“Si bajo el imperio islámico del pasado florecieron las ciencias, ¿por qué ahora hay tanto atraso?” “Si tanto la Biblia como el corán son violentos ¿por qué la cultura islámica no es igual de pacífica que la occidental?” “¿Por qué el fundamentalismo islámico odia a Occidente?” y “¿Por qué defiende la izquierda al islam?” son varias de las preguntas que me habéis hecho a raiz del post de la semana pasada sobre el conflicto árabe-israelí. Son preguntas de tipo general y como son realmente buenas y todas están relacionadas quise aprovechar el post de esta semana para responderlas.
“No se puede estudiar a otra cultura desde la tuya” es una frase que suelen decir los relativistas culturales para desacreditar cualquier juicio que se pueda hacer sobre una civilización. Es el “no generalices” de la política y de la historia.
Dicen que, por ejemplo, un japonés no puede entender la cultura eslava, o que un español no puede entender la cultura de Las Filipinas, si no se trasladan al paradigma de esas dos culturas, y que de ninguna manera se puede juzgar a una cultura hayas o no hecho el ejercicio paradigmático.
Esa idea, como todo argumento manido, tiene aspectos valiosos y otros tontos. Lo valioso es la parte que nos recuerda que las culturas también hay que estudiarlas desde adentro. La parte tonta es el tabú de que no se pueden juzgar las culturas por sus características.
Pero esta idea de cambiar el paradigma tiene otra aplicación que puede ser aún más útil porque pocos se lo plantean, y es estudiar nuestra propia cultura en el tiempo con los valores del pasado. No podemos comprender el pasado desde nuestro paradigma del presente.
Si bien es cierto que dentro de una misma civilización existen patrones culturales que se mantienen, la forma de ordenar el mundo que tenemos es diferente a la que tenían nuestros antepasados hace seis siglos.
La humanidad es una heredera ingrata. Da por sentado sus avances sin detenerse a revisar de donde vienen. Desconocemos la cultura que nos produjo. Asumimos que las cosas siempre han sido como son hoy, o atribuímos los defectos y las virtudes de nuestra cultura a causas externas sin detenernos a considerar que quizás fueron producto de nuestra propia ideología. No quiero decir que somos ignorantes, todos fuimos al colegio y por lo tanto conocemos los datos, conocemos nombres, fechas, líneas del tiempo, y quizás las arrastramos hasta hoy, pero no comprendemos el pasado.
Por esta amnesia histórica es que Occidente mira a Oriente perpleja. Por eso occidente se sorprende ante el resentimiento del mundo islámico y lo considera irracional. Pero para entender todos los conflictos entre las dos civilizaciones hay que entender el pasado, y para entender el pasado hay que desprenderse del presente.
Las ideas que damos por sentado son nuestros valores de democracia, libertad, secularismo, y modernismo. Cualquier ciudadano de Occidente se identifica con estos valores y los identifica como las virtudes que definen a nuestra cultura, pero ¿hemos sido siempre así?
A finales del siglo 19 Occidente triunfó sobre sí mismo. La batalla se había librado en Europa, pero se ganó en Estados Unidos. Fue la conquista del secularismo, la división entre el Estado y la religión. Hoy en día creemos que esta virtud de nuestro sistema ha estado con nosotros desde siempre, pero en realidad es un avance reciente, se puso en práctica por primera vez en 1809, con la Primera Enmienda de la constitución americana.
John Tyler, el décimo presidente de Estados Unidos, dijo en una carta lo siguiente:
“Los Estados Unidos se han aventurado en un experimento grande y noble, y en el que –en ausencia de precedentes– somos los primeros: el de la separación total entre la Iglesia y el Estado. Ningún arreglo religioso existe por ley entre nosotros. La conciencia queda libre de toda restricción y a cada cual se le permite adorar a su creador como lo considere conveniente. Las oficinas del gobierno están abiertas por igual a todos. No se imponen diezmos para sostener una jerarquía establecida, ni encumbramos el juicio falible de los hombres como el infalible juicio de la religión. El mahometano, si tiene la voluntad de vivir entre nosotros, tendrá el privilegio de adorar a su dios como lo estipula el coran. El hindú podrá erigir un templo a Brahma si lo desea. Es este espíritu de tolerancia el que inculcan nuestras instituciones políticas. El hebreo, perseguido y vejado en otras regiones, podrá vivir entre nosotros sin miedo, y el aparato del Estado estará allí para protegerle. Es este gran experimento en el que nos hemos embarcado, y hemos cosechado los felices frutos de este ejercicio. Nuestro sistema de libre gobierno sería imperfecto sin él.”
