El mito del champú

January 11, 2012

El pelo no es una sartén. No es necesario desengrasarlo con detergentes industriales cada día. Y sin embargo, todos creemos que sí.

El camarero me entrega una servilleta. La abro y tiene un número de teléfono escrito dentro. Juro que no estoy contando una película, me pasó de verdad. El detalle es que el nombre que acompaña al número de teléfono es “Gaby” y está escrito en rotulador rosa. Esto pasó a finales de 2007 y fue cuando me planteé que quizás el pelo corto ya no era para mí. Gaby resultó estar sentada del otro lado del restaurante, así que cuando me levanté de la mesa comenzó a hacerme señas sin saber que mi objetivo no era su mesa sino la salida de emergencia. No me malinterpretéis a mí encanta que me insinúen que parezco una persona interesante, venga de quien venga, pero a veces ese tipo de cosas son un wake up call.

LA AVENTURA DEL PELO LARGO
Todo el mundo tiene consejos para ti cuando comentas que te vas a cortar el pelo. Todas las personas que conoces tienen una opinión, sus madres también. No te dejan en paz. Pero si dices que te vas a dejar el pelo crecer nadie dice nada. Lo interesante es que es justo en ese momento cuando más necesitas los consejos, porque el pelo corto es SUPER FÁCIL de cuidar, pero el pelo largo, ay amiga mía.

Sin una guía y con la candidez que acompaña a cualquier principiante, yo pretendí seguir con mi rutina de siempre: Pantene Clásico champú y acondicionador, y en seis meses mi pelo parecía un estropajo. Las raíces estaban bien, pero las puntas estaban totalmente opacas. Decidí que mi relación con Pantene había llegado a su fin. Dediqué bastante energía a encontrar el producto ideal que solucionara mi problema. Me paseé por todas las tiendas de cosméticos, probé recetas de mascarillas caseras, baños de crema, tratamientos hidratantes, todo lo que había en el mercado. Cuando eso no funcionó, le pedí consejos a mis amigas. Los peluqueros se aprovechaban de mí y salía de la peluquería con dos o tres productos que no servían mucho. En fin, fue un camino lleno de obstáculos.

EL MEJOR PRODUCTO ES NINGÚN PRODUCTO

Cuando estaba escribiendo el artículo sobre la fé me pregunté si no estaba yo cometiendo un error de axioma con lo del pelo. ¿Por qué asumo que para resolver el problema de mi pelo necesito MÁS productos? ¿Es posible que no necesite agregar nada?, ¿que más bien necesite eliminar productos de mi rutina? Como siempre yo consulté con un especialista (Google).

El pelo no es una sartén. El cuero cabelludo no es el motor de un coche. No es necesario desengrasarlo con detergentes industriales cada día. Y sin embargo, todos creemos que sí. Las ideas que rodean al champú y al pelo parecen sacadas de alguna mitología extraña. Nada tiene sentido, pero la industria farmaceutica nos vende el mito muy bien. Tan bien, de hecho, que en el siglo XXI comentar que estás pensando en dejar el champú es un sacrilegio. Quienes creen que ya nada es tabú en nuestra sociedad, jamás han contemplado dejar el champú.

EL CHAMPÚ COMO MITO

Nadie tiene muy claro cómo funciona el champú. Estamos convencidos de que funciona porque vemos la lista de ingredientes en la parte de atrás de la botella y pensamos que si los obligan a poner los ingredientes alguien debe estar vigilando que funcionen. Claro que yo, por ejemplo, no estudié química y las listas igual podrían estar escritas en sueco y me iban a servir de lo mismo. En realidad uno escoge el champú con una mezcla de fé e intuición. Compramos una marca porque nos gusta el olor, o porque nos la recomendó alguien, pero no tenemos ni idea de cómo funciona la cosa. Así que cuando usamos un champú por primera vez y hace mucha espuma pensamos “¡Está funcionando!”

Uno de los grandes avances del cerebro humano fue comprender la causa y el efecto de las cosas. Somos tan buenos en eso que somos capaces de ver un efecto y entonces inferir su causa. Por ejemplo, cuando el hombre primitivo veía humo, sabía que había fuego y corría en la dirección opuesta. De la misma manera, si veía huellas en el suelo sabía que algún animal había pasado por allí y era capaz de cazarlo. Este tipo de signo se llama índice y la supervivencia de la humanidad dependió tanto de saber interpretarlos que una gran parte de nuestro cerebro se dedica a resolver este tipo de problemas. Sin embargo esa operación es poco precisa. Si un hombre cae en una piscina podemos inferir que saldrá empapado. Pero la operación opuesta es poco confiable. Si nos encontramos a un hombre empapado en medio de la calle, ¿podemos asumir que la razón es que se cayó a una piscina? No necesariamente. Se me ocurren al menos otras 3 posibilidades igual de factibles. La espuma es un índice del jabón, de la limpieza, nosotros lo aceptamos como una muestra ineludible de que el champú “está funcionando” cuando en realidad tiene poco que ver una cosa con la otra.

LA CIENCIA DEL CHAMPÚ

El objetivo de lavarse el pelo es eliminar la grasa. El problema es que la grasa no es soluble en agua. Por eso necesitamos usar un champú: para disolverla. Hay muchos químicos que sirven para eso, el zumo de limón es uno de ellos, el vinagre otro, el detergente otro más. El nombre científico de este tipo de compuestos es “tensioactivos” porque funcionan alterando la superficie de los líquidos. Hay muchas clases de tensioactivo y cada uno puede tener varias propiedades. El tensioactivo más común que usan en el champú se llama Lauril Sulfato de Sodio que es muy barato y una de sus características es que produce mucha espuma. El problema es que el lauril sulfato de sodio es un irritante. Es tan irritante, de hecho, que está clasificado como un corrosivo. Si te cae un poco en los ojos y no te los lavas al momento puedes sufrir daños serios. Imagina lo que le hace a tu cuero cabelludo y a tu pelo.

