¿Sientes angustia? Mata a tus padres

February 12, 2012

*Dado que los temas del post de hoy son de alto impacto, utilizaré el mismo aviso que ponen en las montañas rusas: El siguiente post no es apto para mujeres embarazadas, personas con problemas del corazón, o menores de edad.

Este artículo es largo. Tiene partes pesadas y difíciles de leer. Pero la persona que empieza a leer este post es diferente a la que lo termina.

LA ANGUSTIA

Un cosquilleo me sube por la nuca y por la cara. Lo siento hasta en la lengua. Mi vista se nubla. Los sonidos se apagan. Sé que me voy a morir. Con el corazón a mil y la respiración también es difícil pensar, hablar, y hasta moverme. Me siento en el suelo porque sé que si me desmayo es mejor no estar de pie.

Eso fue un ataque de pánico. Estaba en medio de un centro comercial, y nunca supe qué fue lo que lo desató, pero sé que había mucha gente a mi alrededor. Mi ansiedad estaba fuera de control. El ataque de pánico es un ejemplo extremo de lo que pasa cuando tu angustia se apodera de ti. Hace años que no tengo uno, pero la ansiedad siempre ha estado allí de una forma más vaga. Digamos que es una constante.

Quizás tú también hayas sentido ansiedad alguna vez: es una sensación que ocupa la garganta, el pecho y la boca del estómago. Se parece al miedo y también a los nervios. Es posible que lo hayas sentido antes de presentar un examen, o de una entrevista de trabajo. En ese caso la angustia es normal porque corresponde a una situación puntual. El problema es cuando sientes ansiedad en tu día a día, pero no corresponde con nada. No es una situación especial lo que la produce, simplemente está allí.

EL INSTINTO DE HUIDA O LUCHA

No puedo recordar la primera vez que sentí ansiedad, así que creo que la he sentido siempre. Como mi madre es psicóloga y tiene una biblioteca de psicología decente, pude leer varias cosas al respecto. Lo que no encontré allí lo investigué con especialistas (Google). Lamento no poder ofreceros material para profundizar en varias de las cosas que voy a comentar. Lo que ocurre es que he olvidado de dónde saqué la información. Está flotando en mi cabeza pero no recuerdo cómo llegó allí. Así que voy a contar lo que sé y ya.

En alguna parte leí que la ansiedad es un vestigio que nos quedó del hombre primitivo. Al igual que los animales, nosotros venimos equipados con un instinto natural de supervivencia. Estamos preparados para reaccionar frente a una amenaza sin tener que tomar una decisión lógica. El nombre del mecanismo es “instinto de huida o lucha”. Cuando algo pone en peligro la vida del hombre primitivo, su instinto de huída o lucha se enciende como si fuera una bombilla, y lo obliga a actuar: a luchar, o si la amenaza es demasiado grande, huir. Una vez que huye o lucha, la bombilla se apaga y su cuerpo vuelve a la normalidad. Ese instinto es lo que nos permitió llegar hasta aquí. Sin él, frente a un tigre el hombre se hubiera quedado paralizado de terror.

El hombre ya no se enfrenta a ninguna bestia, ni siquiera se enfrenta a otros hombres más fuertes que él en su día a día. Pero el mecanismo de huida o lucha sigue ahí. Se activa cada vez que nos sentimos amenazados. El problema es cuando la amenaza es abstracta. Cuando es solamente una percepción. Como no tienes de qué huir ni contra qué luchar, el instinto de huída o lucha, la bombilla, se mantiene encendida indefinidamente. Eso es lo que conocemos como ansiedad. Por eso a la gente ansiosa le desagrada la incertidumbre. La ansiedad nace del instinto de supervivencia. No hace falta que la amenaza sea real, basta con que la percibamos como tal para que nuestro instinto de supervivencia se active.

LA SUPERVIVENCIA DEL NIÑO

Todos somos supervivientes. Para poder estar aquí hemos tenido que sortear muchas amenazas (de las reales). Los peligros comienzan con la fecundación. Entre la primera y la segunda semana después de que un óvulo es fecundado se tiene que adherir a las paredes de la matriz. Este proceso se llama “implantación” y no es tan simple como suena. Para poder hacerlo, el blastocito tiene que formar una capa de células a su alrededor. La función de esa capa es adherirse a los vasos sanguíneos de las paredes del útero. Pero a veces el útero lo rechaza. De alguna manera, el blastocito sabe que si no logra implantarse va a morir. Será descartado junto al endometrio con la regla. Así que la primera batalla de supervivencia se libra dentro del útero a los 10 días de vida. Si el blastocito quiere vivir, debe luchar.

El feto está a merced del útero. Él sabe que su vida depende de la aceptación de su madre. Si es rechazado por ella, será aniquilado. El feto está unido a su madre de una forma muy estrecha. Lo que la madre siente respecto a su bebé y su embarazo, será lo que formará su autoimagen. Pero a pesar de que en nuestra cultura nos enseñan que la mujer que es madre es plena, lo más común es que una mujer embarazada sienta ambivalencia con respecto a su futuro hijo. Ella no querrá admitirlo, le parecerá que su miedo y su rechazo son algo anormal. Pero es lo más común.

Las amenazas no terminan con el parto. La supervivencia en la niñez es difícil. De todo el reino animal, el hombre es el que se desarrolla más lento. Un niño humano tarda alrededor de 3 años en aprender a caminar. Un potro tarda 5 horas. Un niño no es verdaderamente autosuficiente hasta la adolescencia, y hasta entonces depende de sus padres para sobrevivir. Es incapaz de alimentarse y de defenderse por su cuenta. Para un niño perder el amor de sus padres equivale a la muerte. Creer que sus padres no están en capacidad de cuidar de él también equivale a la muerte. La única forma en la que el niño está tranquilo es si se convence de que el amor de sus padres es incondicional y de que ellos lo cuidarán pase lo que pase. De otro modo la angustia sería insoportable.

Conozco mucha gente que comenta que le encantaría “regresar a su infancia”. Que la niñez es la época más feliz de la vida porque los niños no tienen responsabilidades. La única razón que encuentro para que esta gente diga ese tipo de cosas es que no recuerdan su propia infancia. La infancia es horrible. La vida de un niño, su día a día, está lleno de imagenes aterradoras. El niño vive entre la confusión, la ignorancia y la frustración. No entiende su cuerpo, sabe que hay cosas oscuras que le ocultan, el mundo que le rodea es hostil y sabe que no puede defenderse. Creemos que el niño piensa igual que un adulto, y sus derrotas nos parecen tiernas. Pero cuando soñamos que se nos caen los dientes nos despertamos con taquicardia y lo consideramos una pesadilla. Al niño se le caen dientes durante gran parte de su vida.

EL CULTO A LA MADRE

La madre occidental sólo puede ser la madre heroica. La madre serena que cuida de sus hijos con una sonrisa y no espera nada a cambio. Basta con leer las tarjetas del día de la madre para notar lo extremos que son los mensajes. La sociedad occidental niega a la mala madre con vehemencia. Confesar que no quieres a tu madre, o que tu madre fue mala contigo es un crimen. La idea de la buena madre es intocable.

En los cuentos folclóricos, los mitos y las leyendas, muchas veces encontramos padres crueles, pero jamás una mala madre. Pero no por negarlas dejan de existir, ni nos hacen menos daño. En vez de afrontar el rechazo hacia la mala madre, como cultura creamos a la madrastra y a la suegra, dos malas madres que sin embargo, no son NUESTRAS madres. Desplazamos el sentimiento de desagrado hacia la maternidad ajena.

EL ERROR DE FREUD

Me gusta mucho el psicoanálisis, pero nunca me terminó de convencer la teoría del complejo de Edipo. De alguna manera no podía identificarlo dentro de mí. Nunca le he comentado esto a la gente porque sé que suena soberbio contradecir a alguien como Freud, en especial si no has estudiado la cosa a profundidad. Pero yo no creo en las autoridades intelectuales sólo porque lo son. Quiero decir que para mí lo importante es la verdad, y lo que se alinea con ella.

El complejo de Edipo es largo y difícil de explicar, pero intentaré resumirlo en dos líneas. Freud dice que entre los 3 y los 6 años de edad el niño pasa por una serie de conflictos que son los que forman su identidad sexual y su superego. El conflicto es que el niño siente deseos de eliminar a su padre y de poseer sexualmente a su madre. Le puso el nombre de Complejo de Edipo por la tragedia griega Edipo Rey de Sófocles. Jung desarrolló después el Complejo de Electra a partir de la teoría de Freud para describir el proceso en la niña, y la mayoría de la gente acepta que lo que ocurre es que el niño desea eliminar al padre de su mismo sexo y poseer sexualmente al padre del sexo opuesto. Puedes leer más sobre este tema en Tótem y Tabú de Freud

Sin embargo, para mí el error de Freud es que planteó el Complejo de Edipo al revés. No es el niño quien atraviesa el Complejo de Edipo, son los padres.

Digo esto por varias razones. La primera razón es que Freud corta la tragedia de Edipo. Omite toda la primera parte que es lo que pone en movimiento la acción. Edipo no decide matar a su padre y casarse con su madre por impulso. Edipo estaba reaccionando sin saberlo a una acción anterior de su padre que él no recuerda.

Edipo era el hijo del Rey Layo y su mujer Yocasta. Un oráculo predijo que Layo sería asesinado por uno de sus hijos que ocuparía su lugar. Para evitar el destino Layo le ordena a un campesino matar a su hijo. El campesino se apiada del niño y en vez de matarlo lo ata y lo abandona en el campo. Una pareja lo encuentra, Pólibo y Mérope, lo adoptan y lo crían. Edipo crece pensando que sus padres son Pólibo y Mérope. Asesina a su verdadero padre (Layo) y se casa con su verdadera madre (Yocasta) por accidente. Pero, ¿dónde está Layo en la teoría de Freud?, los padres no aparecen por ninguna parte.

Me cuesta reconocer los sentimientos de odio y de amor sexual hacia mis padres en mi infancia, y no es por pudor. Me cuesta pensar que un niño, que depende de sus padres totalmente, pueda tener el deseo de eliminar a su padre. Los niños entre los 3 y los 6 años sufren mucho cuando sus padres se divorcian. Suplantar al padre del mismo sexo no parece ser la voluntad del hijo. Pero sí es el miedo del padre.

No lo digo a la ligera. Edipo es un personaje puntual, pero Layo es universal. No conozco otro mito en el que el héroe mate a su padre y se case con su madre. Pero sí conozco el mito del padre que decide matar a su hijo por miedo a ser suplantantado. Se repite una y otra vez en diferentes culturas y a lo largo de la historia. Es más, la cultura occidental se apoya sobre este mito y hasta el día de hoy seguimos sacrificando al hijo en nuestras historias.

Abraham sacrifica a Isaac en el monte de Moria. Dios le pide que lo sacrifique para demostrar su lealtad y Abraham ejecuta su voluntad. Engaña a Sara y se lleva a Isaac con la excusa de que van a ir a hacer un sacrificio animal. Abraham hace que Isaac cargue la leña que usará para quemarlo después del sacrificio. En el camino Isaac le pregunta a su padre: “Veo que llevas un puñal, cuerdas, y leña. ¿Pero dónde está el cabrito que vamos a sacrificar?” y Abraham le responde: “No te preocupes que Dios proveerá”. En la biblia un ángel detiene su mano en el último minuto. Pero después de esa escena, cuando Abraham regresa, no se vuelve a mencionar a Isaac.

Guillermo Tell dispara una flecha a la cabeza de su hijo para salvarse de una condena. Guillermo Tell era el mejor arquero con la ballesta. Gessler, el alcalde de la zona, mandó a colocar su sombrero en un poste en la plaza central para que todos los hombres se inclinaran ante él al pasar. Guillermo Tell iba con su hijo y se negó públicamente a hacerlo. Fue arrestado. Gessler que se sentía intrigado por el talento de Guillermo Tell y ofendido al mismo tiempo, decide ponerle el siguiente castigo: Tell y su hijo serán condenados a muerte a menos de que Tell ponga una manzana sobre la cabeza de su hijo y le dispare a distancia. Tell accede.

Basilio el Rey de Polonia en “La vida es sueño” encierra a su hijo en una torre. Un oráculo predice que Segismundo, su hijo, traerá la desgracia al reino, así que Basilio decide encerrarlo en una torre para siempre.

Cristo es el mejor ejemplo de todos. Cristo es el hijo de Dios, y sin embargo Dios exige su sacrificio. Al igual que Isaac, Cristo lleva la cruz de madera a cuestas. En este caso nadie salva a Cristo. Su sacrificio se ejecuta y su sangre se usa para expiar los pecados del resto de la humanidad. Como no es suficiente, Cristo además debe aceptar su destino con resignación.

Las mujeres no se salvan. La madrastra de Blancanieves (su mala madre) la manda a matar con un leñador porque el espejo le dice que es más guapa que ella. Le pide al leñador que le traiga su hígado y sus pulmones como prueba de que la ha matado. El leñador se apiada e ella y la deja escapar, y le lleva a la reina los órganos de un jabalí. La reina manda al cocinero a preprar los órganos y se los come. Mientras tanto Blancanieves vive con los enanitos a salvo. Pero cuando la madrastra descubre que no ha muerto, la busca tres veces en la cabaña de los enanitos para matarla. El último intento es con una manzana envenenada.

La bruja (mala madre) de Rapunzel la encierra en una torre cuando cumple 12 años porque se ha convertido en la niña más hermosa del reino. Le prohibe salir de la torre y cuando el príncipe se enamora de ella, la bruja le corta el pelo y la exilia en el bosque. Después tira al príncipe por la ventana de la torre que cae sobre unas espinas y queda ciego.

Pero no solamente ocurre en los mitos. En las religiones del pasado los sacrificios de niños eran algo cotidiano. Durante el festival de la primavera, por ejemplo, se solía quemar a los hijos primogénitos junto con la primera cosecha. Se hacía para atraer la lluvia y la abundancia a la familia. El mecanismo que se usaba para los sacrificios es algo sacado de una pesadilla. Se ponía al niño dentro de una vaca de cobre y se encendía fuego por debajo. Como este hay muchos ejemplos de padres que sacrifican a sus hijos para su propio beneficio. Los palestinos envían a sus hijos a explotarse con bombas en un autobús. Así que aunque la religión no sea la excusa, el sacrificio del hijo es algo que vive en nuestro instinto.
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Para mí está claro que el drama de la infancia no es llevado a cabo por el hijo, sino por sus padres. En vez de llamarlo el Complejo de Edipo se debería llamar el Complejo de Layo. **

EL CONFLICTO GENERACIONAL

Quizás la historia que para mí refleja mejor lo que se mueve detrás del Complejo de Layo es El retrato de Dorian Grey. Dorian Grey es un hombre tan bello que inspira a un pintor para hacerle un retrato. Dorian Grey se convence de que lo único que importa es la belleza y busca vender su alma para no envejecer jamás. El trato es que en vez de envejecer él, es la imagen del retrato la que sufre el paso del tiempo, y también los pecados de su alma. El retrato envejece y se afea con cada pecado que comete Dorian Grey. Como no soporta mirar el cuadro, lo cubre con una tela. Al final la fealdad del cuadro lo desespera tanto que decide destruirlo clavándole un puñal.