Hasta ese momento la historia de Occidente había sido diferente. Antes de la Ilustración en Occidente reinó la Iglesia Católica durante 10 siglos y fueron los diez siglos más oscuros de nuestra historia. El clima y los valores del Medievo los conocemos todos, y creo que no tengo que esforzarme demasiado en recordarlos. Hambre, pobreza, atraso, ignorancia, y control total a manos de una Iglesia cruel.
Lo que pocos comprenden es que la civilización no renació con nosotros en algún punto del siglo 15. El Medievo no fue un punto muerto en la cultura de todo el planeta. Durante esos diez siglos la civilización avanzaba en el mundo Oriental, y no en sus antiguas culturas, sino en el Islam. Fueron los árabes, los persas, y los turcos el centro del mundo. En su imperio se recuperaron las antiguas ciencias y se desarrollaron nuevas, se expandieron las rutas de comercio, hubo espacio para el arte, y para la filosofía. El Imperio del Islam fue una cultura de libertades, mucho más tolerante y abierta en la práctica que la cristiandad, que acogía a todos los monoteístas, a los judíos y hasta a los cristianos disidentes que eran perseguidos por su propia religión.
Entonces, ¿Qué ocurrió? ¿Cómo pudo cambiar tanto la situación? ¿Por qué hoy en día Occidente es una civilización libre y tecnológicamente superior? Y –más importante aún– ¿cómo puede ser que en la civilización musulmana hoy reina el hambre, la pobreza, el atraso, la ignorancia, y el control total a manos de una religión cruel? ¿Cómo pasó el islam de ser una religión de libertades a una religión del terror? ¿De dónde surge el odio del Islam a Occidente?
EL TRIUNFALISMO RELIGIOSO
No es casualidad que las dos civilizaciones que hemos tenido en Occidente hayan sido religiosas. Me refiero a que han sido civilizaciones que se definen más por su religión que por su cultura, y que es justamente la religión su razón de ser.
Para entenderlo sólo hace falta hacer el ejercicio de desprenderse del paradigma actual: nosotros reconocemos la diferencia que existe entre el Estado y la religión, pero en el pasado esta distancia no existía. La religión era la manera en la que un pueblo entendía su realidad, la organizaba, y también la forma en la que estructuraba el poder.
La mayoría de las religiones son leyes de convivencia, leyes sociales, leyes políticas, sólo que su validez estaba garantizada por lo divino. Para ayudarnos a entender las dos esferas de las religiones en el pasado desde nuestros valores actuales, los historiadores suelen dividir las civilizaciones religiosas en dos.
Hay una diferencia entre el cristianismo y la cristiandad. La primera es una ideología, la segunda es un imperio. Muchas veces pueden llegar a ser contradictorias. Por ejemplo, el nazismo fue un producto de la cristiandad, aunque sus acciones hayan sido poco cristianas.
Con el Islam no tenemos esa diferencia. El Islam es el Islam, tanto la civilización como la ideología llevan el mismo nombre, y eso contribuye a la confusión. Pero al igual que lo fue el cristianismo, el islam es al mismo tiempo una ideología religiosa y un modelo político y militar. La diferencia está en que Occidente abandonó las ideas políticas de la Iglesia, pero Oriente sigue aferrado al proyecto político-militar del Islam porque los considera indivisibles.
¿Por qué fueron estas dos las religiones que produjeron Imperios y no el resto? Quizás las razones por las que Occidente y Oriente son civilizaciones antagónicas tiene más que ver con lo que ambas religiones tienen en común que con lo que las diferencia.
Los críticos de las religiones, los ateos en especial, suelen decir como argumento que creer en las religiones es imposible porque todas se consideran a sí mismas la única fe verdadera y niegan la validez de todas las demás, y pasan de la invitación de creer en un Dios o morir. Pero en realidad, no todas las religiones se consideran a sí mismas la única fe verdadera, eso es un avance nuevo.