Pero las cosméticas son listas. No quieren cambiar de tensioactivo porque el lauril sulfato de sodio produce más espuma que cualquier otro, así que deciden mezclarlo con un segundo tensioactivo (generalmente usan cocamidopropil betaína) que tiene como propiedad dormir los ojos y la piel. Así cuando te cae champú en los ojos te duele, pero mucho menos de lo que te dolería si el lauril sulfato de sodio estuviese actuando por sí solo. Entiéndeme, te está irritando igual que antes, pero no te das cuenta. Como no era suficiente con dos, ellos agregan varios tensioactivos más, algunos para espesar la mezcla, otros para darle mejor consistencia, y todos y cada uno de ellos son al mismo tiempo detergentes que le restan humedad y lubricación a tu pelo.

Otros dos problemas del champú son las sales y los alcoholes. Las sales se las agregan porque sin ellas el PH de los tensioactivos es inestable. Para preservarlo todo y darle larga vida en las estanterías del supermercado le agregan alcoholes. Y si no lo has adivinado aún, las sales y los alcoholes contribuyen a destruir tu pelo.

Aquí hice fotos de las marcas de champú más populares y sus ingredientes. Están en inglés porque estoy en Estados Unidos, y para que veáis que no miento cuando digo que la actitud de la gente aquí es distinta, fijáos que las fotos las hice en Publix, el supermercado más grande de aquí, y nadie se acercó para gritarme ni para pedirme que guardara la cámara.

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Garnier Fructis es el champú que parece tener menos químicos dañinos para tu pelo, y es el que escogí poner en grande. En la galería hay fotos de Dove hidratante, L’Oreal Everpure, Herbal Essences para cabello maltratado, Tressemé y Pantene ProV cuidado clásico. Si el champú que tú usas no está entre estos pero lo tienes a mano, puedes traerlo y comparar. Te voy a explicar qué partes de la fórmula podrían estar dañando tu pelo. En la galería de arriba marqué en rojo los componentes de las fórmulas que son dañinos y aquí abajo te dejo una tabla con los tensioactivos, sales y alcoholes más comunes.

La lista de tensioactivos es larga. Los tres de arriba son los más comunes, pero hay muchos más. Hay champús que ponen que no tienen sulfatos, como Everpure de L’Oreal y es cierto, pero aunque no tienen sulfatos sí que tienen otros tensiactivos igual de problemáticos como Sodium Lauriol Sarcocinate. Lamento no tener todos los nombres de los químicos en español, pero de verdad hay poca información en español en internet. Si queréis ver una lista de todos los tensioactivos, podéis revisar esta en la wiki.

En resumen: cuando usas champú te estás poniendo detergentes, sales y alcoholes en la cabeza. No se te ocurriría lavar un jersey de cachemire con detergente en la lavadora, no lo remojarías en un cubo con acetona, ni lo frotarías con sal. Sin embargo eso es justamente lo que le estás haciendo a tu pelo.

PEOR ES EL REMEDIO QUE LA ENFERMEDAD

El segundo mito que usan las farmacéuticas para vendernos sus productos (después de la espuma) es el del frizz. Cuando ponen a una mujer con el pelo dañado en el anuncio de un acondicionador, su pelo tiene frizz. Es cierto que el pelo seco suele tenerlo, pero también es cierto que el pelo seco no es su única causa.

– Frizz por humedad: el pelo funciona como una esponja. Cuando el pelo está seco pero el aire que lo rodea está húmedo, se hincha al absorber el agua del ambiente. En cambio, cuando el pelo está hidratado y sano es como tener una esponja húmeda: si la sumerges en agua no se hincha porque ya estaba mojada desde antes.

– Frizz por estática: esto le puede ocurrir a cualquiera. El pelo, como todo, tiene una carga eléctrica. Lo óptimo es que la carga sea neutra, porque si todos los pelos tienen carga negativa o una positiva se repelen los unos a otros, igual que ocurre con los imanes, y producen frizz. Los tensioactivos del champú suelen tener una carga negativa y por lo tanto le ceden electrones al pelo que termina cargándose de la misma forma.

Cuando sales de la ducha después de lavarte el pelo con champú, tu pelo no solamente está seco y dañado, sino que además tiene frizz por electricidad estática.

El gran gol de la cosmética fue hacer calar la idea del champú tan hondo que cuando tu pelo esta estropeado no te planteas culpar al champú, puede que culpes a una marca de champú en particular, pero no se te pasa por la cabeza que quizás el problema es el champú COMO CONCEPTO. Es más fácil asumir que el problema es tu pelo. Las cosméticas entonces pueden pasar directamente a venderte la solución para el problema que ellos mismos te han creado. La solución es el acondicionador.

LA VERDAD ACERCA DE LAS SILICONAS

Mi prima, que me lleva 10 años y siempre está al tanto de todo, fue de las primeras en comprarse una plancha para el pelo cuando salieron durante los 90. Pero además fue muy lista, porque se trajo de Miami algo que no existía en Venezuela para el momento, y que nadie sabía lo que era: Frizz Ease. John Frieda sacó la silicona para el pelo como un protector para el calor de las planchas. En esa época la botellita era diferente, era de cristal color marrón y parecía como un remedio para la tos infantil porque se aplicaba con gotero. Cuando me lo enseñó fue toda una revelación, nunca antes había visto algo como eso. Claro que no pasó mucho tiempo antes de que todas las marcas sacaran su propia versión, hasta las más cutres, y de que la plancha se convirtiera en una pesadilla. El look silicona se agotó muy rápido, pero ese avance le descubrió a las cosméticas un mundo nuevo al mezclarlas en el acondicionador.

