se salva. La segunda es porque para el fisgón ocasional de porno las webcams se pueden resumir en el pop-up que encuentran cuando cierran un pornotube, y aunque en esos pop-ups te prometen strippers californianas, cuando haces clic sólo encuentras:

1) La rumana en un estudio con la mirada perdida.

2) La puta retirada que fuma capris y llama a la gente “honey”

3) La dominatrix amateur que es madre, usa botas de cuero, y tiene imanes en la nevera.

Es deprimente, pero no todas las páginas son así. Existen un par de páginas en Estados Unidos que son distintas. En la mayoría de las páginas de webcams los usuarios no ven nada hasta que compran un ticket de tiempo, por ejemplo, 50 minutos. En esos 50 minutos pueden ver a la modelo y chatear con ella, y hacer cosas, que generalmente implican desnudez y masturbación, pero que también pueden incluir otras cosas como fetiches, BDSM o roleplay. La “modelo” se dedica a esperar en su silla a que llegue alguien a comprar un ticket, mientras tanto mira al techo.

Las páginas de las que yo hablo son diferentes porque no funcionan de la misma manera. Los usuarios compran “tokens” que pueden gastar como quieran. Pueden comprar tiempo privado con una modelo, pero también pueden darles propinas, y muchas de las modelos venden cosas a cambio de tokens. En esas páginas las modelos tienen la cámara encendida todo el tiempo y hacen shows en público para todo el mundo a cambio de propinas. Entiéndeme, una propina en Europa son las monedas que te sobran después de pagar el café. En las webcams una propina puede ser cualquier cosa desde un dólar hasta mil o más. Piensa que para muchos usuarios es una forma de demostrar estatus. Tanto para impresionar a la modelo como para impresionar al resto de los tíos que la están viendo. Nunca en mi vida había visto dinero moverse a una velocidad tan rápida.

Por la manera en la que la página funciona, más que ser una página de webcams por tiempo, son una especie de red social. Se parecen a un casino online. Son lugares en el que la gente se conoce porque vuelven cada día a ver a la misma modelo y se hacen amigos, no sólo van para hablar con las modelos, sino para hablar entre ellos. Gastan su dinero en propinas más que en privados, como quien lo gasta en un casino, o en ir a ver un partido de fútbol. Van a divertirse, a entretenerse. Y las modelos, las hay de todo tipo.

Hay modelos que son strippers. Tienen cuerpo de stripper, actitud de stripper, y hacen cosas de stripper en la webcam, imagino que solían ser strippers hasta que descubrieron que se gana muchísimo más con las webcams y sin riesgo alguno. Otras hacen sorteos de todo tipo de cosas compras tickets del sorteo con tokens, desde fotos suyas en pelotas hasta X-box o botellas whiskey, su habitación es una especie de teletienda sexy. Hay tías que sólo hacen topless y poco más. Las hay que jamás se desnudan y sólo conversan con los tíos o bailan para ellos. Yo he visto pagar privados de 80 tokens el minuto (4 dólares) para que la modelo encienda la tele de su casa y vea con él un capítulo de Game of Thrones.

Algunas son amateurs, tienen un trabajo “normal” por el día y ponen la webcam unas horas antes de irse a dormir para ganar un poco de dinero extra o porque les pone. Hay muchas que son jóvenes, de 20 o 21, que van a la universidad y podrían ser perfectamente tu vecina o la tía guapa de tu clase de cálculo. Las más divertidas a mi parecer son las alt-babes, tatuadas, con pelos rosa o verde, a cambio de tokens te agregan al Steam o te dan su gamertag de la Xbox. Una de ellas juega a Magic todos los jueves y hay otra que tiene un hamster llamado Sarah Palin.

Lo más sorprendente de las webcams no es el tipo de mujer que lo hace, sino la cantidad de dinero que mueve ese mundo. La primera noche que encendí mi webcam gané 1200 dólares en poco menos de 3 horas. Las tías que están en el top 20 de la página a la que me apunté hacen más de 50 mil dólares al mes. Medio millón de dólares al año. Sin salir de su casa, y después de dejarle la mitad a la página por comisión. Esta es una sola de las decenas de páginas de webcams que hay. Si crees que en el mundo no hay dinero y que hay que sobrevivir con lo que hay, es porque no entiendes que el dinero migró hacia internet y específicamente hacia las páginas de webcams 24 horas después de que prohibieran los casinos online en EEUU.