Para mí el retrato de Dorian Grey es un símbolo del hijo. Un padre busca en el hijo una manera de trascenderse. De escapar del tiempo. De sobrevivir y dejar un legado, alguien que recuerde su nombre. La paradoja es que una vez que el padre tiene a su hijo, en vez de sentir alivio, siente angustia. El hijo hace al padre inmortal, pero al mismo tiempo, en la cara del hijo el padre contempla su propia muerte. La cara del hijo representa el paso del tiempo. En los defectos de su hijo contempla los propios. El padre sabe que cuando muera es su hijo quien ocupará su lugar, así que aceptar al hijo equivale a aceptar la muerte.

El hijo es para el padre un símbolo de su propia muerte, y como todo símbolo es confuso, el padre piensa que venciendo al hijo, vencerá a la muerte. El sacrificio del hijo es lo único que le asegura al padre la vida eterna. No es el hijo quien desea matar a su padre, es el padre quien desea matar a su hijo. Y no es casual que en todos los mitos del sacrificio del hijo, el padre reciba el oráculo de que el hijo lo matará y ocupará su lugar muy cerca de su nacimiento. Estoy convencida de que el mecanismo inconsciente que une la figura del hijo a la figura de la muerte se activa desde muy temprano, y cuanto más vanidoso es el padre, tanto más odiará a su hijo.

Una vez leí que es común que los padres sientan deseos sexuales inconscientes hacia sus hijos a partir de la pubertad. Que cuando la hija o el hijo se desarrolla, si vive en la misma casa del padre del sexo opuesto, se agudizan los conflictos. El padre busca negar la atracción que siente creando situaciones de tensión, peleándose con la hija (o hijo), y como respuesta el hijo se va a su cuarto y da un portazo. El portazo sirve como un recordatorio de que existe un límite que el padre no puede cruzar. De la misma forma ocurre durante la pubertad que el padre del mismo sexo empieza a competir con su hijo. La madre ve en su hija guapa una competencia, una amenaza. Lo mismo ocurre con el padre y el hijo varón. Hay tantas emociones revueltas que la casa se convierte en un caos. Curiosamente los padres dicen que el hijo está pasando por “esa etapa difícil, es que es adolescente”. Pero el que está pasando por una etapa difícil es el padre. El hijo sólo responde a él.Así que no es el hijo el que desea sexualmente a la madre. Es la madre la que desea sexualmente a su hijo.

Con estas dos ideas se termina de pintar el cuadro del verdadero Complejo de Edipo. El padre del mismo sexo desea eliminar a su hijo, y el del sexo opuesto siente deseos sexuales hacia él.

SER PADRE ES UNA VOCACIÓN

Con esto no quiero decir que todo padre es un mal padre. Lo que sí quiero decir es que la mayoría de la gente que tiene hijos lo hace por razones equivocadas. No están preparados para las responsabilidades que tienen que asumir. Hace tiempo decidí que yo no quiero tener hijos, es una decisión personal, pero lo más curioso es lo que ocurre cuando lo digo en público. Cada vez que digo que no quiero hijos ocurre un cortocircuito en la cabeza de la gente. Por lo general se ríen y me responden con condescendencia. Me dicen cosas como: “ya te veré en unos años cuando se te active el instinto materno” otras me dicen: “yo decía lo mismo que tú, y un día de la nada sentí un deseo imperioso de tener hijos, y es la experiencia más bonita que he tenido en toda mi vida”, también está el que me reprocha: “¿cómo puedes decir eso?”. Parece como si la decisión de tener un hijo no te pertenece. Como si rechazar la idea es una ofensa social.

A veces he hablado con personas que intentan convencerme de que sí quiero tener hijos, pero no lo sé aún. Tratan de explicarme por qué debo tenerlo, por qué es lo lógico, o lo más conveniente. Una amiga me decía: “míralo como una inversión, si no tienes un hijo, ¿quién te va a cuidar cuando estés vieja?”, otros: “criar un hijo es lo más noble que puedes hacer en tu vida. Tener un hijo, formarlo, decidir los valores que quieres que tenga, es una experiencia única”. El problema es que es justamente esas ideas las que me producen rechazo.

Algunos padres no tienen hijos, tienen proyectos. Leí una entrevista a Liv Tyler en la edición de este mes de Marie Claire UK. En ella comenta: “siempre estoy pensando en qué será lo mejor para mi hijo Milo como persona. Siempre pienso en el tipo de persona que quiero que él sea. Los valores que quiero que tenga” Estos padres creen que sus hijos son una masa amorfa que ellos deben PRESIONAR contra un molde determinado para obtener el hijo deseado. Creen que tienen que presionar a su hijo para que se convierta en alguien de provecho. No tienen hijos, los diseñan.

Después está el padre que sustituye el muñeco con el hijo. La madre que ve a la hija como una pequeña versión de sí misma, como a la muñeca de su infancia. La viste, la peina, la educa de acuerdo a un plan previamente trazado con todo detalle. El padre ve al hijo como su pequeño hombrecito y lo educa para que forme parte del negocio familiar. Esas familias en las que todos son médicos o abogados, cada hijo es un clon más perfecto del padre. Le niegan a sus hijos tener su propia identidad. Los obligan a ser un espejo. Cualquier diferencia con el modelo original es rechazada. Los hijos de estos padres sólo se sienten reales en presencia de un otro, alguien del otro lado del espejo que se refleje en ellos y le de sentido a sus vidas.

También hay padres que invierten en sus hijos como si fueran acciones de la bolsa. Los padres de Arantxa Sánchez Vicario, por ejemplo. Los padres de Macaulay Culkin. La madre de Britney Spears. No solamente ocurre con los niños famosos, ocurre en familias normales también. Estos padres que tienen hijos-promesa. Que ven en sus hijos la esperanza para su vejez. Cada mensaje es sobre el éxito o sobre el dinero. Le ponen el peso del mundo en la espalda a su hijo, e invierten el orden natural de las cosas. En vez de asumir la responsabilidad por el bienestar de sus hijos, esperan que sus hijos asuman el suyo.

Otros tienen hijos porque siguen el guión de la vida. Hay que estudiar una carrera, trabajar, casarse, ir de luna de miel, tener hijos, criarlos, retirarse, morir. No se les ocurre que se puede hacer de otra manera.

El problema de todos estos padres es que no aceptan a sus hijos por quienes son. No entienden que el hijo es su propia persona desde el momento en que nace. Que su individualidad debe ser celebrada. Es imposible cambiar la personalidad de tu hijo, pero es posible cambiar lo que tu hijo siente con respecto a sí mismo. Imponerle tus valores, tus ideales, tu diseño, no hará nada de él que no sea ya. Lo único que consigue es hacerlo desear ser una persona diferente. No aceptar a tus hijos, aún de adultos por quienes son, con sus diferencias, sus decisiones y sus elecciones de vida, es la carga más cruel que les puedes imponer.

EL CICLO DE ANGUSTIA

La madre defrauda a su hijo muchas veces a lo largo de su vida. Basta con que el hijo la necesite y ella no esté disponible para él. Pero el niño no puede soportar la idea de que la persona encargada de cuidarlo no quiere (o puede) hacerlo. Esa idea equivale a la muerte. El niño reprime su angustia y transforma la situación en su cabeza. Para él es preferible pensar que su madre le falla porque él es un niño malo, y no porque ella es una mala madre. Así que frente a cualquier problema con sus padres, el niño se siente culpable.

Muchos niños sienten culpa por la infelicidad de sus padres, por sus problemas de pareja, por un divorcio, o por cualquier otra situación que no está directamente relacionada con él. Tan necesario es este mecanismo de defensa, que es muy común ver a adultos que aún arrastran desde su infancia la negación. Esas mujeres que dicen que su madre es su mejor amiga. Los hombres que dicen que su padre es un gran hombre. Más que convencernos a nosotros de que esa es la realidad, parecen querer convencerse a sí mismos.

Estas cosas no terminan con la infancia. Los mecanismos de defensa infantiles se quedan allí, cristalizados en la personalidad. Sigues creyendo que tus padres son perfectos y que tú eres el problema. Crees que si los salvas de sus propias vidas, entonces ellos finalmente te aceptarán. Asumes las responsabilidades de su bienestar. Y mientras buscas satisfacerlos descuidas el tuyo. Es como el hijo que pasa la vida preocupado porque no puede comprarle una casa a su madre.

La persona ansiosa siente dentro de sí un vacío. Busca en toda relación una respuesta. Cualquier persona puede ocupar la figura de la madre, y buscará en ella la aceptación que le faltó en la niñez. Cree que la persona adecuada podrá llenarlo. Deposita en su pareja la responsabilidad de su bienestar. Pero por más buena que sea la relación, nunca le satisface. El ansioso se siente insatisfecho y busca errores en el otro para justificar su sensación. Si no encuentra los errores los inventa. No estará satisfecho en ninguna relación de la misma manera en la que sus padres nunca están satisfechos con él.

Esa búsqueda de amor incondicional se prolonga a lo largo de la vida, hasta que la persona ansiosa tiene un hijo. La única persona que ofrece amor incondicional es un hijo. El hijo pequeño no juzga ni rechaza. La madre ansiosa busca en su hijo el amor maternal que no tuvo en su infancia. ** El hijo está siempre allí para su madre. No puede hacer otra cosa. Es incapaz de vivir por su cuenta, no puede alimentarse, ni defenderse, está a su merced. Sin embargo, pronto descubre la madre que su hijo tampoco satisface el vacío que hay en ella. Cree que el error es de su hijo. Que el hijo le está fallando, que no es lo suficientemente bueno, inteligente o abnegado. Pero en realidad por más perfecto que sea el niño, es imposible que llene su vacío, porque ninguna persona puede satisfacer a otra. **Cada persona es la única responsable de su propio bienestar.

Así es como el ciclo se repite. El hijo de la madre ansiosa es a su vez una persona ansiosa que no obtuvo de su madre aceptación porque la madre no estaba en capacidad de dársela. Y al igual que ella buscará llenar ese vacío con cada relación, no lo logrará, y criará hijos ansiosos que repetirán el ciclo. Cada uno se pasará la vida tratando de satisfacer al que vino antes sin conseguirlo y esperando del que viene una satisfacción que nunca llega.

El ciclo de ansiedad es un ciclo de responsabilidades desplazadas. La única manera de resolver el problema es que cada cual se ocupe de su propio bienestar, sin esperar nada de nadie. Puede ser que te llamen egoísta, pero sólo lo harán quienes quieren cargarte con una responsabilidad que no te corresponde. Sólo una persona completa puede aceptar al otro, ser un buen padre, y ser feliz. Yo realmente no he conocido a ninguna persona así, porque el ciclo de la responsabilidad desplazada viene desde muy atrás.

Sólo se me ocurren dos formas en las que una persona puede verse libre de esta carga. La primera es siendo huérfano. Y curiosamente esta idea está presente en nuestro imaginario, y por eso la mayoría de nuestros héroes son huérfanos. Harry Potter, Spiderman, Batman, Superman, Tarzán. La segunda forma de escapar a la carga es matando a tus padres. No me refiero a que saques un hacha y los mates en la vida real, me refiero a matarlos simbólicamente quitándoles el poder que tienen sobre ti. Esperar que tus padres cambien y algún día te acepten sólo perpetúa el problema. Tus padres son quienes son y no puedes cambiarlos. Pero puedes cambiar tu forma de verlos. Suplantar a tu padre en tu propia vida y convertirte en tu propio dueño. Vivir bien es una decisión que te pertenece.

SÉ TU PROPIA BUENA MADRE

No soy psicóloga ni sé si esto te va a ayudar o no. Pongo estas cosas aquí porque son técnicas que me han ayudado a mí a superar la ansiedad. No tengo la respuesta, no tengo una receta mágica que va a solucionar tus problemas, pero sí te puedo contar cómo he solucionado los míos.

El truco para romper el ciclo de la angustia es fácil de explicar, pero difícil de llevar a cabo. Son varios pasos:

Acepta tu vacío: Tienes que aceptar que el vacío que sientes nunca será llenado. Nadie puede llenarlo, ni siquiera tú mismo. Es imposible llenar en el presente un hueco que debió llenarse en tu infancia. La oportunidad pasó y eso no ocurrió. Todo intento por llenarlo sólo te traerá frustración a ti y a quienes te rodean. Tienes que rendirte ante tu vacío, aceptarlo como parte de ti.

Descubre a tus padres reales: este es quizás el reto más difícil. Para salir de tu angustia tienes que poder mirar a tu infancia y todo lo que te causó dolor. Es duro y es difícil, en especial porque ese tipo de recuerdos están enterrados en el fondo del subconciente. Es común pensar que tus padres eran maravillosos cuando eras pequeño pero últimamente han cambiado. Es útil darse cuenta de que tus padres de hoy en día son los mismos que te criaron. Los padres fantásticos que tienes en la cabeza no cambiaron. Simplemente no existieron. Es bueno hacer un luto por la infancia y los padres que no tuviste.

Acepta al niño que fuiste: recuerda cómo eras, las cosas que te gustaba hacer, las cosas que no te gustaba hacer. Recuerda también aquellas cosas que no aceptaban de ti en tu casa. Permítete a ti mismo sentir amor y compasión hacia el niño que fuiste.

Sé tu propia buena madre: aprende a cuidar de ti mismo, a quererte y a aceptarte. Protégete como protegerías a un niño pequeño. Sé responsable por tu propio bienestar. No permitas que nadie te juzgue ni te ofenda. No dejes que ninguna persona nociva se te acerque. Si te equivocas déjalo pasar. Piensa en todas las características que te hubiera gustado que tu madre o que tu padre tuvieran y úsalas contigo mismo. No esperes a tener un hijo para resolver el problema.

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Yoga para escépticos

February 8, 2012

Sabía el tipo de persona que se asocia con el yoga. Hay dos tipos en realidad: uno es la mujer menopáusica de la jet set que lo practica porque suena exótico y combina con sus flores de Bach; y el otro es esa gente, esos con rastas, los enamorados del incienso y las ayudas del gobierno, fans de Manu Chao y los bongós. Yo no me veía en ninguno de esos dos grupos.