Antes de la llegada del cristianismo las religiones se aceptaban entre sí. El budismo, el judaísmo, el taoísmo, el zoroastrismo, las religiones politeístas, todas eran religiones que aceptaban al otro. Los politeístas incluso incorporaban a los dioses de las otras religiones a la suya sin problema. Entre las religiones posteriores la postura era básicamente la de “vive y deja vivir”. Para cada pueblo su religión, sus valores, eran la expresión humana más elevada, la cumbre de la civilización, la forma de vida más perfecta, pero comprendían que el resto de los pueblos creía exactamente lo mismo de su propia cultura, y eso estaba bien.
Dentro del judaísmo, por ejemplo, el primer mandamiento es: “yo soy tu dios, tu único dios” y pongo el énfasis en el “tu” porque aunque el judaísmo es una religión monoteísta, Dios no se considera a sí mismo “el único dios”, sino “tu único dios” es decir, “puede que existan otros dioses, pero yo soy el único que soy tuyo”. Para el judaísmo cualquier persona puede obtener “la salvación” a través de su fe, no es algo exclusivo del judaísmo.
La idea en los pueblos primitivos era que las religiones eran diferentes caminos para acercarse a Dios, y aunque algunas tenían problemas entre sí, las monoteístas solían rechazar a las politeístas, por ejemplo, en líneas generales había un respeto por la creencia de los otros pueblos.
Esto cambió con el cristianismo. El cristianismo fue la primera fe que se proclamó a sí misma poseedora de la única verdad. El cristianismo veía a su religión como la única religión válida, y a los cristianos como los herederos de la revelación. Por lo tanto el deber del cristianismo era “salvar” al resto de los pueblos imponiéndoles su credo. Tan importante era esta misión del cristianismo que Cristo únicamente regresaría cuando el planeta entero acogiera su fe.
Lo mismo ocurrió en el Islam. El Islam heredó del cristianismo su misión: considera a Mahoma el último profeta de Dios, al Islam como la única fe verdadera, y su deber sagrado como musulmanes es imponer esa religión a todos, llevar las revelaciones de Mahoma hasta el último rincón del planeta, cueste lo que cueste.
Por lo tanto ambas religiones, cristianismo e islam, consideran que Dios tiene enemigos a los que hay que derrotar, y que esa lucha es sagrada. Es lo que estaba detrás de las Cruzadas y lo que está hoy en día detrás del jihad.
Esa característica de las dos religiones es un tipo de triunfalismo religioso en el que para que dios “triunfe” hace falta abolir a todos los demás. Esa idea le imprime a ambas ideologías una ambición de conquista universal sin precedentes en otras religiones. Si las dos civilizaciones occidentales han sido la islámica y la cristiana, es justamente porque sus ideologías tienen esa capacidad.
En escritura creativa se entiende que toda historia tiene un protagonista, y que la mayoría de las historias tienen también un antagonista. La relación entre ambos no siempre es una relación entre “el bueno” y “el malo”, quiero decir, que no necesariamente el protagonista es bueno y el antagonista es malo, ambos pueden ser buenos, o el protagonista puede ser menos bueno que el antagonista (como sucede en Casablanca, por ejemplo). Lo que los opone no es un tema de valores sino un objetivo que comparten y que es mutuamente excluyente: si Rick obtiene el amor de Ilsa, Victor no y viceversa. Para que triunfe uno, el otro debe necesariamente perder.
Esto es exactamente lo que ocurrió a lo largo de diez siglos entre el cristianismo y el islam. Y lo que sigue ocurriendo hoy en día entre el secularismo modernista de Occidente y la sharía islámica: para que uno triunfe el otro debe necesariamente perder. Para el cristianismo el triunfo dependía de que todo el planeta aceptara a Jesús. Para el Islam el triunfo depende de que se imponga la sharía en todo el planeta y de que se convierta o se subyugue al infiel. Para el secularismo modernista occidental el triunfo es que todas las culturas del planeta acepten los derechos humanos universales.
Claro que occidente tiene sus propias fórmulas para la opresión, no lo niego, pero la opresión en Occidente parte de la seducción más que de la fuerza. En lo personal, prefiero que la batalla la gane el secularismo occidental porque es la única práctica que garantiza el respeto a las creencias individuales, a la dignidad, y a la libertad de cada persona. Naturalmente que la lucha por la libertad contradice a la lucha por la opresión, y que si una se impone es a costa de la otra.