Para que te hagas una idea de cómo es el tema, las mejores modelos de estas páginas ganan en 1 hora lo que tú ganas en un mes. Mientras tú has estado trabajando más de 8 horas al día durante 30 días para conseguir tu cheque, en la hora que tardaste en llegar al banco para cobrarlo, una camgirl se conectó, saludó, se bebió una lata de Coca-cola, y ganó lo mismo que tú.

El día siguiente después de poner la webcam por primera vez me invadió un sentimiento similar al que debió sentir Cristóbal Colón cuando descubrió América. La había encendido por curiosidad, por la tontería, pero descubrí algo, un territorio nuevo que no tenía idea que existía. Miraba a la gente por la calle con sus preocupaciones del día a día, sus trabajos miserables y sus cuentas por pagar y sentí que estaba en posesión de un secreto muy grande. Algo que si tan sólo ellos lo supieran (y tuvieran los huevos de hacerlo) podrían resolver muchos de sus problemas.

Hay dos caminos para la vida. Uno está lleno de tráfico, todos tocan el cláxon. Quieren llegar al mismo sitio por la misma vía y no hay espacio para todos. El día que encendí la webcam descubrí la autopista. Un camino libre en el que vas a 100kmph cuando todo el mundo está prácticamente aparcado. No tengo idea de qué planes tienen las otras camgirls con lo que ganan. Imagino que muchas lo usarán en comprarse bolsos Coach y sandalias de Net-a-porter. Las hay que viven en penthouses de 10 mil dólares al mes, lo ves por sus webcams. Algunas tendrán planes para retirarse en una casa en Cozumel. Y las más listas estarán guardando el dinero para acumular capital, ponerlo en su cuenta de Ameritrade, o invertirlo en cualquier otro proyecto que les de dinero de verdad.

Así fue como resolví el acertijo. Para ponerlo de la manera más básica posible. Si para un hombre el reto es follar con una tía sin el esfuerzo del romance, el verdadero reto de seducción de una mujer es sacarle dinero a un tío por ser guapa. La diferencia está en que los hombres lo dicen de frente, y entre las mujeres decir algo como eso es el equivalente a autodenominarse puta. Por eso ninguna tía escribe libros de seducción, y nadie te enseña cómo ser efectivamente una gold digger.

Independientemente de lo fascinante o no que te parezca el mundo de las webcams, o cualquier otra elección parecida, hay un punto del camino en el que toda persona ha de tomar una decisión. El camino se divide en dos y no hay otra salida, hay que elegir uno sólo. La autopista o el tráfico.

Por un lado puedes vivir una vida ordinaria, cómoda, correcta. Vivirás muchos años y colorearás sin salirte de las líneas. Tendrás un trabajo 9-5 (si lo consigues), una hipoteca a 40 años, tres hijos, cuentas que no sabes si podrás pagar al final del mes, y toda una serie de preocupaciones impuestas por las expectativas de alguien más. O puedes tomar el camino rápido. No saldrás ileso y no tienes ni idea de a dónde vas a ir a parar, pero pase lo que pase será una sorpresa. Tu vida será una explosión.

Yo no quiero pasar de nada. Quiero intentarlo todo, probar todo lo que me apetezca. Viajar a todas las ciudades que pueda. Tragarme el mundo. Quiero conocerlo todo, y quiero hacerlo bien. Sin remordimientos. Sin lamentaciones. Vivir a toda máquina, y sobre todo, quiero escribir sobre ello. Elegí pasar del guión y empezar por aquí.
¿Por qué? No hay un por qué. No hay una razón. ¿Quién necesita razones cuando tienes una webcam?

Mi idea es ser una camgirl durante 365 días. Llevo 72. Quiero ganar todo lo que pueda, aprender todo lo que pueda, y escribir un libro al respecto. No acerca de cómo seducir siendo mujer, o cómo conseguir que te den dinero por ser guapa, eso se aprende a través del ensayo y error. Un libro exponiendo todo lo que le pasa a una camgirl en su día a día, cómo es la experiencia, y cómo es un mundo al que la mayoría de la gente no tiene acceso.