Las siliconas no son del todo malas. La superficie del pelo no es lisa, visto con microscopio el pelo parece estar hecho de tejas, como si fuera el tejado de una casa. Esas tejas se llaman cutículas. Las siliconas crean una película de plástico alrededor de cada hebra de tu pelo que sella las cutículas y las protege del calor. Cuando tu pelo tiene silicona la humedad que está adentro no puede escapar, ni siquiera con el calor de la plancha, pero eso también significa que la humedad que está afuera no puede entrar. Es una barrera que interrumpe el intercambio del pelo con el aire.

Casi todos los acondicionadores traen siliconas. Aquí están las fotos de las mismas marcas que coloqué arriba con las siliconas y otros químicos dañinos resaltados en rojo:

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El problema principal de las siliconas es que la mayoría no son solubles en agua. Ninguna lo es en realidad, pero algunas son tan pesadas que ni siquiera son capaces de suspenderse en ella. Lo que quiere decir que es imposible quitarte la silicona del pelo a menos de que uses un detergente fuerte. Un detergente como el lauril sulfato de sodio. La silicona que está en tu pelo permanecerá en tu pelo a menos de que uses el champú. Y voy a ir aún más lejos: hay detergentes que no son compatibles con ciertas siliconas, por eso cuando la empresa cosmética te dice que Pantene ProV funciona mejor con el acondicionador de la misma marca, lo dice en serio.

¿Qué significa todo esto? Significa que el ciclo es redondo. El champú te daña el pelo, y sólo puedes arreglarlo con el acondicionador, pero el acondicionador a su vez deposita cosas sobre tu pelo que sólo puedes quitar con el champú. Estás atrapado en un ciclo vicioso en el que tu pelo sólo puede ir a peor.

Aquí te pongo una tabla con las siliconas que son insolubles y las que sí son solubles en agua:

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Básicamente, es imposible renunciar al champú sin renunciar al acondicionador, a menos de que las siliconas en el acondicionador sean solubles en agua. De serlo, bastaría con enjuagártelo muy bien bajo la ducha para eliminarlas. De otra forma tu pelo se llenará de “residuos” que no es otra cosa que una gran capa de plástico.

LA SOLUCIÓN AL PROBLEMA

Hace un poco más de un mes que dejé de usar champú. De verdad. No os lo había comentado antes porque pensé que sería un suicidio social, y probablemente lo es, pero como este año he decidido ser honesta, entonces lo comparto con vosotros y me hago responsable del posible ostracismo. La foto de abajo es una foto de mi pelo. Nunca lo había tenido así de sano.

No soy una persona que se preocupa demasiado por las cosas naturales. No es mi estilo. Hago yoga, pero me siento muy estúpida cantando los mantras. Me gusta comer natural pero no por un tema moral, sino porque de lo contrario me siento pesada. No soy de los que renuncian a tomar pastillas (la vida antes que el Espidifen) ni de los que beben cinco tazas de té verde. El metabolismo me tiene sin cuidado. Así que cuando me planteé abandonar el champú sentí una especie de vergüenza interna, como si estuviera entregándome de brazos abiertos a las rastas y Manu Chao. Porque ni siquiera después de saber todo lo que he explicado en este post podía sacudirme el mito del champú. La única forma en la que pude convencerme para comenzar a hacer lo que creía que era lo correcto fue pensar que si en algún momento me sentía incómoda SIEMPRE PODÍA VOLVER AL CHAMPÚ.

Si estás contenta con tu pelo, si tu pelo es brillante y suave, por dios santo, no cambies tu rutina. Pero si no estás contenta con tu pelo toma cartas en el asunto. Si vas a seguir mis consejos simplemente recuerda que no es un compromiso de por vida, si en cualquier momento te arrepientes, arreglar la situación te tomará 20 minutos, una ducha caliente y un poco de tu champú favorito.

EL CUERO CABELLUDO Y EL PELO SON DOS COSAS DISTINTAS

Esto es una idea tan simple que nadie se la plantea. El cuero cabelludo es piel, tiene poros y grasas. El pelo no. El pelo es tejido muerto. ¿Entonces por qué los tratamos como si fueran la misma cosa? Tienen necesidades diferentes y reaccionan distinto ante los mismos químicos. Es más, es posible tener un cuero cabelludo graso y pelo seco.

Una cosa que puedes hacer si no quieres dejar el champú pero te gustaría tener el pelo más sano es invertir el orden en el que te lavas el pelo. Te pones PRIMERO el acondicionador en todo el pelo, satúralo si puedes, y sólo entonces te echas unas gotas de champú en el cuero cabelludo y le das un buen masaje. Usa poco champú, lo estrictamente necesario y ve aplicándolo por zonas. Así el acondicionador protege tu pelo y evita el contacto con los sulfatos.

Pero si quieres probar algo drástico, aunque sea por tener una anécdota que contar, prueba lavarte el pelo CON EL ACONDICIONADOR. Sí, así como lo oyes, usa el acondicionador como si fuera el champú: aplícalo en todo el pelo y la cabeza y date un buen masaje. Si quieres hacerlo bien coge una pequeña cantidad, no más grande que una moneda de 20 céntimos y aplícalo en una zona reducida del cuero cabelludo con masajes circulares, repite el procedimiento hasta hacerlo en toda la cabeza. El acondicionador no se esparce igual de fácil que el champú, así que te tomará varios minutos más de lo que normalmente te toma lavarte el pelo.

CUANDO SALGAS DE LA DUCHA NO VAS A CREER LO LIMPIO QUE ESTÁ TU PELO.