SECULARISMO Y FANATISMO
¿Cómo pasó Occidente de ser una civilización religiosa a una secular? Fue producto de las circunstancias que vivió Occidente, de su historia como civilización, y de las fracturas entre los católicos y los protestantes. Casi se podría decir que fue por accidente, porque si las cosas se hubiesen desarrollado de otro modo, es probable que el secularismo occidental jamás hubiese existido.
Lutero se separa de la Iglesia en el siglo XVI y junto con Calvino hacen reformas a los dogmas del cristianismo para fundar su propia doctrina, la del protestantismo, que pretendía regresar a los orígenes de la fe. Los protestantes buscaban desprenderse de la Iglesia y del Papa, desechar la creencia en la virgen y en los santos, basar su religión únicamente en las escrituras, y promover la idea de que cualquier persona puede ser un líder religioso.
Los protestantes fundaron movimientos de reforma en Alemania, Escandinavia, Escocia, Suiza y Francia. A la Iglesia no le hizo gracia el tema, normal, y decidió dos cosas: por un lado afianzar sus creencias básicas con la contra-reforma, y por otro perseguir a los protestantes en todo el territorio europeo a través de la Inquisición en lo que pasó a llamarse Las Guerras de Religión.
Fue justamente esa intolerancia religiosa hacia su propia cultura la que produjo dos fenómenos diferentes:
En primer lugar fue el responsable de que exista una diferencia tan marcada entre America del Norte y América del Sur. Las Guerras de Religión coincidieron en el tiempo con la colonización de América. Mientras que los protestantes puritanos ingleses encontraron refugio en América del Norte, América del Sur fue colonizada por la Iglesia Católica en pleno apogeo de la contra-reforma. Con lo que Norteamérica es hija de la reforma y Sudamérica es la hija del catolicismo más radical.
En segundo lugar esas guerras fueron la base desde la que se creó el secularismo. Para defenderse del ataque de la Iglesia los protestantes se encargaron de propagar esta idea. La idea de que Cristo dijo “Al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”. Con esta idea pretendían explicar que el cristianismo en su forma más pura busca una diferencia entre el poder terrenal y el poder divino.
Así fue como nació el germen del secularismo, en el seno de la cristiandad, y no es una casualidad que diera sus frutos en Estados Unidos, la hija de Europa y heredera del protestantismo inglés. El desarrollo de la cultura Occidental es la historia, en parte, de la fe cristiana. Si nuestra cultura es una cultura de libertades es porque a pesar de lo que ocurrió durante el Medievo, la ideología cristiana tiene la capacidad de admitirlas.
Pero en el mundo islámico no ha existido un proceso paralelo similar. A pesar de que el islam tiene tantas divisiones como el cristianismo, y de que también ha sufrido guerras a causa de ellas, esas guerras no han desembocado en un movimiento secular, sino en un recrudecimiento de la propia ideología musulmana.
No sorprende, porque el islam es ante todo una ideología política y militar expansionista, la religión es solo una parte del islam y sirve a ese propósito. Si ha existido en la historia musulmana momentos moderados ha sido cuando el Imperio Musulmán era la civilización dominante en constante expansión, y nada amenazaba su poderío. Ahora que los países musulmanes tienen contacto con una civilización más avanzada que los seduce, la ideología se recrudece y vuelven a surgir con más fuerza que nunca los movimientos radicales de odio y represión.
En el plano de la ciencia, la tecnología, el arte, el comercio, y el conocimiento en general, el mundo árabe se estancó por su indiferencia hacia los avances del resto de las civilizaciones. Mientras que occidente traducía los libros que se escribían en árabe, se interesaba por comprender su cultura, y se incorporaban traductores de árabe a las universidades, el universo del Islam se encerró en sí mismo. Los avances de la civilización occidental no eran entendidos ni incorporados a la cultura islámica, y así, a través de los siglos, el estancamiento se apoderó de su cultura.
¿DE DÓNDE NACE LA HOSTILIDAD DEL ISLAM A OCCIDENTE?
Es cierto que algunas acciones políticas de los países europeos han afectado al mundo islámico (como la ocupación francesa e inglesa del Medio Oriente). Pero aunque los ingleses dejaron sus mandatos en Medio Oriente, aunque Francia se fue de Argelia, aunque nuestras compañías petroleras dejaron de explotar sus pozos, y el Shah iraní dejó el cargo, a pesar de que Europa se ha retirado, las soluciones no parecen apaciguarlos.