Efecto Rashomon

March 1, 2013

yael farache

Cuando pasó el autobús a rescatar a la gente, el hombre de fe se negó a subir. “No quiero quitarle el espacio a otra persona que pudiera necesitarlo más que yo” dijo y agregó: “Tengo fe en Dios, él me salvará”. El huracán rompió los diques del río y la ciudad se inundaba. A medida que aumentaba el nivel del agua, el hombre de fe subía por las escaleras del edificio a los pisos superiores. Cuando llegó al quinto piso se asomó por la ventana y vio un bote de remos pasar. El grupo de rescate le dijo que saltara por la ventana y que se subiera al bote, que lo llevarían a un refugio. “No quiero ocupar espacio en el bote” respondió el hombre de fe, “Dios me salvará”. La ciudad se inundó por completo, la devastación fue total, el hombre de fe estaba en la azotea del edificio cuando vio acercarse un helicóptero que le tendió una escalera. El hombre de fe se negó por tercera vez. Horas más tarde, con el agua al cuello y sollozando, el hombre de fe miró al cielo y gritó: “Dios, he hecho todo lo que de mí has pedido, he tenido fe en ti siempre, ¿por qué me has abandonado?” Dios no respondió y el hombre de fe murió ahogado.

Dos personas discuten esta historia. Uno es un ateo militante. El otro es un cura. Sigue leyendo el resto del post »

Volver a casa

February 3, 2013

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El que se va no siempre sabe qué le espera. Por un lado está la incertidumbre acerca del futuro, no tener ni siquiera una idea vaga de qué esperar, de lo que estarás haciendo en seis meses o en un año. La incertidumbre no sólo es con respecto al futuro, también se extiende hacia el pasado. La línea del tiempo se va haciendo borrosa en ambas direcciones a medida que se aleja de ti. Recordar el pasado y el lugar en el que estabas se hace más difícil cada vez.

Al mudarte todo te parece nuevo. Pasas la mayor parte del tiempo explorando y comparando lo que encuentras con tu hogar porque es el único lugar en el que has vivido. Entender el país nuevo se trata de un ejercicio de comparación, se entiende por contraste o se entiende por semejanza, y ese ejercicio se extiende a todo: la comida, la gente, el clima, y hasta el paisaje.

El que se va entiende el lugar al que ha llegado buscando las cosas familiares y las que no lo son. Algunos se refugian en las semejanzas, esas cosas que se parecen al hogar, que son familiares y cómodas, y para las que no tienes que adaptarte. Otros se refugian en la diferencia, buscan aquello que es nuevo porque quieren distanciarse del lugar del que vinieron y también porque quieren aprender el nuevo código, establecer un nuevo hogar.

Entender por contraste es un ejercicio de evocación constante. Es ese ejercicio de memoria el que te permite orientarte. Con el tiempo superas la necesidad de recordar y de contrastar, pero para entonces recordar se ha convertido en tu segunda naturaleza, recordar se ha convertido en tu nuevo hogar.

Pero luchar contra el tiempo es una batalla perdida de antemano. Todo se va. Primero los detalles: olvidas de qué color era el techo del salón, o la forma exacta que tenía la montaña cuando la veías a través de la ventana de tu habitación. Tratas de aferrarte a estos recuerdos pero son vagos en el mejor de los casos. Aún así, recuerdas lo que se siente vivir en tu hogar y algunos rituales hacen que recuerdes un poco más.

A veces te encuentras con una foto y tu cabeza absorbe la información y la incorpora. Con el tiempo la memoria completa los espacios vacíos. Pinta el techo y dibuja la montaña y se encarga de rellenar cada una de las partes que creías haber olvidado.

Cuento esto porque volví a Venezuela por primera vez en muchos años, concretamente a la antigua casa de mis padres en la que me crié. Mis padres querían venderla y fui para arreglar algunas cosas. No pensé mucho en el tema hasta que llegué, abrí la puerta y solté el bolso. La sensación fue extraña. Fue una sensación de esas que te hacen ladear la cabeza porque supe que había algo fuera de lugar pero no pude señalar el qué. Como cuando alguien se abotona mal el jersey.

Quizás es un problema de dimensiones —pensé—, la casa es demasiado pequeña, o los muebles demasiado grandes. Quizás fueron detalles más sutiles, en mi memoria el suelo de madera no era tan brillante y pregunté a mi madre si lo lo habían pulido. La sensación no se limitaba a mi casa, el Ávila, la montaña que rodea Caracas, también cambió. Es igual de inmensa, pero sus colores no coincidían con lo que recordaba.

