Ser pobre

September 12th, 2012

La principal diferencia entre una persona rica, de clase media, o pobre, no está en la cartera, sino en la perspectiva.

Casi todas las personas tienen una idea parecida sobre lo que significa el éxito. La mayoría consideran que tener éxito es tener riquezas y creen que tener riquezas es tener mucho dinero. Así que por propiedad transitiva, tener éxito implica tener mucho dinero. Cuando imaginan la vida de una persona rica, imaginan cuentas de banco con muchos ceros, lujo, ropa cara, una casa grande en una buena zona. Para el pobre la riqueza significa tener mucho dinero.

Por eso el pobre aspira a tener un trabajo que le deje un buen cheque a fin de mes, y al mismo tiempo sueña con obtener una herencia de un pariente lejano que murió sin dejar herederos, o con ganar la lotería. Son tópicos y dan risa, pero el fondo es ese: la creencia de que con dinero tendrá éxito, que tendrá acceso al mundo de los ricos, que será igual que ellos.

Hay muchas caras del fenómeno pero estamos rodeados de él. Seguramente conoces muchos blogs de tías que con la excusa de compartir su estilo con el mundo,  drenan a través del blog sus deseos de éxito. Ocupan la mayor parte de su tiempo en ver lo que se ponen las mujeres a las que consideran ricas y exitosas: la gente que está en la primera fila de las semanas de la moda. Se obsesionan con los detalles y comparten sus obsesiones. Para ellas tener las gafas de un diseñador determinado, el bolso del momento, un anillo específico, es un credencial que las acerca a ese mundo en el que aspirarían vivir. Más que con el trabajo fantasean con el estilo que el dinero puede comprar.

Los futbolistas muchas veces pasan de ser gente común a tener mucho dinero de la noche a la mañana, y automáticamente se consideran ricos. Tratan de cumplir con el papel emulando lo que creen que hace una persona así: buscan un coche caro y una novia guapa. Los raperos se bañan con botellas de champán de mil dólares.

Mucha gente que conozco ha aprendido de sus padres a ahorrar. Cuentan todo lo que consumen, recortan cupones, se apuntan a cualquier oferta y además se sienten bien haciéndolo. ¿A cuánta gente conoces que a pesar de tener el dinero para comprar algo que desean, esperan hasta que esté en oferta porque les sale más barato? Creen que acumulando su dinero serán ricos.

Pero para el rico la riqueza y el dinero no son la misma cosa. Entiende bien la diferencia que existe entre los dos. Para él el dinero es simplemente el producto de la riqueza y no al revés. Lo voy a repetir porque es realmente importante: la riqueza viene primero y lo es todo. El dinero es únicamente una consecuencia.

¿Qué es la riqueza? La riqueza es algo que se construye, que perdura en el tiempo, que se acumula, y que genera bienestar. El rico sabe que es mejor tener una empresa que genera 10 mil dólares mensuales que tener una maleta con un millón de dólares en efectivo. Sabe que comprar un terreno y construir una casa es generar riquezas, comprarse un piso no. La riqueza está en lo que construyes y lo que de allí se desprende. No es el dinero.

Esta diferencia de perspectiva no tiene que ver solamente con el trabajo, es algo que permea toda la realidad. Es como tener dos gafas distintas, unas con lentes de color verde y otras con lentes de color rojo: el mundo entero cambia dependiendo de cuáles tienes puestas. Una persona de clase media, por ejemplo, no sabe casi nada de la historia de su familia, con suerte sabe quiénes fueron sus bisabuelos. Pero las familias ricas conocen el pasado de su familia con mucha exactitud, hasta diez o quince generaciones atrás.

Para el rico, al igual que las casas y que las empresas, la familia es algo que se construye, un legado que recibes del pasado y que transmites hacia el futuro, por eso tienen muchos hijos y un fuerte sentido de identidad. Para el hombre de clase media la familia es una experiencia de vida que ocurre al margen de su trabajo. Tener hijos es una experiencia como puede serlo ir al cine y como no recibió ningún legado de sus antepasados, tampoco se esfuerza por dejarle uno a sus hijos.

El hombre pobre o de clase media cree que conseguir dinero es lo que te proporciona seguridad así que busca un trabajo de oficina, preferiblemente dentro de una empresa que él considere prestigiosa. Le gustaría que lo consideraran para un buen cargo porque su idea de construir es escalar. El pobre usa su trabajo para ganar dinero, pero no construye riquezas. Ni siquiera entiende la diferencia.

El rico no sobrevalora el dinero. Entiende que el dinero tiene poca importancia. El dinero es solamente el producto de la riqueza, de un paso que vino antes y que consiste en crear algo de valor a través del tiempo. El rico construye riquezas, el de clase media se aferra a su trabajo, el pobre fantasea con la lotería.

Una vez me invitaron a una reunión en casa de unos amigos. Había como veinte o treinta personas y alguien sugirió jugar a uno de esos juegos que se juegan cuando bebes alcohol. No recuerdo muy bien la mecánica, pero la premisa era decir qué harías con un millón de dólares.

Puede parecer una cantidad de dinero inagotable, en especial cuando la ves toda junta en un mismo lugar. Pero en realidad es muy fácil gastárselo. Un millón de dólares no te duraría mucho más de cinco años y eso sin vivir como un rico, viviendo como una persona normal.

El dinero no genera nada, no produce riquezas, ni bienestar. El dinero es únicamente una expresión de la riqueza. Si ganas la lotería eres igual de pobre que antes, sólo que ahora tienes dinero. Si te gastas lo que te dieron vuelves al lugar en el que estabas antes de comprar el billete ganador.

Comento todo esto porque eso es justamente lo que le hicieron a nuestras economías locales con la globalización. Sí, quizás el mercado globalizado es más eficiente produciendo dinero, pero no lo es produciendo riquezas. La globalización nos hizo intercambiar nuestras empresas por una maleta de un millón de dólares en efectivo. Durante un tiempo vivimos de ese dinero sin preocuparnos, creímos que éramos ricos. Ahora no tenemos nada, ni la empresa ni la maleta.

Esto es parte del libro que estuve escribiendo a lo largo del año pasado. Escribirlo ha sido una manera de generar riqueza porque por más tiempo que pase, tendré un libro que podré vender siempre, habré construido algo. Además la experiencia ha sido divertida tanto para mí como para los lectores. El libro cuesta 15€, si quieres saber más sobre el libro puedes leer de qué va en este enlace. Si quieres comprarlo directamente en Paypal puedes pulsar aquí.

Malabarismo mental

August 24th, 2012

MALABARISMO MENTAL

La habitación está totalmente oscura pero nuestros ojos se van ajustando gradualmente a la oscuridad. Algunas figuras aparecen contra el fondo negro en una escala de grises. Primero distinguimos, cerca de la puerta, una figura grande y rectangular, una mesa. Sobre ella algunos libros. A la izquierda hay otro mueble un poco más bajo con un televisor, y más allá está la cama. Hay una mujer acostada en la cama intentado dormir. Soy yo.

Sé que este ejercicio de salirme del cuerpo para hacer un recorrido de la escena con vosotros es poco ortodoxo, pero al ser un recuerdo, es una liencia poética que puedo permitirme. En realidad la persona que está en la cama puede ser cualquiera. Podrías ser tú, o él, o ella, el pronombre da igual porque es una situación en la que todos hemos estado sin excepción.

La persona que está en la cama, es decir tú, está tapada hasta las orejas con la cobija, y entre el aire acondicionado (al máximo) y la oscuridad (total) cualquiera pensaría que es una situación más que ideal para quedarse dormido. Pero no te duermes. Estás despierto. Cada cierto tiempo te das la vuelta, estiras la sábana, o arreglas la almohada, y sigues con el ejercicio de conciliar el sueño.

Si la escena fuése un cómic y tu personaje tuviese un bocadillo, de esos con forma de nube, dentro veríamos todo tipo de cosas. Algo sobre un examen oral que tienes al día siguiente en la mañana. También una frase o dos que alguien te dijo en la oficina. El email que una amiga te envió echándote algo en cara. O la respuesta perfecta para un comentario que te hizo la profesora de francés en frente de todo el mundo y que se te vino a ocurrir ahora, diez horas tarde. De vez en cuando una frase de alarma cruza la nube: “¡Tienes que dormirte! ¡Sólo te quedan tres horas!”

En resumen: hace poco descubrí que no padezco de insomnio. Mi aflicción es más general y menos misteriosa, es algo a lo que me gusta llamar “malabarismo mental”. Es un problema de desorden de pensamientos que va más allá del sueño, y que más bien inunda casi cualquier actividad. Consiste en algo tan simple que creo que a nadie se le ocurriría diagnosticarlo. El malabarismo mental consiste en que los pensamientos y las acciones no coinciden.

A ver si se entiende: estoy haciendo una cosa mientras pienso en otra. Es decir, que mientras haces algo que requiere de tu atención, estás en realidad pensando en una cantidad de problemas y escenarios que no tienen nada que ver con lo que estás haciendo en el momento.

Parte del problema es que las acciones que uno realiza en el presente son limitadas (en un segundo particular sólo puedo hacer una cosa), pero el espacio mental que puedes dedicarle a la basura es ilimitado, como un juke-box de la miseria en rotación contínua. Es imposible disfrutar del momento cuando tienes los 40 grandes éxitos dando vueltas en tu cabeza, pero además, cuando divides tu atención entre 4 cosas diferentes no haces nada bien.

Si estás pensando en un examen mientras tratas de dormir, lo más probable es que no hagas bien ninguna de las dos. No puedes resolver el examen a las 2 am desde tu cama, pero sí puedes quedarte dormido mañana durante el examen.