La única forma de librarse del mito del champú es probando lavarse el pelo con acondicionador aunque sea una sola vez. La experiencia te transforma. La razón por la que funciona es que al acondicionador también le echan tensioactivos. Son tensioactivos más suaves y no corrosivos. Se lo echan para espesar la mezcla, pero en una cantidad más que suficiente para que arrastre las grasas y la suciedad de tu pelo. Lo importante es encontrar un acondicionador que no tenga siliconas, o de tenerlas que sea alguna de los dos tipos de silicona solubles en agua.

Yo soy de las que tienen un cuero cabelludo graso y el pelo seco, así que uso dos acondicionadores diferentes. Para el pelo uso Suave Naturals con olor a coco porque me gusta oler a playa. VALE 1 DÓLAR LA BOTELLA FAMILIAR. Te está hablando una persona insufriblemente snob con los cosméticos, la misma persona que hace menos de 3 meses se gastaba 30 euros cada dos semanas en American Cream de LUSH. No hace falta. LUSH es una estafa.

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En el cuero cabelludo uso un acondicionador especial para pelo graso totalmente natural y vegano de la marca Avalon Organics cuyo principal tensioactivo es extracto de árbol de té que se parece mucho al zumo de limón. Funciona como un sortilegio. El acondicionador es super espeso así que lo puse en un frasco para aplicar tintes, de esos que tienen una boquilla alargada y nunca he estado más satisfecha.

Sé que la rebeldía en contra del champú parece algo sacado de El club de la lucha. Pero creo que hay algo de válido en la idea de tomar responsabilidad por tus cosas. Así tengas que leerte la mitad de la wikipedia para entender cómo funcionan. Yo no me arrepiento de dejar el champú, mi pelo está mucho mejor y yo he dejado de echarle la culpa a la genética. No, mi pelo no está mal “de fábrica” lo que está mal es lo que le estaba haciendo yo voluntariamente.

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Para escribir este post conté con la ayuda de Rosa @landsvale que respondió muchas de mis dudas. Ella estudia química. Si tienes alguna duda sobre los compuestos químicos de tu champú puedes preguntarle a ella. Si tienes alguna duda sobre lo que puse aquí o si quieres saludarme, puedes seguirme en twitter @acapulco70. Soy amigable.

Hijos de la tele

January 8, 2012

La única vez que he querido salirme de un cine en la mitad de una película fue cuando tenía 10 años. Mi madre, que había pasado de odiar a amar a Jim Carrey de la noche a la mañana nos había arrastrado a toda la familia. La sensación que tuve durante la película fue de furia. Estaba furiosa. No sabía muy bien por qué, pero me pareció que la película era de mal gusto. La verdad es que “The Cable Guy” no fue una buena película, pero tampoco era tan mala como para producir ese rechazo. A menos, claro, de que tú al igual que yo y que Jim Carrey hayas sido criado más por la tele que por tus padres. Entonces la sensación al ver esta escena está muy bien justificada:

Esta es la escena en la que usan la niñez de Jim Carrey para revelar algo sobre el personaje: era un adulto perturbado porque fue hijo de la tele. Desde ese punto de vista, “The Cable Guy” es una doble traición, una puñalada por la espalda. Es una situación absurda en la que la tele que te crió, reniega de ti y te considera un desadaptado social. Encontrarte con algo así en una película puede ser desconcertante. Pero en realidad, que te críe la tele no está mal. La tele es un buen sustituto de los padres, te juzga menos que ellos y si no te gusta lo que dicen siempre puedes cambiar el canal.

Si creciste en los 90, todo lo que te estoy diciendo te sonará familiar, independientemente de que hayas visto o no “The Cable Guy”. Para los de mi generación la vida familiar estaba monopolizada por la tele. Pero no en un mal sentido. Siempre consideré que la tele estaba junto a mí y a mi hermana. No me refiero a una proximidad en el espacio físico sino en una dimensión temporal. Al hecho de que la tele no es un ente sólido y estático como la tostadora, sino más bien un organismo vivo que crecía igual que el perro, igual que yo. Este hecho es muy importante y no todo el mundo lo entiende. La generación anterior (nuestros padres) consideran que la tele es un electrodoméstico y la generación que viene después de nosotros, los niños que ahora tienen 10 años, seguramente piensan en la tele como en el antepasado arcaico de internet. Nosotros, sin embargo, vimos a la tele crecer a medida que crecía la oferta de canales.

Cada generación tiene sus propios artefactos. Después de mi bisabuelo nadie se volvió a sentir a gusto con un periódico en formato sábana sobre la mesa, la suya fue la Edad del Papel. La generación de mis abuelos tiene La Radio, no la escuchan en el coche como lo haría uno, no, esta gente enciende la radio y se sienta a escucharla. Mi generación tenía la Tele por Cable que es una criatura tan diferente de la Tele Normal de mis padres que se podría decir que son dos Edades distintas. Es muy fácil reconocer a alguien de la generación del Cable, sólo hace falta verlo manejar un mando a distancia. Si tiene una estrategia de zapping, sabes que es de los tuyos. La gente que no tuvo cable se frustra con el mando: pasan los canales demasiado lento o demasiado rápido, o se quedan haciendo zapping cuando ya van por el canal 60 donde sólo están canales como RAI y Telemundo. No saben combinar la guía con el zapping ni se han memorizado los canales. Es como si alguien me diese a mí una radio manual, de las que tienen perillas y que hay que “sintonizar”, creo que me pondría a llorar.