Así que cuando se puso de moda entre mis amigas de la universidad y me invitaron a una clase mi respuesta fue: “¿hablas en serio?, ¿yo?, ¿en una clase de yoga?” Ellas ignoraron mi comentario y reanudaron su conversación sobre guerreros, perros, planchas, y triángulos.

Soy una persona de naturaleza escéptica porque en mi casa son todos muy cerebrales. Mi madre es psicóloga y mi padre fue profesor de matemática en la universidad. Somos judíos pero mi padre se considera ateo. Me criaron para respetar las ciencias y la lógica por encima de todo lo demás. No entendía muy bien cuál era la conexión entre mi cuerpo y yo, ni cómo podía disfrutar de él sin traicionarme. Digamos que veía mi cuerpo como un método de transporte para mi cabeza. Pero como la única característica que tengo más acentuada que el escepticismo es el orgullo, cuando una de esas amigas me retó a ir a una clase de yoga en público no pude decir que no.

No era la mejor candidata para un experimento como ese. Aunque era muy buena con los movimientos finos (dibujar, teclear, ensartar hilos en agujas), los movimientos gruesos (patear balones, trepar, el baloncesto) no se me dan bien. Las clases de educación física en el instituto eran una tortura para mí y no sé si era un mecanismo de defensa o si era real, pero después de dar 1 sola vuelta a la pista de atletismo me entraban náuseas y lo usaba como excusa para irme a la enfermería. Odiaba sudar, odiaba quedarme sin aliento y por encima de todo odiaba sentir que no tenía el control. Así que después de graduarme mi plan era pasar el resto de mi vida en la única posición que me gusta: sentada. También fumaba más de media caja de Marlboro al día y bebía café. Mucho café. Digamos que la salud no era mi fuerte.

Aún así decidí cumplir con mi palabra. Como no pensaba pagar un céntimo por una clase de yoga a la que después de todo no quería ir, me metí en una clase gratuita. La clase era al aire libre en un parque. No tenía idea de qué era el yoga. Imaginaba que la gente cantaba en círculos como los hare krishnas. Pero llegó el profesor y no era un monje con una túnica. Era un hombre delgado con ropa de deporte, de lo más normal. Preguntó quiénes de los que estábamos allí veníamos por primera vez a su clase y varias personas levantaron la mano. Con esa frase se rompió el hielo. En menos de 5 minutos ya estaba involucrada y tratando de seguir el ritmo de la clase. Tuve suerte con el profesor porque no me hizo cantar mantras, meditar en grupo, ni oler incienso. Me sentí a gusto, a pesar de que el ejercicio era difícil.

Lo más importante fue lo que ocurrió al final. Me di cuenta de que por primera vez en mucho tiempo NO ME DOLÍA NADA. Y lo que me impresionó no fue eso sino que sólo entonces me di cuenta de que normalmente me dolía la espalda. Quiero decir que hasta ese momento no era consciente de ello. El dolor era algo tan cotidiano para mí que lo había dejado de percibir, era mi estado natural. Como cuando escuchas un murmullo mucho rato y dejas de oírlo, o un mal olor al que te acostumbras. Yo me había acostumbrado a mi dolor hasta esa clase de yoga. También sentí otras cosas: un cosquilleo en las palmas de las manos y de los pies, veía los colores más nítidos y tenía una sensación muy agradable en el pecho, parecida a lo que siento después del sexo.

Así que me compré un mat y comencé a practicar yoga 3 veces a la semana. De eso hace 4 años. Con el tiempo otras cosas ocurrieron: se me quitó el insomnio, me reguló el apetito, y un día mientras me vestía descubrí frente al espejo que mi espalda estaba recta. El yoga me había corregido la postura.

Todavía me siguen pasando cosas gracias al yoga. El año pasado me pasó algo raro: una mañana no tenía ganas de fumar, así que no fumé. Al día siguiente tampoco tenía ganas, y tampoco lo hice. Eso fue en septiembre y no he vuelto a fumar. Dejé de fumar sin decidirlo. No fue una agonía ni un suplicio, ni siquiera lo planifiqué. Un día simplemente paré. Ahora me doy cuenta de que en esa época estaba practicando yoga todos los días.

Por la misma fecha empecé a cocinar por olfato. Normalmente uno cocina con la vista y el reloj, ¿no? Quiero decir, que sabes que algo está listo porque miras el reloj o porque destapas la olla y miras lo que hay dentro. Pues yo empecé a notar cuando la comida estaba lista por el cambio de olor en la cocina. Ya no tengo que mirar el reloj, puedo cocinar a distancia porque cuando es hora de apagar el fuego mi nariz me lo dice. Eso es algo que nunca había experimentado. Creo que nos enseñan desde chicos a confiar en los ojos y no queda espacio para aprender a usar los otros sentidos.

No es que el yoga sea mágico y “te cure” de fumar o te otorgue sentidos superdesarrollados, lo que sí hace es que te vuelve a conectar con tu cuerpo y escuchándolo aprendes nuevas formas de interactuar con el mundo.

El verdadero escepticismo no es confiar en la razón por encima de todo lo demás. Eso no es escepticismo, es rigidez mental. El verdadero escepticismo se da en quién prueba las cosas por sí mismo porque no le basta la opinión de nadie más. Ni de los supuestos expertos, ni de los científicos, ni de sus amigos. El escepticismo es curiosidad con dirección.

Así que no voy a explicarte las razones lógicas detrás del yoga. No voy a poner aquí un esquema de la anatomía del cuerpo humano. No voy a hablarte de tensión arterial ni de lubricación de los ligamentos. No voy a consultar con un médico ni voy a poner su opinión. No voy a hacer nada de eso porque no es lo que necesitas para convencerte. La lógica no es la razón por la que se rechaza el yoga, es sólo una excusa. Lo más probable es que, de la misma forma en que yo lo tuve, tú también tengas un prejuicio y la única forma de derrotar un prejuicio es poniéndolo a prueba. Lo que necesitas es apuntarte a una clase e ir, todo lo demás sobra.

YOGA 101

El yoga (en su parte física) es una serie de posturas que se conectan entre sí formando secuencias. Cada postura va unida a la respiración. Sirve para desarrollar flexibilidad, equilibrio, y fuerza. Una clase de yoga puede ser dinámica y enfocarse en los movimientos, o lenta para mejorar la alineación del cuerpo en cada una de las posturas. Si no sabes nada sobre el yoga, te diré que se parece mucho a la secuencia para calentar el cuerpo que te obligaban a hacer en la clase de educación física. Sé que probablemente lo recuerdas como algo aburrido, pero cuando lo haces a conciencia es una experiencia nueva.

El yoga no es un deporte. No es como el baloncesto, el fútbol, el tenis o el atletismo. Tampoco es como el ajedrez. El yoga no es un deporte porque no se practica en contra del otro, sino junto al otro. El yoga no es una competencia. No hay una meta ni puntajes. Cuando practicas yoga con alguien lo haces en su compañía y nada más.

A mí me gusta mucho porque va de la mano con la vida simple. Para hacer yoga sólo necesitas tu cuerpo. No necesitas apuntarte a un gimnasio, ni usar máquinas especiales, no necesitas trasladarte a otro lugar, ni comprar pesas o ropa especial, ni siquiera necesitas de un gran espacio. Todo lo que necesitas lo tienes en tu cuerpo y está a tu disposición donde quiera que estés.

Pero para poder practicar yoga por tu cuenta primero necesitas aprender las secuencias. Lo mejor que puedes hacer es ir a unas cuantas clases de yoga tradicional. Así descubres de qué va y tienes una guía para entender lo básico. Fíjate muy bien en cada detalle de las posturas y cómo las ejecuta el profesor. Una vez que te sientes cómodo y has aprendido varias secuencias puedes hacerlo por tu cuenta.

La razón principal por la que te recomiendo empezar con un profesor es porque aunque todo el mundo diga que el yoga es saludable, que lo es, también es peligroso. En la práctica involucras los músculos, los tendones, y el esqueleto. Si no tienes cuidado te puedes lesionar. Para practicar yoga de forma segura tienes que escuchar a tu cuerpo. Así sabrás cuando detenerte. Pero también tienes aprender a combinar las posturas de forma adecuada.

Busca un profesor que se parezca a ti. El yoga es como la psicoterapia, lo más importante es que tengas afinidad con el profesor. En mi caso he tenido muchas experiencias diferentes. Algunas han sido buenas y otras no. Una vez entré a una clase con un profesor que me presionaba y lo pasé mal. En otra oportunidad me tocó una profesora que nos hacía recitar mantras antes de cada clase y ponía incienso durante la relajación. Me sentí incómoda. Pero quizás una persona más espiritual que yo se sentiría bien allí. Esas consideraciones son personales y lo más importante es que busques un profesor con el que tú te sientas bien. Si vas a una clase y no te gusta, antes de descartar el yoga pregúntate si fue por el ejercicio o por el estilo del profesor.

SALUDO AL SOL

El saludo al sol es una secuencia de yoga básica que sirve para calentar el cuerpo. Está compuesta por 12 posturas diferentes que se unen por medio del movimiento y la respiración. Se practica al principio de cada clase, pero también es un excelente ejercicio en sí mismo. Estira todo tu cuerpo, desde los hombros hasta las plantas de los pies y te ayuda a desarrollar fuerza en los brazos, los hombros, el abdomen y las piernas. Es muy sencilla de hacer y puedes practicarla cada día.

Si quieres ver cómo es la secuencia básica de un saludo al sol, puedes ver este video de Maria Villela:

Con el tiempo puedes modificar esa secuencia y añadirle o quitarle cosas. Una secuencia especial que me gusta mucho es el saludo al sol ninja de Sadie Nardini:

POSTURAS Y CONTRAPOSTURAS

El yoga sólo se puede practicar desde el respeto por tu propio cuerpo. Eso significa que debes conectarte con él y escucharlo para no lesionarte. En cada postura haces presión sobre una parte del cuerpo para poder extender otra. En ese momento estás generando tensión en los músculos. Para no lesionarte tienes que hacer un movimiento opuesto después. Por eso cada postura tiene una contrapostura, una postura opuesta que sirve para equilibrar el cuerpo. Hay muchas contraposturas diferentes para una misma postura, pero aprenderlas te llevará algo de tiempo porque no son intuitivas.

Por ejemplo, una postura que me gusta mucho es la la mariposa. Una de sus contraposturas es la mesa. No tiene mucho sentido hasta que te enteras de que lo que estás estirando en mariposa son los músculos aductores que van de la cadera al muslo y que en la postura de la mesa también se estiran pero en la dirección contraria, por eso se elimina la tensión. Ahora, si yo te hubiera preguntado qué postura se te ocurre que sería la opuesta a la mariposa, seguramente me dirías que es la postura del pez, porque las piernas están estiradas y la espalda se flexiona hacia atrás. Pero la postura del pez no involucra los aductores.

Las posturas y sus contraposturas no son intuitivas. Tienes que aprenderlas.

LA RESPIRACIÓN

Yo pensaba que la respiración era una tontería, que más allá de respirar bien y despacio no había nada más que agregar. Pero un día estaba muy ansiosa y me descubrí aguantando la respiración. Leí en alguna parte que Freud decía que nos castigamos a nosotros mismos con la respiración. Que cuando sentimos culpa o angustia nos privamos de oxígeno. En mi caso es cierto. Después noté que lo mismo me pasa cuando estoy preocupada. No me descubro aguantando la respiración, pero sí noto que mi respiración se acelera, es entrecortada y superficial. Dejar de respirar así no es algo que uno puede decidir libremente, es algo que brota de tus emociones. El estado de ánimo está directamente relacionado con la respiración. Es posible cambiar tu estado de ánimo cambiando tu forma de respirar.

Cuando te sientas ansioso deja a un lado lo que estás haciendo, acuéstate boca arriba, cierra los ojos, y concéntrate en tu respiración. Inhala lentamente hasta llenar tus pulmones y exhala con la misma lentitud. Repítelo 20 veces y verás como te sientes mejor.

VIVIR DESDE EL CUERPO

En el colegio nos enseñan a depender de la razón. Los profesores premian a los niños que piensan de manera lineal, a los que saben usar su lógica, y penalizan a los que piensan de una forma diferente, aún si el resultado es el mismo. Después de 15 años en el sistema educativo no me sorprende que rechacemos otras formas de experimentar el mundo. Vivimos en nuestras cabezas y estamos convencidos de que existe un orden en el cuerpo. Que la cabeza “dirige” y el cuerpo “sigue sus órdenes”.

Aferrarse a esa creencia es lo común. Pensar que el cuerpo tiene el control es como aceptar que tú no lo tienes. Más que separados del cuerpo estamos peleados con él. Yo suelo pensar muchas veces que el cuerpo es una cosa y yo soy otra, que el cuerpo no forma parte del “yo”. Por eso aceptar que los males psicológicos se reflejan en el cuerpo es fácil pero creer que los males del cuerpo se pueden reflejar en la psique no. De la misma manera creemos que se puede tratar el cuerpo desde la mente, pero nos cuesta mucho pensar en la posibilidad de que se pueda tratar la mente desde el cuerpo. Yo jamás he tenido una sesión de acupuntura, y desde mi rigidez mental las agujitas y la imposición de manos me parecían un chiste, pero ahora no estoy tan segura.

Yo tengo la teoría de que el rechazo al cuerpo viene del rechazo a la muerte. Creo que el cuerpo nos enfrenta a nuestra propia mortalidad. El cuerpo envejece, lo vemos envejecer en el espejo; y aceptar que somos eso, que envejecemos y que moriremos con el cuerpo es algo intolerable. Por eso preferimos separarnos de él, de los animales y de la naturaleza. Una parte de nosotros cree que alejarnos del cuerpo es librarnos de la muerte. Es sólo una teoría personal, pero me veo reflejada en ella.

Cada postura o “asana” es una posición determinada del cuerpo en la que estiras ciertas partes y flexionas otras. En el sentido espiritual las posturas están asociadas con estados de consciencia. De la misma manera en la que no puedes dormir de pie, y es difícil gritarle a alguien si estás acostado, cada postura está asociada a un estado de ánimo. Las emociones y la conciencia se manifiestan en el lenguaje corporal, pero el lenguaje corporal también se manifiesta en tus emociones. Lo que quiero decir es que el cuerpo y la mente están en un proceso de intercambio constante. Creemos que la mente “dirige” al cuerpo, pero en realidad ambos comparten, es una simbiosis.