LÍNEAS DEL TIEMPO

No entiendo de pintura ni de fotografía. No es que no me gusten, es que no las entiendo. A diferencia de la música, del cine, o de la literatura, no sé cuánto tiempo se supone que tengo que estar ahí mirando. Quiero decir, que la pintura y la fotografía no se experimentan a través del tiempo, y eso hace que me cueste entender cómo disfrutarlas.

No es algo tan raro. Todos tenemos problemas con la experiencia del tiempo. A nuestra conciencia no le resulta fácil manejarlo. Muchas de las actividades que hacemos tienen como objetivo darle forma o estructura al tiempo. De otro modo no sabemos qué hacer.

Por eso la conciencia tiene un inventario de problemas reservado en el juke-box para esos momentos. Saca alguno cuando siente esa necesidad de estructurar el tiempo. Nosotros creemos que los problemas que nos arroja el juke-box nos interesan, caemos en la trampa de la conciencia, y pasamos un buen rato analizando pros y contras, escenarios alternativos, etc sin darnos cuenta de que todo es una estrategia para mantenernos ocupados.

En realidad operamos en dos líneas del tiempo diferentes. la primera línea del tiempo es la de la acción. En esa línea del tiempo están las acciones que hacemos en el momento en el que las hacemos. Tú por ejemplo, estás leyendo esto. Yo estoy escribiéndolo, aunque para el momento en el que tú lo leas ya no estaré escribiéndolo sino que estaré haciendo otra cosa. La línea del tiempo de la acción es un eterno presente, no tiene pasado ni tiene futuro.

Después está la línea del tiempo de la mente que se superpone a la de la acción. Es sólo en esa línea del tiempo en la que existe el pasado, el futuro, y los presentes alternativos. En ella se guardan los recuerdos, y se generan las fantasías. En ella se acumulan culpas, frustraciones, y también alegrías y orgullo.

DEJA A LA PUTA EN LA ORILLA DEL RÍO

Un monje y su pupilo peregrinaban por una montaña. En la orilla de un río se encontraron con una puta que les pidió ayuda para cruzar al otro lado. El maestro cargó a la puta en su espalda y cruzó con ella el río, la dejó en la otra orilla. La puta se despidió y reanudó su marcha, los monjes también la suya.

Horas después el pupilo le preguntó a su maestro: “¿por qué cargaste con la puta a través del río? ¿Te olvidaste de que no podemos tocar mujeres, mucho menos mujeres como esa?”

El maestro le respondió: “yo dejé a la puta en la orilla del río, pero tú sigues cargándola”.

Hay problemas que se arrastran en el tiempo. Que independientemente de la solución práctica del problema, hay un aspecto interno de ese problema que está desligado de lo práctico y al que nos aferramos. Es un apego a las situaciones que nos hace cargar con ellas mucho tiempo.

Conozco a una mujer que llegó a un cargo muy alto en un banco y la despidieron. Al poco tiempo encontró otro trabajo y no le va mal. De eso hace 20 años, pero ella sigue hablando de su problema hasta el día de hoy.

También sé de un hombre al que su mujer lo engañó con otro hace seis años. El hombre quiso seguir con ella, y aunque aceptó sus disculpas, nunca la perdonó en su interior. Hasta el día de hoy la culpa por su infelicidad.

Estos problemas tienen que ver con anclarse en el pasado. Cuando la mente está en el pasado arrastramos problemas, cargamos con la puta, comparamos nuestra realidad con un pasado mejor, o nos lamentamos de ofensas que debieron quedar atrás.

También podemos anclarnos en el futuro cuando generamos expectativas fantasiosas que no se cumplen. En realidad los problemas que se arrastran en el tiempo tienen dos orígenes:

1) Expectativas: tenemos una idea clara de lo que va a pasar. O de lo que queremos que ocurra. Construimos una fantasía y pretendemos imponérsela a la realidad. Cuando la realidad nos señala que estamos en un error, que lo nuestro es una fantasía, nos frustramos.

Ocurre con los planes a futuro, pero también ocurre con ideas que damos por sentado. La ejecutiva del banco creía que bastaba con trabajar bien para tener su puesto toda la vida. Tanto creyó en su fantasía que construyó su identidad alrededor de su trabajo, su vida giraba en torno a él. Cuando la despidieron no lo supo manejar. Encontró otro trabajo (resolvió el problema en lo práctico) pero no se liberó del problema en su interior y sigue arrastrándolo hasta hoy.

Lo mismo con el matrimonio y la infidelidad, o con las expectativas de vida. La gente que cree que va a estar en algún punto en algún momento, creen que basta con proyectarse para alcanzar una meta. Padres que creen que a los hijos hay que “impulsarlos” como si fuesen proyectiles.

Trazarse expectativas tiene que ver con escribir un guión para la vida, cuando la vida no se ajusta a nuestro guión nos angustiamos. Es la idea de que no tenemos control sobre lo que ocurre lo que genera esa angustia.

2) Incertidumbre: el segundo problema es de incertidumbre. Cuando no tenemos la certeza de saber cuál será el desenlace de una situación, no tenemos ni idea de lo que va a ocurrir.

Este es otro problema que nos mantiene despiertos por la noche. No sabes qué preguntas te harán mañana en el examen, no sabes cómo vas a responder, no sabes qué nota vas a sacar, no sabes qué carrera vas a estudiar, en qué universidad, no sabes si te darán un trabajo o no, no sabes qué quieres hacer con tu vida, o dónde se supone que deberías estar.

Al final ambos orígenes son el mismo: miedo a vivir sin seguridades, no poder anticiparse a lo que va a ocurrir. El único antídoto para esa angustia es aprender a hacer que las dos líneas del tiempo coincidan. Que la mente aprenda a vivir en el presente y a coincidir con el mundo de las acciones. Suena fácil pero requiere de disciplina y serenidad.

LO QUE ANOTAS EN EL CUADERNO

Odio la palabra “favor”. Es una palabra hipócrita. La gente que hace favores cree que los hace por bondad, cree que es desinteresado. En el fondo pocos son capaces de hacer favores sin esperar una recompensa.

Algunos hacen favores esperando a cambio un trato favorable. Otros los hacen para volverse indispensables. Hay quien hace favores para controlar al otro. Hay quien acepta de frente que si te hace un favor espera cobrártelo después, como Vito Corleone, pero a ese tipo de tratos los llamamos mafia.

Nietzsche decía que uno no debe aceptar favores porque quien los hace sólo quiere ahorcarte con la soga de tu agradecimiento.

Baudrillard decía que la única manera de pagar un favor es con venganza.

Yo creo que si es difícil mantener la mente de una sola persona, de uno mismo, limpia y en orden, es una tarea casi titánica mantener la de varias personas a la vez, y que además estén en sincronía.

Por eso es tan difícil encontrar un amigo de verdad, y si lo tienes cuéntalo entre tus bendiciones.

Cuando se mezclan las expectativas de uno con las expectativas de los demás, es una buena receta para el desorden.

Tengo una amiga que anota en su cuaderno todo lo que hace por los demás. Lo que te regaló en tu cumpleaños hace 3 años. La vez que te prestó una cartera porque combinaba con tu vestido. Cuando te llevó en su coche hasta la estación del metro.

Mi otra amiga se ríe. Dice “yo jamás podría tener un cuaderno así, hay que tener paciencia” y tiene razón, pero ella tiene un cuaderno peor en su mente en el que anota lo que los demás hacen por ella. Ella sabe con lujo de detalles quién la felicitó por su cumpleaños en facebook (y quién no). Sabe quiénes la apoyaron cuando se murió su perro (y quienes no). Sabe cuántas llamadas le has devuelto, si le respondiste o no el email la semana pasada, y si olvidaste traerle un recuerdo de Cancún.

Llevar cuentas como estas es un atentado contra ti mismo. Cada cosa que anotas en el cuaderno te roba tu paz mental. Cada página es un disco del juke-box, y regresará a atormentarte cuando estés dando vueltas en la cama intentando dormir. Cuando anotas lo que haces por los demás, tus regalos se transforman en favores. Cuando anotas lo que el otro te debe la deuda la pagas tú.

Mantener el equilibrio con las amistades requiere de una gran capacidad de orden. Saber poner cada cosa en su lugar. La mayoría de las amistades fracasan por las mismas razones: expectativas e incertidumbre. Así que aprender a manejarlas no sólo calmará tu mente, sino que además mejorará tu relación con los demás.

PASA LA PÁGINA

Llevo algún tiempo luchando contra estas dos sensaciones, y creo que he descubierto algunas ideas que son útiles para aprender a dejar los problemas atrás. Para sincronizar ambas líneas del tiempo. Como siempre os digo, no es una receta universal, y tampoco es un plan perfecto. No prometo ningún resultado, pero probarlo no cuesta nada, y quizás te funcionen.

1) No te ofendas. Ni con la realidad, ni con tus amigos. Si te despidieron de un trabajo, si no te contrataron aunque te fue bien en la entrevista, si alguien va o no va al funeral de tu abuelo, si se olvidaron del aniversario, no te ofendas. Si algo te ofende es porque tenías una expectativa que no se cumplió. El error es tuyo y no de la realidad o de tu amigo. Aprende de la realidad y ajústate a ella, no pretendas que la realidad se ajuste a ti.

2) Busca la acción en sí misma. Actuar es un privilegio y los frutos de tu acción no te pertenecen. No uses los frutos como motivo para actuar. Eso sólo te llevará a frustrarte.

3) No lleves la cuenta. De nada. Es anclarse en el pasado.

4) Resuelve los problemas en tu interior. No cargues con la puta. Cuando resuelvas algo en el mundo práctico, tómate un tiempo para resolver el problema en tu interior y asegúrate de que no se va a convertir en uno de 40 grandes éxitos de tu juke-box.