Otras justificaciones del odio a Occidente son su apoyo a Israel, la Guerra de Irak, el imperialismo, y dentro de los de tendencia moderada el apoyo de Occidente a regímenes musulmanes radicales. Pero ninguna de estas causas, por más importantes que puedan ser, explican el odio general y prolongado del mundo musulmán en contra de la cultura occidental. El odio es algo más profundo que precede todas estas acciones puntuales.
Una buena pregunta que cabe hacerse es por qué no odian los musulmanes a los rusos. La Unión Soviética también ocupó sus territorios, durante un período mucho más largo y con políticas más férreas que Occidente. Los rusos apoyaron la creación del Estado de Israel desde el principio, a diferencia de otros países Europeos y de Estados Unidos. Los rusos también apoyaron regímenes radicales en el Medio Oriente, y son tan culpables como occidente de todos y cada uno de los cargos en su contra. ¿Por qué entonces los musulmanes los consideran sus aliados?
El odio a Occidente tiene varias razones de fondo y no es tan difícil de entender. Después de reinar en el mundo como la civilización más avanzada durante casi un milenio, el Islam fue superado por la civilización occidental, una civilización a la que consideraban inferior en todo sentido. Los superó en ciencias, en tecnología, en arte, en lo político, y en lo militar, en las conquistas territoriales, en el comercio, y hasta en la imposición de su religión en el mundo. Fue una derrota dolorosa y humillante, pero lo más importante es que el éxito de Occidente implica la derrota de Oriente en su proyecto y en su misión.
El problema no es que Occidente sea imperialista, el Islam también lo es. El problema es el orden de los factores. El verdadero problema, la parte que consideran vil en todo esto, es que sea Occidente, los infieles, los que gobiernan sobre Oriente, sobre los creyentes, y no al revés. El problema está en que ese orden es antinatural y va en contra de Allah y de Mahoma. La misma situación con los factores invertidos: Oriente sobre Occidente, sería natural y benigna, porque supondría que los creyentes dominan a los infieles y les dan la posibilidad de vivir bajo el islam y adoptar su fe.
Va más allá, los musulmanes no odian a los rusos en primer lugar por la proximidad geográfica, no pueden darse el lujo de odiarlos, y más allá de eso porque la cultura rusa no supone una amenaza para el Islam. La cultura soviética es una cultura ascética más estricta que la que propone el islam, y la Iglesia Ortodoxa rusa no representa un problema porque al ser una versión “anterior” de la misma fe, el islam se considera a sí mismo superior. La cultura soviética no representa un problema porque no seduce a nadie. Es la cultura occidental, la del consumismo, la del secularismo, la cultura laicista, industrial y progresista la que representa un peligro para el islam. Y en ese sentido el Islam no la puede tolerar.
LA IZQUIERDA ES UNA RELIGIÓN
Hay un fenómeno dentro de la izquierda que a muchos nos deja perplejos. En teoría se supone que la izquierda es un tipo de pensamiento político que está a favor del cambio social para alcanzar una sociedad más igualitaria; que promueve la búsqueda de soluciones para ayudar a los más necesitados, y que considera que una sociedad civilizada debe proteger a sus miembros más débiles. La izquierda defiende los derechos humanos y la justicia social. En esto estamos todos de acuerdo, y yo me considero de izquierda.
Sin embargo en la práctica hay una parte de la izquierda que apoya causas que van en contra de todo lo que creen. Uno de los ejemplos claves de esta cultura de la contradicción está en el apoyo de la izquierda hacia las tiranías musulmanas en el Medio Oriente. Tiranías de extrema derecha que violan todos los derechos básicos del individuo, que oprimen a los más necesitados, y que favorecen una sociedad jerárquica con derechos y privilegios de acuerdo con la religión parecida a una sociedad de castas. En fin, apoyan un sistema que es diametralmente opuesto a todo lo defiende la izquierda, lo apoyan con virulencia y pasión, y no dudan un minuto en pronunciarse a favor de cosas como Hamas, Irak, el velo, o Palestina. A veces el observador de este fenómeno siente como si llegó tarde a una película y se perdió el primer acto porque no hay nada racional que pueda explicar esta peculiar afinidad.