Al practicar yoga, no importa si pasas de los mantras y de la meditación, sólo con hacer las posturas tu cuerpo se transforma y tu mente se transforma con él. Cuando logras estirarte y tocar el suelo no es sólo tu cuerpo el que se ha vuelto más flexible. Tu mente también se ha flexibilizado. Honrar la conexión que existe entre el cuerpo y la mente es enriquecedor.

Cada persona tiene asanas que le gustan más que otras. Esas asanas fluyen en él con naturalidad y orden. El repertorio de posturas es amplio y cada una tiene cualidades específicas. Algunas sirven para aumentar la energía y la vitalidad, otras para relajar y calmar. Algunas posturas ayudan a desarrollar la fuerza, otras a la concentración o el equilibrio, y algunas a la flexibilidad. Encontrar tus asanas favoritas es un proceso de autodescubrimiento, y de ellas puedes aprender sobre tu propia identidad.

Una de mis asanas favoritas es El Pino con los antebrazos. Me gusta porque al cambiar la relación del cuerpo con la gravedad descubres sensaciones nuevas. Saber que eres capaz de aguantar todo el peso de tu cuerpo con tus brazos y sostenerte de cabeza me hace sentir más seguridad en mí misma, algo que no siempre tengo.

Mi mente se ha flexibilizado tanto gracias al yoga, que aunque no los uso, me sé el nombre de esta postura en sánskrito: “Salamba Sirsasana” algo que mi yo de hace 4 años jamás me perdonaría. Tenemos derecho a cambiar de opinión. Somos nuestros únicos jueces.

Escribo sobre muchos temas y cada mañana a las 9:00 am envío un email con los artículos del día anterior. Si quieres recibirlos te puedes suscribir pulsando aquí.

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Rompe tu currículum

February 5, 2012

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ZUGZWANG
Al graduarme entré en una depresión. La llamé depresión post-partum porque la universidad fue larga como uno. No sé que vino primero si la depresión o la parálisis, el caso es que en seis meses me encontré en una situación estática. Me acostaba a las 5 am, me despertaba a las 2 de la tarde, no quería salir de mi casa, pasaba toda la noche en internet revisando foros de psicología y secuencias de yoga. En el ajedrez tienen una palabra que resume muy bien la idea: “Zugzwang” (se pronuncia tsuk tsvank). Significa “compulsión de movimiento”, y se usa para describir un tablero en el que el jugador al que le toca mover descubre que cualquier movimiento posible sólo empeora su situación. Mover una pieza implica hacer grandes concesiones, a veces incluso poner en riesgo la partida. La opción más ventajosa para el jugador sería paralizar el tablero, quedarse como está, pero en el ajedrez es imposible dejar el turno pasar. Te encuentras en Zugzwang cuando permanecer estático es tu opción más favorable pero estás obligado a moverte.

Sentía que el futuro era un asunto incierto. Pensar en él me causaba ansiedad porque la idea de buscar un trabajo era pesada, pero la idea de conseguirlo era peor. Me veía buscando un trabajo, del tipo de trabajo que un periodista suele buscar (creativo publicitario o copy de un canal de televisión). De ser contratada sabía lo que me esperaba: un jefe incompetente, un trabajo repetitivo y un horario de 12 horas, todo a cambio de un sueldo insuficiente. Como vivía en Venezuela, sabía que bajo ese esquema no tenía posibilidades de mejorar mi situación. No en realidad. Porque por más bueno que fuese el trabajo que encontrara, jamás llegaría a ganar lo suficiente como para poder mudarme por mi cuenta y empezar una vida independiente.

Por otro lado podía estudiar un máster. Prolongar la etapa estudiantil. Pero no importa cuánto te guste aprender, un posgrado no resuelve nada. Promete la posibilidad de un mejor sueldo, de un mejor puesto de trabajo a futuro, a cambio de un pago mensual muy real en el presente. No es un buen negocio. ¿Cuál es el punto de un máster? Sólo aplaza el problema 3 o 4 años. Un máster es un elipsis dentro del zugzwang. Al graduarte del máster regresas de nuevo a la casilla #1 y tu futuro sigue siendo tan incierto como antes.

Pertenecer a la Generación Y puede ser todo un reto para el carácter. Si naciste entre 1981 y 1995 no gozas de una buena reputación. La opinión general es que eres un vago. Tus padres, tus tíos y sus amigos lo creen así. Vago. Irresponsable. Incorregible. Dedicas mucho tiempo a defenderte de ellos, pero en el fondo y aunque no quieras admitirlo es probable que te lo creas tú también. Quizás tengas sentimientos encontrados porque a veces crees que eres un irresponsable y otras tienes la sospecha de que no eres ni más ni menos irresponsable que las personas que te rodean, pero como no tienes las pruebas, todo queda en suspenso. Hasta que un buen día te das la vuelta a mirar a tus amigos y te das cuenta de que no estás solo. Todos están pasando por una situación similar.

Una de las pocas cosas que recuerdo de cuando tenía 3 años es un cuadro que había en el consultorio de mi pediatra. No era una pintura ni un dibujo, era una fotografía enmarcada. La foto era de un pollito que había roto el cascarón y asomaba su cabeza entre las cáscaras para ver por primera vez el mundo. De su pico salía un globo de texto que decía: “Y… ¿Ahora qué?”

LOS CONSEJOS DESATINADOS

Hablar del paro es fácil. Cada semana los periódicos más importantes traen uno o dos artículos de diagnóstico. Al periodista le gusta mucho diagnosticar. Después algunos le agregan a su planteamiento inicial algunos consejos sobre qué se debe hacer y cómo se debe actuar de aquí en adelante, todo muy bien redactado en forma de queja. Lo mismo ocurre con los padres. Saben que existe un problema, está sentado en el sofá viendo Gran Hermano. Y al igual que el periodista los padres se idnignan, reclaman y aconsejan.

Puede ser que la escasez sea lo que define nuestra relación con la mayoría de las cosas, pero en mi experiencia, los consejos nunca escasean. Mi vida ha estado marcada por una abundancia de consejos. Seguramente la tuya también porque a todo el mundo le gusta darlos. El problema es que los consejos que dan son desatinados. Lo típico que le recomiendan a una persona joven es repartir currículums, rellenar ofertas de empleo por internet y apuntartse a LinkedIn, todo para conseguir un trabajo. Te prometen que con un empleo resolverás tu vida, llegarás a ser alguien importante, “te salvarás”. Puede que tú sepas que estas cosas no funcionan, aunque sea en un nivel instintivo. Pero como nadie entiende ni comparte tu punto de vista estás atrapado en tu propio zugzwang, sin muchas esperanzas de cambiar la situación y tu oponente te recuerda cada dos o tres segundos que es tu turno y tienes que mover. Si te lo repite lo suficiente es probable que termines por ceder, pero no subestimes el poder de las palabras. Un consejo desatinado es más peligroso que un consejo malicioso. Porque mientras que la maldad tiene consecuencias predecibles, las consecuencias de la estupidez son imposibles de calcular.

Los padres están desesperados, los hijos están desesperados, y yo no he encontrado una sola persona que entienda esto que está ocurriendo. La mayoría le echa la culpa a la política, pero nadie se molesta en estudiar lo que hay detrás. No hay un sólo periodista que le hable a la Generación Y desde su perspectiva. Me conformaría si alguien hiciese un intento franco de comprender la situación, pero tampoco. Ni siquiera entre los blogs. El problema es serio porque la Generación Y es muda y quienes tienen voz no están dispuestos a escuchar. Y hablar sin escuchar no es una conversación, es un monólogo.

Yo intento llenar un poco ese vacío a través de A70. No quiero decir que mis ideas tengan validez para todo el mundo, no pretendo abarcarlo todo ni tengo la verdad en la mano. Yo también formo parte de esta generación, lucho contra los mismos problemas y cometo los mismos errores. Pero lo que sí puedo hacer es intentar abordar los problemas de frente. Quizás sea esa la razón por la que me leen también muchos hombres. Porque aunque suelo tocar temas femeninos la franqueza es un lenguaje universal.

ROMPE TU CURRÍCULUM

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La próxima vez que te sientas culpable por no conseguir un trabajo y te enfrentes a los consejos desatinados de los demás quiero que recuerdes esto: repartir currículums no funciona. Rellenar ofertas de trabajo por internet no funciona. Nada de lo que te recomiendan los manuales funciona. ¿Conoces a alguien que haya conseguido un trabajo rellenando formularios en “buscatrabajo.com”? Yo no. Los currículums sólo funcionan para lo que tienen que funcionar: como una formalidad. No pone tu pie en la puerta. No te acerca a ninguna entrevista. No genera nada. Tú crees que el curriculum es tu medio para conseguir un trabajo. Pero el curriculum no es nada. El curriculum está diseñado para ser arrojado a una pila de curriculums exactamente iguales y permanecer allí por siempre jamás. Su razón de existir es suavizarle el trabajo a la secretaria: pedirlo le confiere un halo de seriedad a la transacción y es más fácil decirle a una persona “déjame tu currículum” que “déjame en paz”.

Así que no te molestes con el currículum. No emplees ni un minuto más de los necesarios en él. ¿Tienes alguna idea de la cantidad de cursos que la gente hace “por el curriculum”? La gente no diseña su currículum para que refleje su vida, diseñan su vida para que refleje un buen currículum. Y así cada año miles de personas se apuntan a cursos de todo tipo que prometen sonar muy bien en papel, ayudarte a dar ese pasito que te falta para entrar a esa puerta que es tu futuro, y como eso no te hace perder suficiente tiempo, dedicas lo que sobra a escoger el diseño entre miles de opciones que encuentras por internet. Te obsesionas con el tipo de fuente, te debates entre hacerlo cronológicamente o por competencias. Hay páginas dedicadas exclusivamente a diagramar currículums, venden los templates como si fueran templates de wordpress. A mí todo este tema me genera sentimientos de tristeza y rechazo.

En el artículo de la vida simple comentaba que cada objeto tiene una función utilitaria y otra simbólica. Por ejemplo, los Converse son zapatillas y al mismo tiempo son un símbolo de creatividad. Nuestra necesidad simbólica es tan pronunciada que algunos objetos no tienen ninguna utilidad. Un ejemplo es la corona del Rey, que no tiene ninguna otra función más allá de simbolizar su poder. Comentaba también que cometemos muchos errores al confundir la realidad con su símbolo (¿es el Rey para la corona, o la corona para el Rey?). El currículum es un papel, pero para ti simboliza tu futuro, y por eso dedicas tanto tiempo a producirlo. Lo adornas con la misma atención al detalle que empleas a la hora de fantasear sobre tu futuro. Pero el currículum no es tu futuro. Y hasta que no comprendas esto te va a costar mucho ponerte en movimiento.

Lo mismo ocurre con internet. Si crees que eres la única persona rellenando formularios y creando perfiles de LinkedIn, estás equivocado. Todo el mundo lo hace. Tus futuros jefes lo hacen. Internet es el paraíso de las fantasías. Esa persona con un puesto importante en la empresa a la que quieres entrar a trabajar no está en LinkedIn para contactar contigo. No abrió ese perfil para buscar empleados. Está allí para buscar un mejor puesto de trabajo para sí mismo. Él también quiere escalar. Así que olvídate de internet. No inviertas tu tiempo allí.

Cuando digo que rompas tu currículum no me refiero a que lo rompas de verdad, y tampoco me refiero al currículum en sí. Lo que quiero decir es que rompas tus ideas preconcebidas con respecto a tu futuro, al éxito y al trabajo.

SÉ GENEROSO

El concepto es tan antiguo como poderoso, pero aplicarlo hoy es más fácil que nunca. Esto es lo único que necesitas saber para abrir todas las puertas. Es la única idea que hace falta entender. Así que aprende bien el significado de estas dos palabras: ser generoso.

Cuando yo empecé a escribir este blog no tenía ni idea de lo que quería hacer con mi vida. No tenía dirección ni esperanzas. Sabía que me gustaba escribir, tenía un libro de cuentos inédito, pero también sabía que no estaba preparada para publicar. Al mismo tiempo era consciente de que vivir de la escritura es morir de hambre. Al menos es así si te sometes a una editorial. Y yo no quería eso para mí.

Abrí el blog porque Israel me prometió que si abría un blog y escribía en él 1 buen post al día todos los días, al cabo de un año mi blog se haría famoso. Es una razón tonta para abrirse un blog, lo sé, pero no tenía nada que perder. Creé el blog y escribí un post cada día. Si quería salir un sábado y pensaba que no tendría tiempo de actualizar, entonces publicaba dos posts el viernes. Al cabo de un año mi blog no se hizo famoso. Eso fue frustrante, para qué voy a mentir. Yo no sé si él sabía o no lo que iba a pasar, pero es probable que supiera que predecir algo como eso es imposible. Aún así me dijo lo que yo necesitaba escuchar para empujarme a hacerlo.

Pero lo importante es que cuando se disipó la frustración descubrí que escondía detrás de sí sentimientos más profundos. Debajo de la frustración me sentía perpleja. Sentía también alivio y alegría. Escribir un post al día todos los días durante un año me hizo descubrir algo nuevo sobre mí misma. Me hizo entender que a pesar de lo que tantas veces me habían repetido en mi casa a lo largo de mi vida, yo no soy una persona inconstante, ni irresponsable, ni floja. Soy, de hecho, una persona bastante confiable. Soy una persona a la que le gusta trabajar. Yo sospechaba que no era ni más ni menos irresponsable que la gente que me rodeaba. Escribir un post cada día todos los días me dió las pruebas para comprobar mi teoría. Fue el movimiento que desbloqueó mi zugzwang.

Cuando los únicos movimientos posibles sólo empeoran tu situación, la única salida es regalar tus piezas. Ser generoso es la única manera de romper el zugzwang.

Digo que escribir en el blog es un acto de generosidad porque implica entregaros cada día una parte de mí misma, una parte importante. Puede que tú seas una persona especial, que tengas mucho talento y creatividad, que seas excelente en lo que haces. Sea lo que sea que hagas. Y mientras no hagas nada al respecto sólo tú sabrás eso. Nadie va a ir a “descubrirte”. Nadie va a llamar a tu puerta para ofrecerte contratos porque sólo con mirarte reconocieron en ti tu potencial. Eso no sucede. Lo que sí sucede es que después de exponerte cada día, de vaciarte y de compartir lo que tienes, alguien quiera escucharte. Y después serán dos, y tres también. Y al cabo de un tiempo has construido algo propio.