5) No fantasees sobre tu futuro. No tienes el control sobre lo que va a pasar. No te pongas en una posición en la que es imposible sentirte feliz con lo que tienes. Si pasas la mitad de tu vida fantaseando con que te darán el Nóbel, lo más probable es que te lleves una gran desilusión.

6) No te sacrifiques por los demás. Sé honesto contigo mismo y con los demás. Si no haces nada que no quieras hacer no estarás esperando nada de nadie y tampoco participarás de los juegos de los demás.

Este verano estoy escribiendo muchísimo, porque me estoy dedicando de lleno a escribir mi libro. Se llama “La Vida Simple” y ha vendido más de 30 mil copias. Si quieres saber mejor de qué va, pulsa aquí. Si lo quieres comprar a través de Paypal cuesta 15€ y lo puedes hacer aquí: http://pul.ly/b/50040

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Deja a la puta en la orilla del río

August 24th, 2012

MALABARISMO MENTAL

La habitación está totalmente oscura pero nuestros ojos se van ajustando gradualmente a la oscuridad. Algunas figuras van apareciendo recortadas contra el fondo negro en una escala de grises. Primero distinguimos, cerca de la puerta, una figura grande y rectangular, una mesa. Sobre ella algunos libros. A la izquierda hay otro mueble un poco más bajo con un televisor, y más allá está la cama. Hay una mujer acostada en la cama intentado dormir. Soy yo.

Sé que este ejercicio de salirme del cuerpo para hacer un recorrido de la escena con vosotros es poco ortodoxo, pero al ser un recuerdo, es una licencia poética que puedo permitirme. En realidad la persona que está en la cama puede ser cualquiera. Podrías ser tú, o él, o ella, el pronombre da igual porque es una situación en la que hemos estado todos sin excepción.

La persona que está en la cama, es decir tú, está tapada hasta las orejas con la manta, y entre el aire acondicionado (al máximo) y la oscuridad (total) cualquiera pensaría que es una situación más que ideal para quedarse dormido. Pero no te duermes. Estás despierto. Cada cierto tiempo te das la vuelta, estiras la sábana, o arreglas la almohada, y sigues con el ejercicio de conciliar el sueño.

Si la escena fuese un cómic y tu personaje tuviese un bocadillo, dentro veríamos todo tipo de cosas. Algo sobre un examen oral que tienes al día siguiente por la mañana. También una frase que alguien te dijo en la oficina. El email que una amiga te envió echándote algo en cara. O la respuesta perfecta a un comentario que te hizo la profesora de francés en frente de todo el mundo y que se te ha venido a ocurrir ahora, diez horas tarde. De vez en cuando una alarma cruza la nube: “¡Tienes que dormirte! ¡Sólo te quedan tres horas!”

En resumen: hace poco descubrí que no padezco de insomnio. Mi aflicción es más general y menos misteriosa, es algo a lo que me gusta llamar “malabarismo mental”. Es un problema de desorden de pensamientos que va más allá del sueño, y que más bien inunda casi cualquier actividad. Consiste en algo tan simple que creo que a nadie se le ocurriría diagnosticarlo. El malabarismo mental consiste en que los pensamientos y las acciones no coinciden.

A ver si se entiende: estoy haciendo una cosa mientras pienso en otra. Es decir, que mientras haces algo que requiere de tu atención, estás en realidad pensando en una cantidad de problemas y escenarios que no tienen nada que ver con lo que estás haciendo en el momento.

Parte del problema es que las acciones que uno realiza en el presente son limitadas (en un segundo particular sólo puedo hacer una cosa), pero el espacio mental que puedes dedicarle a la basura es ilimitado, como un juke-box de la miseria en rotación contínua. Es imposible disfrutar del momento cuando tienes los 40 grandes éxitos dando vueltas en tu cabeza, pero además, cuando divides tu atención entre 4 cosas diferentes no haces nada bien.

Si estás pensando en un examen mientras tratas de dormir, lo más probable es que no hagas bien ninguna de las dos. No puedes resolver el examen a las 2 am desde tu cama, pero sí puedes quedarte dormido mañana durante el examen.

LÍNEAS DEL TIEMPO

No entiendo de pintura ni de fotografía. No es que no me gusten, es que no las entiendo. A diferencia de la música, del cine, o de la literatura, no sé cuánto tiempo se supone que tengo que estar ahí mirando. Quiero decir, que la pintura y la fotografía no se experimentan a través del tiempo, y eso hace que me cueste entender cómo disfrutarlas.

No es algo tan raro. Todos tenemos problemas con la experiencia del tiempo. A nuestra conciencia no le resulta fácil manejarlo. Muchas de las actividades que hacemos tienen como objetivo darle forma o estructura al tiempo. De otro modo no sabemos qué hacer.

Por eso la conciencia tiene un inventario de problemas reservado en el juke-box para esos momentos. Saca alguno cuando siente esa necesidad de estructurar el tiempo. Nosotros creemos que los problemas que nos arroja el juke-box nos interesan, caemos en la trampa de la conciencia, y pasamos un buen rato analizando pros y contras, escenarios alternativos, etc sin darnos cuenta de que todo es una estrategia para mantenernos ocupados.

En realidad operamos en dos líneas del tiempo diferentes. la primera línea del tiempo es la de la acción. En esa línea del tiempo están las acciones que hacemos en el momento en el que las hacemos. Tú por ejemplo, estás leyendo esto. Yo estoy escribiéndolo, aunque para el momento en el que tú lo leas ya no estaré escribiéndolo sino que estaré haciendo otra cosa. La línea del tiempo de la acción es un eterno presente, no tiene pasado ni tiene futuro.

Después está la línea del tiempo de la mente que se superpone a la de la acción. Es sólo en esa línea del tiempo en la que existe el pasado, el futuro, y los presentes alternativos. En ella se guardan los recuerdos, y se generan las fantasías. En ella se acumulan culpas, frustraciones, y también alegrías y orgullo.

DEJA A LA PUTA EN LA ORILLA DEL RÍO

Un monje y su pupilo peregrinaban por una montaña. En la orilla de un río se encontraron con una puta que les pidió ayuda para cruzar al otro lado. El maestro cargó a la puta en su espalda y cruzó con ella el río, la dejó en la otra orilla. La puta se despidió y reanudó su marcha, los monjes también la suya.

Horas después el pupilo le preguntó a su maestro: “¿por qué cargaste con la puta a través del río? ¿Te olvidaste de que no podemos tocar mujeres, mucho menos mujeres como esa?”

El maestro le respondió: “yo dejé a la puta en la orilla del río, pero tú sigues cargándola”.

Hay problemas que se arrastran en el tiempo. Que independientemente de la solución práctica del problema, hay un aspecto interno de ese problema que está desligado de lo práctico y al que nos aferramos. Es un apego a las situaciones que nos hace cargar con ellas mucho tiempo.

Conozco a una mujer que llegó a un cargo muy alto en un banco y la despidieron. Al poco tiempo encontró otro trabajo y no le va mal. De eso hace 20 años, pero ella sigue hablando de su problema hasta el día de hoy.

También sé de un hombre al que su mujer lo engañó con otro hace seis años. El hombre quiso seguir con ella, y aunque aceptó sus disculpas, nunca la perdonó en su interior. Hasta el día de hoy la culpa por su infelicidad.

Estos problemas tienen que ver con anclarse en el pasado. Cuando la mente está en el pasado arrastramos problemas, cargamos con la puta, comparamos nuestra realidad con un pasado mejor, o nos lamentamos de ofensas que debieron quedar atrás.

También podemos anclarnos en el futuro cuando generamos expectativas fantasiosas que no se cumplen. En realidad los problemas que se arrastran en el tiempo tienen dos orígenes:

1) Expectativas: tenemos una idea clara de lo que va a pasar. O de lo que queremos que ocurra. Construimos una fantasía y pretendemos imponérsela a la realidad. Cuando la realidad nos señala que estamos en un error, que lo nuestro es una fantasía, nos frustramos.

Ocurre con los planes a futuro, pero también ocurre con ideas que damos por sentado. La ejecutiva del banco creía que bastaba con trabajar bien para tener su puesto toda la vida. Tanto creyó en su fantasía que construyó su identidad alrededor de su trabajo, su vida giraba en torno a él. Cuando la despidieron no lo supo manejar. Encontró otro trabajo (resolvió el problema en lo práctico) pero no se liberó del problema en su interior y sigue arrastrándolo hasta hoy.

Lo mismo con el matrimonio y la infidelidad, o con las expectativas de vida. La gente que cree que va a estar en algún punto en algún momento, creen que basta con proyectarse para alcanzar una meta. Padres que creen que a los hijos hay que “impulsarlos” como si fuesen proyectiles.

Trazarse expectativas tiene que ver con escribir un guión para la vida, cuando la vida no se ajusta a nuestro guión nos angustiamos. Es la idea de que no tenemos control sobre lo que ocurre lo que genera esa angustia.

2) Incertidumbre: el segundo problema es de incertidumbre. Cuando no tenemos la certeza de saber cuál será el desenlace de una situación, no tenemos ni idea de lo que va a ocurrir.

Este es otro problema que nos mantiene despiertos por la noche. No sabes qué preguntas te harán mañana en el examen, no sabes cómo vas a responder, no sabes qué nota vas a sacar, no sabes qué carrera vas a estudiar, en qué universidad, no sabes si te darán un trabajo o no, no sabes qué quieres hacer con tu vida, o dónde se supone que deberías estar.

Al final ambos orígenes son el mismo: miedo a vivir sin seguridades, no poder anticiparse a lo que va a ocurrir. El único antídoto para esa angustia es aprender a hacer que las dos líneas del tiempo coincidan. Que la mente aprenda a vivir en el presente y a coincidir con el mundo de las acciones. Suena fácil pero requiere de disciplina y serenidad.