Es fácil pedirle a alguien que valore algo que desconoce, lo que es difícil es tomar su opinión en serio. Excepto cuando se trata de temas polémicos como la televisión, y entonces todo el mundo parece querer unirse al baile de la negación. La opinión de los viejos es que la tele es mala. No es una opinión descriptiva sino un juicio de valor. A la tele se le desconoce y se le teme y por lo tanto es MALA. Ver la tele desde muy cerca te deja ciego, ver la tele por las tardes te convierte en un ser menos sociable, los programas infantiles son violentos, el contenido cultural es superficial y algunos programas pueden hasta volverte tonto. Se critica a los padres que permiten que sus hijos vean la tele más de un par de horas al día. En cambio se les recomienda apuntarlos a kárate, a lecciones de piano y ponerlos a jugar a mikado para “estimular su creatividad”. No me malinterpretéis, me parece fantástico el piano, si es lo que le gusta al niño, pero dudo que un niño de diez años se levante una mañana con unas ganas intensas de practicar solfeo. Lo que sí me parece descorazonador es ver a gente de mi edad poner en twitter que ellos no ven la tele, que ellos leen libros. Como si eso fuera motivo de orgullo en sí mismo. Vete tú a ver qué clase de libros leen.

Las reglas arbitrarias

December 15, 2011

A España se llega con expectativas. Las hay de muchas clases. Las expectativas prácticas: en ningún lugar se come mejor que en España. Las culturales: Barcelona es cosmopolita. Las mágicas: la vida en España es mejor. Las románticas: la mujer española. Las ingenuas: la Costa del Sol. Pero cuando vas a España por más de dos semanas y has vivido en otros países, las diferencias reales, las del día a día, son las que más sorprenden.

Vivir en España y acostumbrarte a ello es una tarea difícil si no naciste allí. Hay reglas sociales para todo y la gente está pendiente de que las cumplas. Pero es complicado no romper las reglas cuando no las sabes de antemano. Si quieres comprobar lo arbitrario que es, basta con que hagas un experimento muy simple: pide fresas en el mercado en el mes de agosto. Bastaría con que el frutero te explicara que en agosto no hay cosecha de fresas en España, pero cuando haces la pregunta en su cabeza ocurre una especie de cortocircuito: ¿Fresas? ¡¿En Agosto?! se voltea y mira a las demás clientas y todos se ríen de ti con condescendencia. Sal a la calle con botas después de abril y cuenta cuántas mujeres te miran raro. Ten cuidado de lo que pides en las mercerías, si quieres terciopelo no se te ocurra pedirlo antes de octubre.

Los restaurantes son su propia galaxia. Mejor no esperes ir a comer entre las 3 y las 8 de la noche porque aunque el lugar esté abierto, la cocina está cerrada. Si te apetece comer caracoles, no te equivoques: los caracoles sólo los puedes pedir en los meses sin R (mayo, junio, julio y agosto). Nadie te va a servir un pan tostado después de las 11 de la mañana. No importa de cuánto dinero dispongas, gastártelo es complicado porque las tiendas son entusiastas entregadas a las reglas arbitrarias: abren solamente de 10 a 1, y de 5 a 8. Todo está cerrado los sábados por la tarde los domingos y los días festivos así que si te quedas sin tampones un domingo no hay quien te saque del apuro.

El español está orgulloso de sus reglas. Está convencido de que sus reglas locales son realidades universales. Tiene un apego ciego a sus doctrinas que no he visto yo en ninguna otra parte. Se puede debatir si ese rasgo los ayuda a preservar su cultura o si es lo que los mantiene en el atraso. Lo que es definitivo es que el español no le da la bienvenida a lo nuevo, ni a lo diferente, el status quo es el estado ideal. Contradecir a un español en sus reglas, o sugerir que en otras partes del planeta se hace de manera diferente le produce una irritación que les cuesta mucho ocultar. La irritación no viene de que le has señalado una forma alternativa de hacer las cosas, sino de la vergüenza que le da afrontar la noción de que hay lugares fuera de España a los que no tiene acceso. Quizás le han mentido toda su vida, ¿puede ser que en España NO se viva mejor? Su vergüenza nace del pudor provinciano de admitir que es la Tierra la que gira alrededor del Sol y no al revés.

Fe y OVNIs

December 15, 2011

A España se llega con expectativas. Las hay de muchas clases. Las expectativas prácticas: en ningún lugar se come mejor que en España. Las culturales: Barcelona es cosmopolita. Las mágicas: la vida en España es mejor. Las románticas: la mujer española. Las ingenuas: la Costa del Sol. Pero cuando vas a España por más de dos semanas y has vivido en otros países, las diferencias reales, las del día a día, son las que más sorprenden.

Vivir en España y acostumbrarte a ello es una tarea difícil si no has nacido aquí. Hay reglas sociales para todo y la gente está atenta para ver que las cumplas. Pero es complicado no romper las reglas cuando no las sabes de antemano. Si quieres comprobar lo arbitrario que es, basta con que hagas un experimento muy simple: pide fresas en el mercado en el mes de agosto. Bastaría con que el frutero te explicase que en agosto no hay cosecha de fresas en España, pero cuando haces la pregunta en su cabeza se da una especie de cortocircuito: ¿Fresas? ¡¿En Agosto?! entonces se da la vuelta para mirar a las demás clientas y todos se ríen de ti con condescendencia. Sal a la calle con botas después de abril y cuenta cuántas mujeres te miran raro. Los accesorios los debes combinar según la regla del 2 a 2. Ten cuidado con lo que pides en las mercerías, si quieres terciopelo no se te ocurra pedirlo antes de octubre.

Sevilla es su propia galaxia. Mejor no esperes ir a comer entre las 3 y las 8 de la tarde porque aunque el lugar esté abierto, la cocina está cerrada. Si te apetecen caracoles, no te equivoques: los caracoles sólo los puedes pedir en los meses sin R. Nadie te va a servir un pan tostado después de las 11 de la mañana. No importa de cuánto dinero dispongas, gastártelo es complicado porque las tiendas son entusiastas entregadas a las reglas arbitrarias: abren solamente de 10 a 1, y de 5 a 8. Todo está cerrado los sábados por la tarde los domingos y los días festivos así que si te quedas sin compresas un domingo no hay quien te saque del apuro.