Conozco mucha gente a la que esto le da miedo. Tienen proyectos grandes pero temen involucrar a otros porque creen que “les van a robar las ideas”. Pero las ideas no son algo especial. Son algo común y ordinario. El trabajo sí es especial. El esfuerzo y la constancia que se necesitan para convertir una idea en realidad es lo que importa. Si alguien copia tu idea y realiza el esfuerzo que tú no has realizado merece las ganancias más que tú. Así que compártelo todo, realiza lo que puedas y deja que otros realicen lo que escapa de tus manos.

Otro patrón que compromete tu generosidad es el miedo al fracaso. Mucha gente prefiere quedarse en su fantasía porque fantasear con tener éxito en el futuro es mejor que intentarlo en el presente y fracasar. Así que se entregan a sus fantasías y olvidan que tienen un compromiso con su propio bienestar. La fantasía desbocada es una forma de parálisis.

Cuando entendí la idea de la generosidad me volqué por completo en el blog. Ya no se trataba únicamente de escribir un post cada día. Ahora se trata de descubrir una nueva verdad cada día y compartirla en un post. Y algo muy curioso ha comenzado a ocurrir. He despertado interés. Hay gente que se identifica conmigo y me escucha.

NO BUSQUES UN TRABAJO DE OFICINA

Si yo quisiera un trabajo de oficina lo tendría. No por repartir currículums ni por rellenar formularios de internet, ni siquiera por hacer networking en LinkedIn. Lo tendría gracias al blog. Desde que lo abrí he tenido 4 propuestas de trabajo. Me ofrecieron, entre otras cosas, el puesto de editora de Miami en Refinery29, y también un trabajo en Smoda de El País. Yo los rechacé. Lo que ocurrió con Refinery29 puedes leerlo aquí. Con Smoda pasó algo parecido. Quiero contarlo porque ilustra muy bien el punto.

En septiembre del año pasado A70 todavía era un blog sobre moda. Yo pensaba que necesitaba un trabajo, escribir en una revista, por ejemplo. No por el dinero, sino porque pensé que escribir en un medio grande me haría una persona más distinguida. Israel me recomendó escribirle a Smoda de El País porque acababa de abrir, y me puso en contacto con Delia Rodriguez, la editora. Ella me dijo que escribiera una propuesta y se la mandara por email. Lo que le propuse hacer fue lo siguiente: escribir allí sobre todos los temas que no podía tocar en mi blog. Yo pensaba que mi blog tenía un género definido: moda y tendencias, y como no podía incluir todos mis intereses allí, le dije que me gustaría escribir sobre libros, sobre belleza, sobre cine y televisión. Sobre cultura pop. Escribí un email bastante conciso y se lo envié. Jamás me respondió. Ni siquiera para decirme “lo recibí, gracias”. Yo me sentí mal. El malestar no era por no haber conseguido un trabajo allí, era porque esperaba una respuesta, aunque esa respuesta fuese un “no”. Cuando me di cuenta de que no iba a responderme decidí escribir sobre esos temas en mi blog. Así fue que A70 pasó de ser un blog de moda, a ser un blog personal.

Escribí posts sobre lo que me interesa, como a mí me interesa, sin límite de caracteres ni imposiciones de estilo. Me rebelé contra todo lo que aprendí en la universidad y también contra lo que recomiendan hacer en internet. Estaba cometiendo un suicidio digital. Artículos larguísimos, de temas filosóficos, investigados en Google, con ejemplos sacados de la Wikipedia y sin fuentes de ninguna clase. Ahora que lo pienso también es un suicidio periodístico. Pero a mí no me importó. Mi idea era ser franca, ser honesta. Hablar como se le habla a un amigo que viene de visita a tu casa. No quería ser totalmente seria, después de todo a mí también me interesa lo superficial, me encanta el maquillaje, la tele, la nutrición y los tips. Así que me inventé el periodismo de pijama party, y aquí estoy.

Entonces pasó algo que no me esperaba. El 11 de enero publiqué un artículo sobre el champú. Fue un artículo que tardé una semana entera en escribir. Tiene 19.000 caracteres, es monotemático y es obsesivo y sin embargo, por algo que no me explico, ese artículo se volvió viral. En dos días más de 100 mil personas visitaron mi blog. Para que te hagas una idea, 100 mil discos vendidos es un disco de platino. 100 mil son la cantidad de views que debe tener tu canal para que te hagan partner en Youtube. 100 mil personas es la población de la ciudad de Worcester en Inglaterra. 100 mil personas es la capacidad del estadio olímpico de Beijing, el más grande del mundo. Mi post del champú fue leído por la misma cantidad de gente que asistió a la inauguración de las olimpiadas de Beijing. Y no fueron visitas turísticas. Esta gente se involucró con el contenido, leyeron el artículo completo, compartieron los enlaces y me buscaron en twitter. De esas 100 mil personas, 20 mil se quedaron: regresan cada día para leer lo que escribo.

Tres días después me escribieron de Smoda. Delia Rodriguez me pedía disculpas por responder tan tarde a mi propuesta (6 meses tarde). Quería decirme que si todavía deseaba trabajar con ellos, me abrían los brazos. Ella tenía una idea de lo que podíamos hacer juntos. Yo, que nunca pierdo la elegancia, le respondí de inmediato.

También me escribieron fantasmas del pasado, amigas de mi madre a las que no veo desde hace al menos 15 años, editores venezolanos, conocidos de la universidad, etc. Quiero decir que cuando eres generoso el mundo se pone en movimiento. Ser generoso es como abrir nuevos espacios en tu tablero de ajedrez, cuando la gente sabe que te va bien se acomodan a ti. Si quieres un trabajo de oficina lo mejor que puedes hacer es ser generoso. Pero yo no quiero un trabajo de oficina.

Si yo hubiera aceptado el trabajo en Refinery29 quizás tendría un gran sueldo y un título distinguido, pero no hubiera seguido con mi blog. Si Smoda me hubiese respondido y yo hubiese trabajado con ellos, A70 seguiría siendo sobre moda y el estadio de Beijing se lo hubiera enviado a ellos. Cuando te respetas a ti mismo y eres generoso se abren puertas. Pero no todas las puertas son buenas. No creas que lo que te ofrecen estas personas, las que se acercan a ti por tu éxito, lo hacen en el mismo espíritu de generosidad con el que tú has conseguido lo que tienes. No te buscan para hacerte un favor. Lo que buscan es pegarse a ti y montarse en tu vagón para repartirse contigo tus ganancias. Pero si no estuvieron allí para trabajar, ¿por qué vas a dividir con ellos el producto de tu esfuerzo?

NO PLANIFIQUES POR ADELANTADO

Un trabajo de oficina se aprovecha de ti, te limita, te obliga a hacer tareas repetitivas y aburridas, te paga poco, no te beneficia como persona y es una gran ilusión. Estás poniendo en manos de otra persona, de una empresa, la responsabilidad de tu bienestar. Si el día de mañana la empresa en la que has estado trabajando durante 10 años cierra, todos tus planes se terminan. No te puedes jubilar de una empresa en bancarrota.

La gente que en Diciembre compró pasajes para agosto con Spanair se encontraron una mañana con que perdieron sus pasajes y probablemente el dinero. Spanair cerró. Te quedaste sin el dinero, sin tu pasaje, y sin el viaje. Todo porque querías estar seguro de hacer las cosas correctamente, de hacer las cosas “con tiempo”. Pero si con la crisis no aprendiste que el mundo en el que vives es un mundo dinámico, lo de Spanair es la lección que te hacía falta. Todos vimos que en nuestra realidad, la que nos rodea, nada es seguro. Que lo que funciona hoy no funciona mañana. Que la hipoteca que elegiste a 30 años como inversión para alquilar el apartamento a otros y que “se pague solo” porque “los pisos nunca bajan de precio” te ha dejado en una posición muy vulnerable en este momento. En este mundo NADA es seguro. Planificar demasiado es de tontos. En un mundo dinámico si puedes elegir entre la seguridad y la flexibilidad escoge siempre la flexibilidad.

BUSCA AUTOGOBERNARTE

Si quieres resolver tu vida y vivir en paz, ¿realmente crees que un trabajo de oficina es tu respuesta? ¿No crees que debe existir otra forma de hacer las cosas? ¿Una forma más gentil, más respetable?

Hace un tiempo leí un artículo que respondía esas preguntas. El artículo trata sobre conseguir 1000 fans verdaderos. Su autor plantea que hasta hace poco la única forma en la que un músico podía vender su trabajo era firmando un contrato con una gran discográfica. Cada obra suya debía ser un gran hit, la empresa se quedaba con la mayor parte de las ganancias e imponía límites sobre la imagen y el producto del artista. Él propone que esa no es la única manera de hacerlo. Que es posible vivir de lo que te gusta haciendo exactamente lo que te gusta, sin límites externos y sin dividir tus ganancias con nadie. Lo único que necesitas son 1000 fans verdaderos.

Si cada uno de esos 1000 fans está dispuesto a invertir en ti su sueldo de 1 día de trabajo al año (que en el caso de un mileurista son 33 euros) entonces al concluir un año tú habrás ganado 33.000 euros. No es lo que gana un artista internacional, pero sí es más de lo que ganarías trabajando en una oficina. De hecho ganarías casi 3 veces lo que podrías ganar como mileurista.

Tú puedes aplicar la idea de los 1000 fans sin necesidad de ser un artista. Trabajes en lo que trabajes, es posible usar la idea. Tampoco necesitas que las 1000 personas que te siguen sean tus fans. Lo único que necesitas es usar tu generosidad. Lo que hace posible que esto funcione es internet. En el pasado no podías dirigirte a miles de personas a la vez sin usar un periódico o la televisión. Pero con internet puedes llenar el estadio de Beijing y dirigirte a todo ese público gratis. Lo único que necesitas es un dominio y un blog.

Supongamos que eres abogado, dentista, o psicólogo. Ningún dentista tiene fans, eso es seguro. Pero un dentista puede ofrecer generosamente su conocimiento a la gente. Puedes abrirte un twitter y un blog. Un psicólogo puede hablar de temas que interesan. Lo mismo si eres un abogado. Cuando algún lector necesite el servicio que tú ofreces lo más probable es que tu nombre sea el primero que le viene a la mente. No tienes nada que perder. Empezar es difícil pero si eres constante y tienes paciencia, llega un punto en el que se produce un efecto bola de nieve y todo se abre a tu paso.

Pero una condición necesaria para que esto pueda darse es no tener presión encima. Sé que es difícil si vives con tus padres hacerles entender que el hecho de que no estés repartiendo currículums no implica que eres un vago. Pero ninguna planta crece en medio de un vendaval y autogobernarse es plantar una semilla. Así que busca un espacio tuyo, una habitación propia desde donde puedas poner en marcha tu nuevo modelo de vida con calma.

Si no te has graduado todavía, o si ya te graduaste pero estás en paro, toma mi consejo: el paro es lo mejor que te pudo haber ocurrido. El paro está aquí para obligarte a despertar y a descubrir las oportunidades que tienes delante de ti. Si quieres mi consejo haz lo siguiente: Crea un blog. Escribe un post cada día todos los días. No importa sobre qué escribas o cómo lo hagas. Lo único importante es que escribas un post cada día sin falta. Si quieres salir el sábado pon dos posts el viernes. Te prometo que si lo haces durante un año tu blog se hará famoso.

Estoy escribiendo un libro en el que dejo por escrito mis ideas con respecto a este tema en profundidad. Hay partes teóricas y prácticas, e intento dar algunas soluciones a muchos de los problemas de los que hablé aquí. ¿Te interesa? Lee más por aquí.

Además del blog tengo una cuenta de twitter en la que ofrezco mi generosidad cada día. Sígueme.

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La vida simple

January 16, 2012

Para robar en una librería sólo hace falta entrar con libros tuyos en la mano. Pones lo que te quieres llevar encima y nadie se entera. Lo sé porque durante años me dediqué a robarlos. La razón por la que los robaba no era filosófica aunque sí usé la filosofía de excusa varias veces. Cualquier gesto que yo encontrara reprochable en algún librero en particular era razón suficiente para despertar mi sentido de la justicia. Un librero famoso en Caracas vende revistas importadas como el TIMES. A veces esas revistas traen un libro gratis de regalo. Pues este librero separa la revista del libro y los vende por separado y a full price. De más está decir que me encargué de que a ese librero no le dieran las cuentas al final del mes jamás.

Pero la razón real por la que robaba los libros era porque a los 15 me propuse crear mi propia biblioteca. Yo no hago nada de forma mediocre así que si iba a tener una biblioteca debía ser una biblioteca de proporciones épicas. Disponía de dinero pero mi ambición era más grande que el dinero del que disponía así que lo que podía lo compraba y el resto lo saqueaba. Robé de todo. Clásicos, libros nuevos, usados, narrativa, poesía, libros sobre fotografía. Sin discriminar. Así que cuando me fui de Venezuela y lo dejé todo atrás, ese “todo” incluye más de 500 libros.

LA SEGURIDAD DE LOS OBJETOS

Cuando mi hermana tenía 8 años le pidió a mi madre que le comprara unos Converse. Se lo pidió y agregó que los quería porque “son los que usa la gente que escucha buena música”. La honestidad de su petición me pareció genial porque reveló lo que todos piensan pero nadie dice. Los Converse son zapatos. Su función es proteger tus pies. En realidad no tienen nada que ver con la música, pero se han convertido en un símbolo colectivo. Usar Converse te hace una persona interesante.

Tenemos una relación especial con los símbolos. Los símbolos no indican nada en la realidad directamente, más bien son bastante arbitrarios. Se eligen por consenso y se replican por una especie de contagio que se transforma en tradición. Las letras son símbolos. Las palabras también. La palabra “agua” no tiene nada que ver con el agua en sí misma, es necesario que alguien nos enseñe lo que significa para poder entender y usar esa palabra. Hay objetos que se transforman en símbolos, como los Converse y después hay otros que nunca tuvieron una función utilitaria, su único propósito es representar algo. Un ejemplo es la corona del rey que sólo sirve para representar su poder.

Los símbolos nos permiten organizar la realidad y ponerle límites. Estamos acostumbrados a la seguridad que nos brindan los objetos y depositamos en ellos la tarea de definir partes de nuestra identidad. De la misma forma solemos definir a los demás por sus objetos. Eso nos hace dependientes de los símbolos para comprender el mundo. Pero los símbolos pueden confundirnos. ¿La corona es para el rey o el rey para la corona? ¿Si le damos la corona a alguien más, se convierte en rey?

Por eso cuando pensamos en una persona rica, lo que imaginamos es una gran casa, un armario gigante, un reloj y un bolso caro. Creemos que si nosotros tuvieramos ese reloj seríamos ricos también. En realidad el materialismo no es una crisis moral. Es una crisis simbólica. Es el resultado de confundir la realidad con su símbolo.