LO QUE ANOTAS EN EL CUADERNO

Odio la palabra “favor”. Es una palabra hipócrita. La gente que hace favores cree que los hace por bondad, cree que es desinteresado. En el fondo pocos son capaces de hacer favores sin esperar una recompensa.

Algunos hacen favores esperando a cambio un trato favorable. Otros los hacen para volverse indispensables. Hay quien hace favores para controlar al otro. Hay quien acepta de frente que si te hace un favor espera cobrártelo después, como Vito Corleone, pero a ese tipo de tratos los llamamos mafia.

Nietzsche decía que uno no debe aceptar favores porque quien los hace sólo quiere ahorcarte con la soga de tu agradecimiento.

Baudrillard decía que la única manera de pagar un favor es con venganza.

Yo creo que si es difícil mantener la mente de una sola persona, de uno mismo, limpia y en orden, es una tarea casi titánica mantener la de varias personas a la vez, y que además estén en sincronía.

Por eso es tan difícil encontrar un amigo de verdad, y si lo tienes cuéntalo entre tus bendiciones.

Cuando se mezclan las expectativas de uno con las expectativas de los demás, es una buena receta para el desorden.

Tengo una amiga que anota en su cuaderno todo lo que hace por los demás. Lo que te regaló en tu cumpleaños hace 3 años. La vez que te prestó una cartera porque combinaba con tu vestido. Cuando te llevó en su coche hasta la estación del metro.

Mi otra amiga se ríe. Dice “yo jamás podría tener un cuaderno así, hay que tener paciencia” y tiene razón, pero ella tiene un cuaderno peor en su mente en el que anota lo que los demás hacen por ella. Ella sabe con lujo de detalles quién la felicitó por su cumpleaños en facebook (y quién no). Sabe quiénes la apoyaron cuando se murió su perro (y quienes no). Sabe cuántas llamadas le has devuelto, si le respondiste o no el email la semana pasada, y si olvidaste traerle un recuerdo de Cancún.

Llevar cuentas como estas es un atentado contra ti mismo. Cada cosa que anotas en el cuaderno te roba tu paz mental. Cada página es un disco del juke-box, y regresará a atormentarte cuando estés dando vueltas en la cama intentando dormir. Cuando anotas lo que haces por los demás, tus regalos se transforman en favores. Cuando anotas lo que el otro te debe la deuda la pagas tú.

Mantener el equilibrio con las amistades requiere de una gran capacidad de orden. Saber poner cada cosa en su lugar. La mayoría de las amistades fracasan por las mismas razones: expectativas e incertidumbre. Así que aprender a manejarlas no sólo calmará tu mente, sino que además mejorará tu relación con los demás.

PASA LA PÁGINA

Llevo algún tiempo luchando contra estas dos sensaciones, y creo que he descubierto algunas ideas que son útiles para aprender a dejar los problemas atrás. Para sincronizar ambas líneas del tiempo. Como siempre os digo, no es una receta universal, y tampoco es un plan perfecto. No prometo ningún resultado, pero probarlo no cuesta nada, y quizás te funcionen.

1) No te ofendas. Ni con la realidad, ni con tus amigos. Si te despidieron de un trabajo, si no te contrataron aunque te fue bien en la entrevista, si alguien va o no va al funeral de tu abuelo, si se olvidaron del aniversario, no te ofendas. Si algo te ofende es porque tenías una expectativa que no se cumplió. El error es tuyo y no de la realidad o de tu amigo. Aprende de la realidad y ajústate a ella, no pretendas que la realidad se ajuste a ti.

2) Busca la acción en sí misma. Actuar es un privilegio y los frutos de tu acción no te pertenecen. No uses los frutos como motivo para actuar. Eso sólo te llevará a frustrarte.

3) No lleves la cuenta. De nada. Es anclarse en el pasado.

4) Resuelve los problemas en tu interior. No cargues con la puta. Cuando resuelvas algo en el mundo práctico, tómate un tiempo para resolver el problema en tu interior y asegúrate de que no se va a convertir en uno de 40 grandes éxitos de tu juke-box.

5) No fantasees sobre tu futuro. No tienes el control sobre lo que va a pasar. No te pongas en una posición en la que es imposible sentirte feliz con lo que tienes. Si pasas la mitad de tu vida fantaseando con que te darán el Nóbel, lo más probable es que te lleves una gran desilusión.

6) No te sacrifiques por los demás. Sé honesto contigo mismo y con los demás. Si no haces nada que no quieras hacer no estarás esperando nada de nadie y tampoco participarás de los juegos de los demás.

La importancia de desconectar

August 5th, 2012

Desde el balcón del apartamento en el que estoy el mundo es simple. A varios pisos de altura las personas dejan de ser universos, sus historias desaparecen, no hay puntos de giro, ni sueños, no hay miedos, ni siquiera deseos. Desde aquí son sólo figuritas. Las hileras de sombrillas en la playa me recuerdan a la placa base de un ordenador con sus circuitos diminutos y sus soldaduras de estaño. El mar también cambia con la distancia. Es algo tan tranquilo como la superficie de un vaso de agua. Nadie imaginaría lo que ocurre bajo su superficie. Tuve que venir de emergencia a Miami casi un mes antes de lo previsto porque mi abuelo está enfermo.

Mi padre había llegado antes que yo, y pasamos varios días juntos. Soy una persona sensible así que reencontrarme con la familia después de mucho tiempo me revuelve los recuerdos. Cuando se trata de mi padre son siempre los mismos. Yo tengo unos 8 o 10 años y él nos lleva a mi hermana y a mí a patinar al parque, o al planetario, nos lleva a comer pizza, a jugar racquetball, a conciertos de música académica, a las librerías. En algunos recuerdos me está enseñando a montar mi primer ordenador, paso por paso, con mucha paciencia. O se sienta conmigo a ver los capítulos de su colección de la serie Cosmos de Carl Sagan, que había grabado en casettes de Betamax.

Pero por alguna razón todos esos recuerdos se detienen abruptamente en algún punto de 1995. Tenía 10 años, estaba en 5to grado de la escuela básica, y por alguna razón que nunca supe, todo eso se detuvo. No más parque, ni pizzas, ni playa, ni racquet. Todo se acabó de golpe. Mi padre empezó a pasar más tiempo en su estudio y menos tiempo con nosotras. En el momento no me di cuenta. Imagino que cuando uno está metido dentro de la situación no te planteas lo que ocurre, o más bien que es con la sumatoria de las acciones puntuales a lo largo del tiempo que descubres el patrón. Pero ahora, con la distancia, veo una línea muy clara.

Desde que descubrí eso, ese antes y ese después de 1995, me comí mucho la cabeza pensando en qué fue lo que pasó. Imaginé peleas dramáticas a puerta cerrada, peleas en plan soap opera en la que se toman decisiones pero no se le dice nada a los niños por su propio bien. Imaginé historias de triangulos amorosos, o amenazas de divorcio. Pensé que a lo mejor a mi padre le fue muy mal en algún negocio y no nos dijo nada, algún tema así, un detonante puntual y trágico que cambio las rutinas de mi casa.

Pero después de años de preguntármelo, ayer descubrí cuál fue el detonante. Para mi sorpresa no fue nada dramático. No fue una pelea, no fue un mal negocio, ni un desequilibrio psicológico. Desde cualquier punto de vista lo que voy a decir parecería una tontería, y nadie le atribuiría el peso que realmente tiene. Lo que ocurrió en el año de 1995 fue que llegó CompuServe. Cada noche a partir de entonces en mi casa sonaba la canción del dial-up, esa melodía de tonos de teléfono, y mi padre se conectaba a internet. No volvió a salir de su estudio.

Es probable que tú también identifiques un cambio en tu vida, un antes y un después de la llegada de internet, si haces memoria. Da igual si ocurrió en los 90, o hace unos meses, el caso es que es probable que tu vida sea diferente a causa de internet. Y no me refiero a cambios prácticos del tipo “me he ahorrado cantidad de viajes a la biblioteca” sino a cambios que van más allá de lo utilitario. En mi caso el cambio no ha sido únicamente en la relación con la gente que quiero, sino también conmigo misma.

Hasta ahora siempre he defendido la tecnología. No podría ser de otra manera porque internet no es un pasatiempo para mí, sino que es mi modo de vida. Gracias a internet he ganado cosas maravillosas. He logrado dedicarme a lo que me gusta, hacerlo como me gusta, sin intermediarios y sin concesiones, y además tengo la gran suerte de poder vivir de ello. Gracias a internet tengo una comunidad rica de lectores que me apoyan en lo que hago.

Pero al mismo tiempo también veo la parte negativa de usar internet. Toda herramienta poderosa tiene cosas buenas y cosas malas, internet no es la excepción. A veces, al igual que mi padre, puedo pasar más de veinte horas al día pegada a una pantalla. Una parte importante de ese tiempo lo dedico a trabajar, y aunque me gusta engañarme a mi misma diciéndome que es TODO el tiempo, en realidad pierdo una gran cantidad de horas a la semana haciendo nada en internet hasta el punto de que dejo de hacer cosas que me gustan por estar aquí.

Se podría decir que internet es una adicción, sólo que puede ser difícil identificarla porque para muchos de nosotros internet es también nuestro trabajo.

SISTEMAS DE RECOMPENSAS

Hay áreas del cerebro que se encargan de tareas muy específicas. Por ejemplo, con la vista, hay un área del cerebro que se encarga de identificar objetos estáticos, y otra que se encarga de identificar objetos que están en movimiento. Hay un área para identificar el color, y otra para integrar la visión de ambos ojos. Lo mismo ocurre con el lenguaje, con las habilidades motoras, y también con la memoria.