El español está orgulloso de sus reglas. Está convencido de que sus reglas locales son realidades universales. Tiene un apego ciego a sus doctrinas que no he visto yo en ninguna otra parte. Se puede debatir si ese rasgo los ayuda a preservar su cultura o si es lo que los mantiene en el atraso. Lo que es definitivo es que el español no le da la bienvenida a lo nuevo, ni a lo diferente, el status quo es el estado ideal. Contradecir a un español en sus reglas, o sugerir que en otras partes del planeta se hace de manera diferente le produce una irritación que le cuesta mucho ocultar. La irritación no viene de que le has señalado una forma alternativa de hacer las cosas, sino de la vergüenza que le da afrontar la noción de que hay lugares fuera de España a los que no tiene acceso. Quizás le han mentido toda su vida, ¿puede ser que en España NO se viva mejor? Su vergüenza nace del pudor provinciano de admitir que es la Tierra la que gira alrededor del Sol y no al revés.

Es fácil entonces entender por qué la española se siente más cómoda reglamentando su vida. Dietas como Atkins y Weight Watchers son sus favoritas. No he visto mujeres más apasionadas por los rituales de belleza y los tutoriales de maquillaje que las españolas. Los comentarios en los blogs van más por la onda de resolver debates milenarios como si se debe poner primero la base o el corrector. Llega un punto en el que no se sabe si las reglas son para maquillarse o si el maquillaje es para las reglas.

Adoptar un conjunto de reglas produce calma. La misma calma que produce renunciar a una responsabilidad. *Si sigo unas reglas no me puedo equivocar ¿no? *(y si me equivoco no es realmente mi culpa, es culpa de las reglas) Esto no es algo particular del español, sino algo extendido de forma más o menos uniforme entre toda la humanidad. La diferencia está en a quién se le delegan las responsabilidades, quién es el encargado de escribir las reglas. El español escoge delegarle sus responsabilidades al saber popular. Frente a una duda el Español acude al refranero. Y no tengo que explicar mucho por qué esa opción arroja resultados pobres ¿no?

Si escuchas por la radio que los extraterrestres han invadido la Tierra, ¿qué haces?

a) Huyes.
b) Metes pilas, latas de atún y una linterna en un bolso y buscas refugio bajo tierra.
b) Cambias la emisora y pones una de noticias.
c) Llamas a un vecino y le preguntas su opinión.
d) Miras por la ventana a ver si ves OVNIs.

Pues yo no sé si los extraterrestres están por invadirnos, pero lo que sí sé es que el mecanismo de la amenaza OVNI se usa para todo en publicidad. Las empresas están allí para que les delegues tu responsabilidad. Si hay que crear una regla, se crea la regla. Un creativo recién graduado es contratado por una agencia publicitaria para trabajar en la cuenta de, digamos, Clinique. Al creativo se le ocurre que si recomienda lavarse la cara no una sino DOS veces al día, puede doblar las ventas. El anuncio es un exito. Se inventan el tónico para las pieles grasas, pero ya que estamos en esto ¿por qué limitarse? la diluimos un poco y se la vendemos a las pieles normales y a las secas también. La loción hidratante para la cara es dividida en 4 productos diferentes: la de día con SPF 15, la de noche con vitaminas, la de el área de las ojeras, la del área del párpado 4×1. Diez años después un nuevo mandamiento ha sido creado. Todo ritual de belleza tiene 3 pasos: limpiar, tonificar, humectar y hay que hacerlo dos veces al día. ¿Ganas tú o gana Clinique?

No pretendo demonizar a las empresas, después de todo, están allí para vender, y ganar dinero. Aquí el responsable de decidir es uno. Se trata justamente de eso: de asumir la responsabilidad por tu propio bienestar y no delegarla a nadie, al menos no sin una buena pelea. Justamente allí está el punto de todo. Ser responsable no se trata solamente de ser puntual. Ser responsable se trata de ser dueños de las decisiones propias. En inglés tienen una palabra para designar a esa virtud: self-possesion. Una persona que es dueña de sí misma es una persona libre.

No es por ser conspiranoide pero hace poco leí que el champú es un OVNI. Quiero decir, que es una farsa. El champú como lo conocemos fue creado en 1930 Antes de eso usaban jabón, y antes del jabón se daban masajes con aceite. Pero en realidad, aunque el champú fue creado en los 30, sólo se usaba algunas veces al año. Fue en los 70 cuando Fabergé contrató a Farrah Fawcett para que dijera que el pelo hay que lavarlo a diario. Hoy en día nadie se lo cuestiona. Mentira, en Estados Unidos se lo cuestionan, hay todo un culto que rechaza el uso del champú (the no-poo movement). Dicen que los masajes con acondicionador son suficientes y que el champú daña el pelo. Francamente no me sorprendería que fuera así, pero tampoco me iría a los extremos, después de todo, seguramente los del no-poo también están siguiendo un manual.

La edad del cable

December 7, 2011

La única vez que he querido salirme de un cine en la mitad de una película fue cuando tenía 10 años. Mi madre, que había pasado de odiar a amar a Jim Carrey de la noche a la mañana nos había arrastrado a toda la familia. La sensación que tuve durante la película fue de furia. Estaba furiosa. No sabía muy bien por qué, pero me pareció que la película era de mal gusto. La verdad es que The Cable Guy no fue una buena película, pero tampoco era tan mala como para producir sentimientos de rechazo extremo. A menos, claro, de que tú al igual que yo y que Jim Carrey hayas sido criado más por la tele que por tus padres. Entonces la sensación al ver esta escena está muy bien justificada:

Esta es la escena en la que usan la niñez de Jim Carrey para revelar personaje: era un adulto perturbado porque fue hijo de la tele. Desde ese punto de vista, The Cable Guy era una doble traición, una puñalada por la espalda. Es la situación absurda de que la tele que te crió, reniegue de ti y te considere un desadaptado social. Encontrarte de frente con algo así puede ser desconcertante. Pero en realidad, ser criado por la tele no está mal. La tele es un buen sustituto de los padres, te juzga menos que ellos y si no te gusta lo que dicen siempre puedes cambiar el canal.