Esa sensación está perfectamente justificada. No es normal encontrarse con contradicciones tan profundas fuera del ámbito de la religión. En política, así como en la ética, en la ciencia, o en cualquier otro ámbito del pensamiento racional esperamos que se cumplan ciertos estándares de coherencia interna, y la izquierda europea los desafía todos.
Para entender por qué la izquierda se comporta de esa forma hay que verla no como una teoría política, sino como una religión. Al igual que el cristianismo y la cristiandad, la izquierda tiene su propia división interna entre lo que es la filosofía política, y lo que son sus tradiciones, sus costumbres, sus dogmas, y sus creencias.
Mientras que el primer componente es racional, cualquiera puede sentir afinidad hacia la filosofía de la izquierda, el segundo componente es emocional, es místico, casi religioso. La izquierda como religión tiene su propia cosmogonía, sus profetas, sus creencias, sus promesas, y tiene también sus demonios.
En realidad vivimos en un mundo en el que los sistemas políticos reemplazaron a las religiones. No vivimos en estados seculares, vivimos en estados religiosos, sólo que no lo sabemos. Le pusimos la etiqueta de “religión” a los sistemas de gobierno que ya no funcionaban, los apartamos del poder, pero los reemplazamos con ideologías que en la práctica son tan irracionales como el primero.
La comparación que hago entre el comunismo y la religión no es arbitraria. No estoy trazando un paralelismo fácil entre religión y política usando trucos. Aunque ciertamente es tentador reírse un rato con esos símiles, decir por ejemplo: “De la misma manera en la que los cristianos van a Lourdes, o a Fátima, los de izquierda tienen su propia tradición de peregrinaje a Cuba, a Venezuela, en el pasado a Rusia, etc. De la misma forma en que los cristianos compran merchandising de la virgen, frasquitos de aguas milagrosas, estampitas de los santos, y escapularios; los comunistas compran camisetas con la cara del Ché Guevara, el sombrerito verde de Fidel, y la bufanda palestina.”
Pero más allá de lo absurdo que puede ser todo el cuadro, y de lo divertido que es hablar del comunismo en esos términos, no es por esa razón que trazo la comparación. No digo que el comunismo es una religión porque comparo a El Capital con la Biblia, o a Lenin con Cristo. Los comparo desde la naturaleza misma de ambas ideologías, del sentido de trascendencia que es lo que comparten.
Las religiones monoteístas, particularmente el catolicismo trajeron consigo un cambio total en el modelo de pensamiento. Hasta ese momento el modelo del tiempo de las culturas primitivas era cíclico. Al igual que las estaciones y al igual que la Luna, las culturas primitivas entendían la historia del mundo como una secuencia se repetía una y otra vez. Los dioses observaban estos cambios desde el cielo y a veces participaban en las actividades de los hombres, pero los dioses tenían su propia historia independiente del tiempo de los humanos.
Pero en el cristianismo, Dios mismo se encarna en un hombre, en Cristo, y se introduce en la historia. A partir de ese momento hubo un punto en el que la línea de la historia de los humanos y la línea de la historia de Dios se interceptaron. Cristo dividió la historia de los hombres en un antes, durante, después, y la promesa de un futuro que está por venir.
San Agustin resumió la naturaleza de la promesa en La Ciudad de Dios. En esa obra habla acerca de dos ciudades: el Reino de la Tierra, y el Reino de los Cielos que es el eterno destino de la sociedad cristiana, y en el que se encuentran todas las bendiciones y la felicidad divina. Ese era para San Agustín el proyecto histórico cristiano: reestablecer la Ciudad de Dios, la sociedad cristiana en la tierra, para pertenecer al Reino de Dios en los cielos.
El comunismo llega a las mismas conclusiones con otras herramientas. Sustituye el más allá por el mañana, la salvación por el progreso, y el Reino de los Cielos por una ciudad ideal en el futuro a la que seguramente llegaremos si seguimos la doctrina de la izquierda. Es la misma promesa, el mismo proyecto histórico, pero barnizado con un manto de secularismo aparente.
Quizás sea por eso que el comunismo era intolerante con las religiones y pretendía abolirlas. No era intolerante con las religiones, era intolerante con las OTRAS religiones, las religiones que no eran el comunismo, de la misma forma en la que el cristianismo había sido intolerante con las OTRAS religiones, no la suya.