En el caso de la memoria, hay un área que se encarga de la memoria a largo plazo, y otra de la memoria inmediata. Pero cuando se trata de los hábitos hay un área específica del cerebro ligada a la memoria que se encarga de recordarlos. Pueden ser secuencias altamente complejas, desde cómo preparar una limonada hasta cómo desmontar el motor de un coche. Los hábitos se fijan en la misma área del cerebro que se encarga de recordar cómo montar bicicleta. Así que si repites algo muchas veces la conexión se fortalece y se fija dentro de ese área del cerebro.

Quizás hayas escuchado alguna vez que es difícil olvidar lo que uno aprende. Olvidar cómo conducir, cómo leer, o cómo ir en bici es muy difícil, una vez que lo aprendes es casi imposible olvidarlo, aunque pasen 40 años. Por eso en los programas de rehabilitación de 12 pasos suelen decir que un adicto es adicto para toda la vida, que aunque hayas dejado de fumar, si pruebas un cigarrillo vas a recuperar el hábito muy rápido porque nunca dejaste de ser un fumador, solo dejaste de fumar. Tu hábito, esa secuencia de pasos, sigue ahí, archivado en tu memoria, para siempre.

Pero no todos los hábitos son aprendizajes o rituales. Hay hábitos que hemos aprendido porque nos ofrecen un marco de acciones y recompensas, de gratificaciones inmediatas. A los perros, por ejemplo, se les entrena usando premios (galletas). Si quieres que el perro te de la pata, le das a cambio una de estas galletas. A la larga, una vez que el perro forma el hábito, te dará la pata aunque no le des una galleta en esa oportunidad.

Internet es parecido. Hay un sistema de gratificaciones inmediatas. Cada vez que pulsas sobre un enlace, obtienes una recompensa. La recompensa es un estímulo (una foto, un vídeo, un texto). Cada vez que dices algo en twitter, por ejemplo, las menciones que recibes, o los retweets son recompensas, y lo mismo con los likes de facebook, y hasta con los emails en tu bandeja de entrada (da igual si la recompensa es positiva o negativa, siempre que haya una respuesta del otro lado será gratificante). Mientras más inmediata es la recompensa más te engancha.

Esa es la razón por la que AUNQUE uno puede preferir hacer alguna cosa (ir a la playa, pasar tiempo con la gente que quieres, ir a una reunión) a veces te puede más la pantalla. No se trata de que prefieras estar en internet refrescando Facebook. Se trata de que es una gratificación más inmediata que cualquier otra. Es fácil obtenerla, sólo tienes que quedarte allí.

La parte más complicada es la manera en la que estos hábitos se fijan. Pasan de ser hábitos a ser rutinas. Ya se espera y se sobreentiende que estarás frente al ordenador toda la tarde, y ni te lo planteas. O puede que te lo plantees y hasta te sientas culpable por pasar tantas horas pegado a una pantalla, pero aún así no sepas cómo ponerle un freno.

La adicción a internet es simplemente uno de los efectos de un problema más grande, porque no fijamos los objetos, sino los sistemas de recompensa. Internet es solo uno más. La mayoría nos fijamos una serie de rutinas diarias que quizás empezamos a hacer por necesidad, pero que se perpetúan en el tiempo por inercia, porque no sabemos cortar con ellas, o peor aún, porque somos incapaces de identificarlas.

A esas rutinas yo las llamo “fósiles”. Son patrones antiguos, patrones muertos, que han quedado atrapados, o “preservados” si lo prefieres, en nuestra cotidianidad. Hay fósiles de estos en todo lo que hacemos. Desde la manera que tenemos de preparar una comida, hasta en nuestras relaciones con la gente cercana. Ya hablé de esto antes en un artículo sobre el maquillaje que puedes leer aquí.

El problema de estos fósiles es que te impiden hacer cosas que realmente deseas. A veces es posible identificarlos y otras veces no. Para poderlos identificar hay que separarse, desconectarse por un tiempo de esas rutinas diarias para mirarnos desde una nueva perspectiva.

UN NUEVO ORDEN

Hay una regla tácita entre los escritores y es que uno nunca debe disculparse por lo que hace en su blog. Es poco serio, por ejemplo, empezar una entrada disculpándote por haberte tomado un tiempo, o por no actualizar más a menudo. Es una actitud de blogger, no de escritor, y específicamente una actitud de blogger de Livejournal.

No me malinterpretéis, se pueden ofrecer explicaciones, pero nunca en tono de disculpa, y mejor si no las das. Porque hacerlo te pone por debajo de quienes te leen. Te hace sentir que escribir es una obligación, que en lugar de trabajar en algo que te gusta, estás cumpliendo con algo que les debes. Eso mata la voluntad de cualquiera.

Así que lo que voy a deciros no es una disculpa, es un ejemplo. Entre el último artículo que escribí y este han pasado varias semanas. No sólo no escribí en el blog sino que tampoco me he metido en twitter, ni en facebook. Decidí desconectarme. Fue en parte una decisión personal, y también fue algo circunstancial. Isra tenía que ir a Singapur a arreglar unas cosas de negocios, y yo iba a ir con él, cuando ocurrió lo de mi abuelo. Yo decidí aprovechar que él iba a estar ocupado varios días para irme a Miami. Era la primera vez en 3 años que nos separábamos por tanto tiempo.

Fue un buen momento para desconectar porque tenía responsabilidades más importantes que internet. Pero no sólo me desconecté de internet, me desconecté de todo: de mi pareja, de mis rutinas, del orden cotidiano. Isra también se desconectó. Y gracias a la distancia, a esa desconexión, descubrimos dimensiones de nuestra relación que no conocíamos. Hicimos planes nuevos, y conversamos con honestidad sobre cosas que quizás no hubiésemos dicho de estar inmersos en nuestras rutinas. Gracias a la distancia tomamos decisiones que nos llenan de alegría.

No sólo se trata de desconectarse de un ser amado para descubrir el potencial de una relación, o separarse de internet porque te roba el espacio para hacer otras cosas. La idea de desconectar puede ser una bendición independientemente del objeto del que te estás desconectando. Cada quién tiene sus propios fósiles, así que es probable que tú necesites desconectarte de cosas diferentes a las mías.

Te puedes desconectar del entorno para conectar con tu interior. Desconectarte de lo mundano para sentir lo espiritual, o desconectar de lo espiritual para descubrir el cuerpo. Te puedes desconectar de la razón para suspender el descrédito, te puedes desconectar de tus certezas, o de las cosas que te producen apego. La idea de desconectarse está tan ligada a nuestra espiritualidad que en casi cualquier religión hay prácticas para eso.

Los hindúes peregrinan. Los cristianos hacen retiros. En la religión judía los sábados (shabat) son días sagrados de desconexión con lo mundano. Y más allá de las religiones, las historias que nos contamos, todo personaje importante tiene un momento de desconexión. El héroe de las mil caras, el protagonista de todos nuestros mitos inicia su aventura con una desconexión: se separa de lo que conoce hacia un mundo desconocido para crear un nuevo orden.

Cuando armamos un puzzle primero tenemos que sacar las piezas de la caja, separarlas, para tratar de unirlas en un nuevo orden con sentido. Lo mismo ocurre con la desconexión. La desconexión es una separación, es un requisito para el orden. Como somos personas dinámicas con vidas cambiantes, cada cierto tiempo tenemos que hacer ajustes a nuestro orden, y para eso es necesario desconectar.

DISTANCIA Y PERCEPCIÓN

Hay una regla que le gusta repetir a los profesores de escritura creativa, como si fuese una especie de fórmula mágica que te permitirá escribir bien. Esa regla es show, don’t tell que significa “En lugar de explicarlo enséñalo”. ¿Qué quiere decir en la práctica? que si tienes un personaje que se supone que es cómico, no digas que es cómico, haz que sea cómico en sus acciones y que el lector saque sus propias conclusiones.

El problema de show, don’t tell es que a veces puede ser un método insuficiente. Los buenos narradores no sólo enseñan, también explican. Porque a menos de que tengas una escena realmente contundente, si no explicas las cosas, el lector sólo podrá sacar conclusiones sobre un personaje con el tiempo. Sólo después de observar sus acciones una y otra vez, será capaz de identificar patrones y describir el carácter de un personaje. Así que quizás descubre que el personaje es cómico en la mitad de la novela. Es la sumatoria de detalles lo que dibuja el cuadro general.

Lo mismo ocurre con la pintura. Hay una escena en Clueless en la que Cher le dice a alguien: “ella es como un Monet, de lejos se ve muy bien, pero cuando te acercas te das cuenta de que es un desastre”. Si miras una pintura impresionista de cerca, nunca te imaginarías lo que aparece cuando te alejas. La percepción cambia con la distancia y por eso para poder identificar los patrones difíciles en la vida de uno, hace falta un ajuste de perspectiva.

Escribí un libro que se llama La Vida Simple. Trata sobre temas como este. Cuesta 15€ y ha vendido más de 30 mil copias. Si quieres saber más puedes leer pulsando aquí. O si ya sabes de qué va y lo puedes comprar directamente en paypal pulsando aquí.

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Historia de las religiones: comunismo

June 27th, 2012

“Si bajo el imperio islámico del pasado florecieron las ciencias, ¿por qué ahora hay tanto atraso?” “Si tanto la Biblia como el corán son violentos ¿por qué la cultura islámica no es igual de pacífica que la occidental?” “¿Por qué el fundamentalismo islámico odia a Occidente?” y “¿Por qué defiende la izquierda al islam?” son varias de las preguntas que me habéis hecho a raiz del post de la semana pasada sobre el conflicto árabe-israelí. Son preguntas de tipo general y como son realmente buenas y todas están relacionadas quise aprovechar el post de esta semana para responderlas.