Si creciste en los 90, todo lo que te estoy diciendo será muy real para ti, independientemente de que hayas visto o no The Cable Guy. Para mi generación la situación familiar estaba monopolizada por la tele. Pero no en un mal sentido. Yo siempre consideré que la tele estaba junto a mí y a mi hermana. No me refiero a una proximidad en el espacio físico sino en una dimensión temporal. Al hecho de que la tele no es un ente sólido y estático como la tostadora, sino que es más bien un organismo vivo que crecía igual que el perro, igual que yo. Este hecho es muy importante y no todo el mundo lo entiende. La generación anterior (nuestros padres) consideran que la tele es un electrodoméstico y la generación que viene después de nosotros, los niños que ahora tienen 10 años, seguramente piensan en la tele como en el antepasado arcaico de internet.

Es fácil pedirle a alguien que valore algo que desconoce, lo que es difícil es tomar su opinión en serio. Excepto cuando se trata de temas polémicos como la televisión, y entonces todo el mundo parece querer unirse al baile de la negación. La opinión de los viejos es que la tele es mala. No es una opinión descriptiva sino un juicio de valor. A la tele se le desconoce y se le teme y por lo tanto es MALA. Ver la tele desde muy cerca te deja ciego, estar delante de la tele te hace menos sociable, los programas infantiles son violentos, el contenido cultural es superficial y si ves los programas equivocados puede hasta volverte tonto. Se critica a los padres que permiten que sus hijos vean la tele muchas horas. En cambio se les recomienda apuntarlos a kárate, a lecciones de piano y ponerlos a jugar a mikado para “estimular su creatividad”. No me malinterpretéis, me parece fantástico el piano, si es lo que le gusta al niño, pero dudo que un niño de diez años se levante una mañana con unas ganas intensas de practicar solfeo. Lo que sí me parece descorazonador es ver a gente de mi edad poner en twitter que ellos no ven la tele, que ellos leen libros. Como si eso fuera causa de orgullo en sí mismo. Vete tú a ver qué clase de libros leen, seguro cosas de Deepak Chopra. Bastardos desagradecidos.

La historia distante siempre se ha dividido en eras de acuerdo con el tipo de herramientas que usaba el hombre. La prehistoria se divide en “edades”: la de piedra, la del cobre, la del bronce y la del hierro. Cada una de acuerdo con los materiales que dominaban sus culturas. Esas edades no tienen fechas exactas porque cada cultura avanzaba en sus tecnologías a destiempo, pero cada Edad duró varios siglos. Cuando surgió la escritura se dejó de dividir la historia bajo ese criterio. Sin embargo, si fuésemos capaces de estudiar el resto de la historia de la misma forma veríamos que las Edades se van comprimiendo aceleradamente hasta llegar a la actualidad.

En este momento la cosa está tan acelerada que creo que cada generación es su propia Edad, cada una tiene sus artefactos. Después de mi bisabuelo nadie se volvió a sentir a gusto con un periódico en formato sábana sobre la mesa, la suya fue la Edad del Papel. La generación de mis abuelos tiene La Radio, no la escuchan en el coche como nosotros, no, este es el tipo de gente que enciende la radio y se sienta a escuchar programas: insólito. Mi generación tenía la Tele por Cable que es una criatura tan diferente de la Tele Normal de mis padres que se podría decir que son dos Edades distintas. Es muy fácil reconocer a alguien de la generación del Cable, sólo hace falta verlo manejar un mando a distancia. Si tiene una estrategia de zapping, sabes que es de los tuyos. La gente que no tuvo cable se frustra con el mando: pasan los canales demasiado lento o demasiado rápido, o se quedan haciendo zapping cuando ya van por el canal 60 donde sólo están canales como RAI y Telemundo. No saben combinar la guía con el zapping ni se han memorizado los canales. Es como si alguien me diese a mí una radio manual, de las que tienen perillas y que hay que “sintonizar”, creo que me pondría a llorar.

Una cosa, es imprescindible comprender que la televisión y el televisor no son lo mismo. El televisor se inventó en 1925, pero la televisión evolucionó más lento. Su historia es super interesante y si tienes tiempo puedes descargar El medio es el mensaje de Marshall McLuhan, o si estás del otro lado del debate y quieres mejores argumentos, o si tienes ganas de reirte un buen rato puedes leer Homo Videns de Giovanni Sartori (no creais que yo voy por la vida leyendo este tipo de literatura a voluntad, esta joya me forzaron a leerla en la universidad del Opus Dei en la que estudié).

Somos hijos de la Tele por Cable porque en los 90 se inventó algo que cambió el mundo por completo: el cable de fibra óptica. Antes de eso la única manera de ver canales de televisión de otros países era con antenas parabólicas. Los edificios se ponían de acuerdo para instalar un plato gigantesco en la azotea que parecía más un arma de destrucción masiva, o un sistema para contactar con los aliens que una extensión para tu tele. Ver la parabólica era divertido, no entendías mucho porque todo estaba en inglés pero podías ver cosas como lucha libre y beisbol de Grandes Ligas. Por eso la mayor parte de los hombres de 30 años de una clase social alta en Venezuela son fans de Hulk Hogan y de equipos de beisbol raros como The Braves. Pero las parabólicas eran caras y poco eficientes. Es entonces cuando entra en juego el cable de fibra óptica.