Los prejuicios también son producto de malas relaciones simbólicas. Cuando un hombre rico se compra un Rolex, ese reloj simboliza su riqueza. Otras personas pueden decir de él que es “un pijo” por comprarse ese reloj. Si el hombre es rico o es “pijo” es algo que carece de importancia, el centro de la interacción es el Rolex. Al decir que el Rolex es de “pijos” están reforzándolo como símbolo con un nuevo significado. Las estructuras mentales que acompañan a los símbolos son rígidas. Una vez que un objeto adquiere un significado simbólico (sea real o falso) es casi imposible desprendérselo. Por más que la realidad confronte al símbolo, muchas veces preferimos aferrarnos a él.

Nos apegamos a los objetos porque simbolizan una parte de nuestra identidad. Cuando pensamos en deshacernos de los Converse creemos que la parte de nosotros que es interesante se irá con ellos.

LOS OBJETOS SON PROBLEMAS

Desde que me fui he echado de menos mis libros, dejarlos me causó culpa. Pensaba que era un sentimiento genuino. Los imaginaba en el estante cogiendo polvo sin que nadie los leyera. Tenía una fantasía recurrente en la que contrataba un barco de mudanzas. También pensaba que una posible solución era traerlos poco a poco en viajes sucesivos y pagando sobrepeso en el avión, pero ¿alguna vez has llenado una maleta con libros? Pesan tanto que tardaría años en lograrlo. Así que decidí ser responsable y solucionar el problema. Me pregunté cuántos libros de los que tenía quería volver a leer. La lista no llegaba a los 10. Y esos 10 libros no necesitaba tenerlos en físico, podía comprarlos para el iPad.

El sentimiento de culpa no es algo exclusivo de los libros. La ropa es una fuente excelente de culpa. ¿Cuándo fue la última vez que compraste algo por impulso en unas rebajas y no te lo pusiste nunca? A mí me ha pasado varias veces. Cada vez que abro mi armario ciertas prendas me miran raro. Como diciendo “tú y yo nos conocemos”. Es complicado tirarlas a la basura o regalarlas porque es como admitir tu derrota, entonces las dejas ahí, en el armario, y te resignas a saludarlas todos los días.

Después están esas prendas que compraste calculadamente pero que tampoco te pones porque ya no te gustan. Te duraron menos de 6 meses. ZARA y las demás cadenas de moda rápida son expertas en eso. Cada temporada diseñan su ropa alrededor de una idea extravagante. Intenta encontrar una prenda básica en cualquier colección de ZARA, te reto. No las venden. Es su forma de garantizar que volverás el mes que viene porque aunque tienes 20 vestidos no tienes nada que ponerte.

A estas alturas de la vida todos conocemos la diferencia entre un objeto desechable y un objeto permanente. La mayoría de los objetos tienen dos versiones. La vida simple no se trata de escoger siempre lo permanente. Se trata de escoger deliberadamente aquello que te satisface.

Mi padre me regaló un set de bolígrafos de arquitectura una vez. Dibujar con ellos era muy placentero. Cambiarles el cartucho de tinta y limpiarlos no. Decidí que para mí lo ideal es un bolígrafo desechable que pueda usar y tirar cuando se gaste. Y eso está bien. Por otro lado mis gafas son para mí de gran importancia. Las uso cada día y necesito que sean cómodas y simples. Me compré unas Ray Ban con la idea de que sean permanentes: son grandes, cómodas, están hechas de un material resistente, solo tienen 3 piezas y si se me rompen sé que puedo volver a encontrar el mismo modelo exacto.

El problema se presenta cuando hay objetos desechables que se hacen pasar por objetos permanentes.

La caducidad programada de la moda no está en la calidad de la ropa, está en la extravagancia. En su capacidad de hacer que objetos desechables PAREZCAN objetos permanentes. Así la temporada pasada en ZARA todo era color neón, y ahora ¿qué haces con esos pantalones de pinza color verde fluor?

Cada vez que le asignas una parte de tu personalidad a un objeto, estás depositando tu identidad en cosas externas. A la larga, y la vida de cualquier persona es lo bastante larga, puedes llegar a acumular una cantidad de objetos enorme. Como su función principal no es utilitaria sino simbólica, son objetos inútiles. Ir por la vida arrastrandolos es agotador. Es como empujar el carro de un supermercado. Vas por ahí chocando contra todo, midiendo el espacio, navegando por los pasillos con dificultad. Tardas 2 horas en hacer algo que con una cesta tardarías 10 minutos. En un mundo dinámico es preferible ser compacto.

Cada objeto es un problema, así que escógelos bien.

Inés de la Fressange contaba en una entrevista que los franceses ven su armario como algo que se conquista a lo largo de la vida. Solo compran 4 o 5 prendas al año. Se aseguran de que lo poco que compran les dure para siempre. Por eso su armario está lleno de básicos que combinan y a medida que pasa el tiempo tienen más opciones para combinar.

LAS METAS ESTÁTICAS

La generación de los baby boomers abarca a la gente que nació entre el 46 y el 64. Son nuestros padres. Nacieron después de la Segunda Guerra Mundial así que eran demasiado jovenes para recordarla pero llegaron a tiempo para crecer en una época de bonanza económica y de confianza optimista en el progreso. Los baby boomers fueron la generación privilegiada.

Las familias de los baby boomers estuvieron organizadas de acuerdo con premisas estáticas. Sus madres (nuestras abuelas) fueron amas de casa y sus padres trabajaron en una oficina toda su vida para retirarse en la vejez. Vivieron en los suburbios, en la misma casa de varias habitaciones toda su vida.

Pero a pesar de tener una situación familiar estática, los baby boomers crecieron en la década de los 60 de manera que conocieron de primera mano la revolución sexual, participaron activamente en la liberación de la mujer y lograron hacer del divorcio una práctica aceptable. Fueron responsables de cambiar el mundo, lo convirtieron en un lugar más dinámico.

Sin embargo, sus vidas fueron parecidas a las de sus padres en un sentido: tuvieron el mismo esquema. Al igual que sus padres los baby boomers fueron a una universidad a estudiar una carrera para poder ser empleados en una oficina durante muchos años y así ganarse su jubilación. Para ellos el éxito es algo que se cosecha. La fábula favorita de los baby boomers probablemente sea la de la cigarra y la hormiga.

Nuestros padres nos dejaron en herencia dos cosas: un mundo dinámico y unos valores estáticos.

Los valores estáticos tienen como recompensa el éxito estático. La idea de éxito de nuestros padres parece un sitio geográfico al que llegas y te instalas, si no para siempre por una buena temporada. En El Exito hay una casa con muchas habitaciones, un gran coche, un premio Pulitzer, un marido fiel y una oficina en una gran empresa internacional.

Siguiendo los consejos de sus padres una parte de la generación Y, la nuestra, decidió estudiar una carrera creyendo que la carrera les garantizaría el futuro. O al menos un buen puesto de trabajo. Salieron de la universidad y la realidad los confrontó: los puestos de trabajo no existen. El mundo que sus padres les prometieron no existe. Los consejos y las instrucciones de sus padres no funcionan porque están pensados para un mundo que se acabó.

Pero en lugar de indignarse con sus padres por darles las herramientas equivocadas, la generación Y se indignó contra el gobierno. Su reacción fue infantil: en vez de solucionar su problema fueron a manifestarse. El gobierno no tiene las soluciones. Los gobiernos europeos no suelen actuar de mala fe. Si el gobierno hubiese tenido soluciones las hubiese ofrecido, ningún gobierno quiere a un pueblo en la calle. El enfado real tenía que ser contra sus padres y la reacción responsable era buscar la solución real y práctica a su problema en lugar de salir a la calle pidiendo soluciones a alguien que lamentablemente no las tiene.

Nosotros somos la generación Y. Estamos viviendo lo que probablemente es la crisis económica más fuerte que el mundo ha conocido desde 1929. Vivimos el 11 de septiembre. Sabemos que las empresas cierran. Los bancos pueden quitarte tu casa si no pagas la hipoteca. Una carrera universitaria no te garantiza nada. Somos la generación de internet. Nuestra vida no es estática, no podemos pretender tener éxito con las reglas de un mundo que ya no existe. Vivir así es vivir una vida ingenua.

Al ser la generación de internet seguramente tienes twitter. Yo también. Si quieres puedes seguirme pulsando en este enlace: @acapulco70

TUS PATRONES TE LIMITAN

La razón por la que arrastramos actitudes que no nos satisfacen es porque el hombre ha evolucionado para crear rutinas. Las crea de forma automática. Hay una parte del cerebro dedicada exclusivamente a comprimirlas. Se llama bulbo raquídeo. Es una parte primitiva del cerebro que compartimos con la mayoría de los mamíferos. Como es tan primitiva es muy eficiente, de hecho, está allí para ayudar al cerebro a ahorrar energía. Lo que hace es automatizar una serie de pasos y transformarlos en impulsos no conscientes. La actividad del bulbo raquídeo es muy importante, controla procesos como la respiración y las funciones cardíacas. Pero también es responsable de automatizar otras cosas. Estoy segura de que cada vez que te conectas a internet revisas “automáticamente” Facebook, tu correo o Twitter. No te das ni cuenta. Es tu bulbo raquídeo.

La mala noticia es que el bulbo raquídeo no solo repite las buenas rutinas. Repite las malas también. Su función es comprimir, no evaluar. Así que es una herramienta deficiente si lo que buscas es resolver problemas. Y a decir verdad muchas veces es responsable de crearlos porque además es un poco torpe. Digamos que si siempre has lavado los platos de una manera, es poco probable que la cambies aunque haya una forma mejor de hacerlo. Quizás si te compras una vajilla nueva y rara te replantees tu sistema, pero eso no es común. Pasamos la mayor parte del día en un piloto automático con muchas rutinas que fueron programadas en la infancia y eso hace que perdamos de vista alternativas mejores.

Cuando Facebook cambia su diseño todo el mundo se queja. El problema no es que el nuevo diseño sea más o menos conveniente. El problema es que la gente detesta salir de su piloto automático. Enseñarle cosas al bulbo raquídeo toma tiempo y varias repeticiones. Pero ningún cambio se da desde el autopiloto. Y mejorar es un tipo de cambio. Eso significa que para poder solucionar problemas hace falta tomar el mando en el momento preciso.

LA VIDA SIMPLE ES LA VIDA ÓPTIMA

No odiamos la rutina, la rutina en sí no es un problema. Me atrevería a decir que amamos la rutina aunque suene poco romántico. Lo que sí odiamos es forzarnos cada día a tomar decisiones nuevas para resolver los mismos problemas de siempre. Son esos problemas lo que nos molesta de la rutina. Abrir el armario cada mañana y emplear 15 minutos en escoger tu atuendo para tener que repetir el mismo proceso desde cero al día siguiente. Vivimos como si cada día fuera el primero: resolviéndolo todo por primera vez, una y otra vez.

Vivir una vida simple significa resolver los problemas cotidianos con soluciones permanentes. Si hoy solucionas un problema para siempre, es un problema menos que tendrás que resolver mañana. Esas soluciones liberan espacio mental y tiempo que puedes emplear en lo que verdaderamente importa. A la larga las soluciones se acumulan y tu vida se simplifica progresivamente.

Por ejemplo, imagina que tienes muchas camisetas. Sueles doblarlas y guardarlas en un cajón. Cada mañana cuando te vas a vestir tardas diez minutos en encontrar la camiseta que estás buscando, desordenas el cajón, a veces no la encuentras aunque sabes que está allí y eso te frustra porque tienes prisa. Es probable que durante mucho tiempo te hayas resignado a sufrir esa rutina incómoda. La queja en tu cabeza puede ser algo así: “necesito más cajones, no tengo suficientes, esto es un desastre siempre”. Quizás no te lo habías planteado nunca y esto te va a sorprender pero es posible resolver el problema. Tardarás dos minutos en encontrar la solución. Aunque te hayan enseñado que las camisetas se doblan tú puedes hacerlo de forma diferente. Puedes comprar perchas y colgarlas en el armario. Al principio cuando laves la ropa es probable que las dobles automáticamente y sólo cuando estés por guardarlas en el cajón recuerdes que ahora van en las perchas. Pero es cuestión de repetirlo varias veces para que pase al autopiloto.

Sé que el ejemplo es una simpleza, pero nuestra vida está llena de momentos simples que nos crean frustración y roces innecesarios. Resolverlos hace que te sientas autosuficiente. Yo tengo una olla que detesto: es demasiado delgada, todo se le pega, el mango pesa más que la olla así que cuando caliento leche para tomarme un café a veces se vuelca. Tengo dos opciones, puedo enfadarme cada vez que ocurre eso, o puedo tirar la olla y comprarme una mejor, una que resuelva mi problema PARA SIEMPRE. Como comprenderás, la vida simple no es la vida barata, pero sí es la vida óptima.

Otro ejemplo que se me ocurre es la obsesión con las vajillas. El regalo típico que se le da a cualquier pareja el día de su boda es una vajilla para diez comensales. Por lo general esas vajillas terminan en un cajón y si las usas 2 veces en toda tu vida te puedes alegrar. ¿Quién quiere una vajilla elegante para diez comensales? Es algo absurdo, parte de la vida estática, muy baby boomer. Cada uno de los platos de esa vajilla es un problema. Ocupa un gran espacio, es frágil, imposible de transportar. Además imagina que invitas a todos tus amigos a cenar. Después tienes que lavarlos con Fairy uno por uno. Podrías comprar un lavavajillas pero lamentablemente automatizar no es solucionar. Solucionar significa resolver el problema, desatar el nudo, llegar a una conclusión.

Mi vajilla ideal, por ejemplo, es la vajilla de Ōryōki que tiene tres platos. Cuando veas como la limpian (minuto 2) lo comprenderás todo:

La vida simple implica retar todas tus convicciones. Identificarlas, sacudirlas y ponerlas a prueba. Quedarte únicamente con lo que te funciona a ti. Uno de los libros que dejé en mi gran biblioteca épica es La Educación de Henry Adams, cuando lo leí no entendí totalmente lo que quería decir. Ahora sí: retar sus convicciones fue un momento clave de su vida. Claro que sus convicciones van mucho más allá de las perchas del armario, pero es un buen punto para empezar.

TU MEJOR ALIADO ES TU CONVICCIÓN

La idea de la vida simple es muy simple también. Se puede resumir en dos pasos:

1) Identifica lo que es importante para ti.
2) Elimina todo lo demás.