“No se puede estudiar a otra cultura desde la tuya” es una frase que suelen decir los relativistas culturales para desacreditar cualquier juicio que se pueda hacer sobre una civilización. Es el “no generalices” de la política y de la historia.

Dicen que, por ejemplo, un japonés no puede entender la cultura eslava, o que un español no puede entender la cultura de Las Filipinas, si no se trasladan al paradigma de esas dos culturas, y que de ninguna manera se puede juzgar a una cultura hayas o no hecho el ejercicio paradigmático.

Esa idea, como todo argumento manido, tiene aspectos valiosos y otros tontos. Lo valioso es la parte que nos recuerda que las culturas también hay que estudiarlas desde adentro. La parte tonta es el tabú de que no se pueden juzgar las culturas por sus características.

Pero esta idea de cambiar el paradigma tiene otra aplicación que puede ser aún más útil porque pocos se lo plantean, y es estudiar nuestra propia cultura en el tiempo con los valores del pasado. No podemos comprender el pasado desde nuestro paradigma del presente.

Si bien es cierto que dentro de una misma civilización existen patrones culturales que se mantienen, la forma de ordenar el mundo que tenemos es diferente a la que tenían nuestros antepasados hace seis siglos.

La humanidad es una heredera ingrata. Da por sentado sus avances sin detenerse a revisar de donde vienen. Desconocemos la cultura que nos produjo. Asumimos que las cosas siempre han sido como son hoy, o atribuímos los defectos y las virtudes de nuestra cultura a causas externas sin detenernos a considerar que quizás fueron producto de nuestra propia ideología. No quiero decir que somos ignorantes, todos fuimos al colegio y por lo tanto conocemos los datos, conocemos nombres, fechas, líneas del tiempo, y quizás las arrastramos hasta hoy, pero no comprendemos el pasado.

Por esta amnesia histórica es que Occidente mira a Oriente perpleja. Por eso occidente se sorprende ante el resentimiento del mundo islámico y lo considera irracional. Pero para entender todos los conflictos entre las dos civilizaciones hay que entender el pasado, y para entender el pasado hay que desprenderse del presente.

Las ideas que damos por sentado son nuestros valores de democracia, libertad, secularismo, y modernismo. Cualquier ciudadano de Occidente se identifica con estos valores y los identifica como las virtudes que definen a nuestra cultura, pero ¿hemos sido siempre así?

A finales del siglo 19 Occidente triunfó sobre sí mismo. La batalla se había librado en Europa, pero se ganó en Estados Unidos. Fue la conquista del secularismo, la división entre el Estado y la religión. Hoy en día creemos que esta virtud de nuestro sistema ha estado con nosotros desde siempre, pero en realidad es un avance reciente, se puso en práctica por primera vez en 1809, con la Primera Enmienda de la constitución americana.

John Tyler, el décimo presidente de Estados Unidos, dijo en una carta lo siguiente:

“Los Estados Unidos se han aventurado en un experimento grande y noble, y en el que –en ausencia de precedentes– somos los primeros: el de la separación total entre la Iglesia y el Estado. Ningún arreglo religioso existe por ley entre nosotros. La conciencia queda libre de toda restricción y a cada cual se le permite adorar a su creador como lo considere conveniente. Las oficinas del gobierno están abiertas por igual a todos. No se imponen diezmos para sostener una jerarquía establecida, ni encumbramos el juicio falible de los hombres como el infalible juicio de la religión. El mahometano, si tiene la voluntad de vivir entre nosotros, tendrá el privilegio de adorar a su dios como lo estipula el coran. El hindú podrá erigir un templo a Brahma si lo desea. Es este espíritu de tolerancia el que inculcan nuestras instituciones políticas. El hebreo, perseguido y vejado en otras regiones, podrá vivir entre nosotros sin miedo, y el aparato del Estado estará allí para protegerle. Es este gran experimento en el que nos hemos embarcado, y hemos cosechado los felices frutos de este ejercicio. Nuestro sistema de libre gobierno sería imperfecto sin él.”

Hasta ese momento la historia de Occidente había sido diferente. Antes de la Ilustración en Occidente reinó la Iglesia Católica durante 10 siglos y fueron los diez siglos más oscuros de nuestra historia. El clima y los valores del Medievo los conocemos todos, y creo que no tengo que esforzarme demasiado en recordarlos. Hambre, pobreza, atraso, ignorancia, y control total a manos de una Iglesia cruel.

Lo que pocos comprenden es que la civilización no renació con nosotros en algún punto del siglo 15. El Medievo no fue un punto muerto en la cultura de todo el planeta. Durante esos diez siglos la civilización avanzaba en el mundo Oriental, y no en sus antiguas culturas, sino en el Islam. Fueron los árabes, los persas, y los turcos el centro del mundo. En su imperio se recuperaron las antiguas ciencias y se desarrollaron nuevas, se expandieron las rutas de comercio, hubo espacio para el arte, y para la filosofía. El Imperio del Islam fue una cultura de libertades, mucho más tolerante y abierta en la práctica que la cristiandad, que acogía a todos los monoteístas, a los judíos y hasta a los cristianos disidentes que eran perseguidos por su propia religión.

Entonces, ¿Qué ocurrió? ¿Cómo pudo cambiar tanto la situación? ¿Por qué hoy en día Occidente es una civilización libre y tecnológicamente superior? Y –más importante aún– ¿cómo puede ser que en la civilización musulmana hoy reina el hambre, la pobreza, el atraso, la ignorancia, y el control total a manos de una religión cruel? ¿Cómo pasó el islam de ser una religión de libertades a una religión del terror? ¿De dónde surge el odio del Islam a Occidente?

EL TRIUNFALISMO RELIGIOSO

No es casualidad que las dos civilizaciones que hemos tenido en Occidente hayan sido religiosas. Me refiero a que han sido civilizaciones que se definen más por su religión que por su cultura, y que es justamente la religión su razón de ser.

Para entenderlo sólo hace falta hacer el ejercicio de desprenderse del paradigma actual: nosotros reconocemos la diferencia que existe entre el Estado y la religión, pero en el pasado esta distancia no existía. La religión era la manera en la que un pueblo entendía su realidad, la organizaba, y también la forma en la que estructuraba el poder.

La mayoría de las religiones son leyes de convivencia, leyes sociales, leyes políticas, sólo que su validez estaba garantizada por lo divino. Para ayudarnos a entender las dos esferas de las religiones en el pasado desde nuestros valores actuales, los historiadores suelen dividir las civilizaciones religiosas en dos.

Hay una diferencia entre el cristianismo y la cristiandad. La primera es una ideología, la segunda es un imperio. Muchas veces pueden llegar a ser contradictorias. Por ejemplo, el nazismo fue un producto de la cristiandad, aunque sus acciones hayan sido poco cristianas.

Con el Islam no tenemos esa diferencia. El Islam es el Islam, tanto la civilización como la ideología llevan el mismo nombre, y eso contribuye a la confusión. Pero al igual que lo fue el cristianismo, el islam es al mismo tiempo una ideología religiosa y un modelo político y militar. La diferencia está en que Occidente abandonó las ideas políticas de la Iglesia, pero Oriente sigue aferrado al proyecto político-militar del Islam porque los considera indivisibles.

¿Por qué fueron estas dos las religiones que produjeron Imperios y no el resto? Quizás las razones por las que Occidente y Oriente son civilizaciones antagónicas tiene más que ver con lo que ambas religiones tienen en común que con lo que las diferencia.

Los críticos de las religiones, los ateos en especial, suelen decir como argumento que creer en las religiones es imposible porque todas se consideran a sí mismas la única fe verdadera y niegan la validez de todas las demás, y pasan de la invitación de creer en un Dios o morir. Pero en realidad, no todas las religiones se consideran a sí mismas la única fe verdadera, eso es un avance nuevo.

Antes de la llegada del cristianismo las religiones se aceptaban entre sí. El budismo, el judaísmo, el taoísmo, el zoroastrismo, las religiones politeístas, todas eran religiones que aceptaban al otro. Los politeístas incluso incorporaban a los dioses de las otras religiones a la suya sin problema. Entre las religiones posteriores la postura era básicamente la de “vive y deja vivir”. Para cada pueblo su religión, sus valores, eran la expresión humana más elevada, la cumbre de la civilización, la forma de vida más perfecta, pero comprendían que el resto de los pueblos creía exactamente lo mismo de su propia cultura, y eso estaba bien.

Dentro del judaísmo, por ejemplo, el primer mandamiento es: “yo soy tu dios, tu único dios” y pongo el énfasis en el “tu” porque aunque el judaísmo es una religión monoteísta, Dios no se considera a sí mismo “el único dios”, sino “tu único dios” es decir, “puede que existan otros dioses, pero yo soy el único que soy tuyo”. Para el judaísmo cualquier persona puede obtener “la salvación” a través de su fe, no es algo exclusivo del judaísmo.

La idea en los pueblos primitivos era que las religiones eran diferentes caminos para acercarse a Dios, y aunque algunas tenían problemas entre sí, las monoteístas solían rechazar a las politeístas, por ejemplo, en líneas generales había un respeto por la creencia de los otros pueblos.

Esto cambió con el cristianismo. El cristianismo fue la primera fe que se proclamó a sí misma poseedora de la única verdad. El cristianismo veía a su religión como la única religión válida, y a los cristianos como los herederos de la revelación. Por lo tanto el deber del cristianismo era “salvar” al resto de los pueblos imponiéndoles su credo. Tan importante era esta misión del cristianismo que Cristo únicamente regresaría cuando el planeta entero acogiera su fe.