Regresar a una casa después de muchos años es como vivir dentro de un sueño: las cosas te resultan familiares, pero sustancialmente distintas. No sabes señalar con exactitud qué es lo que ha cambiado, lo tienes en la punta de la lengua, pero por más que te esfuerzas no das con ello, y eso te desorienta.

Cuando regresas a un país los que se quedaron no entienden tu perplejidad. Les causa risa. No entienden cuando tropiezas con el escalón de la cocina que en tu mente había desaparecido, o cuando preguntas cosas que para ellos son obvias y también lo eran para ti antes de irte. Si además estás regresando a un país con una devaluación brutal como puede ser Islandia o Venezuela, no sabrás qué es caro y qué es barato, o qué precio es razonable. Más risas.

Heráclito dijo que un hombre no puede bañarse dos veces en el mismo río. La segunda vez ni el río es el mismo ni él es igual. Es cierto, aunque en la memoria el tiempo es estático, en la realidad el tiempo transcurre contigo o sin ti. Así que cuando regresas ya nada es lo que era.

Ese es quizás el mayor miedo de la persona que deja su país: perder su hogar. El miedo de que al volver tu país haya cambiado tanto que ya no lo reconozcas. Que el hogar que recordabas ya no exista y entonces deje de ser un lugar en el mapa y se convierta en un lugar en la memoria.

Cuando te vas no sólo extrañas un lugar en el espacio, también extrañas un lugar en el tiempo. El hogar no es solamente un espacio geográfico, es también un espacio temporal. Mientras vives en él ambas dimensiones coinciden: observas las transformaciones a medida que se desarrollan y por lo tanto las entiendes. Pero al irte esa conexión se pierde. El hogar temporal, el que recuerdas, se aleja cada vez más del hogar geográfico, el que muta.

Hay una escena en Cinema Paradiso en la que Alfredo le dice a Toto que se vaya y nunca regrese:

Cuando vives aquí día tras día, crees que este es el centro del mundo. Crees que nada puede cambiar. Entonces te vas: un año, dos, cuando regresas todo ha cambiado. Lo que viniste a buscar ya no está aquí. Lo que era tuyo se perdió. Tienes que irte por un largo tiempo, tienen que pasar muchos años, hasta que puedas regresar y encontrar lo que dejaste, tu gente, la tierra en la que naciste. Pero en este momento no lo encontrarás, es imposible, tú estás más ciego que yo.”

Quizás hayas sentido esa desconexión en otras cosas. Es lo que sientes cuando después de muchos años vuelves a ver una película que te gustó y descubres que ya no te gusta. Esa diferencia entre lo que era y lo que es te hace reflexionar sobre cómo has cambiado y te hace dudar de tu memoria.

Perder el hogar no es sólo un tema de cambios en la distancia. También es un problema de la distorsión de la memoria. Si le pides a alguien que compare la memoria con una herramienta electrónica lo más probable es que la comparen con una cámara de fotos o de vídeo. Con algun instrumento capaz de registrar y almacenar información. Pero la memoria es principalmente creativa. No sólo recuerda u olvida; la memoria también sustituye, reescribe, une, divide, y crea.

La realidad es caótica y tiene tantos factores que muchas veces carece de sentido. La memoria nos ayuda a crear historias, a seleccionar información relevante, a unir los puntos y encontrar significados. Para la memoria es más importante la coherencia que la veracidad, cuando necesitas una explicación la memoria te la proporciona así tenga que sacrificar la verdad en el proceso.

Todo recuerdo es una reconstrucción. El mundo se crea y se destruye mil veces en la memoria, y cada recuerdo es una historia que nos contamos que tiene partes de ficción y partes de realidad. A medida que pasa el tiempo más se apodera la ficción del relato, si pudieras compararlos te darías cuenta del peso que tiene la imaginación en el recuerdo.

La mejor forma de explicarlo es con las relaciones. Cuando una relación personal se termina y te encuentras con la persona años después, puede ocurrir que descubras que no era como la recordabas. Puede que te sorprendas al disfrutar de la compañía de alguien que en tu memoria era desagradable, o que encuentres que una persona que te hizo daño es en realidad intrascendente. En fin, es posible que encuentres que hay diferencias irreconciliables entre lo que recordabas y lo que es.

Al igual que con una amistad, las partes que la memoria agrega o reescribe dependen en parte de las razones de la ruptura. Es más probable que recuerdes cosas malas sobre una relación que terminó mal, y cosas buenas sobre una que terminó bien. Lo mismo ocurre con el hogar.