Lo que pasa es que cada paso tiene sus dificultades. Es complicado identificar lo que es importante para ti si no te conoces bien. Es complicado conocerse bien si tu vida está tan llena de objetos que no hay espacio ni para ti mismo. Para poder conocerse hace falta primero vaciarse.

Henry David Thoreau vivió una vida simple y acuñó un montón de frases espléndidas incluyendo “Sólo un tonto crea una regla y solo un tonto la sigue”. Vivió en 1850 cuando Massachussetts era todavía territorio poco explorado. Quería demostrarse a sí mismo que era posible vivir una vida plena sin tener que trabajar como jornalero, que un hombre solo necesita un refugio y a la naturaleza para ser feliz. Dijo además, que deseaba conocer la vida con todas sus consecuencias. No quería descubrir en el lecho de muerte que no había vivido. Así que lo dejó todo y se fue a vivir al bosque de la laguna de Walden en Concord. Construyó una cabaña con sus propias manos cortando madera del bosque y vivió solo en la naturaleza durante dos años. Lo único que tenía cerca era un pueblo a 20 minutos de distancia. Durante el tiempo que vivió en Walden llevó un diario que se convirtió en uno de los textos fundamentales del trascendentalismo norteamericano. No digo que para llevar una vida simple debas mudarte a una cabaña en medio de un bosque, pero su experiencia es muy interesante de todas formas. Puedes descargar su libro en PDF en el enlace de arriba.

Todos hemos escuchado el cuento de la tortuga y la liebre. Pues con la vida simple no eres la tortuga pero tampoco eres la liebre. Decides no entrar en competición con nadie cuando te das cuenta de que la carrera entre la tortuga y la liebre se lleva a cabo dentro de la rueda de un hamster. Nuestros padres nos dijeron que para ganar la carrera había que ser la tortuga: constante y trabajador. La liebre es ágil y dinámica pero pretender ser la liebre es igual de ingenuo. Ser la liebre no tiene sentido porque la liebre acepta la meta como válida. La meta es “El Éxito”. Yo no quiero una casa de tres habitaciones, un coche, un buen trabajo y postergar mi vida hasta la jubilación. Esa meta ya no existe. Que se maten la tortuga y la liebre, la cigarra y la hormiga y a mí que me dejen en paz.

La vida simple es un proyecto pero no es un proyecto externo, no es El Éxito. Es un proyecto íntimo. Cuando dejas de atender a los compromisos sociales tu vida se simplifica. La gente intentará incluirte en la carrera. No te dejes. Cuando vean que actúas raro, que eres demasiado independiente, quizás se enfaden contigo. No los escuches. Para adoptar una vida simple cuando estás rodeado de gente tienes que tener firmeza en tus convicciones.

La vida simple es bella. La belleza es lo honesto, lo esencial. Cuando nada sobra y todo está justificado el objeto es bello. Lo demás es histeria.

EL MUNDO DINÁMICO

Estamos en el fin del mundo. Suena sensacionalista pero lo digo en serio. Estamos atendiendo al fin del mundo conocido. Es aquí donde termina. Lo que viene de ahora en adelante es un territorio que no ha sido explorado todavía y por lo tanto nadie tiene mucha idea. Quizás la razón por la que los gobiernos están tratando de salvar a los bancos es porque saben lo que ocurre pero no saben cómo responder ante el cambio y se están agarrando a un clavo ardiendo. Pero la realidad es que el mundo que conocíamos ya no existe. El mundo de tus padres se acabó. No es un drama, las cosas cambian, cada cierto tiempo hay que renovarse. Pero el que quiera sobrevivir tendrá que hacer un esfuerzo voluntario por desprenderse de las tradiciones, entender este mundo y ajustarse a sus circunstancias.

El mundo dinámico es caótico como la jungla y a la jungla hay que ir bien equipado.

No voy a pretender que estas reglas que creé para mí son reglas universales. No se supone que le funcionen a nadie más que a mí misma. No son reglas rígidas ni eternas, si el mundo cambia hay que adaptarlas. Voy a compartirlas porque pienso que he llegado a conclusiones que pueden funcionarle a otras personas y deseo compartirlas. Si sientes que estas reglas no son para ti no tienes por qué adoptarlas, tú puedes crear las tuyas. Para mí una vida simple que se ajuste al mundo dinámico debe cumplir con las siguientes condiciones:

1) No estudies una carrera universitaria: esta regla no la seguí. Me di cuenta demasiado tarde. Pero una carrera es una pérdida de tiempo y de dinero. No te lleva a ningun sitio.

2) No te hipoteques: una hipoteca es una locura, creo que nos quedó claro. Yo no me hipotecaría con una casa JAMÁS. Además, quiero vivir en casas pequeñas. Las casas de varias habitaciones están pensadas para recibir visitas y después sientes la necesidad psicológica de llenarlas de objetos. Yo no recibo visitas y no quiero objetos, así que mi situación ideal es vivir en un estudio.

3) Compra objetos, no problemas: cada objeto debe ser la solución permanente a un problema cotidiano. No compraré objetos repetidos, no compraré cosas baratas, no compraré nada que no pueda transportar en una mochila.

4) No tengas coche: cuando tienes un coche te pasas la mitad de tu vida buscando donde aparcarlo. Me moveré en transporte público, es más ágil.

5) No tengas hijos: tener hijos es una decisión muy grande que mucha gente toma más por inercia que por voluntad. Yo no quiero tener hijos porque después de pensarlo he decidido que no quiero dedicarle mi vida a otra persona.

6) Evita las tarjetas de crédito: si tienes dinero no necesitas una tarjeta de crédito y si no lo tienes mejor será que no lo gastes porque no tendrás como pagarlo después. La tarjeta de crédito es una fuente de ansiedad constante.

7) No busques un trabajo: un trabajo de oficina se traga tu vida, te ancla a un solo sitio y no te da nada a cambio. En el mundo dinámico internet te permite conseguir tus propios clientes. Ser dueña de mi tiempo es mi única prioridad.

Esto es parte del La Vida Simple, el libro que acabo de publicar. Escribirlo ha sido una manera de seguir el último punto de la lista porque en lugar de buscar un trabajo decidí escribir este libro. Ahora, por más tiempo que pase, tendré un libro que podré vender siempre, habré construido algo. En el libro hablo acerca de cómo hacer estas cosas, cuesta 15 euros y ha vendido más de 30 mil copias. Si quieres comprarlo puedes hacerlo a través de paypal “>pulsando aquí. O también puedes leer el FAQ

La Vida Simple

January 16, 2012

Para robar en una librería sólo hace falta entrar con libros tuyos en la mano. Pones lo que te quieres llevar encima y nadie se entera. Lo sé porque durante años me dediqué a robarlos. La razón por la que los robaba no era filosófica aunque sí usé la filosofía de excusa varias veces. Cualquier gesto que yo encontrara reprochable en algún librero en particular era razón suficiente para despertar mi sentido de la justicia. Un librero famoso en Caracas vende revistas importadas como el TIMES. A veces esas revistas traen un libro gratis de regalo. Pues este librero separa la revista del libro y los vende por separado y a *full price*. De más está decir que me encargué de que a ese librero no le dieran las cuentas al final del mes jamás.

Pero la razón real por la que robaba los libros era porque a los 15 me propuse crear mi propia biblioteca. Yo no hago nada de forma mediocre así que si iba a tener una biblioteca debía ser una biblioteca de proporciones épicas. Disponía de dinero pero mi ambición era más grande que el dinero del que disponía así que lo que podía lo compraba y el resto lo saqueaba. Robé de todo. Clásicos, libros nuevos, usados, narrativa, poesía, libros sobre fotografía. Sin discriminar. Así que cuando me fui de Venezuela y lo dejé todo atrás, ese “todo” incluye más de 500 libros.

LA SEGURIDAD DE LOS OBJETOS

Cuando mi hermana tenía 8 años le pidió a mi madre que le comprara unos Converse. Se lo pidió y agregó que los quería porque “son los que usa la gente que escucha buena música”. La honestidad de su petición me pareció genial porque reveló lo que todos piensan pero nadie dice. Los Converse son zapatos. Su función es proteger tus pies. En realidad no tienen nada que ver con la música, pero se han convertido en un símbolo colectivo. Usar Converse te hace una persona interesante.

Tenemos una relación especial con los símbolos. Los símbolos no indican nada en la realidad directamente, más bien son bastante arbitrarios. Se eligen por consenso y se replican por una especie de contagio que se transforma en tradición. Las letras son símbolos. Las palabras también. La palabra “agua” no tiene nada que ver con el agua en sí misma, es necesario que alguien nos enseñe lo que significa para poder entender y usar esa palabra. Hay objetos que se transforman en símbolos, como los Converse y después hay otros que nunca tuvieron una función utilitaria, su único propósito es representar algo. Un ejemplo es la corona del rey que sólo sirve para representar su poder.

Los símbolos nos permiten organizar la realidad y ponerle límites. Estamos acostumbrados a la seguridad que nos brindan los objetos y depositamos en ellos la tarea de definir partes de nuestra identidad. De la misma forma solemos definir a los demás por sus objetos. Eso nos hace dependientes de los símbolos para comprender el mundo. Pero los símbolos pueden confundirnos. ¿La corona es para el rey o el rey para la corona? ¿Si le damos la corona a alguien más, se convierte en rey?

Por eso cuando pensamos en una persona rica, lo que imaginamos es una gran casa, un armario gigante, un reloj y un bolso caro. Creemos que si nosotros tuvieramos ese reloj seríamos ricos también. En realidad el materialismo no es una crisis moral. Es una crisis simbólica. Es el resultado de confundir la realidad con su símbolo.

Los prejuicios también son producto de malas relaciones simbólicas. Cuando un hombre rico se compra un Rolex, ese reloj simboliza su riqueza. Otras personas pueden decir de él que es “un pijo” por comprarse ese reloj. Si el hombre es rico o es “pijo” es algo que carece de importancia, el centro de la interacción es el Rolex. Al decir que el Rolex es de “pijos” están reforzándolo como símbolo con un nuevo significado. Las estructuras mentales que acompañan a los símbolos son rígidas. Una vez que un objeto adquiere un significado simbólico (sea real o falso) es casi imposible desprendérselo. Por más que la realidad confronte al símbolo, muchas veces preferimos aferrarnos a él.

Nos apegamos a los objetos porque simbolizan una parte de nuestra identidad. Cuando pensamos en deshacernos de los Converse creemos que la parte de nosotros que es interesante se irá con ellos.

LOS OBJETOS SON PROBLEMAS

Desde que me fui he echado de menos mis libros, dejarlos me dio culpa. Pensaba que era un sentimiento genuino. Los imaginaba en el estante cogiendo polvo sin que nadie los leyera. Tenía una fantasía recurrente en la que contrataba un barco de mudanzas. También pensaba que una posible solución era traerlos poco a poco en viajes sucesivos y pagando sobrepeso en el avión, pero ¿alguna vez has llenado una maleta con libros? Pesan tanto que tardaría años en terminar de trasladarlos. Así que decidí ser responsable y solucionar el problema. Me pregunté cuántos libros de los que tenía quería volver a leer. La lista no llegaba a los 10. Y esos 10 libros no necesitaba tenerlos en físico, podía comprarlos para el iPad.

El sentimiento de culpa no es algo exclusivo de los libros. La ropa es de las mayores fuentes de culpa. ¿Cuándo fue la última vez que compraste algo por impulso en unas rebajas y no te lo pusiste nunca? A mí me ha pasado varias veces. Cada vez que abro mi armario ciertas prendas me miran raro. Como diciendo “tú y yo nos conocemos”. Es complicado tirarlas a la basura o regalarlas porque es como admitir tu derrota, entonces las dejas ahí, en el armario, y te resignas a saludarlas todos los días.

Después están esas prendas que compraste calculadamente pero que tampoco te pones porque ya no te gustan. Te duraron menos de 6 meses. ZARA y las demás cadenas de moda rápida son expertas en eso. Cada temporada diseñan su ropa alrededor de una idea estrafalaria. Haz la prueba: encuentra una prenda básica en cualquier colección de ZARA, te reto. No las venden. Es su forma de garantizar que volverás el mes que viene porque aunque tienes 20 vestidos no tienes nada que ponerte.

A estas alturas de la vida todos conocemos la diferencia entre un objeto desechable y un objeto permanente. La mayoría de los objetos tienen dos versiones. La vida simple no se trata de escoger siempre lo permanente. Se trata de escoger deliberadamente aquello que te satisface.

Mi padre me regaló un set de bolígrafos de arquitectura una vez. Dibujar con ellos era muy placentero. Cambiarles el cartucho de tinta y limpiarlos no. Decidí que para mí lo ideal es un bolígrafo desechable que pueda usar y tirar cuando se gaste. Y eso está bien. Por otro lado mis gafas son para mí de gran importancia. Las uso cada día y necesito que sean cómodas y simples. Me compré unas Ray Ban con la idea de que sean permanentes: son grandes, cómodas, están hechas de un material resistente, solo tienen 3 piezas y si se me rompen sé que puedo volver a encontrar el mismo modelo exacto.

Cada vez que le asignas una parte de tu personalidad a un objeto, estás depositando tu identidad en cosas externas. A la larga, y la vida de cualquier persona es lo bastante larga, puedes llegar a acumular una cantidad de objetos enorme. Como su función principal no es utilitaria sino simbólica, son objetos inútiles. Ir por la vida arrastrandolos es agotador. Es como empujar el carro de un supermercado. Vas por ahí chocando contra todo, midiendo el espacio, navegando por los pasillos con dificultad. Tardas 2 horas en hacer algo que con una cesta tardarías 10 minutos. En un mundo dinámico es preferible ser compacto.

Cada objeto es un problema, así que escógelos bien.

Inés de la Fressange contaba en una entrevista que los franceses ven su armario como algo que se conquista a lo largo de la vida. Solo compran 4 o 5 prendas al año. Se aseguran de que lo poco que compran les dure para siempre. Por eso su armario está lleno de básicos que combinan y a medida que pasa el tiempo tienen más opciones para combinar.

LAS METAS ESTÁTICAS

La generación de los baby boomers abarca a la gente que nació entre el 46 y el 64. Son nuestros padres. Nacieron después de la Segunda Guerra Mundial así que eran demasiado jóvenes para recordarla pero llegaron a tiempo para crecer en una época de bonanza económica y de confianza optimista en el progreso. Los baby boomers fueron una generación privilegiada.

Las familias de los baby boomers estuvieron organizadas de acuerdo con premisas estáticas. Sus madres (nuestras abuelas) fueron amas de casa y sus padres trabajaron en una oficina toda su vida para retirarse en la vejez. Vivieron en los suburbios, en la misma casa de varias habitaciones toda su vida.