La primera compañía de cable que llegó a Venezuela se llamaba Cablevisión. Había que abrir las calles para tender el cableado y por eso durante un año o dos, las amas de casa se unían para recaudar firmas por su barrio. Mi casa fue una de las primeras en tener el servicio y así a mis 7 años me convertí en una de las primeras usuarias de la tele por cable. Como la cosa todavía era bastante arcaica, el único canal infantil que había era un canal improvisado por la misma compañía de cable que se llamaba Cablecito y ocupaba el número 37. Pasaban series animadas de la época de mis padres como El Inspector Gadget, Hong Kong Fooey y Los Picapiedra, pero hey, eran series animadas las 24 horas.

A partir de 1993 abrieron varias compañías de cable diferentes incluyendo DirecTV que se llevó una buena tajada de la demográfica porque el cable de fibra óptica no llega hasta la cima de las montañas. En realidad tener un servicio o tener otro era similar, más allá del orden de canales y la estrategia de zapping la oferta de canales variaba poco. En Supercable los canales que me interesaban estaban concentrados entre el 34 y el 42. El 35 era Cartoon Network, la primera señal infantil que llegó a Latinoamérica. A las 4 PM pasaban la serie animada de Beetlejuice (que por cierto significa “jugo de escarabajos” y es de cateto llamarlo “bitelchús”)

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El caos primigenio era tal dentro de Discovery Kids que abrieron la señal antes de tener suficiente programación así que durante varios meses cada noche emitian los mismos dos capítulos de las únicas dos series que tenían: un bodrio llamado F.R.O.G que fue olvidado hasta por internet, y El Fantasma Escritor. Así, la televisión me dio una lección de vida: no todo tiene que ser perfecto siempre y es posible improvisar sobre la marcha.

El siguiente en abrir fue Nickelodeon y fue como descubrir que el billete de loteria que tienes en la mano es el ganador. Discovery Kids tenía programas para niños inteligentes, pero era demasiado nerdy. Digamos que era como para los niños del club de ciencias y en el colegio yo siempre fui del equipo de la radio. La programación en Nickelodeon de los 90 no eran programas, eran joyas. Tenían un bloque de 4 a 8 de la noche en el que pasaban Clarissa, ¿Le temes a la oscuridad?, Leyendas del Templo Escondido y Pete & Pete que hacía trizas a cualquiera con un IQ menor de 120. Pete & Pete en particular es una de las mejores series que he visto en toda mi vida, está cabeza a cabeza con LOST por el título de campeón.

Hace poco hicieron una reunión de los creadores de Pete & Pete en Los Angeles y en la entrevista comentaban que la única regla que se habían puesto a sí mismos era hacer que cada capítulo fuera cómico, triste, extraño o hermoso. Esta es una serie que no se parece a nada de lo que se ha hecho en España: La madre de los Petes tenía una placa de metal en la cabeza que sintonizaba la radio, el padre tenía una bola de bolos poseída que se hacía más pesada cada vez que alguien quería levantarla. Una vez salió la familia entera de paseo con un detector de metales a buscar tesoros en la playa y terminaron encontrando un coche entero enterrado en la arena. Pete pequeño tenía una sirena tatuada en el antebrazo, una sirena que baila.

Hacia 1995 la tele se había vuelto tan especializada que los canales de señal abierta dejaron de emitir bloques infantiles. En cambio, ponían series juveniles como Beverly Hills 90210 y Melrose Place, series que los padres consideraban peligrosas para sus hijos. En ese momento WBtv decide aprovechar la oportunidad y ofrecer programas que no eran sólo para niños o para adultos, eran programas que “toda la familia podía ver junta” y como en los 90 todas las familias eran disfuncionales, ese era el modelo según el cual trazaban todas las familias de WBtv. El Príncipe de Bel Air con Will Smith: un chico que es abandonado por su madre y se va a vivir con los tíos ricos. Step by Step con Susanne Sommers: una pareja en la que cada uno tenía hijos de matrimonios anteriores y debían convivir en una misma casa. Who’s the Boss con Tony Danza: un padre italiano viudo y su hija se van a vivir a casa de una mujer americana y su hijo de seis años porque él será el ama de llaves. Clásico. Full House con Bob Saget: dos hombres adultos se mudan a casa de un viudo para ayudarlo a criar a sus tres hijas. FAMILIAS DISFUNCIONALES EVERYWHERE. Con WBtv tu tele era más que tus padres, era tu life coach. Merece la pena mencionar El Mundo de Beakman porque aunque no era sobre familias disfuncionales había una rata gigante y experimentos con blandiblub.

Lo mejor de la programación de WBtv era que habían muchos tipos de niña, la niña “perfecta” no era una sola, no era necesariamente femenina o rubia, no siempre quería ser una princesa. Los 90 estaban repletos de niñas interesantes, como Samantha Micelli en Who’s the Boss: una niña que jugaba baloncesto. O Jo Malone de Facts of Life que tenía una motocicleta. Punky Brewster era fantástica.



Hay muchas cosas que no sé sobre la infancia y las relaciones familiares, pero lo que sé sobre la televisión lo sé sin asomo de dudas: los malos contenidos y los buenos pueden coexistir felizmente. La tele me ayudó a definir mi identidad. La tele me regaló aceptación incondicional. La tele me dio consejos valiosos. La tele me enseñó a tener criterio. Me pasé la infancia viendo series violentas y jamás he matado a nadie. Navego internet como un ninja y es gracias a años de zapping. LA TELE FUE LO MEJOR DE MI INFANCIA Y SI TUVIERA HIJOS LOS RODEARÍA DE IPADS, KINDLES, TELES Y PANTALLAS DE ORDENADOR.

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