Hay muchas maneras de irse. No es lo mismo mudarse que escapar y no es lo mismo escapar que abandonar. No es lo mismo ser un exiliado que un expatriado, que un inmigrante, o un aventurero. La relación cambia.

El aventurero se va porque le gusta la idea. Se va porque esa es su voluntad, y lo hace con entusiasmo.

Un expatriado es el que reside en un país distinto a aquél en el que creció. Da igual si el arreglo es temporal o permanente. La palabra se usa sobretodo para hablar de trabajadores cualificados, un expatriado, por ejemplo, puede ser una persona enviada por su empresa a trabajar en otro país. El expatriado no siempre está contento de irse a otro país, pero lo hace porque le resulta ventajoso.

El inmigrante está en contraste con el expatriado por su situación. Se suele llamar inmigrante a mano de obra barata, gente que llega de otro país buscando mejorar su vida. El inmigrante se va porque no le queda otra opción.

El exilio no lo eliges, es algo que te sucede. El exiliado es alguien que ha sido expulsado de su país y no le permiten regresar. Para los griegos el peor castigo no era la muerte, era el destierro.

Entre el expatriado y el exiliado hay un grupo sin nombre. Está compuesto por gente preparada que elige irse porque la situación en su país se ha vuelto insostenible. Es una especie de exilio auto-impuesto. En este caso partir es una elección, pero no siempre es libre, muchas de estas personas hubiesen preferido quedarse en su país si la situación fuese diferente.

Los aventureros, los que se van por voluntad propia y con entusiasmo, suelen recordar su país mejor de lo que es. Los exiliados lo recuerdan con romance, al sentimiento nacional se le agrega otro de espera, de aquello que está fuera del alcance. Pero a quienes se van porque la situación de su país se ha vuelto insostenible suelen recordar su país peor de lo que es.

Eso es en parte lo que me pasó a mí. Cuando regresas después de muchos años tienes la oportunidad de reconciliarte con él. Te das cuenta de que no todo era tan malo como lo recordabas, de que hay cosas buenas también, y de que aunque no vayas a quedarte mucho tiempo puedes pasarlo bien.

Por otro lado, puedes usar la visita para reafirmarte en tu posición. James Joyce, por ejemplo, buscó razones para odiar Irlanda y las mantuvo vivas toda su vida. Así podía seguirse oponiendo a todo lo que le era familiar. Cada vez que su relación con Irlanda estaba a punto de mejorar, Joyce encontraba una nueva excusa para prolongar su intransigencia y reafirmarse en su negativa de volver.

Para otros salir del hogar es necesario a modo de protesta. Lo que está en juego es la definición de la propia identidad como algo que trasciende los límites geográficos, culturales, y de idioma que impone el nacimiento. Para ellos salir es necesario, es una manera de romper el cascarón y convertirse en quien uno es.

Quizás lo más saludable no sea rechazar tu hogar ni aferrarte a él. El problema no está tampoco en rechazar o adjuntar otras culturas a la propia como política de vida. Quizás lo más saludable sea tomárselo con naturalidad, saber quién eres tú independientemente del lugar en el que estés.

Perder el hogar no es más que un elemento de una larga lista de cosas que se pierden. Venimos a este mundo solos y desnudos y nos vamos de la misma manera, y todo lo que obtenemos en el medio lo vamos a perder. Cada cosa que amas, que deseas, lo que disfrutas y lo que no, son todas pérdidas garantizadas. Ni siquiera la identidad es algo que puedes conservar.

Charles Manson (el asesino) escribió una canción muy bonita que se llama “Home is where you are happy“. Otros dicen que el hogar es donde está el corazón. En realidad el hogar no es otra cosa que el sentido de pertenencia, y si lo defines de acuerdo con cosas externas siempre podrás perderlo. En inglés hay un concepto que se llama self possession y que significa algo como “estar en posesión de uno mismo”. Self possession implica ser dueño de uno mismo. Es confiar en que sabes lo que quieres y hacerte responsable por eso. Si encuentras ese espacio dentro de ti en el que te perteneces, entonces te sentirás en casa en dondequiera que estés.

Es una gran virtud aprender a descartar poco a poco las cosas transitorias. El hombre que tiene una patria es un principiante, el que encuentra en cada suelo que pisa una extensión de su suelo nativo es fuerte, pero el que asume el mundo entero como un país extranjero es inquebrantable.