Lo mismo ocurrió en el Islam. El Islam heredó del cristianismo su misión: considera a Mahoma el último profeta de Dios, al Islam como la única fe verdadera, y su deber sagrado como musulmanes es imponer esa religión a todos, llevar las revelaciones de Mahoma hasta el último rincón del planeta, cueste lo que cueste.

Por lo tanto ambas religiones, cristianismo e islam, consideran que Dios tiene enemigos a los que hay que derrotar, y que esa lucha es sagrada. Es lo que estaba detrás de las Cruzadas y lo que está hoy en día detrás del jihad.

Esa característica de las dos religiones es un tipo de triunfalismo religioso en el que para que dios “triunfe” hace falta abolir a todos los demás. Esa idea le imprime a ambas ideologías una ambición de conquista universal sin precedentes en otras religiones. Si las dos civilizaciones occidentales han sido la islámica y la cristiana, es justamente porque sus ideologías tienen esa capacidad.

En escritura creativa se entiende que toda historia tiene un protagonista, y que la mayoría de las historias tienen también un antagonista. La relación entre ambos no siempre es una relación entre “el bueno” y “el malo”, quiero decir, que no necesariamente el protagonista es bueno y el antagonista es malo, ambos pueden ser buenos, o el protagonista puede ser menos bueno que el antagonista (como sucede en Casablanca, por ejemplo). Lo que los opone no es un tema de valores sino un objetivo que comparten y que es mutuamente excluyente: si Rick obtiene el amor de Ilsa, Victor no y viceversa. Para que triunfe uno, el otro debe necesariamente perder.

Esto es exactamente lo que ocurrió a lo largo de diez siglos entre el cristianismo y el islam. Y lo que sigue ocurriendo hoy en día entre el secularismo modernista de Occidente y la sharía islámica: para que uno triunfe el otro debe necesariamente perder. Para el cristianismo el triunfo dependía de que todo el planeta aceptara a Jesús. Para el Islam el triunfo depende de que se imponga la sharía en todo el planeta y de que se convierta o se subyugue al infiel. Para el secularismo modernista occidental el triunfo es que todas las culturas del planeta acepten los derechos humanos universales.

Claro que occidente tiene sus propias fórmulas para la opresión, no lo niego, pero la opresión en Occidente parte de la seducción más que de la fuerza. En lo personal, prefiero que la batalla la gane el secularismo occidental porque es la única práctica que garantiza el respeto a las creencias individuales, a la dignidad, y a la libertad de cada persona. Naturalmente que la lucha por la libertad contradice a la lucha por la opresión, y que si una se impone es a costa de la otra.

SECULARISMO Y FANATISMO

¿Cómo pasó Occidente de ser una civilización religiosa a una secular? Fue producto de las circunstancias que vivió Occidente, de su historia como civilización, y de las fracturas entre los católicos y los protestantes. Casi se podría decir que fue por accidente, porque si las cosas se hubiesen desarrollado de otro modo, es probable que el secularismo occidental jamás hubiese existido.

Lutero se separa de la Iglesia en el siglo XVI y junto con Calvino hacen reformas a los dogmas del cristianismo para fundar su propia doctrina, la del protestantismo, que pretendía regresar a los orígenes de la fe. Los protestantes buscaban desprenderse de la Iglesia y del Papa, desechar la creencia en la virgen y en los santos, basar su religión únicamente en las escrituras, y promover la idea de que cualquier persona puede ser un líder religioso.

Los protestantes fundaron movimientos de reforma en Alemania, Escandinavia, Escocia, Suiza y Francia. A la Iglesia no le hizo gracia el tema, normal, y decidió dos cosas: por un lado afianzar sus creencias básicas con la contra-reforma, y por otro perseguir a los protestantes en todo el territorio europeo a través de la Inquisición en lo que pasó a llamarse Las Guerras de Religión.

Fue justamente esa intolerancia religiosa hacia su propia cultura la que produjo dos fenómenos diferentes:

En primer lugar fue el responsable de que exista una diferencia tan marcada entre America del Norte y América del Sur. Las Guerras de Religión coincidieron en el tiempo con la colonización de América. Mientras que los protestantes puritanos ingleses encontraron refugio en América del Norte, América del Sur fue colonizada por la Iglesia Católica en pleno apogeo de la contra-reforma. Con lo que Norteamérica es hija de la reforma y Sudamérica es la hija del catolicismo más radical.

En segundo lugar esas guerras fueron la base desde la que se creó el secularismo. Para defenderse del ataque de la Iglesia los protestantes se encargaron de propagar esta idea. La idea de que Cristo dijo “Al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”. Con esta idea pretendían explicar que el cristianismo en su forma más pura busca una diferencia entre el poder terrenal y el poder divino.

Así fue como nació el germen del secularismo, en el seno de la cristiandad, y no es una casualidad que diera sus frutos en Estados Unidos, la hija de Europa y heredera del protestantismo inglés. El desarrollo de la cultura Occidental es la historia, en parte, de la fe cristiana. Si nuestra cultura es una cultura de libertades es porque a pesar de lo que ocurrió durante el Medievo, la ideología cristiana tiene la capacidad de admitirlas.

Pero en el mundo islámico no ha existido un proceso paralelo similar. A pesar de que el islam tiene tantas divisiones como el cristianismo, y de que también ha sufrido guerras a causa de ellas, esas guerras no han desembocado en un movimiento secular, sino en un recrudecimiento de la propia ideología musulmana.

No sorprende, porque el islam es ante todo una ideología política y militar expansionista, la religión es solo una parte del islam y sirve a ese propósito. Si ha existido en la historia musulmana momentos moderados ha sido cuando el Imperio Musulmán era la civilización dominante en constante expansión, y nada amenazaba su poderío. Ahora que los países musulmanes tienen contacto con una civilización más avanzada que los seduce, la ideología se recrudece y vuelven a surgir con más fuerza que nunca los movimientos radicales de odio y represión.

En el plano de la ciencia, la tecnología, el arte, el comercio, y el conocimiento en general, el mundo árabe se estancó por su indiferencia hacia los avances del resto de las civilizaciones. Mientras que occidente traducía los libros que se escribían en árabe, se interesaba por comprender su cultura, y se incorporaban traductores de árabe a las universidades, el universo del Islam se encerró en sí mismo. Los avances de la civilización occidental no eran entendidos ni incorporados a la cultura islámica, y así, a través de los siglos, el estancamiento se apoderó de su cultura.

¿DE DÓNDE NACE LA HOSTILIDAD DEL ISLAM A OCCIDENTE?

Es cierto que algunas acciones políticas de los países europeos han afectado al mundo islámico (como la ocupación francesa e inglesa del Medio Oriente). Pero aunque los ingleses dejaron sus mandatos en Medio Oriente, aunque Francia se fue de Argelia, aunque nuestras compañías petroleras dejaron de explotar sus pozos, y el Shah iraní dejó el cargo, a pesar de que Europa se ha retirado, las soluciones no parecen apaciguarlos.

Otras justificaciones del odio a Occidente son su apoyo a Israel, la Guerra de Irak, el imperialismo, y dentro de los de tendencia moderada el apoyo de Occidente a regímenes musulmanes radicales. Pero ninguna de estas causas, por más importantes que puedan ser, explican el odio general y prolongado del mundo musulmán en contra de la cultura occidental. El odio es algo más profundo que precede todas estas acciones puntuales.

Una buena pregunta que cabe hacerse es por qué no odian los musulmanes a los rusos. La Unión Soviética también ocupó sus territorios, durante un período mucho más largo y con políticas más férreas que Occidente. Los rusos apoyaron la creación del Estado de Israel desde el principio, a diferencia de otros países Europeos y de Estados Unidos. Los rusos también apoyaron regímenes radicales en el Medio Oriente, y son tan culpables como occidente de todos y cada uno de los cargos en su contra. ¿Por qué entonces los musulmanes los consideran sus aliados?

El odio a Occidente tiene varias razones de fondo y no es tan difícil de entender. Después de reinar en el mundo como la civilización más avanzada durante casi un milenio, el Islam fue superado por la civilización occidental, una civilización a la que consideraban inferior en todo sentido. Los superó en ciencias, en tecnología, en arte, en lo político, y en lo militar, en las conquistas territoriales, en el comercio, y hasta en la imposición de su religión en el mundo. Fue una derrota dolorosa y humillante, pero lo más importante  es que el éxito de Occidente implica la derrota de Oriente en su proyecto y en su misión.

El problema no es que Occidente sea imperialista, el Islam también lo es. El problema es el orden de los factores. El verdadero problema, la parte que consideran vil en todo esto, es que sea Occidente, los infieles, los que gobiernan sobre Oriente, sobre los creyentes, y no al revés. El problema está en que ese orden es antinatural y va en contra de Allah y de Mahoma. La misma situación con los factores invertidos: Oriente sobre Occidente, sería natural y benigna, porque supondría que los creyentes dominan a los infieles y les dan la posibilidad de vivir bajo el islam y adoptar su fe.

Va más allá, los musulmanes no odian a los rusos en primer lugar por la proximidad geográfica, no pueden darse el lujo de odiarlos, y más allá de eso porque la cultura rusa no supone una amenaza para el Islam. La cultura soviética es una cultura ascética más estricta que la que propone el islam, y la Iglesia Ortodoxa rusa no representa un problema porque al ser una versión “anterior” de la misma fe, el islam se considera a sí mismo superior. La cultura soviética no representa un problema porque no seduce a nadie. Es la cultura occidental, la del consumismo, la del secularismo, la cultura laicista, industrial y progresista la que representa un peligro para el islam. Y en ese sentido el Islam no la puede tolerar.