Para el comunismo como religión el demonio es occidente porque representa todo lo que el comunismo pretende abolir. El liberalismo y el comunismo son antagonistas porque para que triunfe uno debe fracasar el otro. Entre el comunismo y el liberalismo occidental existe la misma oposición, la misma lucha que existía antes entre la cristiandad y el Islam, y fue en ese mismo tono sangriento en el que se disputaron al resto del planeta durante el siglo pasado.
No hay otra palabra para describir el odio que siente la izquierda hacia USA y hacia Europa occidental más que “irracional”. La izquierda nos acusa de ser imperialistas, sexistas, racistas, nos acusa de haber aceptado cosas como la esclavitud, nos acusan como cultura, y ante todas estas acusaciones Occidente no tiene más remedio que declararse culpable. Pero no se declara culpable como cultura occidental, se declara culpable como miembro de la raza humana. No fue en Occidente que se originaron estos males, y estamos lejos de ser sus peores exponentes aún hoy en día.
¿El problema es el racismo? Podemos reconocer que Occidente sí ha sido racista a lo largo de su historia, lo ha sido con los negros, con los indios, con los chinos, y con todas las razas diferentes a la propia. Occidente ha sido racistade la misma manera en que lo han sido la mayor parte de las culturas a lo largo de la historia de la humanidad.
¿La opresión a la mujer? Si bien es cierto que la cultura occidental oprime a la mujer, que existe en occidente un patriarcado y que la igualdad entre los géneros está todavía lejos de ser una realidad; si históricamente esa opresión ha sido todavía peor, que la mujer no gozó nunca de derechos y libertades plenas bajo la cristiandad, que durante la Edad Media se quemaron a cientos de miles de mujeres por considerarlas brujas, también es cierto que su posición dentro de nuestra cultura ha sido siempre mejor que dentro de la gran mayoría de las culturas del planeta en las que la poligamia y la violencia han sido la regla desde siempre y continúan siéndolo.
¿La esclavitud? En todas las culturas de la historia la esclavitud había sido aceptada y practicada, en algunos casos defendida hasta por leyes divinas, y eso incluye las culturas indígenas de América, las africanas, y las asiáticas. No fuimos los primeros en practicarla, pero sí fuimos los primeros en abolirla, y en prohibirla en todos los territorios que habíamos conquistado.
¿Es el imperialismo el problema? ¿De verdad es creíble la teoría de que el imperialismo occidental fue peor que el imperialismo de los mongoles, de los otomanos, o de los califas, de los romanos, de los griegos, de los persas, o de los incas? Todos los imperios de la humanidad han ganado su estatus de imperio de la misma manera, y aunque los métodos cambien, siempre existirán potencias ambiciosas mientras la humanidad sea humanidad, es una realidad ineludible.
El siglo pasado estuvo signado por dos grandes luchas, una en contra del nazismo y la segunda en contra del bolchevismo. Ambas fueron batallas sangrientas y amargas, y en ambos casos ganamos. Ambos sistemas eran una amenaza para la libertad en el mundo, y en especial, un yugo para sus propios pueblos, así que para ellos la derrota fue una forma de liberación.
De todo lo que nos acusan Occidente debe declararse culpable, y sin embargo, Occidente es una civilización única en el sentido en el que ha sido la primera en identificar todos estos males, en darles nombre, y en tratar de solucionarlos, no sin éxito. Con lo que si Occidente es culpable de todo esto en su pasado, y en menor medida en su presente, el resto de las civilizaciones del planeta, comenzando por la islámica tienen una lista de agravios mucho peores.
Para cualquier persona objetiva no existe ni ha existido una civilización más abierta y más libre que Occidente. Negarlo es no querer verlo. Al criticar a Estados Unidos, y a Occidente con estas excusas la izquierda lunática está participando de una práctica irracional propia de una religión y no de un pensamiento político racional.
La izquierda lunática heredó el odio irracional a Occidente de la Unión Soviética. Apoyan al islam por la simple ecuación de “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”. No es por los derechos humanos, no es por defender la autonomía y la soberanía de los pueblos, no es una defensa racional, y no es una causa noble. La izquierda lunática defiende al islam de manera irracional en contra de sus propios intereses, de su propia filosofía, y de sus propias libertades, y en ese sentido es una causa kamikaze, no dista mucho del caso del musulmán que se explota a sí mismo para ganar vírgenes en el cielo.