Pero a pesar de tener una situación familiar estática, los baby boomers crecieron en la década de los 60 de manera que conocieron de primera mano la revolución sexual, participaron activamente en la liberación de la mujer y lograron hacer del divorcio una práctica aceptable. Fueron responsables de cambiar el mundo, lo convirtieron en un lugar más dinámico.

Sin embargo, sus vidas fueron parecidas a las de sus padres en un sentido: tuvieron el mismo esquema. Al igual que sus padres los baby boomers fueron a una universidad a estudiar una carrera para poder ser empleados en una oficina durante muchos años y así ganarse su jubilación. Para ellos el éxito es algo que se cosecha. La fábula favorita de los baby boomers probablemente sea la de la cigarra y la hormiga.


Nuestros padres nos dejaron en herencia dos cosas: un mundo dinámico y unos valores estáticos.

Los valores estáticos tienen como recompensa el éxito estático. La idea de éxito de nuestros padres parece un sitio geográfico al que llegas y te instalas, si no para siempre por una buena temporada. En El Exito hay una casa con muchas habitaciones, un gran coche, un premio Pulitzer, un marido fiel y una oficina en una gran empresa internacional.

Siguiendo los consejos de sus padres una parte de la generación Y, la nuestra, decidió estudiar una carrera creyendo que la carrera les garantizaría el futuro. O al menos un buen puesto de trabajo. Salieron de la universidad y la realidad los confrontó: los puestos de trabajo no existen. El mundo que sus padres les prometieron no existe. Los consejos y las instrucciones de sus padres no funcionan porque están pensados para un mundo que se acabó.

Pero en lugar de indignarse con sus padres por darles las herramientas equivocadas, la generación Y se indignó contra el gobierno. Su reacción fue infantil: en vez de solucionar su problema fueron a manifestarse. El gobierno no tiene las soluciones. Los gobiernos europeos no suelen actuar de mala fe. Si el gobierno hubiese tenido soluciones las hubiese ofrecido, ningún gobierno quiere a un pueblo en la calle. El enfado real tenía que ser contra sus padres y la reacción responsable era buscar la solución real y práctica a su problema en lugar de salir a la calle pidiendo soluciones a alguien que lamentablemente no las tiene.

Nosotros somos la generación Y. Estamos viviendo lo que probablemente es la crisis económica más fuerte que el mundo ha conocido desde 1929. Vivimos el 11 de septiembre. Sabemos que las empresas cierran. Los bancos pueden quitarte tu casa si no pagas la hipoteca. Una carrera universitaria no te garantiza nada. Somos la generación de internet. Nuestra vida no es estática, no podemos pretender tener éxito con las reglas de un mundo que ya no existe. Vivir así es vivir una vida ingenua.

TUS PATRONES TE LIMITAN

La razón por la que arrastramos actitudes que no nos satisfacen es porque el hombre ha evolucionado para crear rutinas. Las crea de forma automática. Hay una parte del cerebro dedicada exclusivamente a comprimirlas. Se llama bulbo raquídeo. Es una parte primitiva del cerebro que compartimos con la mayoría de los mamíferos. Como es tan primitiva es muy eficiente, de hecho, está allí para ayudar al cerebro a ahorrar energía. Lo que hace es automatizar una serie de pasos y transformarlos en impulsos no conscientes. La actividad del bulbo raquídeo es muy importante, controla procesos como la respiración y las funciones cardíacas. Pero también es responsable de automatizar otras cosas. Estoy segura de que cada vez que te conectas a internet revisas “automáticamente” Facebook, tu correo o Twitter. No te das ni cuenta. Es tu bulbo raquídeo.

La mala noticia es que el bulbo raquídeo no solo repite las buenas rutinas. Repite las malas también. Su función es comprimir, no evaluar. Así que es una herramienta deficiente si lo que buscas es resolver problemas. Y a decir verdad muchas veces es responsable de crearlos porque además es un poco torpe. Digamos que si siempre has lavado los platos de una manera, es poco probable que la cambies aunque haya una forma mejor de hacerlo. Quizás si te compras una vajilla nueva y rara te replantees tu sistema, pero eso no es común. Pasamos la mayor parte del día en un piloto automático con muchas rutinas que fueron programadas en la infancia y eso hace que perdamos de vista alternativas mejores.

Cuando Facebook cambia su diseño todo el mundo se queja. El problema no es que el nuevo diseño sea más o menos conveniente. El problema es que la gente detesta salir de su piloto automático. Enseñarle cosas al bulbo raquídeo toma tiempo y varias repeticiones. Pero ningún cambio se da desde el autopiloto. Y mejorar es un tipo de cambio. Eso significa que para poder solucionar problemas hace falta tomar el mando en el momento preciso.

LA VIDA SIMPLE ES LA VIDA ÓPTIMA

No odiamos la rutina, la rutina en sí no es un problema. Me atrevería a decir que nos gusta. Lo que sí odiamos es forzarnos cada día a tomar decisiones nuevas para resolver los mismos problemas de siempre. Son esos problemas lo que nos molesta de la rutina. Abrir el armario cada mañana y emplear 15 minutos en escoger tu atuendo para tener que repetir el mismo proceso desde cero al día siguiente. Vivimos como si cada día fuera el primero: resolviéndolo todo por primera vez, una y otra vez.

Vivir una vida simple significa resolver los problemas cotidianos con soluciones permanentes
. Si hoy solucionas un problema para siempre, es un problema menos que tendrás que resolver mañana. Esas soluciones liberan espacio mental y tiempo que puedes emplear en lo que verdaderamente importa. A la larga las soluciones se acumulan y tu vida se simplifica progresivamente.

Por ejemplo, imagina que tienes muchas camisetas. Sueles doblarlas y guardarlas en un cajón. Cada mañana cuando te vas a vestir tardas diez minutos en encontrar la camiseta que estás buscando, desordenas el cajón, a veces no la encuentras aunque sabes que está allí y eso te frustra porque tienes prisa. Es probable que durante mucho tiempo te hayas resignado a sufrir esa rutina incómoda. La queja en tu cabeza puede ser algo así: “necesito más cajones, no tengo suficientes, esto es un desastre siempre”. Quizás no te lo habías planteado nunca y esto te va a sorprender pero es posible resolver el problema. Tardarás dos minutos en encontrar la solución. Aunque te hayan enseñado que las camisetas se doblan tú puedes hacerlo de forma diferente. Puedes comprar perchas y colgarlas en el armario. Al principio cuando laves la ropa es probable que las dobles automáticamente y sólo cuando estés por guardarlas en el cajón recuerdes que ahora van en las perchas. Pero es cuestión de repetirlo varias veces para que pase al autopiloto.

Sé que el ejemplo es una simpleza, pero nuestra vida está llena de momentos simples que nos crean frustración y roces innecesarios. Resolverlos hace que te sientas autosuficiente. Yo tengo una olla que detesto: es demasiado delgada, todo se le pega, el mango pesa más que la olla así que cuando caliento leche para tomarme un café a veces se vuelca. Tengo dos opciones, puedo enfadarme cada vez que ocurre eso, o puedo tirar la olla y comprarme una mejor, una que resuelva mi problema PARA SIEMPRE. Como comprenderás, la vida simple no es la vida barata, pero sí es la vida óptima.

Otro ejemplo que se me ocurre es la obsesión con las vajillas. El regalo típico que se le da a cualquier pareja el día de su boda es una vajilla para diez comensales. Por lo general esas vajillas terminan en un cajón y si las usas 2 veces en toda tu vida te puedes alegrar. ¿Quién quiere una vajilla elegante para diez comensales? Es algo absurdo, parte de la vida estática, muy de baby boomer. Cada uno de los platos de esa vajilla es un problema. Ocupa un gran espacio, es frágil, imposible de transportar. Además imagina que invitas a todos tus amigos a cenar. Después tienes que lavarlos uno por uno. Podrías comprar un lavavajillas pero lamentablemente automatizar no es simplificar. Simplificar significa resolver el problema, desatar el nudo, llegar a una conclusión.

La vida simple implica retar todas tus convicciones. Identificarlas, sacudirlas y ponerlas a prueba. Quedarte únicamente con lo que te funciona a ti. Uno de los libros que dejé en mi gran biblioteca épica es La Educación de Henry Adams, cuando lo leí no entendí totalmente lo que quería decir. Ahora sí: retar sus convicciones fue un momento clave de su vida. Claro que sus convicciones van mucho más allá de las perchas del armario, pero es un buen punto para empezar.

TU MEJOR ALIADO ES TU CONVICCIÓN

La idea de la vida simple es muy simple también. Se puede resumir en dos pasos:

1) Identifica lo que es importante para ti.
2) Elimina todo lo demás.

Lo que pasa es que cada paso tiene sus dificultades. Es complicado identificar lo que es importante para ti si no te conoces bien. Es complicado conocerse bien si tu vida está tan llena de objetos que no hay espacio ni para ti mismo. Para poder conocerse hace falta primero vaciarse.

Henry David Thoreau vivió una vida simple y acuñó un montón de frases espléndidas incluyendo “Sólo un tonto crea una regla y solo un tonto la sigue”. Vivió en 1850 cuando Massachussetts era todavía territorio poco explorado. Quería demostrarse a sí mismo que era posible vivir una vida plena sin tener que trabajar como jornalero, que un hombre solo necesita un refugio y a la naturaleza para ser feliz. Dijo además, que deseaba conocer la vida con todas sus consecuencias. No quería descubrir en el lecho de muerte que no había vivido. Así que lo dejó todo y se fue a vivir al bosque de la laguna de Walden en Concord. Construyó una cabaña con sus propias manos cortando madera del bosque y vivió solo en la naturaleza durante dos años. Lo único que tenía cerca era un pueblo a 20 minutos de distancia. Durante el tiempo que vivió en Walden llevó un diario que se convirtió en uno de los textos fundamentales del trascendentalismo norteamericano. No digo que para llevar una vida simple debas mudarte a una cabaña en medio de un bosque, pero su experiencia es muy interesante de todas formas. Puedes descargar su libro en PDF en el enlace de arriba.

Todos hemos escuchado el cuento de la tortuga y la liebre. Pues con la vida simple no eres la tortuga pero tampoco eres la liebre. Decides no entrar en competición con nadie cuando te das cuenta de que la carrera entre la tortuga y la liebre se lleva a cabo dentro de la rueda de un hamster. Nuestros padres nos dijeron que para ganar la carrera había que ser la tortuga: constante y trabajador. La liebre es ágil y dinámica pero pretender ser la liebre es igual de ingenuo. Ser la liebre no tiene sentido porque la liebre acepta la meta como válida. La meta es “El Éxito”. Yo no quiero una casa de tres habitaciones, un coche, un buen trabajo y postergar mi vida hasta la jubilación. Esa meta ya no existe. Que se maten la tortuga y la liebre, la cigarra y la hormiga y a mí que me dejen en paz.

La vida simple es un proyecto pero no es un proyecto externo, no es El Éxito. Es un proyecto íntimo. Cuando dejas de atender a los compromisos sociales tu vida se simplifica. La gente intentará incluirte en la carrera. No te dejes. Cuando vean que actúas raro, que eres demasiado independiente, quizás se enfaden contigo. No los escuches. Para adoptar una vida simple cuando estás rodeado de gente tienes que tener firmeza en tus convicciones.

La vida simple es bella. La belleza es lo honesto, lo esencial. Cuando nada sobra y todo está justificado el objeto es bello. Lo demás es histeria.

EL MUNDO DINÁMICO

Estamos en el fin del mundo. Suena sensacionalista pero lo digo en serio. Estamos atendiendo al fin del mundo conocido. Es aquí donde termina. Lo que viene de ahora en adelante es un territorio que no ha sido explorado todavía y por lo tanto nadie tiene mucha idea. Quizás la razón por la que los gobiernos están tratando de salvar a los bancos es porque saben lo que ocurre pero no saben cómo responder ante el cambio y se están agarrando a un clavo ardiendo. Pero la realidad es que el mundo que conocíamos ya no existe. El mundo de tus padres se acabó. No es un drama, las cosas cambian, cada cierto tiempo hay que renovarse. Pero el que quiera sobrevivir tendrá que hacer un esfuerzo voluntario por desprenderse de las tradiciones, entender este mundo y ajustarse a sus circunstancias.

El mundo dinámico es caótico como la jungla y a la jungla hay que ir bien equipado.

No voy a pretender que estas reglas que creé para mí son reglas universales. No se supone que le funcionen a nadie más que a mí misma. No son reglas rígidas ni eternas, si el mundo cambia hay que adaptarlas. Voy a compartirlas porque pienso que he llegado a conclusiones que pueden funcionarle a otras personas y deseo compartirlas. Si sientes que estas reglas no son para ti no tienes por qué adoptarlas, tú puedes crear las tuyas. Para mí una vida simple que se ajuste al mundo dinámico debe cumplir con las siguientes condiciones:

1) No estudies una carrera universitaria: esta regla no la seguí. Me di cuenta demasiado tarde. Pero una carrera es una pérdida de tiempo y de dinero. No te lleva a ningun sitio.

2) No te hipoteques: una hipoteca es una locura, creo que nos quedó claro. Yo no me hipotecaría con una casa JAMÁS. Además, quiero vivir en casas pequeñas. Las casas de varias habitaciones están pensadas para recibir visitas y después sientes la necesidad psicológica de llenarlas de objetos. Yo no recibo visitas y no quiero objetos, así que mi situación ideal es vivir en un estudio.

3) Compra objetos, no problemas: cada objeto debe ser la solución permanente a un problema cotidiano. No compraré objetos repetidos, no compraré cosas baratas, no compraré nada que no pueda transportar en una mochila.

4) No tengas coche: cuando tienes un coche te pasas la mitad de tu vida buscando donde aparcarlo. Me moveré en transporte público, es más ágil.

5) No tengas hijos: tener hijos es una decisión muy grande que mucha gente toma más por inercia que por voluntad. Yo no quiero tener hijos porque después de pensarlo he decidido que no quiero dedicarle mi vida a otra persona.

6) Evita las tarjetas de crédito: si tienes dinero no necesitas una tarjeta de crédito y si no lo tienes mejor será que no lo gastes porque no tendrás como pagarlo después. La tarjeta de crédito es una fuente de ansiedad constante.

7) No busques un trabajo: un trabajo de oficina se traga tu vida, te ancla a un solo sitio y no te da nada a cambio. En el mundo dinámico internet te permite conseguir tus propios clientes. Ser dueña de mi tiempo es mi única prioridad.