LA IZQUIERDA ES UNA RELIGIÓN

Hay un fenómeno dentro de la izquierda que a muchos nos deja perplejos. En teoría se supone que la izquierda es un tipo de pensamiento político que está a favor del cambio social para alcanzar una sociedad más igualitaria; que promueve la búsqueda de soluciones para ayudar a los más necesitados, y que considera que una sociedad civilizada debe proteger a sus miembros más débiles. La izquierda defiende los derechos humanos y la justicia social. En esto estamos todos de acuerdo, y yo me considero de izquierda.

Sin embargo en la práctica hay una parte de la izquierda que apoya causas que van en contra de todo lo que creen. Uno de los ejemplos claves de esta cultura de la contradicción está en el apoyo de la izquierda hacia las tiranías musulmanas en el Medio Oriente. Tiranías de extrema derecha que violan todos los derechos básicos del individuo, que oprimen a los más necesitados, y que favorecen una sociedad jerárquica con derechos y privilegios de acuerdo con la religión parecida a una sociedad de castas. En fin, apoyan un sistema que es diametralmente opuesto a todo lo defiende la izquierda, lo apoyan con virulencia y pasión, y no dudan un minuto en pronunciarse a favor de cosas como Hamas, Irak, el velo, o Palestina. A veces el observador de este fenómeno siente como si llegó tarde a una película y se perdió el primer acto porque no hay nada racional que pueda explicar esta peculiar afinidad.

Esa sensación está perfectamente justificada. No es normal encontrarse con contradicciones tan profundas fuera del ámbito de la religión. En política, así como en la ética, en la ciencia, o en cualquier otro ámbito del pensamiento racional esperamos que se cumplan ciertos estándares de coherencia interna, y la izquierda europea los desafía todos.

Para entender por qué la izquierda se comporta de esa forma hay que verla no como una teoría política, sino como una religión. Al igual que el cristianismo y la cristiandad, la izquierda tiene su propia división interna entre lo que es la filosofía política, y lo que son sus tradiciones, sus costumbres, sus dogmas, y sus creencias.

Mientras que el primer componente es racional, cualquiera puede sentir afinidad hacia la filosofía de la izquierda, el segundo componente es emocional, es místico, casi religioso. La izquierda como religión tiene su propia cosmogonía, sus profetas, sus creencias, sus promesas, y tiene también sus demonios.

En realidad vivimos en un mundo en el que los sistemas políticos reemplazaron a las religiones. No vivimos en estados seculares, vivimos en estados religiosos, sólo que no lo sabemos. Le pusimos la etiqueta de “religión” a los sistemas de gobierno que ya no funcionaban, los apartamos del poder, pero los reemplazamos con ideologías que en la práctica son tan irracionales como el primero.

La comparación que hago entre el comunismo y la religión no es arbitraria. No estoy trazando un paralelismo fácil entre religión y política usando trucos. Aunque ciertamente es tentador reírse un rato con esos símiles, decir por ejemplo: “De la misma manera en la que los cristianos van a Lourdes, o a Fátima, los de izquierda tienen su propia tradición de peregrinaje a Cuba, a Venezuela, en el pasado a Rusia, etc. De la misma forma en que los cristianos compran merchandising de la virgen, frasquitos de aguas milagrosas, estampitas de los santos, y escapularios; los comunistas compran camisetas con la cara del Ché Guevara, el sombrerito verde de Fidel, y la bufanda palestina.”

Pero más allá de lo absurdo que puede ser todo el cuadro, y de lo divertido que es hablar del comunismo en esos términos, no es por esa razón que trazo la comparación. No digo que el comunismo es una religión porque comparo a El Capital con la Biblia, o a Lenin con Cristo. Los comparo desde la naturaleza misma de ambas ideologías, del sentido de trascendencia que es lo que comparten.

Las religiones monoteístas, particularmente el catolicismo trajeron consigo un cambio total en el modelo de pensamiento. Hasta ese momento el modelo del tiempo de las culturas primitivas era cíclico. Al igual que las estaciones y al igual que la Luna, las culturas primitivas entendían la historia del mundo como una secuencia se repetía una y otra vez. Los dioses observaban estos cambios desde el cielo y a veces participaban en las actividades de los hombres, pero los dioses tenían su propia historia independiente del tiempo de los humanos.

Pero en el cristianismo, Dios mismo se encarna en un hombre, en Cristo, y se introduce en la historia. A partir de ese momento hubo un punto en el que la línea de la historia de los humanos y la línea de la historia de Dios se interceptaron. Cristo dividió la historia de los hombres en un antes, durante, después, y la promesa de un futuro que está por venir.

San Agustin resumió la naturaleza de la promesa en La Ciudad de Dios. En esa obra habla acerca de dos ciudades: el Reino de la Tierra, y el Reino de los Cielos que es el eterno destino de la sociedad cristiana, y en el que se encuentran todas las bendiciones y la felicidad divina. Ese era para San Agustín el proyecto histórico cristiano: reestablecer la Ciudad de Dios, la sociedad cristiana en la tierra, para pertenecer al Reino de Dios en los cielos.

El comunismo llega a las mismas conclusiones con otras herramientas. Sustituye el más allá por el mañana, la salvación por el progreso, y el Reino de los Cielos por una ciudad ideal en el futuro a la que seguramente llegaremos si seguimos la doctrina de la izquierda. Es la misma promesa, el mismo proyecto histórico, pero barnizado con un manto de secularismo aparente.

Quizás sea por eso que el comunismo era intolerante con las religiones y pretendía abolirlas. No era intolerante con las religiones, era intolerante con las OTRAS religiones, las religiones que no eran el comunismo, de la misma forma en la que el cristianismo había sido intolerante con las OTRAS religiones, no la suya.

Para el comunismo como religión el demonio es occidente porque representa todo lo que el comunismo pretende abolir. El liberalismo y el comunismo son antagonistas porque para que triunfe uno debe fracasar el otro. Entre el comunismo y el liberalismo occidental existe la misma oposición, la misma lucha que existía antes entre la cristiandad y el Islam, y fue en ese mismo tono sangriento en el que se disputaron al resto del planeta durante el siglo pasado.

No hay otra palabra para describir el odio que siente la izquierda hacia USA y hacia Europa occidental más que “irracional”. La izquierda nos acusa de ser imperialistas, sexistas, racistas, nos acusa de haber aceptado cosas como la esclavitud, nos acusan como cultura, y ante todas estas acusaciones Occidente no tiene más remedio que declararse culpable. Pero no se declara culpable como cultura occidental, se declara culpable como miembro de la raza humana. No fue en Occidente que se originaron estos males, y estamos lejos de ser sus peores exponentes aún hoy en día.

¿El problema es el racismo? Podemos reconocer que Occidente sí ha sido racista a lo largo de su historia, lo ha sido con los negros, con los indios, con los chinos, y con todas las razas diferentes a la propia. Occidente ha sido racistade la misma manera en que lo han sido la mayor parte de las culturas a lo largo de la historia de la humanidad.

¿La opresión a la mujer? Si bien es cierto que la cultura occidental oprime a la mujer, que existe en occidente un patriarcado y que la igualdad entre los géneros está todavía lejos de ser una realidad; si históricamente esa opresión ha sido todavía peor, que la mujer no gozó nunca de derechos y libertades plenas bajo la cristiandad, que durante la Edad Media se quemaron a cientos de miles de mujeres por considerarlas brujas, también es cierto que su posición dentro de nuestra cultura ha sido siempre mejor que dentro de la gran mayoría de las culturas del planeta en las que la poligamia y la violencia han sido la regla desde siempre y continúan siéndolo.

¿La esclavitud? En todas las culturas de la historia la esclavitud había sido aceptada y practicada, en algunos casos defendida hasta por leyes divinas, y eso incluye las culturas indígenas de América, las africanas, y las asiáticas. No fuimos los primeros en practicarla, pero sí fuimos los primeros en abolirla, y en prohibirla en todos los territorios que habíamos conquistado.

¿Es el imperialismo el problema? ¿De verdad es creíble la teoría de que el imperialismo occidental fue peor que el imperialismo de los mongoles, de los otomanos, o de los califas, de los romanos, de los griegos, de los persas, o de los incas? Todos los imperios de la humanidad han ganado su estatus de imperio de la misma manera, y aunque los métodos cambien, siempre existirán potencias ambiciosas mientras la humanidad sea humanidad, es una realidad ineludible.

El siglo pasado estuvo signado por dos grandes luchas, una en contra del nazismo y la segunda en contra del bolchevismo. Ambas fueron batallas sangrientas y amargas, y en ambos casos ganamos. Ambos sistemas eran una amenaza para la libertad en el mundo, y en especial, un yugo para sus propios pueblos, así que para ellos la derrota fue una forma de liberación.

De todo lo que nos acusan Occidente debe declararse culpable, y sin embargo, Occidente es una civilización única en el sentido en el que ha sido la primera en identificar todos estos males, en darles nombre, y en tratar de solucionarlos, no sin éxito. Con lo que si Occidente es culpable de todo esto en su pasado, y en menor medida en su presente, el resto de las civilizaciones del planeta, comenzando por la islámica tienen una lista de agravios mucho peores.

Para cualquier persona objetiva no existe ni ha existido una civilización más abierta y más libre que Occidente. Negarlo es no querer verlo. Al criticar a Estados Unidos, y a Occidente con estas excusas la izquierda lunática está participando de una práctica irracional propia de una religión y no de un pensamiento político racional.

La izquierda lunática heredó el odio irracional a Occidente de la Unión Soviética. Apoyan al islam por la simple ecuación de “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”. No es por los derechos humanos, no es por defender la autonomía y la soberanía de los pueblos, no es una defensa racional, y no es una causa noble. La izquierda lunática defiende al islam de manera irracional en contra de sus propios intereses, de su propia filosofía, y de sus propias libertades, y en ese sentido es una causa kamikaze, no dista mucho del caso del musulmán que se explota a sí mismo para ganar vírgenes en el cielo.